Entrevista a Antonio Chavarrías

Entrevista a Antonio Chavarrías, director de la película «La abadesa», en el hall del Hotel Seventy en Barcelona, el jueves 21 de marzo de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Antonio Chavarrías, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Katia Casariego de Revolutionary Press Comunicación, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La abadesa, de Antonio Chavarrías

SOY EMMA, LA ABADESA DE ESTE MONASTERIO.   

“Porque hay una historia que no está en la historia y qué solo se puede rescatar escuchando el susurro de las mujeres”

Rosa Montero 

La dualidad y las tensiones que provoca ese conflicto han definido buena parte de la filmografía de Antonio Chavarrías (L’Hospitalet de Llobregat, 1956). En Volverás (2002), dos hermanos, tan diferentes entre sí, se liaban para paliar los problemas de juego de uno de ellos. En Las vidas de Celia (2006), una mujer enigmática se ve involucrada con un policía que la investiga. En El elegido (2016), seguíamos los pasos del joven idealista Ramón Mercader, manipulado por su madre, que asesinó a Trotsky. Algunos ejemplos de más de la decena de títulos que se han caracterizado por armar historias muy oscuras y sacar la parte más compleja de la condición humana. En La abadesa, que vuelve a irse al pasado a reconstruir una parte de la historia y centrarse en un personaje real como hizo en la mencionada El elegido. La mujer en cuestión es Emma, hija de Guifré, conde de Barcelona que, a su repentina muerte en combate contra los musulmanes, convierte a la adolescente de 17 años en abadesa. Las ideas y la humanidad de Emma chocarán de pleno con las demás monjas, muchas de ellas recluidas contra su voluntad, con la nobleza, por querer repartir equitativamente los bienes, y con su hermano, el nuevo conde que,  la insta a ser monja y rezar a Dios y dejarse de cambiar el orden establecido de las cosas. 

El cineasta catalán ha construido una película especialmente sombría y oscura en una época, la de finales del siglo IX, donde estamos en plena guerra con los musulmanes, y la zona está impregnada de esa multiculturalidad, donde vemos huidos, conversos, mahometanos, visigodos y demás almas en busca de alimento y refugio, al lado de la frontera de los límites del invasor musulmán. El uso de la luz natural, que firma el cinematógrafo Julián Elizalde (del que hemos visto grandes trabajos como Volar, Las distancias, Con el viento, Suro y La maternal, entre otras), donde las luces tenues de las velas juegan un papel fundamental para mostrar la abadía, un espacio lleno de sombras y el sonido del viento del invierno gélido que se va colando. El imponente castillo de Loarre en Huesca sirve de escenario (donde ya se rodó la magnífica El reino de los cielos (2005), de Ridley Scott), para mostrar una película estática y muy planificada, donde cada encuadre tiene su significado e importancia, con unos personajes de mucha actividad física, en esa retaguardia donde las consecuencias de la guerra están muy presentes. La excelente música de Iva Georgiev, para mostrar las transiciones, dan ese toque de profundidad y de tensiones soterradas tan presentes a lo largo del metraje. 

El sensible trabajo con el sonido que firman Elsa Ruhlman, Corine Dubien y Emmanuel de Boissieu, junto al trabajo de arte de Irene Montcada (que ya estuvo en El elegido y Volverás), y el imponente trabajo de vestuario de Catherine Marchand y Pau Aulí, junto al rítmico y pausado montaje de Clara Martínez Malagelada con un trabajo que recuerda al que hizo en La pecera (2023), de Glorimar Marrero Sánchez, apoyada en la pulcritud y en la densidad de todo lo que vemos y sobre todo, lo que oímos, en una película que se va a las 2 horas de metraje. Chavarrías fiel a su estilo y mirada, como les ocurre a muchos cineastas catalanes como Garay, Cadena, el desaparecido Villaronga, entre otros, tienen un poso de cine del este, sobre todo, polaco, en las que prima el policíaco, con tramas de pocos personajes, llenas de oscuridad y de terror doméstico, donde se materializa un mundo sórdido y complejo. En La abadesa encontramos rasgos del gran Kawalerowicz con su grandiosa Madre Juana de los Ángeles (1961), como claro referente, y más cercanas como La religiosa  (1966), de Jacques Rivette y Extramuros (1983), de Miguel Picazo y Thérèse (1986), de Alain Cavalier, donde se desnuda el espacio y se impone un tono sobrio y austero, donde la importancia de la historia reside en las composiciones de sus intérpretes basadas en la contención donde se sitúa en el centro el rostro, la mirada y el silencio. 

Otro de los grandes aciertos de esta película es su reparto. Con una magnífica interpretación de Daniela Brown que da vida a la jovencísima Emma. Una auténtica revelación en la que llena cada estancia de la película. Qué bien mira esta mujer, y siendo testigos de ese cambio de niña a mujer, de esa inocencia primeriza cuando llega a convertirse no sólo en una persona sino en una mujer enfrentada a un mundo masculinizado y muy poderoso donde ella aprenderá sus códigos y sabrá manejar sus armas contra ellos y contra ese orden establecido donde priman los privilegios históricos y la falta de humanidad ante la pobreza y la miseria, a lo que Emma se negará y luchará con todas sus fuerzas, tanto a nivel social como personal. Le acompañan una estupenda Blanca Romero, que no la veíamos tan bien desde After (2009), de Alberto Rodríguez, metida en un personaje rebelde con una serie de privilegios por su condición de familia noble, que litigará con la abadesa por defender unas normas que se apartan del recogimiento eclesiástico. Carlos Cuevas, uno de esos actores capaz de hacer de joven y más mayor, aquí en un personaje firme y conservador, como eran la mayoría de hombres de la época, como el hermano de Emma, un soldado que ocupa el puesto de su padre que, no está dispuesto al señalamiento de su hermana por cambiar el orden imperante, y también luchará contra ella. Tenemos a Ernest Villegas, de gran trayectoria en el teatro catalán, dando vida a Eduardo, un diácono, que se socializa con la abadesa para compartir batallas contra el hambre en la zona. Y luego, una retahíla de buenos intérpretes como Oriol Genís, Joaquín Notario, Berta Sánchez, Anaël Snoek, entre otros, que dan profundidad a unos personajes que se alían o se enfrentan con Emma. 

No vean una película como La abadesa esperando batallas espectaculares y demás momentos épicos, porque la cosa no va de eso, como nos han vendido que fue la Edad Media cierto cine comercial, que tuvo batallas y muchas, de eso no cabe duda,  pero la mayoría de instantes, la cotidianidad y sus gentes con sus problemas eran como los fábula la película de Chavarrías, porque construye una película de “verdad”, es decir, donde la rigurosidad de su mirada se acerca con humanidad y honestidad a todo lo que vemos y sentimos, en un contexto histórico donde personas como Emma, predestinada a la religiosidad, como marcaban los imperativos de la época, quisieron cambiar las cosas y se enfrentaron al injusto y violento orden establecido, para ayudar a los demás, a los más necesitados a los invisibles, que citaba Galeano, a todos aquellos dejados de la mano de Dios, que deambulaban por los caminos, muertos de hambre, huyendo de la guerra, como sigue ocurriendo en la actualidad, con tantas guerras, tantos desplazados y muchos de los gobiernos de antes y de ahora, siguen mirando a otro sitio e imponiendo sus normas por el bien de la democracia que es igual a sus intereses económicos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva

Entrevista a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva, intérpretes y director de la película «La ternura», en los Cines Kinépolis en Cornellà de Llobregat, el lunes 16 de septiembre de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Carlos Cuevas, Anna Moliner y Vicente Villanueva, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Judit Huguet de Intèrmedia Comunicació, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

La ternura, de Vicente Villanueva

AMORES Y DESACUERDOS. 

“La raíz de todas las pasiones es el amor. De él nace la tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación”.

Lope de Vega (1562-1635)

La filmografía de Vicente Villanueva (Valencia, 1970), siempre se ha movido dentro de una comedia romántica al uso, películas-producto producidas para el gran público con el fin de romper taquillas. Unas más conseguidas que otras, entre las que destacan Toc Toc (2017), y Sevillanas de Brooklyn (2021), de los cinco largometrajes que ha dirigido. Con su sexo largometraje, La ternura, que adapta la pieza teatral homónima de Alfredo Sanzol, representada con grandísimo éxito, la carrera del director valenciano entra en otro campo. Un espacio donde la comedia sigue siendo el vehículo, pero deja el chiste fácil y el enredo convencional, para adentrarse en otras latitudes de comedia inteligente, es decir, una comedia que evoca a grandes nombres como los de Shakespeare, quedan evidentes sus resonancias a obras como La tempestad, Sueño de una noche de verano, y Mucho ruido y pocas nueces, entre otras, donde se introduce la fantasía con la magia de esa Reina Esmeralda que guarda mucho parecido a la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas, de Carroll, con ese aroma a aquel Hollywood clásico con aquellos queridos fantasmas de las películas de Lean, Clair y Mankiewicz, entre otros.

Estamos frente a una deliciosa y entretenidísima aventura amorosa donde hay cabida para todo tipo de elementos y situaciones como el drama, el slapstick, las aventuras con isla de volcán por medio, rica metáfora, los enredos, los inequívocos, la guerra de sexos, el travestismo, la identidad, el género, incluso, el terror y mucho más. Villanueva trata con mesura y gracia un texto potente e inteligente, llevándolo a un terreno alejado a lo convencional, mezclando texturas, fondos y argumento, que parecía que no iba a funcionar, pero todo lo contrario, porque consigue una historia llena de intensidad, ritmo y mucho amor, el de todo tipo, incluso el más inesperado y extraño. La ternura funciona como un excelente cruce entre la comedia-producto con algo más, con esa trama que nos divierte, pero no sólo eso, sino que nos hace reflexionar, sobre todo, en nosotros y cómo nos relacionamos en las relaciones personales. En definitiva, en lo mal que lo hacemos con los demás y con nosotros, en todas nuestras torpezas, vilezas y demás desastres, unas actitudes provocadas por el miedo constante y esa búsqueda incapaz e impaciente del amor, sea como sea, y al precio que sea, en fin, un desvarío y una tragedia, porque es el amor el que muere ante tanta idiotez y superficialidad. 

Una película con un gran esfuerzo de producción que les ha llevado a rodar en las Islas Canarias y la República Dominicana, que casan a la perfección en ese lugar en el que todo puede ocurrir, con ese volcán amenazante, esas flores difíciles de conseguir para fabricar pócimas que encanten a los demás… Con la gran cinematografía de Luis Ángel Pérez, del que le debemos su gran trabajo en El crack cero (2019), de Garcí, que empezó en los cortometrajes de Villanueva como La rubia de Pinos Puente (2009), y ha realizado con él la mencionada Sevillanas de Brooklyn y El Juego de las llaves. El estupendo montaje de José Manuel Jiménez, que ha trabajado en películas de Achero Mañas, Miguel Ángel Vivas, Isabel Ayguavives, entre otras. Y especialmente, la extraordinaria música de un grande como Fernando Velázquez, con más del centenar de títulos en su filmografía, al lado de Bayona, Guillermo del Toro, Wim Wenders, Koldo Serra, Oriol Paulo, y muchos más. Su trabajo en la composición es de una gran belleza con una música llena de matices, colores y apabullante que ayuda a crear esa madeja de sentimientos y emociones que hay en la película. 

Otro de los grandes aciertos de la película es su reparto. Un elenco que brilla con intensidad y funciona a las mil maravillas, porque junta a dos titanes como Emma Suárez como la Reina Madre, un personaje que no está muy lejos en su vis cómica de Diana, la condesa de Belflor en la maravillosa El perro del hortelano (1996), de Pilar Miró, basada en una pieza del mencionado Lope de Vega, del que La ternura también se nutre con esa intensa mezcla de comedia y drama amoroso que funciona con brío y gran elocuencia, con ese verso que se integra con naturalidad en la cotidianidad de la isla, de estas seis almas en busca del amor o de sí mismos, y sobre todo, de ese lugar en el mundo que todos nos encantaría encontrar. Le acompaña un partenaire magnífico, un Gonzalo de Castro como Leñador Marrón,  en su salsa, ya sea como padre o como enemigo de las mujeres, cuánta perorata sale de sus labios cuando habla de las féminas, todo un caso. Sus hijos son Fernando Guallar como el Leñador Verdemar, el mayor, el que sigue a pies juntillas las proclamas y deseos paternos, aunque no los crea. Y el pequeño, el Leñador Azulcielo en la piel de un desatado y estupendo Carlos Cuevas, el ignorante y engañado. Al otro lado, o quizás sea mejor decir, al lado o encima o debajo de ellos, las hijas de la Reina, que escapan de un destino odiado y acaban en la isla, que vaya isla para acabar. Tenemos a Alexandra Jiménez como la Princesa Rubí, una actriz que se desenvuelve muy bien en la comedia, y en los enredos y mentiras, y junto a ella, Anna Moliner, la pequeña Princesa Salmón, una actriz que baila y canta, como deja bien claro en el maravilloso número musical en el que se lucen en la playa la Reina y sus hijas, ahí es nada. 

Seis personas en busca del amor o en enamorarse, que no es lo mismo, aunque lo parezca. Seis náufragos perdidos por convicción que aún se perderán mucho más cuando sepan que no están solos, porque la compañía los desbarata y de qué manera. Seis personajes no en busca de autor, como mencionaba Pirandello, sino en busca de una salida a sus desgracias, aunque quizás, y todavía no lo saben, con este encuentro fortuito, porque ellos huyen a la isla para olvidar a las mujeres, y ellas, huyen por el mismo problema, pero con hombres. Un encuentro desafortunado que tendrá de todo, con el amor de por medio, un amor de verdad, un amor inesperado que nos revuelve y de qué manera y aún más, no sabemos el porqué, esa racionalidad que siempre nos aleja de la emoción y el sentimiento que vivimos. Quizás estamos ante la mejor película de Vicente Villanueva, juzguen ustedes, al que suscribe le ha interesado y gustado mucho, porque se deja de lo esperado y nos habla de esas torpezas, miedos y tonterías que hacemos cuando nos enamoramos o cuando creemos que hemos encontrado a alguien que sí. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA