Un sol radiant, de Mònica Cambra Domínguez y Ariadna Fortuny Cardona

MILA Y EL FIN DEL MUNDO. 

“Así es como termina el mundo, no con una explosión, sino con un lamento”

T. S. Eliot

Películas como Les amigues de l’Àgata, Ojos negros, Les dues nits d’ahir y Les perseides tienen en común haber surgido como proyecto de fin de carrera de la especialidad de Comunicación Audiovisual de la UPF. Un grupo a la que se añade Un sol radiant, de Mònica Cambra Domínguez (dirección y montaje), Ariadna Fortuny Cardona (guion y dirección), Clàudia Garcia de Dios (guion y dirección de arte) Lucía Herrera Pérez (sonido y montaje), Mònica Tort Pallarès (ayudante de sonido y música), surgidas de la promoción 2020-21, junto a Belén Puime Bao en producción, alumna de intercambio de la Universidad de Santiago de Compostela. Unas cineastas que han tenido el asesoramiento de profesores como Gonzalo de Lucas, Carla Simón y Roser Aguilar, entre otras, en un proyecto que arrancó como cortometraje y gracias a Atiende Films de Pep Garrido y Xesc Cabot, directores de Sense Sostre, se ha convertido en una película que recoge el naturalismo y la cotidianidad de un verano cualquiera con el añadido de un película a lo Roger Corman sobre el fin del mundo, sobre sus últimos cinco días. 

El relato se mueve entre el intimismo y la transparencia alrededor de la mirada de Mila, una niña de 11 años, que vive ese final junto a su madre Alicia, su hermana Íngrid de 16 y l’Avi en una casa en el bosque alejados de todos y todo, en pleno verano, en el último verano. Las diferentes posiciones de los miembros ante la inevitable catástrofe, será el centro de la incomunicación, alejamiento y conflicto entre los adultos, entre los que Mila, con su afán de hacer una fiesta, se verá sin los puentes necesarios para llevarla a cabo. La niña deambula por el bosque, observándolos y tratando de entender sus posiciones y sus diferentes acciones. Estamos ante un tono de cuento, de ese tipo de fábulas de iniciación y conocimiento de lo ajeno, de ese mundo de los adultos por parte de Mila, con el acompañamiento de la inquietud del final del mundo, pero no está tratado con el efectismo del cine comercial, sino todo lo contrario, llevándonos por esos cincos días de verano, con las cosas propias de la estación: el aburrimiento de alguien como Mila, que se siente diferente y sin conectar con los suyos, y los otros, con actitudes tan alejadas, como la hermana que siente la necesidad de disfrutar al máximo, la madre que parece que quiere que todo continúe igual, y l’avi que está y no está, con esos extraños baños en el río.

La cercana e inquietante luz de la cinematógrafa Júlia La-Roca, que debuta en un largometraje después de estar en el equipo de cámara de Girasoles silvestres, de Rosales, al igual que la excelente música de Guillem Martorell, que ha trabajado en Espejo, espejo, de Marc Creuhet, entre otras, con una banda sonora que recuerda a la de películas de Gus Van Sant como Gerry, y el eficaz montaje reposado y sin piruetas con sus 79 minutos de pura emoción y transparencia, que va generando ese espacio de lirismo junto al aroma de la ciencia-ficción sin efectismos, en un campo espectral que conmueve con muy poco, porque la idea de la película es coger el género para hablar de temas tan humanos como las dificultades para amar y relacionarnos con los que tenemos más cerca, y todos los conflictos que se generan por aislarse y evitar el problema, creando una tensión mayor y muy difícil de solucionar. Tiene la película, dentro su modestia, que no la evita, sino que la potencia, con toda esa atmósfera pausada, profunda y reflexiva de las obras mayores realizadas con lo mínimo, asemejándose a la profundidad de Las vírgenes suicidas, de Sofia Coppola, con esa extrañeza y onirismo, y la perplejidad y lo fantástico de Melancolía, de Lars Von Trier, donde la vida y sus conflictos familiares van sucediendo mientras está ocurriendo el final de todo. 

Dos películas protagonizadas por Kirsten Dunst que, una de sus primeras actuaciones en Entrevista con el vampiro, cuando tenía 12 años, recuerda a la mirada de Laia Artigas, la inolvidable protagonista de Estiu 1993 (2017), de la citada Carla Simón, que encarna a una Mila fascinante, con ese pasear en soledad, mirando a su alrededor, a su familia y entorno y no entendiendo nada de lo que sucede. Una joven actriz que nos gustaría seguir viéndola en otras producciones, porque hace eso tan complejo en el arte cinematográfico como mirar muy bien, y no refiero a la belleza ni nada de eso, sino a la forma de transmitir toda esa desesperanza y esa inquietud que tiene un personaje que necesita a los suyos pero que los otros están por sus cosas. Muy bien acompañada por Núria Prims como la madre, queriendo ser una protectora pero que no acaba de encontrar la cercanía y el amor necesarios, una hermana mayor demasiado mayor para Mila, en ese cambio de mujer en que Mila está a años luz, y la diferencia que se crea entre las dos, bien interpretada por Núria Sales como Íngrid, Jaume Vilalta como l’Avi, alguien que sin hablar mucho está con sus cosas, y finalmente, Mercè Pons como una vecina, alguien que las visita y que intenta disimular normalidad. 

La película Un sol radiant es una ópera prima muy diferente, atípica, porque no parece surgida de unas estudiantes sin experiencia, y digo esto porque se adentra en lugares complejos para una primera película, pero que los resuelve con un arrojo y una sobriedad dignos de elogiar, encontrando todos esos espacios donde la vida no parece vida, y se adentran en lugares comunes del género pero desde otras posiciones y tonos, recurriendo a lo convencional pero trasladándose a una atmósfera donde todo se fusiona con sensibilidad y sin redundancias, creando esa inquietud y perplejidad de unos personajes que quieren continuar como si no pasara nada, contando un final del mundo como el que vivimos durante el tiempo de pandemia, muy alejado de la ficción hollywoodiense, quizás lo que plantea una película como Un sol radiant, me encanta su título, sutil y cautivador, no esté muy alejado de lo que podría ocurrir, y eso es mucho más inquietante que la catástrofes de videojuego que nos tiene acostumbrados el cine comercial, porque el final, si ocurre alguna vez, seguro que es así, casi sin darnos cuenta que todo se acaba y nosotras seguimos a lo nuestro, sin saber cómo vivir y cómo querernos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Óscar Pérez

Entrevista a Óscar Pérez, director de «La millor opció». El encuentro tuvo lugar el martes 8 de noviembre de 2016 en el hall de los Cines Girona en Barcelona.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Óscar Pérez, por su tiempo, generosidad, amistad y cariño, y a Àlex Tovar de Prensa, por su paciencia, amabilidad y cariño, que además tuvo el detalle de tomar la fotografía que encabeza esta publicación.

La millor opció, de Óscar Pérez

pressbook_IIENTRE DOS MUNDOS.

El cineasta Óscar Pérez (Girona, 1973) ha construido su narrativa fílmica a través de dos elementos, el paisaje y la inmigración, que estructuran de manera directa un cine preocupado por afrontar los problemas sociales, la naturaleza de su representación fílmica, ahondando en los fuertes contrastes que confluyen, tanto del individuo como de su entorno. En El sastre (2207), retrataba con gran comicidad y realismo las vicisitudes de  un sastre paquistaní y su ayudante indio en su local de 8 m2 en el barrio del Raval de Barcelona, en If the camera blows up (2008) le cedía su cámara a un inmigrante paquistaní que relataba en primera persona las dificultades de su cotidianidad, en Ventrada (2009) seguía los pasos de un pastor parapléjico en una zona hostil y bella. En sus siguientes trabajos, dos largometrajes, en uno Hollywood talkies (2011), codirigido con Mia de Ribot, desenterraban las huellas y sombras que habían dejado los artistas españoles en aquel Hollywood dorado, y en El tram final (2014) realizaba un viaje por las localidades del Delta del Ebro y su agónica desaparición.estrenos-semana-trailer-millor-opcio-1480519722824

 Ahora, y continuando en el entorno del Delta, como su último trabajo, sigue los pasos de Koto Maelainin, un joven saharaui que vive junto a sus padres catalanes. Koto es rebelde, independiente e introvertido, vive al día y sin más futuro que el que alcanza su mirada, se saca unas pelas de donde puede, le gusta moverse en todas direcciones y matar el tiempo con sus amigos, y tirándose a una niña bien. La relación con sus padres es distante, y a menudo, se generan conflictos serios. Todo cambia, cuando Koto necesita un trasplante de riñón y su familia biológica viene del Sahara Occidental para ayudarle debido a su compatibilidad. Pérez desarrolla una película observacional (deudora de su mirada documental), si bien se adentra en el terreno de la ficción, la base de su construcción tiene su origen en el documental, Koto revive en la película su caso real, la familia saharaui es su familia real, y el paisaje que, aquí vuelve a ser hostil y complejo, son los mismos escenarios reales donde se desarrolló la historia de Koto.

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Pérez introduce dos personajes de ficción, los padres de aquí, encarnados por los excelentes Mercè Pons y Francesc Orella, dos intérpretes que integran esa mirada necesaria y útil, en la que Pérez asienta su película, un film que huye de cierto dramatismo que lastraría su postura, y vericuetos sentimentales que no vienen al caso. Aquí, retrata de forma profunda y seria la construcción de la identidad individual de cada uno, así como, los choques entre las diferentes culturas y los inevitables conflictos que se generan, y la naturaleza de los lazos familiares. Koto se siente de aquí, aunque sus raíces son saharauis, la relación con sus padres catalanes no es perfecta, tiene sus tiranteces y problemas. Pérez describe y mira desde la distancia, observa a sus personajes y su historia de forma crítica, tratándola de manera directa y natural, su cámara (excelente fotografía realista contrastada de Santiago Racaj) y el sonido obra de Eva Valiño que, recoge la sequedad agreste de la zona, implican a los espectadores de manera sencilla y honesta, siguiendo los movimientos de Koto, que se siente de sí mismo, en una tierra que lo acogió, que lo ha hecho ser quién es, y crecer como persona. Sus padres saharauis son su pasado, un tiempo difícil, al que Koto ha dejado de sentirse, un mundo al que ya no pertenece, un pasado que apenas recuerda y sobre todo, quiere olvidar.

*** Local Caption *** La millor opció, The Best Choice, Oscar Pérez, E, 2016, V'16, Spielfilme

Pérez recoge el aroma de los grandes documentales franceses en sus descripciones de entornos rurales, las películas sociales de los años 50 y 60, el primer Loach, y el cine de los Dardenne, en las que retratan a personajes en dificultades y que se movían por paisajes hostiles, pero aún así, a pesar de las situaciones extremas que vivían, eran individuos fuertes y gran carácter, capaces de lo mejor y de lo peor. Pérez describe con su habitual maestría el paisaje hostil y duro de las tierras del Ebro, en la que la vida se detiene, parece no avanzar, vida dura y estancada, en un lugar que hay poco que hacer, en el que todos se conocen y también, se temen. Aunque muchos pensarán que el cine de Pérez ha cambiado de registro adentrándose en la ficción, dejando atrás su tempo documental, pero se equivocan, Pérez sigue fiel a su espíritu, creando una obra de gran calado documental, que sigue preocupada por su inmediato entorno, ese escenario complejo y hermoso, en el que se mueven unos personajes en tránsito, en continuo movimiento, que andan en la búsqueda cotidiana de sí mismos, para saber quiénes son y sobre todo, afrontar la vida desde la fortaleza de su interior.


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