Entrevista a Helena Wittmann

Entrevista a Helena Wittmann, directora de la película «Human Flowers of Flesh», en el marco del D’A Film Festival, en el Teatre CCCB en Barcelona, el lunes 27 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Helena Wittmann, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Víctor Paz de Lost & Found Films, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño, a mi querido amigo Óscar Fernández Orengo, por retratarnos de forma tan especial, y al equipo de comunicación del D’A Film Festival. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La noche de los reyes, de Philippe Lacôte

BIENVENIDOS A LA MACA.

“Si Dios dice que sí, nadie puede decir que no.”

El cine africano resulta casi invisible en nuestras pantallas, por eso el estreno de una película como La noche de los reyes, de Philippe Lacôte (Abiyán, Costa de Marfil, 1969), no es solo un hecho extraordinario, sino que es una oportunidad inmejorable, casi única, de ver una obra concebida en el continente africano, además, por sus singularidades tanto formales como narrativas, nos encontramos ante una obra de una belleza plástica y argumental, con esa estructura de muñecas rusas y fusionando realidad con ficción, la hacen muy interesante y espectacular. De Lacôte conocíamos la película Run (2014), el relato de la huida imposible de un joven que asesina al Primer Ministro de Costa de Marfil. En La noche de los reyes, vuelve a ponernos en la piel de un joven metido en un berenjenal de muy y señor mío, ya que entra en una de las cárceles más grandes de toda África occidental, situada en pleno bosque en Costa de Marfil. “La Maca” es un lugar inhóspito y salvaje que se rige por sus propias reglas, donde existe Barbanegra, el jefe de todos, en un reino donde hay príncipes y lacayos.

El director marfileño nos coloca en un día especial, el de la Luna Roja, donde Barbanegra, aquejado de una grave enfermedad respiratoria que le impide seguir ejerciendo sus funciones de liderazgo, debe acabar con su vida, y que el resto encuentre un sucesor. Antes, decide nombrar como “El Roman” al recién llegado. Un fabulador que deberá entretener al personal contando una historia. El joven trovador elige la historia de Zama King, un chico de 19 años gánster ídolo en la prisión, y lo mezcla con una historia de su país precolonial donde existen reyes y reinas, en el que se mezclan realidad social, política, cultura, luchas y anacronismos, donde los demás reclusos y oyentes van representándola a través de música, canto y baile. Lacôte parte de la tradición oral de su tierra, y del funcionamiento real de “La Maca”, para desarrollar una película absorbente, fascinante y con un ritmo febril, alucinante, donde nunca hay descanso, y todo se desarrolla a través de los diferentes tiempos que cohabitan en el film. Tenemos esa noche oscura e inquietante, donde el pasado va a dejar paso a otro tiempo, diferente y regido por otro jefe, y el tiempo de la narración del joven orador, en el que coexisten dos tiempos, el del delincuente Zama King, y el otro, el del pasado donde sin caer en ningún tipo de realismo se cuentan relatos donde la riqueza y los grandes espectáculos eran la nota predominante, con la referencia de Sherezade, la narradora principal de “Las mil y una noches”.

La magnífica parte técnica de la película, donde destaca la brutal cinematografía del canadiense Tobie Marier Robitaille, que sabe manejar las continuas corredizas y la luz negra que se apodera de esa noche larga e incierta que se espera en la cárcel. Y el no menos contundente y trabajadísimo montaje que firma la también canadiense Aube Foglia, componiendo un relato que aunque centrado en un par de personajes, es también un relato coral, donde intervienen un gran grupo de figurantes que son el núcleo de los reclusos de la prisión. La parte artística del conjunto es maravillosa, encabezada por el debutante Koné Bakary, dando vida al narrador que acepta con agrado su rol y hace lo imposible para gustar, aunque no resulte nada sencillo, transmitiendo una naturalidad que hiela la sangre, bien acompañada de una mirada llena de humanidad y contenida. Le acompañan Steve Tientcheu en el papel de Barbanegra (al que conocíamos de su rol en la imprescindible Los miserables, de Ladj Ly, de hace un par de temporadas), en un personaje que se va muriendo, que debe dejar espacio a otros, de un jefe que se despide de su vida y de La Maca.

Cabe destacar dos presencias magníficas en La noche de los reyes, la del veterano intérprete Rasmané Ouédraogo, toda una institución del cine africano, que ha trabajado con uno de los grandes nombres del cine africano como Idrissa Ouédraogo, y en La promesa, de los Dardenne. Y otra presencia, esta de uno de esos actores de raza y piel, capaz de metamorfosearse en cualquier individuo por muy raro y peculiar que parezca, y no es otro que Denis Lavant, con un personaje no muy extenso, pero muy interesante, el Silencioso, un personaje testigo que parece de otro mundo y el único blanco del lugar. El actor francés es un actor dotado de un cuerpo camaleónico, una mirada y una forma de interpretar única y llena de magnetismo y fabulación. Lacôte ha construido una película fascinante y muy física, llena de corporeidad y muy sonora, con una atmósfera asfixiante y liberadora, que consigue atraparnos con todas esas historias y relatos orales muy de la tradición africana, sumergiéndonos en un universo que mezcla con naturalidad y sabiduría la realidad más cercana de África, con sus desigualdades e injusticias, con ese mundo de ficción, de fábula, de mentira, donde todo es posible, donde todo puede ocurrir, donde todo se puede soñar, y llenar de ilusión y esperanza, en un lugar como una cárcel donde todo parece haberse detenido y donde todo tiene la apariencia de un reino en decadencia, a punto de desmoronarse, proponiendo como su única salvación la de imaginar otros mundos, otras realidades más bellas, llenas de color y de luz, muy diferente a la cotidiana de la cárcel. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

The Bra, de Veit Helmer

EL FERROVIARIO JUBILADO Y EL AMOR. 

“El amor no es algo que has de encontrar, sino algo que te encuentra a ti”

Loretta Young

Había una vez un ferroviario llamado Nurlan, que vivía bajo las montañas del Cáucaso, en un pequeño pueblo llamado Bakú, en Azerbaiyán, que en su último día como maquinista de carga, su locomotora cazó un sujetador de encaje azul. Así que, arrancó su jubilación trasladándose al pueblo pegado a las vías del tren y empezó su búsqueda, intentando localizar a la dueña de la prenda. Desde que debutase como director de largometrajes, Veit Helmer (Hannover, Alemania, 1968), todas sus películas son fábulas atemporales, protagonizadas por personas diferentes, solitarias y muy peculiares, en las que nos sitúa en enclaves perdidos y olvidados, donde confluyen temas y relaciones humanas universales, tales como el amor, la amistad, la fraternidad, etc… valores perdidos y poco usados, que el director alemán reivindica como resistencia a un mundo idiotizado, individualista y sometido al dinero. En The Bra, vuelve a esa sencillez y humanismo que caracteriza su cine, partiendo de una premisa sencilla y directa, encontrar a la dueña del sujetador, cuestión, eso sí, muy delicada y comprometida.

Nurlan, el ferroviario jubilado nos guiará por este microcosmos diferente, extraño y lleno de sorpresas, aunque real, convertido en atemporal por la magia cinematográfica, donde iremos encontrándonos con mujeres que, por una razón u otra, querrán encajar en el famoso sujetador, el revelador macguffin del relato, y harán lo imposible para conseguirlo. Helmer, al igual que hizo en su debut Tuvalu  (1999), prescinde de los diálogos, pero no hace una película muda, sino una obra que se apoya en unas imágenes reveladores y poéticas, acompañadas de un calculado y formidable sonido, que llenan la pantalla, explicándonos muchísimo más si los personajes hablasen. El gesto y el movimiento adquieren una presencia capital, donde todo se explica sin necesidad de recurrir a nada más. Con unos personajes variopintos, solitarios y llenos de humanidad, metidos en situaciones llenas de comicidad, donde el gag adquiere su relevancia. Unos seres como Nurlan, el ferroviario jubilado, silencioso y solitario, una especie de “patito feo” en su pueblo, donde es objeto de burlas, emprende este viaje, tanto físico como emocional, para encontrar a la dueña del sujetador, metiéndose en las vidas y las singularidades de cada mujer que le abre las puertas de su casa con intenciones diversas.

A su lado, el pequeño huérfano Aziz, el niño que duerme en una casa para canes y toca el silbato para advertir de la llegada del tren, que le ayudará en el menester del sujetador. El ferroviario sustituto, enamorado de la música, que vive en un vagón transformado en un laboratorio musical industrial, donde cada maquinaria y objeto es propicio para lograr una melodía. La agente ferroviaria, encargado del cambio de agujas y la señalización del recorrido de los trenes, en su torre de control, mientras bromea con sus compañeros ferroviarios. Y finalmente, las diferentes mujeres que visita Nurlan, donde se tropezará con diversas realidades y soledades, desde la solterona desesperada, la mujer de poco pecho, la esposa triste, la bailarina en busca de un padre para sus tres hijos, la abuela y la nieta que se mofan de él, la viuda llorona, la ama de casa enfadada, y demás mujeres que le abren las puertas amablemente, otras, no, y otras, ni abren.

The Bra recoge la estructura de La cenicienta, de los Hermanos Grimm, aunque aquí cambiamos el zapato de cristal por el sujetador de encaje azul, con ecos del cine de Chaplin o Buster Keaton, donde la torpeza y el gag eran lo que hacía mover la historia, de Tati, y su Monsieur Hulot, desde el tipo de Miki Manojlovic (el actor fetiche de las maravillosas comedias de Kusturica), que da vida a Nurlan, le acompaña su torpeza, su constancia y esa lucha constante contra los elementos, ya sean humanos, físicos u emocionales, un tipo que encajaría perfectamente en los seres solitarios y aburridos, enfrascados en sus tareas laborales, que tanto le gustan a Kaurismäki, incluso algunas de las peripecias sociales de Nurlan podríamos encontrarlas en el imaginario de Azcona con el Rodolfo de El pisito, el Plácido, el José Luis de El Verdugo o el Canivell de La escopeta nacional, pobres diablos detrás de imposibles y sin más suerte que su sombra, sin olvidarnos de cuentos modernos como las magníficas Delicatessen, con la que guarda muchos parecidos, o Amélie, en esa búsqueda incesante de uno mismo y de paso, encontrar a ese ser parejo y deslumbrante que le dé un poco de luz a nuestras oscuras y grises existencias.

Amén de la maravillosa y emocionante composición de un intérprete de la altura de Miki Manojlovic, que resulta imposible no enamorarse de su personaje y sobre todo, de su aventura cotidiana, que resultando muy difícil, no cesará en su empeño, mostrando actitud y una férrea voluntad. También, encontramos a otro actor de una capacidad maravillosa para tipos raros, peculiares y románticos como Denis Lavant, que junto a Chulpan Khamatova, la encargada de la torre de control, ya habían protagonizado Tuvalu, en uno de esos personajes encantadores y locos que tanta falta hacen al mundo, bien acompañados por la maravillosas presencias de Paz Vega, Maia Morgenstern, Irmena Chichikova y Saroya Safarova, un reparto que funciona a las mil maravillas, con esa maravillosa y deliciosa música obra del francés Cyril Morin, en una película que nos habla hacia adentro, a nuestro interior, a aquello que no nos atrevemos a reconocer, en la que hay espacio para la comedia, el romanticismo, la soledad y sobre todo, la búsqueda del amor, que es más agradecido cuando no se busca, y nos tropezamos con esa alma gemela, que no se parece mucho a nosotros, pero esté segura de caminar juntos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA