Entrevista a Ángel Santos

Entrevista a Ángel Santos, director de “Las altas presiones”. El encuentro tuvo lugar el miércoles 29 de abril de 2015, en el hall del Teatro CCCB de Barcelona, dentro del marco del Festival Internacional de Cine de Autor de Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Ángel Santos, por su tiempo y generosidad, a Sonia Uría y Alex Tovar (autor de la instantánea que ilustra esta publicación) de Suria Comunicación, por su paciencia, generosidad y amabilidad.

Las altas presiones, de Ángel Santos

372539EL PAISAJE ANÍMICO

La película arranca con un joven grabando con una cámara de vídeo lugares abandonados, espacios que fueron, pero que ya no son, lugares que pertenecen a otro momento, a otro instante. Miguel, que así es como se llama el joven, registra esos espacios para futuras localizaciones de una película. Un personaje que se tornará guía omnipresente de este cuento sencillo y honesto, un hermosísimo relato que nos habla de las derivas emocionales de este tiempo nuestro que vivimos, un tiempo de incertidumbre, de tránsito, de no saber a dónde ir, ni que hacer, un tiempo detenido, sin identificación, quizás un tiempo que nos conducirá a un lugar desconocido o tal vez a un lugar que conocemos pero que ya no es el nuestro. Ángel Santos (Pontevedra, 1976) se enfunda en su segundo título, el primero Dos fragmentos/Eva (2012), en algunos caminos ya transitados en su primer largo, (con Miguel Gil en la escritura, y Fernando Franco, director de La herida, en tareas de montaje), recogiendo las vidas de unos jóvenes que se sienten perdidos, que abrazan con nostalgia, un tiempo y unos recuerdos, que ya no son, cómo si pertenecieran a otro. Miguel se siente así, trabaja para el cine, pero no le satisface el empleo, filma imágenes para otro, imágenes que el mismo ya no reconoce, aun habiendo sido de ese lugar.

La cinta de Santos aborda la crisis, pero sin hablar de ella, sino del estado de ánimo que erosiona en cada uno de los personajes, ese aliento voraz sumergido en el interior de cada uno, ese tiempo sin tiempo, ese deambular por lugares fantasmagóricos con amigos de otro tiempo, personas que tomaron otro rumbo, otros caminos, que cuesta reconocer, que no son lo que eran. La trama es escueta, Miguel vuelve a su ciudad, y se reencuentra con sus amigos que han ido haciendo sus vidas con desigual suerte, pero también se enfrenta  a sus paisajes, a lo que recuerda, que se han convertido en espacios vacíos, olvidados, sin vida, donde los recuerdos se desvanecen. Miguel intenta vanamente recuperar a la que fue su novia, lo que fue su entorno, quizás el encuentro con Alicia le haga cambiar ciertas cosas de su vida, de ese tiempo perdido y de alguna manera intenta recobrar, aunque sea de una manera tímida y poco decidida. Santos nos habla en voz baja, susurrándonos, en esta bellísima pieza de cámara, nos interpela a nosotros, nos relata la decepción y la frustración de muchos de ahora, a través del cine y el amor, que emergen en elementos que laten de manera profunda e inquieta. Una película sin música extradiegética, donde el paisaje y el sonido se convierten en capas que envuelven a los personajes dotándolos de una lectura invisible pero fácilmente reconocible. El film se nutre de las fábulas rohmerianas, de los cuentos agudos y viscerales de Hong Sang-Soo, del aroma que recorría a aquellos cineastas españoles de la transición, como Martínez-Lázaro, García Sánchez o Trueba… y del cine español contemporáneo, un cine parido con pocos recursos, pero formalmente ambicioso, que cuenta mucho de ese estado de ánimo latente y herido de los jóvenes de ahora.