Voces rotas, de Héctor Fáver

LOS ESPEJOS DE LA FICCIÓN.

“Cuando pasa el tiempo todo lo real adopta un aspecto de ficción”

Javier Marías

La hipnotizadora y reveladora secuencia que abre la película Voces rotas resulta de una pulcritud y audacia sorprendentes, porque define completamente el devenir del relato que veremos a continuación. Vemos a una pareja en crisis viendo una película en un cine. Los dos permanecen atentos a la pantalla, sin mirarse, y ninguna muestra leve de amor, en planos fijos en blanco y negro, mientras que la película que miran es en color. Más tarde, escuchan al director presente en la sala en un coloquio. A ella le ha gustado, a él, no. Dos personajes de ficción, en la realidad de la película, observan a otros personajes de ficción en una ficción. Esa dualidad realidad-ficción en la que pivota constantemente la película, con las propias miradas que se cruzan en una dirección u otra. Voces rotas parte de un taller de interpretación, como lo fue Shadows (1959), de John Cassavetes, la opera prima del genial cineasta independiente estadounidense, que se olvida de los conflictos raciales, para hablarnos de las dificultades personales de tres afroamericanos.

Héctor Fáver (Buenos Aires, Argentina, 1960), ya había probado la experiencia de filmar con alumnos, con casi tres décadas como director del Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya, donde levantaron 11 largometrajes y más de 250 cortometrajes, algunos filmados por él mismo, José Luis Guerín y Luís Aller, entre otros. El director afincando en Barcelona, se lanza al abismo con una narración que bebe mucho de los Resnais, Marker (al que homenajea con algunas imágenes de La Jetée), Eustache, Garrel y Marguerite Duras, centrándose en una pareja en plena crisis sentimental. Ella empieza una relación tempestuosa con un director de cine fracasado que trabaja en su próxima ficción, la historia de una vieja gloria teatral encerrada en una casa. Faver cuenta con los nueve intérpretes del taller con poca experiencia Luz Portero, Eduard Fontana, Carmen Pérez, Cristina Zafra,  Montse Barriga, Keyla lterachs, Ariadna Brull y Leo Durán, de los que solo Albert Pueyo, actor profesional con más experiencia.

La película nos va sumergiendo en un juego de realidad y ficción, donde los espejos y sus reflejos construirán la narración, donde abundan los primeros planos fijos, casi siempre en interiores, y algunos exteriores nocturnos, para abordar una historia atemporal, ya que los continuos saltos en el tiempo son constantes, llevándonos de un tiempo a otro, en el que somos testigos de un amor fatalista, amores de antes y ahora que no acaban de resultar placenteros, sino todo lo contrario, reflejos de esa inconstancia sentimental, de ese vacío interior que persigue sin remedio a los personajes, contaminados de una pérdida de identidad y una desorientación brutal, muy acorde con los tiempos que estamos viviendo. Fáver que vuelve a la ficción, después de su trilogía sobre el fascismo, se ha despojado de cualquier adorno narrativo o sentimental, para construir una película sobria, elegante y fascinante, que aborda la complejidad de las relaciones personales de un modo sincero y muy íntimo, que recuerda a la misma mirada de Jordi Cadena en La amante del silencio (2016), también rodada con jóvenes talentos, en el que se abordaban lo oscuro de los sentimientos desde un prisma muy personal y profundo.

Fáver plantea un juego hipnótico y sensible donde realidad y ficción se funden, se mezclan y se confunden, donde la película resulta una suerte de muñecas rusas en el que nada ni nadie es lo que parece, donde personajes de un tiempo u otro, donde tanto realidad como ficción se miran y se ocultan, como la maravillosa voz en off en francés, escrita por Antonia Escandell, y narrada por partida doble en las voces de Claire Ducreix y Alain Chipot, que no solo van mucho más allá de la mera descripción de los hechos, psicoanalizando a los diferente personajes, sus circunstancias y sobre todo, mostrándonos verbalmente las partes ocultas de la propia construcción de la ficción-realidad. La música tensa y repetitiva de Lito Vitale, compositor en todas las películas de Fáver, ayuda a sumergirnos en esa ambivalencia de verdad-mentira que recorre todo el metraje, así como el extraordinario montaje que firman el propio director y Tomás Suárez (que ya estuvo en Lesa Humanidad), y la magnífica luz de Joan Babiloni (que ha firmado hace poco la cinematografía de Terra de telers) en un trabajo inmenso con un absorbente e hipnótico blanco y negro, que describe con precisión todas esas almas sombrías que arrastran sin remisión el grupo de personajes, en una película que investiga la condición humana desde lo esencial, aquello que ocultamos no solo a los demás, sino a nosotros mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Héctor Fáver

Entrevista a Héctor Fáver, director de la película “Lesa Humanitat”. El encuentro tuvo lugar el lunes 11 de diciembre de 2017 en la cafetería del Hotel Soho House en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Héctor Fáver,  por su tiempo, generosidad y cariño, y a Xènia Puiggrós de Segarra Films, por su tiempo, generosidad y amabilidad y cariño.

Lesa Humanitat, de Héctor Fáver

LA MEMORIA DE LOS VENCIDOS.

Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza.

Entre una España que muere y otra España que bosteza.

Españolito que vienes al mundo te guarde dios.

Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.

Antonio Machado

La (de) construcción de la memoria a través de los estados ha sido, y será siempre, una herramienta política para ocultar las miserias de los países en tiempos de guerras y dictaduras. Un relato ficticio y completamente falso que utilizan aquellos gobernantes para convencer a las nuevas generaciones que aquellos años dolorosos forman parte de la historia del país de turno, y sobre todo, ya han sido superados, porque se ha pasado página. Aunque, en algunos casos, los gobiernos han investigado y depurado responsabilidades a todos aquellos implicados en el terror, el caso español es diferente, porque aquí se olvidó, y se cuenta una falsedad, ocultando los crímenes contra la humanidad que se cometieron durante la guerra y el franquismo, y los gobernantes se han afanado en crear una memoria histórica cercana a sus intereses partidistas y alejada de la verdad, la de todos aquellos familiares y amigos que buscan el cuerpo de tantos desaparecidos olvidados en los anales del terror franquista.

Héctor Fáver (Buenos Aires, Argentina, 1960) hombre de cine, dedicado durante más de casi tres décadas a la docencia a través del CECC, donde se han producido más de 200 cortometrajes y una decena de largometrajes (entre los que destacan títulos como Tren de sombras, de José Luis Guerín o El cerco, y nombres como Xavi Puebla, Santiago Zannou, entre muchos otros). El cuarto trabajo del director argentino afincado en Barcelona sigue por el discernir de sus anteriores documentales, si bien su primera película El acto (1989) se centraba en la fragilidad de las relaciones humanas a través de una amistad, en su segundo trabajo, La memoria del agua (1992) se detuvo en la persecución judía durante la 2ª Guerra Mundial, ocho años después, en el año 2000 se detuvo en los desaparecidos de la dictadura argentina con Invocación. Ahora, y cerrando esta trilogía sobre la memoria, su herramienta de trabajo son los desaparecidos del franquismo, y lo hace a través de un extraordinario trabajo de archivo, testimonios de implicados en la búsqueda de desaparecidos e integrantes de asociaciones que trabajan para encontrar las miles de fosas comunes esparcidas por todo el territorio nacional, y también, personas que han llevado a cabo procesos judiciales como el Juez Garzón, tanto aquí como en Argentina, y la narración concisa y sobria del actor Eduard Fernández, que ayuda a sumergirnos en las imágenes, los testimonios y filmaciones que pueblan la película y recorren la historia del país desde la guerra hasta nuestros días, a través de un grandísimo análisis dando voz y espacio a todos aquellos que no la tuvieron, y tomando como referencia la propia historia del país y la de otras naciones que han sufrido represión y terror, y cómo han trabajado la memoria.

Además, la película viaja a museos de la memoria de Argentina donde se recuerda a los desaparecidos de la dictadura y recuerda demás acciones contra el olvido y por la lucha de la memoria. Quizás, el trabajo de Fáver a veces resulta algo reiterativo, pero el conjunto se erige como un excelente documento sobre nuestra memoria, desde la guerra civil, el franquismo, la transición y su divinización o tantos males que se llevaron a cabo para olvidar lo ocurrido y no depurar responsabilidades a los implicados, como la estrecha colaboración con dictaduras extranjeras o los servicios secretos de EE.UU., hasta llegar a la democracia, que dejó pasar el tiempo y olvidar el franquismo, y sobre todo, sus muertos, y la insuficiente ley de memoria histórica, a todas luces insuficiente, que solo recuerda mínimamente, sin hacer ninguna acción a favor de la memoria ni restablecer la dignidad de todos aquellos que sufrieron el terror franquista (sin eliminar los procesos sumarísimos del franquismo, manteniendo nombres de calles y monumentos en honro a los jerarcas franquistas (como el Valle de los Caídos, tumba del dictador y donde se rinde pleitesía a los muertos franquistas de la guerra, olvidando todas las fosas comunes con presos republicanos que yacen a su alrededor) y permitiendo las exaltaciones y celebraciones a favor del fascismo, y demás actos antidemócratas que hoy en día tienen lugar en España con total impunidad.

Fáver ha hecho una película no sólo de política, sino de memoria, reparación y dignidad de todos aquellos que ya no están, y nadie sabe donde se encuentran sus restos, hablándonos sobre los cimientos endebles y vacíos de una nación que sigue arrastrando sus problemas de territorio y odio infinito en aquellas dos Españas que nos habló Machado, aquellos dos mundos irreconciliables que siguen en eterno conflicto, unos, los de arriba, que se niegan a mirar los errores del pasado y a repararlos, y los otros, los vencidos, que no encuentran el alivio después de tantos años. El documento de Fáver indaga en los orígenes y causas, realizando un exhaustivo trabajo de archivo, donde podemos ver un brutal y necesario collage de imágenes donde podemos hacernos una idea de dónde venimos y a dónde deberíamos ir, los caminos no transitados, y todos aquellos errores y vergüenzas que los diferentes gobernantes han ocultado y negado a los que murieron y los que los buscan. Un trabajo potente y didáctico con la producción de Ramón Termens (director de El mal que hacen los hombres) y la fotografía del excelente Gerard Gormenzano (colaborador de Guerín, Isaki Lacuesta, Llorca o Luis Aller, entre otros, a parte de director) para crear un sincero y honesto trabajo que ahonda en los males memorísticos del país, en la necesidad de una jurisdicción universal que ayude a restablecer la identidad y memoria de todos aquellos que desaparecieron por defender y luchar por la democracia que ahora tenemos y disfrutamos. Porque males no resueltos, son males eternos, los que siempre te acompañan, por mucho que los neguemos o los ocultemos. Siguen ahí, como ese espectro que sigue a nuestra vera.


<p><a href=”https://vimeo.com/220687282″>TEASER LESA HUMANITAT</a> from <a href=”https://vimeo.com/segarrafilms”>Segarra Films</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>