Les amigues de l’Àgata, de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen

13263875_1226163130736240_3334221520729937491_nROMPER CON LO QUE FUIMOS.

Àgata tiene 20 años y está en primero de humanidades, y sale con sus amigas del cole (Ari, Mar y Carla). Las cuatro comparten amistad, confidencias, bromas, y lo pasan bien juntas. Pero todo va a cambiar, Àgata (el personaje que nos guiará por el relato a través de su mirada, auténtica protagonista de la trama) está cambiando emocionalmente, aunque todo se desarrolla de manera sutil, casi imperceptible, como suele ocurrir con las cosas importantes que nos pasan en la vida, casi sin darnos cuenta, la joven ha conocido otros amigos en la carrera, y cada vez se siente más alejada de las amigas de toda la vida, y más cercana a estas nuevas amistadas. Todo se manifiesta en su interior, los cambios emocionales que sufre nos lo van contando de manera cotidiana, Àgata cada vez se encuentra más ausente de sí misma y experimentando nuevas sensaciones y deseos, está empezando a pensar y sentir de modo diferente, que poco o nada ya tiene que ver con lo que le relacionaba con las amigas de siempre.

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Cuatro directoras veinteañeras, igual que sus criaturas de ficción, que debutan en el largo (Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen) surgidas de la Universitat Pompeu Fabra de la especialidad de Comunicación Audiovisual, promoción 2014, (segundo título nacido en la casa después de la excelente Sobre la marxa – El inventor de la jungla, de Jordi Morató) y auspiciadas por unos padrinos de órdago (Gonzalo De Lucas, Elías León Siminiani e Isaki Lacuesta), en un proyecto producido a través de la plataforma de crowdfunding Verkami, y el entusiasmo, el corazón y el trabajo de un equipo lleno de juventud que ha llegado con ideas, y muchas ganas de hacerse un hueco en este oficio. Las realizadoras nos brindan una película llena de vitalidad, enérgica y emocionante, que desarrolla a través de la cotidianidad de unas jóvenes en la ciudad de Barcelona como telón de fondo (asistimos a sus tardes tumbadas en el césped de cualquier parque de la ciudad mientras charlan de sus cosas, consultan sus móviles y miran facebook, bailamos y cantamos con ellas en garitos oscuros, entre colegas, y llenos de luces y risas mientras van cayendo los cubatas, presenciamos películas en el ordenador entre bromas y angustias, nos sentamos agotados y muertos de sueños en escaleras de un metro que tarda en abrir, viajamos con ellas a una casa de la Costa Brava, en la que quizá sea su último viaje juntas. Momentos que han acompañado a Àgata y sus amigas durante mucho tiempo, instantes irrepetibles de esa infancia y primera juventud llena de plenitud, alegría, fiesta, y algún que otro llanto. Llevan años compartiendo todo eso, pero ahora todo ha cambiado, o ha cambiado para Àgata, sus necesidades y deseos son otros, y lo que antes le llenaba y era el centro de su vida, ahora ya no lo es, no ha ocurrido nada relevante ni un hecho que las haya separado o alejado, simplemente ha sucedido, una ruptura con la niña que fue, un cambio de rumbo, otra manera de caminar, porque los zapatos, aquellos que nos encantaban, ya no nos valen, hemos crecido, hay que cambiarlos por otros nuevos que se adapten mejor a las circunstancias.

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La película de las jóvenes y talentosas realizadoras tiene el latido de retrato de una juventud en continuo movimiento, las dudas de la carrera recién comenzada, o la incertidumbre de un futuro escaso de luz. Un relato eminentemente femenino, que retrata de forma cercana a sus protagonistas y los hechos que se relatan, una manera de filmar sencilla, que capta esa contemporaneidad que se respira en toda la película, es una película de ahora, del instante que se está viviendo, que conjuga y explica de forma natural y honesta esos cambios emocionales que vamos encontrándonos a medida que vamos creciendo. El fantástico cuarteto protagonista (Elena Martín, Marta Cañas, Victòria Serra y Carla Linares) nos brindan unas interpretaciones llenas de entusiasmo, intuición y calidez que tanto desprende el conjunto de la película. Tiene ese aroma de otros retratos femeninos plurales como Picnic en Hanging Rock, Foxes (de la que se ven algunas imágenes, con una jovencísima Jodi foster) Las vírgenes suicidas o la más reciente Mustang, entre otras, cintas que de de una forma u otra, han explorado los conflictos emocionales de esa transición que se produce entre la infancia que dejamos y la primera juventud que nos arrebata la inocencia, y nos conduce por los caminos incipientes de una madurez que llegará en la nos convertiremos en otros, con diferentes dudas, conflictos, deseos y anhelos.

 

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