303, de Hans Weingartner

DE BERLÍN AL SUR DE PORTUGAL.

“Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”.

Fernando Pessoa

Entre los años 1974 y 1976 Wim Wenders hizo tres películas sobre viajes. En Alicia en las ciudades, un periodista alemán tiene que hacerse cargo de una niña con la que viajará de Alemania del Oeste hasta Amsterdam. En Falso movimiento, un escritor con dificultades para desarrollar su talento comparte viaje en tren con variopintos personales. Y por último, En el curso del tiempo, dos hombres viajan por la frontera que separa las dos Alemanias visitando pueblos desolados. Tres viajes, tres formas de reconstruirse después de dejarlo o perderlo todo, tres miradas de un mismo tema, con el viaje como forma de conocimiento, descubrimiento personal y huida imposible hacia no se sabe dónde. El quinto trabajo de Hans Weingartner (Feldkirch/Vorarlberg, Austria, 1977) recoge el testigo de Wenders y construye su propio viaje interior, elementos que se añaden a los más personales que ya andaban en sus anteriores trabajos, como aquel memorable Los edukadores (2004) en torno a la lucha por la libertad de unos jóvenes en una sociedad opresiva, a través de la vida de Jule, que acaba de suspender un examen de biología y al descubrir su embarazo decide coger la vieja auto caravana 303 Hymer RV que compartía junto a su hermano fallecido, e irse desde Berlín al sur de Portugal, donde reside su novio becado allí.

Todo cambiará cuando al inicio del viaje se encuentra a Jan, un joven alemán que viaja de mochilero al norte de España para conocer a su padre. Los dos viajeros accidentales compartirán volante y vehículo, con sus (des) encuentros inevitables de dos personas con distintos puntos de vista sobre los temas que tocan como los conflictos socio políticos, las dificultades vitales y emocionales, y las diferentes miradas acerca de las relaciones personales y sobre todo, en el amor, donde cada uno cuenta su experiencia y su forma de encararlo que difieren del otro. El cineasta austríaco enmarca su relato en una road movie con momentos emotivos, otros muy cómicos y sobre todo, mucha reflexión sobre la vida, los pensamientos y el estado de las cosas, dentro de una ligereza y suavidad que podría dar a lugar a una película de otro tipo, más sentimentalista y convencional, peor la película huye de todos esos momentos.

Wengartner nos plantea una variante diferente de chico-conoce-chica sacando todo lo humano de una fábula de nuestro tiempo, intimista y natural, sobre la pérdida de futuro en muchos jóvenes de ahora, donde se describe con audacia y tesón todas esas sensaciones de vacío, de caminar a la deriva, de una pérdida absoluta de referentes, de identidades, de verdades, de sentimientos complejos, contradictorios, de sentirse náufragos a cada paso que dan, de esa eterna búsqueda sin solución, de esa sensación de asfixia, de ahogo, de nada. Los más de 6000 km de viaje harán que estos dos jóvenes se conozcan más profundamente, se miren más y sientan que tienen más en común de lo que imaginaban en un principio, a través de esas largas carreteras de Alemania, Francia, España y Portugal, visitando edificios y monumentos históricos, pernoctando en campings familiares y tranquilos, improvisando un picnic junto al lago donde se acaban de bañar, o surfeando en las agitadas aguas del norte, o simplemente compartiendo una siesta o un atardecer, conviviendo en esa auto caravana, testigo de su encuentro, desencuentro o reencuentro, viviendo y viajando y llenándose de toda esa experiencia de ver lugares por primera vez y compartir también por primera vez con esa desconocido-a que acaban de conocer, donde la aventura entra y sale a cada momento en la película.

El buen hacer de la pareja protagonista donde Mala Emde como Jule, esa chica imaginativa, vivaz, inquieta y con vida incierta, se convierte en esa aliada perfecta para Jan que interpreta Anton Spieker, de vida en todos los sentidos muy desordenada, pero cariñoso, de carácter y cercano. Dos almas en el tiempo, dos jóvenes de aquí o allí, tan perdidos como todos, sin nada claro ni nada seguro, contradiciéndose constantemente, vulnerables a la fugacidad del tiempo y de sus propios sentimientos, seres ahogados de un mundo cada vez más febril, superficial, vacío y lleno de conflictos, aunque quizás un viaje como excusa para enfrentarnos  a aquellos que se supone que queremos sea una mera excusa para huir de tanto agobio, de empezar de nuevo, de sentirse diferente, aunque solo sean unos días, unos pocos días mirando otro mundo, otras vidas y viéndose de forma diferente. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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