An Accidental Studio, de Bill Jones, Kim Leggatt y Ben Timlett

LA DÉCADA PRODIGIOSA.

“HandMade Films era un sinónimo de calidad, de que lo que se hacía era interesante, de algo atrevido”

Terry Gilliam

Desde el título de la película con la palabra “accidental” ya queda claro el nacimiento de una compañía cinematográfica que nació de forma no prevista, que apareció para acabar la película La vida de Brian, de los Monty Python, cuando la financiación proyectada no cubría los gastos de la producción. De la mano de Geroge Harrison, ex miembro de The Beatles, y fan incondicional del grupo satírico británico, que hipotecó su casa y oficina para reunir el dinero, junto a Denis O’Brien, experto en finanzas, nació HandMade Films, en aquel paupérrimo año de 1979, en el cual el cine británico se veía sumergido en una profunda crisis, provocada por la poca asistencia del público a las salas y la falta de ideas de una industria en el que su talento emigraba a EE.UU. La compañía acabó la película que se convirtió en un gran éxito, y de ahí, envalentonados y aupados por el suceso, se lanzaron a hacer las películas que nadie quería, las que, después de pasar por todas las oficinas, acababan en la productora como último intento, porque como apunta Harrison  “Hacer películas es mi forma de ayudar a la gente”, en una de las numerosas entrevistas de archivo que inundan la película.

Bill Jones (hijo de Terry Jones, uno de los Monty Python) junto a Kim Leggatt y Ben Timlett, firman esta película que recoge la trayectoria de la singular y peculiar productora cinematográfica, algo así como un faro de calidad e inconformismo en mitad del desierto de la industria británica. La compañía que se atrevía a hacer lo que nadie ni siquiera se planteaba. A través de numerosas entrevistas, algunas hechas para la ocasión, y otras rescatadas del archivo, en las que escuchamos a gente como Terry Gilliam, Helen Mirren, Michael Caine, Michael Palin, Richard E. Grant, Neil Jordan, Cathy Gibson, Bos Hoskins, Brenda Vaccaro, Terry Jones, John Cleese, Eric Idle, intérpretes y directores que pertenecieron a la plantilla en algún momento u otro, junto a otras entrevistas del propio George Harrison, Denis O’Brien, y otros miembros del staff de la compañía como Ray Cooper, Steve Abbott o George Ayoub, entre otros, dan buena cuenta de todo lo que se cocía en la insigne e irreverente oficina de la productora, siguiendo la estela de su primera película producida, La vida de Brian, abducidos por el espíritu Monty Python, donde todo es posible, y el humor se convierte en la mejor herramienta para luchar contra lo establecido, lo conservador y lo tradicionalista.

Los testimonios nos hablan de películas inclasificables, a contracorrientes, sinceras y sobre todo, producidas por el amor al cine y a la amistad, el deseo de que ciertas historias vieran la luz y se convirtiesen en películas, algunas con éxito que elevaron a la compañía hacia cotas de producción y financiación impensables, incluso para sus propios fundadores, perplejos de tanto éxito, como El largo Viernes Santo, de John MacKenzie, un interesante y sobrio ejercicio de film noir donde se hablaba de terrorismo, Los héroes del tiempo, de Terry Gilliam, con el aroma propio de los Monty Python, llena de viajes, aventuras y surrealismo, Una función privada, de Richard Loncraine, la posguerra británica vista desde la ironía que recuperaba el aroma de los Ealing Studios, y Mona Lisa, de Neil Jordan, una de los mejores títulos del cineasta británico en el que su inquietante atmósfera y aroma noir revelaba una historia de amour fou.

También hubieron otras que no llegaron al público, por su excesiva audacia, por fallidas o simplemente, se adelantaron a su tiempo, y a día de hoy, se reverencian como obras de culto para jóvenes de todas las edades como Withnail y yo, de Bruce Robinson, en la que se contaba de forma surrealista las penurias de dos jóvenes actores, Shangai Surprise, de Jim Goddard, en la que Madonna y Sean Penn, pareja por entonces, buscaban opio en un intento fallido de cine de aventuras exóticas, y algunas otras, como Loca juerga tropical o Monjas a la carrera, que debido a su transgresión y diferentes, quizás demasiado, fueron un fracaso estrepitoso, dejando un regusto amargo a HandMade Films, que arrancó como una compañía doméstica en que el cine era una idea loca y aventurera para convertirse en otra cosa, también aupada por los éxitos que obtuvo, en una compañía más profesional y menos libre, con más gastos y menos trato personal, con más empleados y menos fiestas.

La película se apoya en los testimonios, convirtiendo las entrevistas en el centro de la acción, llevándonos de forma ágil y rítmica por aquellos años, con muchísimo sentido del humor, haciéndonos viajar en el tiempo y en la historia de uno de los hits del cine, donde el cine británico se atrevió a soñar, a ser libre, a sentirse a sí mismo, levantando y produciendo cine diferente, cómico, alejado de todos y todo, en una aventura extraordinaria de enfrentarse a un negocio demasiado mercantilista, demasiado alejado del cine, del arte. El excepcional e histórico documento muestra, desde la nostalgia de una época dorada, una década prodigiosa, increíble y festiva, rescatando del olvido a todos aquellos chalados que se propusieron hacer el cine que sentían, que querían y que sobre todo, amaban, lanzándose al vacío rodeado de caras conocidas, de colegas de siempre, de mirar un tiempo que quizás la película mitifique, pero qué más da, porque hay cosas que simplemente se recuerdan así, recordando los mejores momentos, porque todos sabemos que momentos malos también hubieron, si, pero qué más da. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La viuda, de Neil Jordan

UN BOLSO DE CUERO VERDE.

“Todos estamos solos y algunos están más solos”

Charles Bukowski

Un vagón de metro, uno más, uno cualquiera de los muchos que circulan incesantemente por una gran ciudad, y uno de esos vagones, un bolso de cuero verde olvidado en uno de los asientos, y entre los miles de viajeros diarios una joven, una chica que se llama Frances McMullen, una chica más que vive en un ático en el corazón de Manhattan junto a su adinerada amiga, hija de un magnate, trabaja como camarera en uno de esos restaurantes del Village, la zona más exclusiva de Nueva York, e intenta olvidar superar la muerte de su madre. Esa joven, y no otra, encuentra el bolso y decide devolverlo a su legítima dueña, una señora solitaria que vive en una casa envejecida en uno de esos barrios sin más, su nombre Greta Hideg. Un gesto que parece uno más, de alguien que devuelve a su dueño algo que no es suyo, aunque no será un gesto más, será el gesto. La decimonovena película en la filmografía de Neil Jordan (Sligo, Irlanda, 1950) es un atractivo y elegante thriller psicológico, una especie de tela enmarañada con aroma de fábula, como tanto les gusta al director, donde una joven demasiado introvertida se enfrentará a su peor pesadilla convertida en la enigmática y extraña Greta, una señora que parece albergar buenas intenciones pero sólo eso, quizás hay algo más y su casa, tan alejada de todo, y a la vez, cerca del centro de la ciudad, oculta demasiadas cosas.

Desde que debutase en el cine, en 1982 con el sugerente thriller Angel, la carrera de Jordan se ha mantenido cercana a lo noir, con títulos como Mona Lisa, Juego de lágrimas, Michael Collins, El fin del romance o La extraña que hay en ti, retratos de personajes que el destino obliga a enfrentarse a sus propios miedos en forma de malvados que atentan contra su apacibles y aburridas vidas. También ha coqueteado con la comedia más desmadrada como en El hotel de los fantasmas o Nunca fuimos ángeles, y también, sus cuentos infantiles de terror muy personales y profundos donde mezcla lo humanista con seres fantásticos, indagando en los conflictos sobre identidad, en trabajos como En compañía de lobos, Entrevista con el vampiro, In dreams, Ondine o Byzantium (2012) su penúltimo largo. Ahora, con guión escrito junto a Ray Wright, un especialista en el género, nos trae un thriller muy oscuro, sin fantasmas ni fantasías extravagantes, muy intimista, protagonizado por dos mujeres, lo femenino siempre presente en el cine de Jordan, sumergiéndonos en una demoledora crítica contra la sociedad que produce solitarios que pueden llegar a convertirse en monstruos despiadados para llenar esa soledad angustiosa y demente.

Greta es una señora a todas luces agradable y elegante, pero detrás de ella, lo que esconde debajo de la alfombra es terrible, “caza” a jovencitas para paliar a su soledad, incluso llegando a manipularlas y destrozarles la vida, Frances, es una de ellas, una de esas jovencitas atractivas y vitales, pero que se encuentran en un estado emocional difícil, muy a la deriva, en procesos complejos personales, sin saber muy bien a qué dedicar su existencia, y se mueven como pollos sin cabeza a la espera de algo o alguien que les saque de su oscuro ostracismo. Greta y Frances encajan en un principio, parecen gustarse y se hacen muy buenas amigas, se ayudan y se entienden, aunque lo que parece algo agradable, pronto se torcerá y adquirirá otro color, como ocurre en el cine de Jordan, que nunca nada es lo que parece, y siempre hay algo turbio y muy oscuro que esconden algunos personajes.

El cineasta irlandés maneja con audacia y oficio su relato, una trama quizás muy vista, sí, pero la elegancia y el detalle con la que la filma Jordan la hace algo diferente, centrándose no solo en el aspecto psicológico de las dos mujeres, sino en su entorno, y en los gestos y detalles que las definen, conociendo sus entornos más íntimos y externos, contándonos con ritmo pero sin prisa toda la trama que encierra la película, que en un primer tramo nos estarían contando una película con ese aire finales ochenta y noventero como Atracción fatal  o Instinto básico, en ese juego perverso de las apariencias y ocultar cómo es realmente la naturaleza de cada personaje. En el segundo tiempo, la película da un giro sorprendente y terrorífico, donde el exterior de la ciudad, y las idas y venidas por distintos lugares y situaciones, da paso al exterior, a las cuatro paredes de un lugar donde se desarrollará la película, donde la trama se parece a esas historias donde lo malvado se impone a la bondad y todo puede ocurrir y nadie está a salvo, conociendo la verdadera personalidad de los individuos de la película.

Una muy buena pareja de actrices encabezadas por el aplomo y la mirada de Isabelle Huppert, extraordinaria en su rol de ogro sin escrúpulos y muy peligroso, en un rol muy alejado de lo que nos tiene acostumbrados, aunque a veces la hemos visto metida en marañas parecidas a las órdenes de Chabrol, Haneke o Verhoeven, bien acompañada por la calidez y la sobriedad de Chlöe Grace Moretz, componiendo el alter ego perfecto como la caperucita de este cuento moderno en el que el lobo se ha disfrazado no de abuelita, pero sí de madrastra de Cenicienta.  Maika Monroe da vida a Erica Penn, la amiga y compañera de piso de Frances y esa especie de ángel de la guarda que todos en algún momento nos viene bien tener a nuestro lado, y finalmente, Stephen Rea, un viejo conocido de Jordan, que debutaron juntos y han trabajado en 11 títulos juntos, interpretando a ese detective veterano y suspicaz que acaba desafiando a la bruja malvada. Jordan muestra oficio y consigue absorbernos en su trama sencilla y eficaz, que mantiene al espectador expectante e inquietante, en esta despiadada crítica a nuestra sociedad, tan individualista y desestabilizada emocionalmente, llena de solitarios y seres con existencias muy anodinas y vacías, esperando que alguien le saque de quiénes son y así encantarse de alguna manera, encontrar algún sentido a sus vidas o lo que sea. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA