Jackie, de Pablo Larraín

jackie_posterUNA MUJER FRENTE AL ESPEJO.

“Nancy, ya no soy la primera dama. Puedes llamarme Jackie”

El viernes 22 de noviembre de 1963, alrededor de las 12:30, en la ciudad de Dallas, moría asesinado John Fitzgerald Kennedy, el trigésimo quinto presidente de los EE.UU. La película de Pablo Larraín (Santiago de Chile, 1976) arranca con la entrevista que un periodista hará a su viuda Jacqueline Kennedy, en la que esta hablará de frente, sin tapujos ni nimiedades, sobre los tres días siguientes al fatídico suceso. El cine de Larraín en el que la búsqueda, tanto física como interior,  estructuran su discurso, que se inició en el 2006 con Fuga, en la que un mediocre músico buscaba el espíritu de un colega atormentado, a la que siguieron vehículos políticos centrados en diversas experiencias en torno a la dictadura de Pinochet, Tony Manero (2008) y Post mortem (2010), y No (2012), en El club (2015) exploraba las miserias de cuatro sacerdotes recluidos en una casa en la que tenían que expiar sus pecados, y finalmente en Neruda, realizada el año pasado, filmaba los sucesos ambientados en 1948, cuando González Videla, presidente de Chile, mandó arrestar al político y poeta Neruda, porque este denunció el acecho contra el partido comunista del que era diputado. Larraín huye de la figura universal de Neruda, para desmitificarlo en todos los sentidos, y hacerlo un tipo de carne y hueso, con sus alegrías y tristezas, sus dudas y sus miserias, filmándolo en continua huida y en una existencia oscura llena de contrastes.

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En Jackie, continúa por los mismos parámetros, describiendo a una mujer desolada y rota por el dolor, con manchas de sangre de su marido todavía en el vestido, desnudándola en todos los sentidos, colocando su foco, no solamente en su rostro, sino en su alma, en esas 72 horas fatídicas donde el mundo de oropel adornado con flores frescas se vino abajo en un instante, el tiempo que duró el disparo que penetró en la cabeza de su marido, JFK. Larraín filma el primer plano de Jackie, su personaje nos contará la versión de los hechos, y lo hará de forma franca, mirándonos a nosotros, acariciando cada palabra, cada gesto, centrándose en cada detalle, cada mirada, cada instante que vivió en esas horas durísimas, en las que tuvo que mantenerse firme y clara, y estudiando cada acto y situación, ya que todo el mundo estaba pendiente de ella. El cineasta chileno captura al personaje invocando a la mujer que vive en su interior, mira a su personaje de frente, extrayendo su espíritu, lo que no vemos, desnudándola en todos los sentidos, tanto emocionalmente como físicamente, penetrando en el alma de una mujer que debe empezar de nuevo, dejar lo vivido, despertar del sueño, y volver a mirarse hacia dentro, valorando la figura de su marido, hablando al mundo de su legado, y de su memoria.

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La película está contada a través de flashbacks, en las que nos muestran todos los instantes de esos tres días, desde el magnicidio hasta el entierro, en los que Jackie habla de todos los preparativos del funeral de su marido, con su cuñado, Bobby Kennedy, su asistente Nancy, sus hijos, el vicepresidente Lyndon B. Johnson, nombrado presidente el mismo día del asesinato, y el secretario de defensa de éste. Larraín nos habla de la intimidad de una mujer rota, una mujer que deberá mirarse de frente, una mujer expuesta no sólo a los ojos de una nación, sino a los de todo el mundo, en aquellos convulsos años 60, donde la televisión empezaba a ser un instrumento al que se tenía que tener muy en cuenta. Larraín filma su película con un tono naturalista, casi como un documental, un cinema vérite,  como si estuviéramos asistiendo a un ensayo de aquello que fue, una película/retrato/personaje, que nada tiene que ver de los típicos biopic made in Hollywood donde se ensalzan figuras, en el que nos muestran a un personaje como nosotros, con su dolor, sus miedos e inseguridades, y todo aquello que queda fuera del objetivo mediático, la realidad que te persigue a diario, la verdad de quién eres realmente, el reflejo que el espejo te devuelve cada mañana.

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Una película con aroma de gran cine político y humano, sobe la desmitificación de un personaje, para mostrar su mirada, su gesto y su cuerpo, alejado de lo que conocemos de él, filmándolo al natural, no como una celebridad, sino como un ser humano, como hizo John Ford con El joven Lincoln  o Spielberg con el mismo personaje en Lincoln (2012), o Sorrentino con Andreotti en Il divo (2008), o Sokurov en su trilogía sobre las figuras políticas del siglo XX, en Moloch, Taurus y Sol, o Albert Serra con sus retratos sobre figuras históricas, extrayendo la esencia de la figura, en muchas ocasiones muy alejada de la imagen que teníamos. También, la película se acerca al espíritu de Vincere (2009), en la que Bellocchio se acercaba a la figura de Mussolini a través de su amante Ida Dasler, o las películas de Oliver Stone sobre figuras políticas, desde Nixon (1995) pasando por Fidel Castro o Hugo Chávez, o JFK (1991), con la que guarda algunas similitudes, como la utilización de imágenes de archivo reales con las imágenes de ficción de la película, creando un retrato inteligente y audaz que, no sólo aporta una verosimilitud extraordinaria a todo lo que se cuenta, sino que involucra de una forma humanista a los espectadores.

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Amén de la interpretación asombrosa y naturalista de una inmensa Natalie Portman, que hace un retrato excelente de Jacqueline Kennedy, mostrándonos una persona como nosotros, con sus defectos y virtudes, fuera del foco, caminando como una sonámbula en medio del caos que reina en su vida en esos tres días infernales que tuvo que (sobre)vivir como fuese. A su lado, brillan Peter Sarsgaard como Bobby, Greta Gerwig (la heroína del cine Baumbach) aquí como la asistenta de la primera dama, y John Hurt, en una de sus últimas apariciones, como el cura que habla con Jackie para darle un poco de luz en esos días tan oscuros. La fotografía de Stéphane Fontaine (habitual de Desplechin) con tonos opacos, en un ejercicio de luz naturalista ejemplar, y el montaje, mezclando tomas largas con planos medios, obra de Sebastián Sepúlveda, que ya estuvo en El club, y la producción del habitual de Larraín, Juan de Dios Larraín, y el cineasta Darren Aronofsky, hacen de Jackie una película cercana, mostrando una mujer próxima, con dudas y conflictos interiores, que debe seguir con vida después del naufragio, una mujer serena, perdida que, deberá lamerse sus heridas y seguir en pie, con dignidad y enfrentándose a todos, y sobre todo, a ella misma para seguir caminando.

Hotel Europa, de Danis Tanovic

cartel-hotel-europa-hdEUROPA, AYER, HOY Y SIEMPRE

Nos encontramos en el Hotel Europa (localizado en el Hotel Holiday Inn de Sarajevo inaugurado para las olimpiadas de 1984) el día 28 de junio de 2014. En el hotel reina un estado de ebullición tremendo, se preparan para los fastos del 100º aniversario del asesinato en la ciudad del archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio Austro-húngaro en manos del nacionalista serbio-bosnio Gavrilo Pincip, que desencadenó la Primera Guerra Mundial. La acción se abre en la azotea, cuando una periodista Vedrana entrevista a expertos en la materia sobre el fatídico suceso y su importancia en la Europa de hoy en día. De ahí, pasaremos a diversos espacios del hotel donde los empleados se debaten entre la huelga y los entresijos oscuros del gerente. De esta manera, tan convulsa y guerrera, se abre el nuevo trabajo de Danis Tanovic (Zenica, Bosnia, 1969) el 7º de su carrera, una andadura que arrancó de manera brutal, cuando en 1992, mientras estudiaba, se vio sorprendido por el estadillo de la guerra de los Balcanes, y se unió a un grupo de filmación que acompañó al ejército bosnio.

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La guerra y sus consecuencias en la cotidianidad del ser humano ha estructurado la filmografía de Tanovic desde su primer largometraje, En Tierra de nadie (2001) en la que planteaba un conflicto entre un soldado bosnio y serbio, y cómo actuaban de forma partidista la ONU y los periodistas, que se llevó los premios internacionales más prestigiosos, incluso participó en la película colectiva sobre el 11 de septiembre, en el 2002, en la que homenajeaba a las víctimas bosnias de Srebenica, hizo un paréntesis en el 2005 con L’enfer, en la que abordaba un drama de abusos en el seno de una familia en un guión escrito por Kieslowski, pero en el 2009, volvía con Tiger, en un conflicto bélico, ahora con dos periodistas y la guerra del Kurdistán, en Cirkus Columbia (2010) y en Baggage, un año después, colocaba el foco en los días del inicio de la guerra, en 1991, con la vuelta de un emigrado y sus éxitos, en la primera, y en la segunda, filmaba la vuelta de alguien después de la guerra. En La mujer del chatarrero (2013), galardonada en Berlín, exploraba la falta de cobertura sanitaria en una familia gitana sin recursos, tema que volvió a profundizar en Tigers (2014), pero esta vez en la India, en la que un hombre alzaba su voz contra un medicamento fraudulento.

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En Hotel Europa, y tomando como referencia la obra de Bernard Henry Lévy, nos habla de una serie de personajes que en cierto modo, se mueven bajo sus intereses personales, unos oportunistas que trabajan para sí mismos. Desde la periodista, Vedrana a la caza del testimonio que ayude a subir su programa, el idealista perdido que representa Gavrilo Princip, descendiente de aquel que asesinó al archiduque en 1914, la responsable de recepción Lamija que, obedece sin plantearse nada más que su éxito personal, se verá envuelta en la huelga cuando su madre, que pertenece a esa generación activista rota por la guerra, es nombrada cabecilla de la huelga, el gerente Omer, hombre de poder sin escrúpulos, que abusa de Lamija, y recurrirá al gánster, dueño del striptease en el sótano del hotel, y sus matones, para impedir la rebelión de unos empleados que llevan meses sin cobrar. Ante este panorama de miseria moral y servidumbre, llega el vip francés, el diplomático que ensaya su discurso de conmemoración que, apenas entiende lo que pasa, ni parece interesarse mucho por su alrededor, una metáfora y ejemplo devastador de la idea que tiene la Europa de Bruselas, la del poder económico, sobre Sarajero, Bosnia, y los Balcanes.

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Tanovic describe la situación política europea, pero no sólo la que vivimos diariamente, sino la de siempre, la de ayer, y si no lo remediamos, la del futuro que vendrá con la ascensión de los fascistas. Su discurso político es contundente y demoledor, no deja títere con cabeza, su cámara sigue, a través de tomas largas y en tiempo real, a sus moribundos e inquietantes personajes por los pasillos del hotel (un estilo con el aroma del Renoir de La regla del juego o el universo de Altman, y sus estupendas disecciones sobre la moral de los individuos) entrando en la recepción, en la cocina, la lavandería, el local de striptease, sumergiéndose en las entrañas de un lugar inquietante y sombrío, que tuvo mejores días, alegoría de esa Europa que aparentemente aboga por la unión y la fraternidad de todos sus pueblos, pero que en el fondo, esconde una realidad siniestra y maquiavélica en la que unos mantienen el poder, y otros obedecen sin rechistar, pagando las terribles consecuencias económicas de los que los pisotean.