El verano de May, de Cherien Dabis

el_verano_de_may_54841ENTRE DOS MUNDOS.

Después de foguearse en el mundo del cortometraje, con el que consiguió varios reconocimeintos internacionales, la cineasta Cherien Dabis (1976, Omaha, Nebraska, EE.UU.) debutó en el largo con Amerrika (2009), en la que se adentraba en los problemas de adaptación de una palestina y su hijo adolescente en un pueblo de Wisconsin. En su segundo trabajo, intercambia los papeles, para contarnos el viaje a la inversa, la «extranjera» que vuelve a la tierra de su infancia. El hilo conductor de la película es May Brennan, una neoyorquina que afamada excritora que regresa a su casa, en Amman (Jordania), con el objetivo de casarse con su prometido. Dabis construye un relato costumbrista, conocemos la forma de vida árabe, y pensamiento de su madre, Nadine, convertida al cristianismo que rechaza el matrimonio de su hija porque se casa con un musulmán, también encontrará a sus hermanas menores, que se comportan como unas adolescentes rebeldes, y finalmente, su padre, Edward, que se ha vuelto a casar con una mujer de su misma edad. El choque cultural y social que se encuentra May es brutal, ella es jordana, pero con mentalidad estadounidense, sus raíces son árabes, pero su modo de vida y pensamiento son completamente diferentes.

Stills of Cherien Dabis' movie "May In The Summer" with Displaced Pictures productions

Dabis no se centra en el conflicto político eterno de la zona, está ahí, nos lo explica con pequeños detalles los sucesos trágicos que forman parte de la cotidianidad en los países vecinos (como el avión que escuchamos que paraliza por un instante a todos cuando se encuentran en el hotel de lujo del mar muerto), su mirada se centra en el entorno familiar, en las heridas del pasado, y en las complejas relaciones entre May y su madre, y sobre todo, en la crisis emocional que lentamente irá invadiendo el interior de May, y llenará de dudas ante el paso de contraer matrimonio. La trama navega entre los momentos de gran complejidad emocional, en el que Dabis se acerca al drama de forma íntima y midiendo la distancia, sin caer en el sentimentalismo, mostrándose sensible y honesta con la materia que tiene entre manos, también deja espacio para la comicidad, hay momentos de comedia alocada, con carreras y risas entre las situaciones que se van generando entre un mundo cerrado y de fuertes lazos familiares, en contraposición con lo que representa May, la exiliada que vive en un entorno de libertad y capitalismo.

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La película se muestra fresca y valiente, con unos personajes bien construidos, en el que cada uno de ellos está construido por una profundidad que hace aún más rica la historia, todos se mueven en ese entorno familiar en el que se han guardado demasiadas cosas hacia dentro, que nada es lo que parece, que aún faltan palabras que no fueron dichas, o simplemente no era el momento, todos los personajes tienen esa profundidad emocional , y cada uno de ellos alberga su propio conflicto personal, con el que lucha y en algún momento, deberá enfrentarse, y a continuación, sacar a los demás integrantes familiares. Podría tratarse de un verano más, pero no será así, May y su familia pondrán sobre la mesa sus rencillas familiares y tratarán de manifestar sus miedos, inquietudes, y aquello que les hace daño y todavía no han sido capaces de tratar. Cherien Dabis además de actuar, dirige, escribe y coproduce una película que tiene a la estupenda Hiam Abbas (que ha trabajado con Jarmusch, Spielberg, y demás) como la madre recta y protectora, y la experiencia y sabiduría de Bill Pullman, como Edward, el padre extranjero que mantiene una dura pugna con sus hijas. Un obra en ocasiones dulce y compleja, divertida y dramática, que se sumerge en los conflictos familiares y los choques culturales y sociales de un modo atrevido, sencillo, y sensible.

The Duke of Burgundy, de Peter Strickland

dAgDAYnZjFYdM55arJNkLbbG6koEL RITUAL DEL DESEO.

Rodeadas por un mundo artificial, en el que el tiempo se ha detenido o no existe, en un ambiente en el que se respira pulcritud y excelentes formas, encerradas en las cuatro paredes de una casa en medio de la naturaleza, dos mujeres, Cynthia, estudiosa de las mariposas y las polillas, mantiene una relación peculiar y oscura con su amante Evelyn. Las dos asisten a un juego sexual basado en un ritual que consiste en someter la voluntad del otro, los roles de amo y esclava, en la que una domina y la otra obedece, un extraño ritual en el que las dos se sienten unidas por el placer más profundo.

Peter Strickland (1973, Reading, Reino Unido) se ha situado en la vanguardia del cine contemporáneo con sólo tres obras. Su debut se produjo en Katalin Varga (2012) en el que nos sumergía en un viaje tenebroso en el que se sometía su protagonista para enfrentarse a un pasado terrible que pretendía ocultar en su alma, en su siguiente filme, Berberian Sound Studio (2012) un ingeniero de sonido se trasladaba hasta Italia para trabajar en una película “giallo”, y allí se introducía en un ambiente malsano en el que confundía realidad y ficción. En su nueva película, vuelve a explorar las relaciones humanas, construyendo un relato sobre el amor, y las relaciones de poder que se generan, un amor basado en el placer y en el sadomasoquismo fetichista, en el que todo parece irreal, como si estuviésemos metidos en un sueño macabro, en un lugar muy profundo y oscuro, y en el que parece que no tenemos escapatoria. Strickland nos sumerge con habilidad y elegancia en ese mundo aislado, en el que las leyes naturales han desaparecido o simplemente han dejado de existir, en que el amor se basa en la dominación hacía el otro, que obedece como un simple servidor de nuestros deseos y filias más profundas, como un ser que su única razón de existir fuese únicamente para satisfacer nuestro placer y nada más. Una imagina y la otra escenifica. Un juego macabro y siniestro en que las verdaderas razones del amor quedan supeditadas bajo el yugo del placer y el sexo.

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El cineasta británico prescinde de todos aquellos elementos que nos distraigan de su propuesta, crea una mise en scène ajustada y formalista, en el que asistimos a una amalgama de colores, sonidos y sabores, y de planos cortos y medios, y la importancia esencial del sonido, que refuerza la sensación de irrealidad y capta con detalle todos los elementos sensoriales cruciales en la construcción de la película, en el que la importancia de los detalles inunda la pantalla, los rostros, inertes y doloridos, según el caso, de las protagonistas, la belleza de sus cuerpos, presentados fragmentalmente, los objetos de la casa y las prendas de vestir que funcionan como partes esenciales del juego sucio al que asistimos. Un película eminentemente femenina, la presencia masculina queda anulada, y construida a través de los personajes, y todas sus sensaciones y complejidad psicológica, aparecen algunos personajes más, como la vecina cotilla que intrigada pregunta para conocer los detalles que se cuecen detrás de las puertas de esa casa, o las compañeras amantes de las mariposas y polillas en las conferencias que asisten, filmadas de modo aséptico en las cuales la irrealidad se manifiesta con más firmeza, la seriedad e incapacidad de mostrar emociones de las asistentes, o esos maniquíes adecuadamente situados entre ellas.

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Amén de los rituales de fetichismo que está elaborada con sumo cuidado la película, la ropa, las pelucas, la bisutería y demás detalles y complementes que utilizan las protagonistas para escenificar sus instintos sexuales y de dominación más profundos. Un par de actrices que se desnudan emocionalmente en este descenso a los infiernos (como lo fueron sus anteriores obras), una historia sexual sin ser explícita en el que Sidse Babett Knudsen,  como elegante y dominatrix de la función, y Chiara D’Anna (que ya estuvo en la anterior película de Strickland) como la sometida y aniñada que, reivindicará su condición con una sorpresa. El cine de Buñuel, con su sexualidad oculta y latente, incluso el cine bizarro de los 70 (el proyecto surgió como remake de una película de Jess Franco, con sus mujeres vampiras y sexo sangriento), sin olvidarnos de la música obra de Cat’s Eyes, elemento primordial para adentrarnos en esta historia sobre el amor, el sexo, el poder de las relaciones humanas, y sobre todo, sobre nuestros más bajos instintos sexuales y sociales que se manifiestan en nuestro interior, y se escenifican en las demás personas con las que nos relacionamos.