EN UN INSTITUTO DE LOS SUBURBIOS…
“La clave de la educación no es enseñar, es despertar”
Ernest Renan
Si hay una cinematografía que más se ha interesado por la educación esa no es otra que la francesa, que desde los inicios del cine despachó la inolvidable Cero en conducta (1933), de Jean Vigo, arrancando así una serie de películas a lo largo de la historia del cine que se han propuesto ahondar en la educación desde múltiples miradas, profundizando en las diferentes herramientas educativas, su contexto social, y sobre todo, su valor humano, social y didáctico. Nos vienen a la memoria excelentes películas como Los 400 golpes (1959) o La piel dura (1976), ambas de Truffaut, y ya despidiendo el siglo XX, la extraordinaria Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier, que se sumergía en las dificultades sociales de los jovencísimos estudiantes de una escuela infantil de un barrio suburbial. Partiendo de esa temática, donde se estudiaban las tremendas dificultades de la educación a estudiantes en situaciones de exclusión, y en la adolescencia, surgirían monumentos educativos como La clase (2008), de Laurent Cantet, y las más recientes, A viva voz (2017), de Ladj Ly (director de la imprescindible Los miserables, sobre los problemas suburbiales entre niños y policías) y Stéphane de Freitas, centrada en el concurso sobre el discurso para estudiantes de los barrios más deprimidos, Primeras soledades (2018), de Claire Simon, que exploraba las difíciles relaciones familiares de unos estudiantes de la periferia.
Los profesores de Saint-Denis (basada en la sexperiencias personales de Mehdi Idir) se mueve por los mismos lares de estas últimas, centrada en un curso escolar de uno de los institutos de los suburbios, desde el punto de vista de la nueva inspectora de estudios en relación con Yanis, uno de los estudiantes traviesos con los debe de lidiar en su trabajo. Gran Corps Malade, alias de Fabien Marsaud (Seien-Saint-Denis,Francia, 1977) y Mehdi Idir (Saint-Denis, Francia, 1979) vuelven a trabajar juntos después de Patients (2016) en la abordaban la recuperación física y emocional de un adolescente después de un terrible accidente, basada en las experiencias personales de uno de los directores. En Los profesores de Saint-Denis, esculpen a fuego lento y de forma incisiva la situación actual de la educación en Francia, y más concretamente, en uno barrio deprimido de las afueras de París, sumergiéndonos en los aspectos profesionales y personales tanto de la inspectora, con un novio en la cárcel, y los diferentes problemas cotidianos que van surgiendo en el instituto, centrándose en la figura de Yanis, uno de los estudiantes, de conducta desviada, que debate constantemente en la utilidad de las clases con sus profesores, con padre en prisión y dificultades en casa.
Los directores demuestran un trabajo sensible y bien estructurado en su segundo trabajo, volviendo a los temas humanos y sociales que ya tocaron en su opera prima, imponiendo un ritmo ágil e muy íntimo, acercándose a ese día a día de forma inteligente y audaz, sin ser condescendientes ni nada sentimentalistas, sino colocándose en la misma altura de los diferentes problemas y aspectos entre docentes y alumnos, describiendo de manera sencilla y cercana todo aquello que los une y separa, con la mirada de esa inspectora que acaba de llegar en contraposición con Messaoud, el profe de mates enrollado y respectado por los alumnos, que lleva cinco años trabajando en el instituto, haciendo suya esa reflexión que define el espíritu de la película: El contexto es más fuerte que nosotros, añadiendo la pregunta, ¿Ahora qué hacemos, nos damos por vencidos?, viendo y reflexionando sobre las diferentes posiciones que adoptan unos profesores y otros, como el docente antipático que choca constantemente con la rebeldía de los alumnos.
Grand corps Malade y Mehdi Idir han construido una película de nuestro tiempo, profundizando en los diferentes aspectos educativos, en su cotidianidad, en la relación con los alumnos, tanto en el ámbito académico como el personal y social, donde el instituto como el hogar se intercambian, en que los problemas que se suceden, tanto en un lugar como en otro, transitan por los mismos derroteros, como un reflejo indisociable que se retroalimentan constantemente. Una magnífica e inteligente película con ese aroma de documentar lo que está pasando en el instante, en el aborda la importancia de la educación, sus procesos, su naturaleza, y sobre todo, el aspecto humano y social en relación a los alumnos y sus contextos sociales y económicos. Un brillante reparto encabezado por la inconmensurable Zita Hanrot (que habíamos visto en Éden, de Mia Hansen-Love, o en Fátima, de Philippe Fancon, donde se alzó con el César revelación del 2015) compone el personaje de la inspectora de estudios con sensibilidad y dureza, con esa maravillosa actitud de ayudar a los alumnos y con ese momentazo en la cárcel.
Acompañada por la agradable presencia de Soufiane Guerrab (que ya estuvo en Patients) dando vida a Messaoud, el profe que alimenta el espíritu de los alumnos y conoce todas las dificultades por las que atraviesan, un personaje que actúa como contrapunto experiencial de Samia. Y por último, el ramillete de los alumnos, interpretados por actores no profesionales, en su mayoría habitantes del barrio de Francs-Moisins, donde se rodó la película (instituto donde acudió Mehdi Idir en su época de estudiante) que ofrecen una verosimilitud, intuición y naturalidad maravillosa que casa con el espíritu de la película, en que sobresale la astucia y composición de Liam Pierron dando vida al problemático, peor noble Yanis, la figura en la que asienta una película social, humanista y veraz, que se mueve entre el humor y la gravedad de los asuntos que trata, dotándola de ese sentido cercano, cotidiano y fiero que tanto demanda una película que aborda con inteligencia y sencillez problemas complejos y profundos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA