La tierra prometida (The Bastard), de Nikolaj Arcel

LOS DESHEREDADOS.  

“Hay en mí una obstinación que me impide doblegarme ante la voluntad de los demás. Mi valor aumenta cuando intentan intimidarme”. 

De la novela “Orgullo y prejuicio”, de Jane Austen 

Muchos de ustedes recordarán la existencia de Cable Hogue, aquel tipo abandonado a su suerte en mitad del desierto. Un tipo que encontró agua. Un tipo al que los poderosos le dieron la espalda, y sólo los expulsados como un predicador borrachín sin parroquia y sin siervos, una prostituta de la que se enamora, y demás personajes que pasan por allí, y encuentran refugio en el hogar de Hogue en mitad de la nada. La película es La balada de Cable Hogue (1970), de Sam Peckinpah, quizás la obra más personal, más profunda y más humanista de cuántas hizo el cineasta californiano. Pues digo todo esto, porque la sexta película de Nikolaj Arcel (Copenhague, Dinamarca, 1972), tiene mucho del espíritu que recorría la cinta de Peckinpah, en sus continuas semejanzas en su protagonista, Ludvig Kahlen, un veterano capitán que quiere crear un hogar en mitad de un páramo desierto y sin nada, al que se le juntarán otros expulsados que huyen de la civilización, como un matrimonio de criados que huye de la violencia del gobernador de turno, o un grupo gentes que tienen el robo y el saqueo como forma de subsistencia, y demás almas que buscan refugio. 

Del cineasta danés me encantó Un asunto real (2012), en la que seguía la amistad del rey Cristián VII y un doctor intelectual y progresista, que hacía Mads Mikkelsen, que se enamora de la reina Carolina Matilde. Un historia ambientada en la segunda mitad del siglo XVIII al igual que La tierra prometida (The Bastard), (Bastarden, del original, traducido como “Los bastardos”), con la que guarda muchas similitudes, porque estamos también ante una historia “Basada en hechos reales”, basada en la novela homónima de ida Jensen, con un guion que firma el director y guionista Anders Thomas Jensen (con guiones en el movimiento Dogma, Susanne Bier y Lone Scherfig, etc…), y el propio director, en su segundo trabajo después de La torre oscura (2017), que adapta un novela de Stephen King, a partir de una trama en la que sus protagonistas quieren vivir en paz y trabajar la tierra, y cambiar las cosas, y otros, los nobles de turno, sólo quieren mantener sus privilegios a costa del pueblo trabajador. La nobleza ahora es Frederik de Schinkel, un despiadado gobernador que impone su poder y abusa sexual y violentamente de todo aquel que le sirve. Aunque, el veterano capitán no se dejará avasallar, ya que tiene el permiso del rey, y se mostrará firme ante las acciones violentas del mencionado gobernador. 

Una minuciosa reconstrucción histórica que tiene el western crepuscular como base con una excelente cinematografía de Rasmus Videback, que ha trabajado en los 6 largometrajes de Arcel, en la que construye una planificación excelsa dando protagonismo a los rostros y sin embellecer el paisaje, todo lo contrario, apostando por la negrura de un lugar que continuamente se ve amenazado. La música de Dan Romer (con películas para Jonas Carpignano, Sara Dosa y Cary Joji Fukunaga), acentúa la balada y la sensibilidad de la historia, sin caer nunca en el tremendismo, en una película que hay violencia y mucha dureza, pero contada con cercanía y humanismo. Tenemos en el montaje un nombre como el de Olivier Bugge, que ha editado las 6 películas del director, a parte de las obras de Joachim Trier, amén de las del documentalista Fredrik Gertten, y una serie con Nicolas Winding Refn), llevando una película de metraje largo que alcanza los 127 minutos, pero que en ningún instante se hace pesado ni repetitivo, sino todo lo contrario, tiene dinamismo, naturalidad, y sobre todo, la pausa necesaria para contar una historia lineal, pero llena de interés por la complejidad moral de sus personajes. 

Como sucedía en Un asunto real, estamos ante un reparto bien elegido y mejor interpretado encabezado por un grande e inmenso Mads Mikkelsen, que ya estuvo en la citada como el doctor humanista, ahora enfundado en un capitán retirado que todavía cree en los imposibles y no dejará amedrentar por la violencia del gobernador, y seguirá, con dudas e inseguridades, firme en su idea de convertir el árido y desierto páramo en un hogar cueste lo que cueste. Le acompañan el “enemigo” en la piel del mencionado De Schinkel, que compone un soberbio Simon Bennebjerg, que hemos visto en película interesantes como el policíaco The Guilty, el drama El pacto, de Bille August, o en la magnífica serie sobre política Borgen. Tenemos a Ann Barbara, la criada huida del gobernador, que hace la actriz Amanda Collin, que se convierte en la sombra de Kahlen, una mujer que no cesará en su propósito de seguir entera junto al capitán, el cura de los desheredados Anton Eklund lo hace Gustav Lindh, del que habíamos visto Reina de corazones, Jinetes de la justicia, que nació de una idea de Anders Thomas Jensen, y tenía de protagonista a Mikkelsen, y en El hombre del norte, de Robert Eggers, y finalmente, Edel Helene, la prima prometida del gobernador que interpreta Kristine Krujath Thorp, que la vimos como protagonista en las comedias divertida de Ninjababy, y en la negra Stick of Myself, encarnado a esa joven, como ocurría con la reina que hacía Alicia Vikander, atrapada por las decisiones económicas y políticas de su familia a un matrimonio que no desea. 

La historia que cuenta La tierra prometida (The Bastard) es  una historia que hemos visto muchas veces, porque como mencionaba el poeta, la historia de la humanidad o lo que queda de ella, siempre fue la humanidad  luchando contra la maldad, y sus leyes, civilización y demás. Estamos ante un relato nada complaciente ni mucho menos cómoda, es una historia llena de oscuridad y violencia, pero también, es una historia de humanismo, de un pedazo de la historia de Dinamarca, y como todas, llenas de mucha explotación, impunidad y sangre, que tiene un personaje como Ludvig Kahlen que hace frente a la tiranía con lo que tiene, sus manos y su inteligencia, y su obstinación, porque cuando las cosas se ponen difíciles es cuando debemos seguir, porque sino siempre se vivirá a merced de los demás, de unos pocos privilegiados e inútiles que sólo desean su beneficio y volver a las cavernas y las cadenas. El capitán veterano y Ann Barbara encarnas a todos esos que nunca se rindieron, que siguieron batallando contra la injusticia, contra la maldad, y sobre todo, sosteniéndose el uno al otro, porque seguramente no conseguiremos lo que deseamos, pero sí alcanzaremos algo mucho mejor, encontrarnos aquello que no esperábamos y eso, por pequeño que sea, será mucho más de lo que nunca hemos soñado. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Jinetes de la justicia, de Anders Thomas Jensen

SOBRE EL DOLOR Y LA VENGANZA.

“Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas”.

Francis Bacon

Todo empieza con un accidente. Un accidente de tren, en el que Mathilde ve como su madre fallece. Markus, el padre, un militar destinado en el extranjero, vuelve a casa y sigue como si nada hubiera pasado, llevándole a muchos conflictos con su hija adolescente. Un día, Otto, un experto en matemáticas, que es uno de los supervivientes del accidente, explica a Markus que tiene pruebas que el accidente fue intencionado. A Otto, traumatizado porque un accidente que él provocó acabó con al vida de su mujer e hija.  le acompañan otros dos cerebritos expertos en informática y conseguir datos, Lennart, que arrastra un trauma infantil, y Emmenthaler, un obeso acomplejado. Markus en primer momento escéptico, acaba por participar en la venganza contra los responsables, una banda de gánsteres muy conocida de la zona. Anders Thomas Jensen (Frederiksvaerk, Dinamarca, 1972), ha escrito muchos de los guiones de las películas de Susanne Bier, y de nombres tan importantes como los de Lone Scherfig, aparte ha cosechado una interesante filmografía como director donde Mads Mikkelsen (uno de los intérpretes daneses más internacionales que ha trabajado con gente tan reconocida como Thomas Vinterberg y Nicolas Winding Refn, entre otros), ha sido protagonista en las cinco películas que ha dirigido hasta la fecha.

En Jinetes de la justicia, Mikkelsen se pone en la piel de un tipo rudo, reservado y solitario, que lleva demasiados años fuera de casa y ahora, debe volver ante un panorama muy adverso, lleno de heridas y mucho dolor. Un tipo que encontrará la venganza como vehículo para cerrar tanta oscuridad. El cine de Anders Thomas Jensen se edifica a través de un conflicto emocional muy fuerte, donde encontramos a unos personajes a la deriva, muy perdidos, individuos heridos que deben volver a la senda de la vida. Un marco de comedia negra para hablarnos de temas serios y profundos, donde las emociones son la clave de la trama. Ahora, a la comedia negra, muy representada por los tres expertos en datos informáticos y estadísticas, que podrían protagonizar cualquier película de Monicelli, Berlanga o de los Estudios Ealling, se juntan con Markus, un tipo violento, amargado y lleno de rabia, toda contenida y oculta, que explotará sin concesiones y con extrema crudeza cuando se enfrenten a los gánsteres.

La interesante mezcla ente la comedia negra y la película de venganza, excelentemente bien equilibrada y contada, con esa cámara cercana y reflexiva en todo momento, con esos diálogos que pasan de la seriedad a lo ligero en cuestión de segundos, siempre con la trama en el horizonte, en un contexto social muy oscuro, de aislamiento, como viven el trío de amigos informáticos, y ahora, Markus y su hija, es la atmósfera idónea para lanzarse a esta fábula moderna que nos habla de cómo nos relacionamos con las emociones que no logramos expresar, ya sea el dolor, la rabia, la pérdida y cómo vivimos con toda esa carga pesada y dolorosa. Una parte técnica asombrosa que firma Kasper Tuxen en la cinematografía, en una película de un poco antes de la Navidad, muy asfixiante y muy noir, y el audaz trabajo de montaje con Nicolaj Monberg y Anders Alberg Kristiansen, consiguiendo esa fusión entre las relaciones de personajes, capitales en una película donde los personajes son tan diferentes, tanto a nivel físico, contexto y emocionalidad, la comedia negrísima en muchos aspectos, y ese thriller crudísimo y muy violento.

Un gran reparto encabezado por el citado Mads Mikkelsen, extraordinario en su rol de padre roto de dolor y militar violento lleno de venganza, demostrando una vez más su tremenda versatilidad e inteligencia en elegir personajes tan diversos y bien construidos. Bien acompañado por Nikolaj Lie Kaas como Otto, otro actor que también ha estado en todas las películas de Anders Thomas Jensen, al igual que Nicolas Bro, que hace de Emmenthaler, Lars Brygman como Lennart, un actor de reparto muy considerado en Dinamarca, y la joven Adrea Heick Gadeberg como Mathilde, que después de algunas series empieza a aparecer en la gran pantalla. El cineasta danés construye un relato de nuestro tiempo, muy sólido y contundente, que profundiza en muchos temas que tienen que ver con la condición humana, y sobre todo, cuando las cosas se vuelven del revés, cuando sufrimos pérdidas irreparables, no sabemos como enfrentarnos al dolor, y encontramos en la rabia y la violencia nuestra forma de sacudirnos las heridas y los demonios que nos acechan, y en eso la película es magnífica, porque afronta los conflictos de esta índole con reflexión y de frente, construyendo complejos personajes, y sobre todo, guiando poco al espectador, dejando ese espacio de libertad tan necesario para que cada uno de nosotros saque, si puede, sus propias conclusiones o enseñanzas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Otra ronda, de Thomas Vinterberg

BEBERSE LA VIDA.

 “La vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada”.

Soren Kierkegaard

El universo cinematográfico de Thomas Vinterberg (Frederiksberg, Dinamarca, 1969), podríamos definirlo mediante dos vertientes bien diferenciadas. Una, el grupo de cuatro de sus películas, filmadas en inglés, a partir de encargos, comprenden cintas como It’s All About Love (2003), Querida Wendy (2005), con historias, más o menos personales, muy alejadas de la estrategia comercial, y con el espíritu de su cine danés. En cambio, las otras dos, Lejos del mundanal ruido (2015), y Kursk (2018), la primera, un remake de la película de Schlesinger, y la segunda, con reparto muy internacional, un producto entretenido sin más. Aunque han sido sus películas danesas las que le han otorgado a Vinterberg su aureola de cineasta personal, como su Celebración (1998), magnifico film que, junto a Los idiotas, de Lars Von Trier, abanderaba la iniciativa “Dogma”, película fundacional en la carrera del director danés, con un poderosísimo drama familiar duro y siniestro, con esa cámara en continuo movimiento que se deslizaba de forma armónica y suave entre los personajes, retratando sin estridencias y con extrema naturalidad las graves tensiones que se producían en los desencuentros familiares.

Celebración es la película que lo lanzó internacionalmente, amén de edificar una forma y una mirada que siguen estando muy presentes en sus siguientes trabajos filmados en su país natal. En Submarino (2010), otra vez drama familiar pero esta vez no entre padres e hijos, sino entre hermanos, y La comuna (2016), donde Vinterberg descargaba sus recuerdos de haber vivido de niño en una comuna hippie. Con La caza (2012), durísimo drama social a través de la acusación injusta de abuso sexual a un maestro de parvulario a una de sus alumnas, retratando de manera concienzuda y profunda toda la respuesta violenta de la comunidad, y las terribles consecuencias que sufre el atribulado maestro. La interpretación inconmensurable de Mads Mikkelsen en la piel del falso culpable hacía el resto de una película extraordinaria, que profundizaba en la parte oscura de la condición humana. Vinterberg, que vuelve a contar con su guionista más estrecho, el también director Tobias Lindholm, que ha estado en cuatro de sus películas danesas, construye en Otra ronda, una película sobre la vida, o podríamos decir sobre el hecho de vivir y sus consecuencias.

Otra ronda se centra en el retrato de cuatro profesores de secundaria con vidas vacías, monótonas y lo que es más grave, sin futuro. Después de una celebración, deciden poner en práctica un experimento, a partir de los estudios del psicólogo noruego Finn Skärderud que explica que el ser humano nace con un déficit del 0’5 de alcohol en la sangre. Los cuatro amigos beberán alcohol en horas de trabajo para mantener esa cantidad de alcohol en su cuerpo. Pronto, experimentarán la desinhibición, la seguridad y la alegría que se apodera de sus existencias, en una explosión incontrolada de actitud, risas, relaciones más personales, y compartir un torrente de emociones y vitalidad. Pero, claro, la película no solo se queda en las virtudes que proporciona el alcohol, porque los amigos envalentonados por los resultados, deciden ir un poco más allá, y aumentan su tasa de alcohol diaria, y todos, empiezan a ver unos efectos negativos, algunos más que otros, y lo que era diversión y seguridad, se convierte en lo contrario.

Vinterberg vuelve a contar con Sturla Brandth Grovlen, su cinematógrafo fetiche, que dota a la película de un torrente de naturalidad, intimidad y luz, donde la cámara se mueve como un personaje más, en escenarios reales y manteniendo esa realidad a flor de piel, donde la cámara actúa como un testigo inquieto y de mirada serena, y el ágil y estupendo montaje, de corte limpio, obra de otros cómplices como Janus Billeskov Jansen (gran veterano que ha trabajado con Bille August, entre muchos otros), y Anne Osterud. El reparto funciona a las mil maravillas, con esos rostros, cuerpos y miradas que dan vida, amor, tristeza y vacuidad a raudales, encabezados por un MIkkelsen, un actor de raza, transparente y un maná de sinceridad, animalidad y profundidad, de la misma estirpe que los Dafoe, Cassel o Bardem. Bien acompañado por otros intérpretes de la factoría Vinterberg como Thomas Bo Larsen, Lars Ranthe y Magnus Millang. Cuatro amigos, compañeros de trabajo, amigos de la infancia, vecinos de esas ciudades pequeñas donde todos se conocen, que habitan el cine del director danés, construyendo relatos sobre el alma humana, sus inquietudes, sus derrotas, sus emociones, y todo lo demás.

Otra ronda es una película que tiene el aroma de la amistad, el amor, la derrota y la tristeza, que se acerca a otras grandes borracheras de amigos como La gran comilona, de Ferreri o Maridos, de Cassavetes, donde la vida se abre paso a pesar de sus maldades y vacíos, porque a veces, la vida es eso, juntarse con los de siempre y beber como nunca. Otra ronda nos invita a beber, eso sí con moderación, y sobre todo, beberse la vida, atreverse, levantarse después de las hostias, resistir ante las dificultades, no venirse abajo cuando todo está en contra, a ser quiénes somos, a ser valientes ante todo y ante cualquiera, a no mentirse, a no vivir por vivir, a volar cuando sea preciso, a compartir con los que más queremos, a soñar, a perder el miedo, a no dejar de saltar y a cruzar puertas que no deberíamos cruzar, a no cumplir con las expectativas, a no tener expectativas, a equivocarse y no hacer un drama, a no vivir por vivir, a trabajar desde la verdad, a mirarse al espejo y saber que esa persona que ves eres tú, y nadie más, que un día fuiste y debes recuperar todo aquello bueno que eras y lo dejaste perder por el camino, a sentir, pero sentir de verdad, a vivir, a llorar, a soportar el dolor, a reírse cuando toca, y a no ser quién no eres, a aceptarse y sobre todo, a vivir sabiendo que cada día puede ser el último. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA