Entrevista a Àlex Mañas

Entrevista a Àlex Mañas, director de la película «Hada», en su domicilio en Barcelona, el miércoles 3 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Àlex Mañas, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías

Entrevista a Maria Sanz y Sara Espías, actrices de la película Hada» de Àlex Mañas, en el domicilio del director en Barcelona, el miércoles 3 de septiembre de 2025.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Maria Sanz y Sara Espías, por su tiempo, sabiduría, generosidad, y a Pere Vall y Àlex Mañas, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad.  JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Hada, de Àlex Mañas

LOS TIEMPOS PASADOS, LOS TIEMPOS PRESENTES.  

“Si pudiéramos saber dónde y cuándo nos volveremos a reencontrar, seríamos más tiernos con nuestros amigos al despedirnos”

Marie Louise Ramé “Ouida”

Si hay una película que reflexiona sobre la juventud pasada y donde fueran a parar aquellos tiempos pasados es sin lugar a dudas Reencuentro (The Big Chill, 1983), de Lawrence Kasdan, donde un grupo de amigos, quince años después, se reencuentran para asistir al funeral de uno de los miembros del grupo. Unos amigos que volvían a verse y se enfrentan al paso del tiempo y a todo aquello que los unió y ahora, ya no existe. Hada, la ópera prima de Àlex Mañas podría ser una película hermanada con la de Kasdan, porque también habla de un reencuentro, y también, son unos amigos que acuden al funeral de uno de ellos. A esos elementos se añaden el suicidio y el equipo de basket como nexo de unión. Partiendo del trabajo final de carrera de unos alumnos de interpretación de la escuela Eòlia, Mañas ha reclutado a ocho jóvenes de 23 años que son los amigos y ex compañeros de baloncesto de Hada, la joven que se ha quitado la vida. Estaremos unos días con ellos, unos días donde se hablará del pasado, de las oscuridades y otros temas. 

A Mañas lo conocemos por su trayectoria de dos décadas en las tablas en las que ha trabajado como dramaturgo y director en obras tan potentes como  Béla Bartók: Exili en Nova York (2013) o Amanda T (2016/18/19), sus trabajos como guionista para tv-movies y la dirección del corto Mejor amigo (2015). La idea de Hada surgió a partir del montaje de Amanda T, una obra sobre el suicido de una joven canadiense a raíz del ciberacoso que sufrió que, al año después, recibió la llamada del suicido de una ex compañera de su antiguo equipo de basket que fue a ver su obra. A partir de esta experiencia real, la película se centra en esos días previos al funeral y el día de autos, donde un grupo de jóvenes, después de años sin verse, se reencuentran y vamos conociendo sus realidades y lo que compartían o no con la fallecida. Hay dos voces cantantes, Maria y Sara que nos van guiando por la historia, en el que la fragmentación se impone tanto en la forma como en el fondo evidenciando las fronteras y los espacios personales de cada uno de ellos. Todo lo vemos en partes, como un puzzle que en el pasado se compartía y ahora, en el presente, se ha difuminado en diferentes piezas que poco o nada tienen en común. 

El cineasta barcelonés captura la agitación y las inestabilidades de una generación que no acaba de sentirse bien consigo misma y mucho menos, encontrar aquel trabajo, amor u otra cosa con la que soñaban y que el tiempo no ha terminado de concretar. La cámara de Kiku Piñol recoge con audacia y reposo todo ese microcosmos de unas personas que, ahora parecen extraños de sí mismos y con los demás, con una cámara muy cercana, que construye esa asfixia del momento y de las vidas por hacer o simplemente, olvidadas porque dieron a otras inesperadas. La música de Savi Lloses, que ha trabajado en los equipos de películas como Yo y Laia, y en las galas de Premis Gaudí, ayuda a acentuar esa no vida que sigue pendiente y argumenta los muros que separan a este grupo de amigos que ya no lo es tanto, y luego un par de temas que mejor no desvelaré. El montaje de Juan Gabriel García, que tiene en su haber experiencia en documental que, en sus 83 minutos de metraje nos lleva de aquí para allá, sin descanso y mucho corte limpio, en el que las oportunas pausas entre los reencuentros generan ese abismo y a la vez, esa cercanía que existe entre ellos, y entre la ausencia/presencia de Hada. 

Si la técnica brilla con altura en Hada, Mañas muy conocedor de los intérpretes, por sus años en el teatro, ha reclutado un equipo de ocho actrices y actores excelente que demuestran una gran naturalidad y transparencia en unos personajes de aquí y ahora, que se parecen mucho a lo que hemos sido o somos, donde exponen sus dudas, miedos, contradicciones y demás aspectos y emociones en un sinfín de altibajos que se producen después de la “noticia”. Sus nombres son: Maria Sanz y Sara Espías, las protagonistas, y las compañías Júlia Ferré, Irene Quirós, Sofía Cortés, Héctor Vidondo, Adrián Portillo y Néstor Circolone que comparten el mismo nombre con sus personajes. Mañas ha debutado a lo grande con un proyecto pequeño, hablando de suicidio, de jóvenes, de amigos, o ex-amigos, y también, sobre la vida, sobre lo que fuimos, sobre lo que somos, sobre lo que nunca seremos, y sobre todas esas cosas que suceden cuando la vida se rompe, y la muerte cae sobre nosotros como un señor despiadado y poderoso que nos devuelve a la fragilidad de nuestras existencias, a lo pequeño que somos realmente, y todas esas cosas que deberíamos haber hecho y no hicimos, y ahora, ya es demasiado tarde. Una película que abre muchas puertas y ventanas a reflexionar sobre todas esas cosas que parecen importantes y que, en realidad, lo son y mucho, y lo tarde que nos damos cuenta de todo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA 

Amanda T, de Àlex Mañas. TNC

LA NIÑA HERIDA.

Una tarde gélida del pasado domingo me acercó a la Sala Tallers del TNC para ver el montaje Amanda T, escrito y dirigido por Àlex Mañas (Barcelona, 1974). Cuando accedo a la sala, los dos actores ya están en el escenario, apoyados en una mesa, mientras charlan entre ellos y observan como los espectadores vamos acomodándonos en nuestras butacas. Se avecina una tarde intensa de teatro, la sala está llena. Los dos intérpretes abandonan el escenario. Después de unos minutos, las luces de la platea se apagan, e inmediatamente, se iluminan las del escenario. La primera escena o corte, nos muestra el domicilio de un afamado productor musical (descripción del lugar que irán apareciendo en la pantalla, así como diferentes vídeos)  en el que Amanda y el productor, que se han conocido por la red, se han citado y ahora charlan, entre un tono amable e inquietante. La chica quiere ser cantante, sube videos bailando e imitando a sus iconos de la música. El productor parece más interesado en la chica que en su talento musical. Mañas ya escribió y dirigió este mismo montaje en la Sala Atrium en otoño del 2016, con Xavi Sáez y Greta Fernández, él repite, pero ella, no. Ahora el papel lo interpreta Laia Manzanares.

Amanda T nos habla del caso real de la joven Amanda Todd que sufrió un ciberacoso después de mostrar sus pechos, una imagen que se hizo viral y llegó a todas las casas de sus allegados y entorno, un acoso opresivo que tuvo sus cómplices, e hicieron de la vida de la joven un horror, con problemas depresivos que la llevó a suicidarse con 15 años en el 2012,  después de publicar un video de 9 minutos explicando, mediante textos escritos en folios, la pesadilla de su historia y los motivos de su trágico final. Un video que la obra reproducirá íntegramente, interpretado por Laia Manzanares, que veremos mediante cortes, para abrir cada escena. Mañas no ha querido solo hablar del caso de Amanda Todd, sino mediante su caso, hablarnos de otros casos de acoso por las redes, en el que hace un viaje de afuera hacia adentro, describiéndonos a una adolescente que soñaba con ser cantante, una chica totalmente normal e integrada, alguien con esa energía propia de su edad, que con 13 años enseñó sus pechos y a partir de ese momento, su vida se convirtió en la peor de sus pesadillas, y no pudo volver a tener esa vida tranquila y alegre que la caracterizaba.

Mañas construye una obra donde la luz marca y enmarca con sombras, casi expresionista, la triste realidad de Amanda y aquellos acosados, planteando una obra minimalista, apenas vemos una mesa, una silla y un banco pequeño, y algunos objetos, con la originalidad de la papiroflexia que añade un plus de novedad y magia. Eso sí, la pantalla gigante de video se convierte en ese “Big Brother” maligno y pesadillesco, que es una arma de doble filo, una herramienta fantástica para darse a conocer y lo que haces, compartiendo y rompiendo barreras de comunicación con el mundo, pero también, en una bestia sin escrúpulos donde delincuentes y malvados se ocultan para acosar y delinquir. El dramaturgo y director nos envuelve en una especie de laberinto emocional donde los dos actores escenifican el relato de Amanda, desde su familia, el acoso en los diferentes institutos, la relación por las redes con su acosador, y también, con un amigo, y la destrucción emocional de la adolescente, su depresión, ansiedad, su soledad, y su descenso a los infiernos, donde cuando no pudo más, y se sintió muy sola, acabó con su vida.

Mañas nos habla de muchas cosas, pero lo hace desde el alma de Amanda, radiografiando la crónica de alguien desde los 13 a los 15 años, para hablarnos no solo del mundo de la red, sino también, de los cómplices que los ciberacosadores encuentran en la vida pública, todos los supuestos amigos y compañeros de clase e instituto que machacaron a Amanda y contribuyeron a su trágico final, haciendo hincapié a la mirada de un mundo cada vez más individualista, nada empático y excesivamente cruel, con aquellos a los que se considera más débiles, más sensibles y sobre todo, a esas personas que consideran inferiores porque han mostrado sus pechos a quién consideraban respetuosos con su intimidad. La obra es directa, impactante y fría, como un cuento de terror donde el ogro acaba asesinando a la joven inocente, en el que Mañas imprime a cada una de sus escenas varios planteamientos, que van desde el terror puro, pasando por la fábula, incluso a través de lo cómico, como ese reality show donde debaten sobre las causas de Amanda y la sociedad enferma y deshumanizada en la que vivimos.

La pareja protagonista se van sumergiendo en sus diferentes roles de manera sencilla, inteligente y muy natural, en que los espectadores entramos en ese juego fascinante y enriquecedor, con Xavi Saéz (al que vi en verano en la obra Esmorzar amb mi en la Beckett) resulta convincente y cercano, bien en su papel de acompañante de Amanda, y cumpliendo con su cometido. Laia Manzanares encarna a Amanda Todd, y lo hace a través de una naturalidad aplastante, porque Laia tiene esa mirada convincente y penetrante que enamora, con ese cuerpo menudo y frágil que puede interpretar con calidez y naturalidad esos roles femeninos adolescentes y jóvenes, ese tipo de actrices muy jóvenes que muestran una fuerza y sensualidad para interpretar personajes duros y difíciles, como lo hacen Saorsie Ronan o Elle Fanning, actrices que han venido para quedarse y agarrar personajes complejos y libres.

Laia Manzanares demuestra en cada personaje, por mínimo que sea, que su talento es extraordinario, porque se lanza al abismo en cada momento,  como demuestra en la secuencia más impactante de El reino, de Sorogoyen, en su breve pero extraordinaria presencia en la serie Matar al padre, de Mar Coll, o el rol que hacía en la serie Merlí) aunque el que escribe la reconoció y aplaudió como una de las actrices más brutales de su edad en la obra Temps salvatge, de Josep Maria Miró, dirigida por Xavier Albertí, vista durante la temporada pasada en la sala gran del TNC, encarnando de manera sencilla y espectacular a la adolescente triste y perdida rodeada de lobos y amargura en esas casas uniformes llenas de soledad y falsedad. Ahora, vuelve a interpretar a un personaje difícil y complejo, a una niña herida, a alguien triste y perdido, que atraviesa una situación de mierda, con tantos monstruos al acecho, sin fuerzas para responderles, una niña desterrada del paraíso por enseñar sus pechos, por mostrarse sincera e ingenua en ese mundo de lobos hambrientos y gentuza de la peor calaña, que aprovechan la debilidad de los seres más sensibles para sacar sus garras y alimentarse de su miseria. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA