Entrevista a Lucio Castro y Ramón Pujol

Entrevista a Lucio Castro y Ramón Pujol, director y actor de la película “Fin de siglo”, en el marco de L’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, en el hall del Teatre CCCB en Barcelona, el viernes 15 de noviembre de 2019.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Lucio Castro y Ramón Pujol, por su tiempo, amistad, generosidad y cariño, y a Maite Robles de Filmin, por su tiempo, amabilidad, generosidad y cariño.

Fin de siglo, de Lucio Castro

EL AMOR Y EL TIEMPO.

 “Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”

Mario Benedetti

La película arranca como esas películas de Rohmer en las cuales un personaje llega a una ciudad, en este caso Barcelona, se aloja en un piso, y callejea por sus calles, mirando a su alrededor, con tiempo para disfrutar de ese ambiente tranquilo, relajado y suave. Un prólogo en silencio, donde solo escuchamos el sonido de la cotidianidad del protagonista y la calle. Pero, pronto las cosas cambian, el visitante de nombre Ocho, se tropezará con Javi, y disfrutarán del sexo. Luego caminarán por la ciudad, por esa ciudad alejada de turistas, visitarán algún museo que otro, y divisarán la ciudad desde lo alto mientras comparten un queso y unos vinos, y además, hablarán de lo efímero de la existencia, los estados inciertos de cada uno y sus estados emocionales actuales. El director Lucio Castro (Buenos Aires, Argentina, 1975) después de una interesante trayectoria en el cortometraje, realiza una ópera prima repleta de hallazgos formales y visuales, contándonos varias películas dentro de una, con ese prólogo silencioso y enigmático, de un extranjero que llega a una ciudad que conoce, que desconocemos que hará y con quién se encontrará, casi como una película de misterio a la antigua usanza, luego, nos introduce en una historia de amor de chico conoce a chico, situándolo en un estilo cercano y sencillo, donde sus personajes hablan de la vida, de la existencia y demás, todo con un aire del aquí y ahora.

Aunque en un segundo bloque, el relato novedoso y peculiar, muy alejado de las típicas love story, nos traslada veinte años atrás, cuando Ocho y Javi se conocieron, mientras en otras circunstancias, y con el final de siglo, el 1999 a las puertas, donde los dos jóvenes tenían, como suele pasar, otras inquietudes profesionales y emocionales. A partir de ese instante, la película entra en otra dimensión, donde todo es posible, en que el tiempo y el espacio dejan de tener esa solidez tangible y se convierten en algo más nebuloso y especial, donde las cosas cambian de forma y estado, entre ese camino donde la película con tintes fantásticos, peor muy íntimos, conjuga a sus personajes y sus estados en otra cuestión, los lleva a convertirlos en otros, o simplemente, los introduce en esas vidas que no vivimos, en esos instantes que imaginamos peor que nunca vivimos o sí, porque el relato plantea una vida vivida o no, y aquella que vivimos o no, lanzando caminos abiertos que quizás caminemos alguna vez o quizás ya los hemos caminado en sueños.

Castro convierte su película en un relato romántico con ese aroma de la trilogía de Linklater con Hawke y Delpy, y esas derivas emocionales de una pareja a lo largo de su relación, o los universos reales e imaginarios de Gondry o Charlie Kaufman, mezclado con ese tipo de películas queer al estilo de Weekend, La herida o 120 pulsaciones por minuto, donde hay situaciones y personajes veraces, íntimos y actuales. El argentino Juan Barberini y el catalán Ramón Pujol  se meten en la piel de dos personajes sinceros y cercanos  que encarnan a la perfección la naturalidad y la complejidad de sus roles, y dándolo todo en las secuencias de sexo, mostrando su capacidad para mostrar esa relación fugaz o no, donde hay tiempo para la intimidad más sexual y pasional. Y Mía Maestro, la interesante actriz argentina, aquí da vida a uno de esos personajes que actúan como punto de inflexión para el devenir de los personajes principales, convirtiéndose en una especie de nexo común con los relatos que experimentan Ocho y Javi.

Una película alejada de estereotipos y corrientes del momento, centrada en saborear como una dulce brisa de primavera todo aquello que nos cuenta, en un marco sencillo y evocador, que se aleja de esa Barcelona asfixiada por el turismo invasor, yéndose a otros lugares más mágicos y naturales como el jardín botánico o el museos, como ese gran instante que viven los dos protagonistas que frente a un cuadro sobre una batalla, ocho explica que cuántos relatos de personas le hicieron falta al pintor para mostrar una batalla que no vivió. Una cinta pequeña pero emocionante, que se ve y experimenta desde diferentes tipos de miradas, que sabe captar ese tiempo incierto donde todavía andamos perdidos, andamos sin rumbo, donde todavía no sabemos qué hacer y sobre todo, nos inquieta que será de nuestras vidas, de todas aquellas personas que pasarán por nuestras vidas, algunas se quedarán, pocas, y las demás se irán para siempre o no, del amor fugaz o aquel que aguantará algo más, de las idas y venidas vitales, emocionales y sentimentales, de quiénes somos y sobre todo, que será de nosotros, de todas esas decisiones que decidirán nuestras existencias. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA