La desconocida, de Pablo Maqueda

UN PARQUE EN LAS AFUERAS. 

“La cosa más aterradora es aceptarse a sí mismo por completo”,

Carl Jung

Imaginen un parque en las afueras de cualquier ciudad, uno de esos parques que por las tardes se llenan de niños que juegan y padres que los vigilan, y en sus caminos de alrededor hay otros corriendo y otros en bici. En uno de esos parques, donde hay juego y vida, cerca de esa cotidianidad, también hay otras cosas, se han citado un hombre y una adolescente, están sentados, uno habla y la otra escucha, no sabemos para qué están ahí, pero podemos imaginarlo. Con este arranque, tan incómodo e inquietante, arranca la tercera película como director de Pablo Maqueda (Madrid, 1985), después de #RealMovie y Manic Pixie Dream Girl, ambas del 2013, y Dear Werner (Walking on Cinema) (2020), un documento que el propio repetía el viaje a pie de finales de los setenta del famoso cineasta. Vamos a quedarnos con las dos primeras, porque ya ponían de manifiesto los oscuros y peligrosos mecanismos internet, sus identidades y el ciberacoso, porque con La desconocida, vuelve a los espacios de las redes sociales y a todos los adultos-cazadores que las usan para captar adolescentes-presas, y lo hace basándose en la pieza teatral Grooming (2009), de Paco Bezerra, que coescribe el guion junto a Haizea G. Viana (que conocimos su faceta como productora junto a Maqueda apoyando películas de Chema García Ibarra, Marçal Forés, entre otros), también coproductora, y el propio director.

Una historia que, a modo de matrioska rusa, oculta muchas otras cosas que, no vamos a desvelar, ni siquiera a intuir, obedeciendo el texto anti-spoilers que actúa como advertencia al comienzo de la película. Lo que sí podemos decir es que tenemos a un tipo que se hace llamar Leo, que se nos presenta como esposo y padre de una niña, que tiene un trabajo sin más, como vemos en la cuidada y estupenda presentación a ritmo de Julio Iglesias, que recuerda a aquella otra de José Sacristán en Magical Girl, de Vermut, con el que Maqueda comparte muchos tonos y aromas a la hora de abordar los espacios oscuros y terroríficos de la condición humana desde la más absoluta cotidianidad. Frente a Leo, tenemos a Carolina, una de esas adolescentes solitarias que pierde el tiempo en los interminables chats y contacta con el adulto, y se cita en el citado parque. A partir de ahí la película se disfraza de thriller psicológico, como aquellos de los sesenta y setenta que hacían los Hitchcock, Fleischer y demás demiurgos de la tensión, la inquietud y el miedo, porque no sé los demás espectadores, pero un servidor lo ha pasado mal viendo la película, tanto por lo que se ve como lo que se intuye, y también, lo que se imagina, en este macabro juego sobre lo que somos, lo que nos gustaría ocultas y sobre todo, lo que no ocultamos. 

El director madrileño se ha acompañado de grandes como la cinematografía de Santiago Racaj, que consigue inquietarnos y encerrarnos en la madriguera que propone el relato, un agujero en el que nos metemos abducidos por el ímpetu de unos diálogos que explican mucho más de lo aparentemente significan, el exquisito y conciso montaje de Marta Velasco, porque no nos damos cuenta de los giros y virajes de su trama, ya que todo se cuenta de forma directa y sin piruetas enrevesadas, todo queda claro y por eso, da más acojone, como la excelente música de Elena Hidalgo, que nos va sumergiéndonos hacia ese bosque y esos bosques que son los personajes. Maqueda ya nos había demostrado su buen hacer en la elección de sus intérpretes. Todos recordamos a la composición maravillosa de Rocío León en sus películas-internet citadas, por eso no nos extraña que para encarnar a los misteriosos y cercanos personajes de La desconocida, se haya decantado por un actor de la talla de Manolo Solo, que puede hacer lo que se le antoje, con esa mirada, esos gestos y sobre todo el palomo que le imprime a sus criaturas. 

No era fácil encontrar una actriz que tuviese que batallar con un actor como Solo, pero la ha encontrado en una de las mejores actrices de su generación, en la piel de una brillante Laia Manzanares, una de esas actrices capaz de hacer personajes con una franja de edad grande, porque puedes creerla como adolescente y como adulta, y eso es mérito de una actriz con una dicción perfecta y una mirada que traspasa la pantalla, como demostró en su rol en Temps salvatge, la obra con la que deslumbró en el Teatre Nacional de Catalunya. Y después, nos encontramos con Eva Llorach, que ya había estado en #RealMovie, en el rol de Elisa, la mujer de Solo, y madre de su pequeña hija, con ese buen hacer que tiene una actriz que demuestra naturalidad por sus cuatro costados. El director madrileño no esconde sus referencias, al contrario, los expone como muestra del cine como medio de legado y transmisión para los que vendrán, ahí nos cruzamos con Hard Candy (2005), de David Slade, quizás el más evidente, porque también abordaba el tema del ciberacoso desde una perspectiva realista y noir, los ya citados, y Carlos Vermut, que mencionamos nuevamente, porque ahí se emparenta y mucho con Maqueda, porque construye una fábula brutal y lo hace desde la cotidianidad más pura y elegante, sin entrar en embellecimientos ni trampas estúpidas a los espectadores. 

Más referencias como las de los universos sucios, solitarios e inquietantes del Fincher de Zodiac y Perdida, con esos personajes de muchas piezas. No podemos olvidarnos de Caroll y su inmortal Alicia, sus maravillas, su a través del espejo, y demás. La mirada crítica y devastadora de la novelista Elfride Jelinek está muy presente, así como La pianista (2001), de Michael Haneke, que adaptó su libro homónimo, donde también se abundaba en el universo de la parafilia. Y ya lo dejamos, haciendo caso al texto introductorio de la película, dejando que los espectadores que quieran asomarse a esos mundos terroríficos que se cruzan cada día con los nuestros, puedan descubrir una película como La desconocida, de Pablo Maqueda, un cuento de terror no con casa encantada, sino con paisajes y personajes inquietantes, una de esas películas que no dejan indiferente, por su osadía, por los temas que toca y sobre todo, por como los plantea y los desarrolla, una pieza clave que hace que una película interesante sea una gran película. No lo olviden, no desvelen nada del contenido de la película, porque dejarán que otros como ustedes pierdan el sentido de cualquier película, descubran su contenido, un contenido que quizás, tiene mucho de nosotros, o quizás no. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Amanda T, de Àlex Mañas. TNC

LA NIÑA HERIDA.

Una tarde gélida del pasado domingo me acercó a la Sala Tallers del TNC para ver el montaje Amanda T, escrito y dirigido por Àlex Mañas (Barcelona, 1974). Cuando accedo a la sala, los dos actores ya están en el escenario, apoyados en una mesa, mientras charlan entre ellos y observan como los espectadores vamos acomodándonos en nuestras butacas. Se avecina una tarde intensa de teatro, la sala está llena. Los dos intérpretes abandonan el escenario. Después de unos minutos, las luces de la platea se apagan, e inmediatamente, se iluminan las del escenario. La primera escena o corte, nos muestra el domicilio de un afamado productor musical (descripción del lugar que irán apareciendo en la pantalla, así como diferentes vídeos)  en el que Amanda y el productor, que se han conocido por la red, se han citado y ahora charlan, entre un tono amable e inquietante. La chica quiere ser cantante, sube videos bailando e imitando a sus iconos de la música. El productor parece más interesado en la chica que en su talento musical. Mañas ya escribió y dirigió este mismo montaje en la Sala Atrium en otoño del 2016, con Xavi Sáez y Greta Fernández, él repite, pero ella, no. Ahora el papel lo interpreta Laia Manzanares.

Amanda T nos habla del caso real de la joven Amanda Todd que sufrió un ciberacoso después de mostrar sus pechos, una imagen que se hizo viral y llegó a todas las casas de sus allegados y entorno, un acoso opresivo que tuvo sus cómplices, e hicieron de la vida de la joven un horror, con problemas depresivos que la llevó a suicidarse con 15 años en el 2012,  después de publicar un video de 9 minutos explicando, mediante textos escritos en folios, la pesadilla de su historia y los motivos de su trágico final. Un video que la obra reproducirá íntegramente, interpretado por Laia Manzanares, que veremos mediante cortes, para abrir cada escena. Mañas no ha querido solo hablar del caso de Amanda Todd, sino mediante su caso, hablarnos de otros casos de acoso por las redes, en el que hace un viaje de afuera hacia adentro, describiéndonos a una adolescente que soñaba con ser cantante, una chica totalmente normal e integrada, alguien con esa energía propia de su edad, que con 13 años enseñó sus pechos y a partir de ese momento, su vida se convirtió en la peor de sus pesadillas, y no pudo volver a tener esa vida tranquila y alegre que la caracterizaba.

Mañas construye una obra donde la luz marca y enmarca con sombras, casi expresionista, la triste realidad de Amanda y aquellos acosados, planteando una obra minimalista, apenas vemos una mesa, una silla y un banco pequeño, y algunos objetos, con la originalidad de la papiroflexia que añade un plus de novedad y magia. Eso sí, la pantalla gigante de video se convierte en ese “Big Brother” maligno y pesadillesco, que es una arma de doble filo, una herramienta fantástica para darse a conocer y lo que haces, compartiendo y rompiendo barreras de comunicación con el mundo, pero también, en una bestia sin escrúpulos donde delincuentes y malvados se ocultan para acosar y delinquir. El dramaturgo y director nos envuelve en una especie de laberinto emocional donde los dos actores escenifican el relato de Amanda, desde su familia, el acoso en los diferentes institutos, la relación por las redes con su acosador, y también, con un amigo, y la destrucción emocional de la adolescente, su depresión, ansiedad, su soledad, y su descenso a los infiernos, donde cuando no pudo más, y se sintió muy sola, acabó con su vida.

Mañas nos habla de muchas cosas, pero lo hace desde el alma de Amanda, radiografiando la crónica de alguien desde los 13 a los 15 años, para hablarnos no solo del mundo de la red, sino también, de los cómplices que los ciberacosadores encuentran en la vida pública, todos los supuestos amigos y compañeros de clase e instituto que machacaron a Amanda y contribuyeron a su trágico final, haciendo hincapié a la mirada de un mundo cada vez más individualista, nada empático y excesivamente cruel, con aquellos a los que se considera más débiles, más sensibles y sobre todo, a esas personas que consideran inferiores porque han mostrado sus pechos a quién consideraban respetuosos con su intimidad. La obra es directa, impactante y fría, como un cuento de terror donde el ogro acaba asesinando a la joven inocente, en el que Mañas imprime a cada una de sus escenas varios planteamientos, que van desde el terror puro, pasando por la fábula, incluso a través de lo cómico, como ese reality show donde debaten sobre las causas de Amanda y la sociedad enferma y deshumanizada en la que vivimos.

La pareja protagonista se van sumergiendo en sus diferentes roles de manera sencilla, inteligente y muy natural, en que los espectadores entramos en ese juego fascinante y enriquecedor, con Xavi Saéz (al que vi en verano en la obra Esmorzar amb mi en la Beckett) resulta convincente y cercano, bien en su papel de acompañante de Amanda, y cumpliendo con su cometido. Laia Manzanares encarna a Amanda Todd, y lo hace a través de una naturalidad aplastante, porque Laia tiene esa mirada convincente y penetrante que enamora, con ese cuerpo menudo y frágil que puede interpretar con calidez y naturalidad esos roles femeninos adolescentes y jóvenes, ese tipo de actrices muy jóvenes que muestran una fuerza y sensualidad para interpretar personajes duros y difíciles, como lo hacen Saorsie Ronan o Elle Fanning, actrices que han venido para quedarse y agarrar personajes complejos y libres.

Laia Manzanares demuestra en cada personaje, por mínimo que sea, que su talento es extraordinario, porque se lanza al abismo en cada momento,  como demuestra en la secuencia más impactante de El reino, de Sorogoyen, en su breve pero extraordinaria presencia en la serie Matar al padre, de Mar Coll, o el rol que hacía en la serie Merlí) aunque el que escribe la reconoció y aplaudió como una de las actrices más brutales de su edad en la obra Temps salvatge, de Josep Maria Miró, dirigida por Xavier Albertí, vista durante la temporada pasada en la sala gran del TNC, encarnando de manera sencilla y espectacular a la adolescente triste y perdida rodeada de lobos y amargura en esas casas uniformes llenas de soledad y falsedad. Ahora, vuelve a interpretar a un personaje difícil y complejo, a una niña herida, a alguien triste y perdido, que atraviesa una situación de mierda, con tantos monstruos al acecho, sin fuerzas para responderles, una niña desterrada del paraíso por enseñar sus pechos, por mostrarse sincera e ingenua en ese mundo de lobos hambrientos y gentuza de la peor calaña, que aprovechan la debilidad de los seres más sensibles para sacar sus garras y alimentarse de su miseria. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA