“Es cierto que el barrio está un poco en mal estado, pero aquí vivimos todos juntos. En las torres estaremos solos frente al televisor”
Un plano general nos da la bienvenida a la película, un plano parecido nos despedirá al final de su metraje. Un plano general y cenital, en el que observamos edificios blancos y muy modernos, que dan paso a un barrio subterráneo, oscuro y lleno de inmundicia, anclado en un agujero gigantesco, último reducto de lo que fue la ciudad. Un plano que evidencia y se erige como la mejor definición de lo que la película quiere contar, y además, supone todo un gesto político y humanista ante la industrialización deshumanizada de la China contemporánea, un país sumido en la vorágine de construcción desorbitada, con el único objetivo de eliminar lo pasado y viejo para abrir innumerables ventanas a aquello nuevo, blanco y bello. Una decisión para convertirse en la corriente postmodernista de esta era que vive por y para la mercantilización y capitalización de todo, absolutamente todo, sin ningún mínimo de conciencia social hacia el pasado, hacia lo artesanal y lo popular, sólo quieren edificios uniformes y estáticos para habitar a la población, y centros comerciales, donde esa población se gaste su dinero, y vuelta a empezar. Para hablar de estos cambios profundos y veloces de la arquitectura y la economía china, el cineasta francés Hendrick Dusollier, siempre comprometido en documentar los cambios económicos de los países a través de los cambios en sus barrios populares, encontró en Shibati, un barrio en descomposición en la ciudad de Chongqing (unas de las ciudades que mayor densidad de población está sufriendo en los últimos años) el mejor ejemplo para hablarnos de estos cambios en la política china de construcción y desarrollo.
Dusollier, en apenas una hora de película, camina por las calles sucias y desiertas de un barrio al que hay que acceder bajando unas escaleras (indudable metáfora para comprender que todo lo antiguo se está sepultando bajo tierra en la China actual) en el que observamos un espacio ruinoso, un lugar con pocos habitantes, un lugar que antaño fue uno de los barrios más populares de la ciudad, donde se concentraban innumerables comerciantes y la vida crecía a raudales por sus calles, casas y vegetación. La película se mueve por sus estrechas callejuelas, parándose a hablar con unos y otros, hasta que da con algunos personajes, como el barbero que vive con su madre, que nos habla del esplendor comercial de antaño del barrio entre la melancolía y la resignación por los nuevos tiempos, aunque serán dos personajes, Zhou Hong, un niño de 9 años que ayuda a su madre a vender, sus padres esperan la asignación de la nueva vivienda para abandonar el barrio, y además, el niño se siente fascinado por “Luz de Luna”, el nuevo centro comercial blanco y luminoso, todo un reflejo del nuevo orden económico.
El otro personajes es Xue Lian, una anciana recolectora de toda clase de objetos, cachivaches y demás artilugios que se va encontrando (que guarda cierto recuerdo al señor de los encantes de Barcelona que retrató Mercedes Álvarez en Mercado de futuros) la mujer nos enseña sus objetos como obras únicas, amontonadas y desperdigadas por su casa, un espacio laberíntico y desordenado, donde la vida se cuela por cada rincón, la señora nos cuenta el origen de cada objeto y muestra resignación sabiendo que tendrá que dejarlos ya que en el piso moderno de su hijo no tendrán sitio. Dusollier desarrolla su película a lo largo de un año, en tres instantes separados en seis meses, viendo los cambios que se van produciendo, en el que retrata el barrio a través de sus últimos moradores, que nos muestran los recovecos y espacios ocultos del lugar. El director francés muestra este singular y único espacio desde el que observa, el que mira las cosas a través de aquellos que más las conocen, cediendo la palabra a estos dos personajes, tan peculiares y significativos de la memoria del barrio, completamente extrapolable al devenir de China. Memoria y futuro condensados en dos miradas, dos formas de ser y vivir. El niño, fascinado por los nuevos edificios y los colores de la modernización, y en cambio, la abuela, que ha vivido toda la vida en el barrio, tiene que aceptar el dolor de dejar el espacio que ha sido su vida desde niña, conociendo los años en que el barrio era el centro de la ciudad, y ahora, arrinconado y en vías de desaparición por la vorágine psicótica de construir y construir.
La anciana sabe lo que pierde y es consciente que ese nuevo mundo es cambiante, es un mundo en el que ella se siente extraña, diferente, extranjera, y sobre todo, un mundo no mundo, completamente deshumanizado, en el que las viviendas son idénticas, donde la vida nunca entra en esas cuatro paredes, donde no hay vida en sus calles modernas, si no es para entrar en esos centros comerciales y gastar. Un mundo bello en apariencia, muy moderno, pero vacío y sin alma, en el que todo vale si es para producir dinero, donde los más desfavorecidos y los invisibles, aquellos que viven en los márgenes, ocultos, ya no tienen cabida, y se les desplaza de sus hogares populares de toda la vida, arrebatándoles los barrios de toda su vida, y ubicándolos en nuevos espacios, espacios siniestros, donde los niños no juegan en la calle, donde las tiendas de toda la vida del barrio han dejado paso a cajeros automáticos o establecimientos especializados sin vida, donde el trato íntimo y personal con el cliente ha desaparecido, donde ya nada atiende a lo humano.
El pasado 27 de mayo, después de diez intensos de cine, se cerraba la XXI edición del DOCSBARCELONA. Festival Internacional de Cinema Documental. Adoptando el título de MIRADAS INQUIETAS, el festival arrancó con los encuentros profesionales que albergó el mercado, un espacio de debate y conocimiento en el que los proyectos llegan cargados de ilusión en busca de la ansiada financiación. También, hubo encuentros con cineastas, y masterclass, en las que se habló largo y tendido del estado actual del cine documental, sus formas de financiación, y sus temáticas, que siguen caminando hacía la denuncia social y los conflictos humanos, y el análisis de un mundo muy capitalizado, injusto y deshumanizado. El jueves 17 de mayo con la película Petitet, de Carles Bosch, quedaron inauguradas las proyecciones cinematográficas que se llevaron a cabo en los lugares acostumbrados, las dos salas del club Aribau, y en el auditori y teatre CCCB. Díez días intensos de cine, en las que se contó con innumerable presencias de los directores de las películas programadas, en las que se dialogó y debatió con un público entusiasmado que llenó las salas y participó en un festival que se ha consolidado como un referente sólido y necesario en el panorama del documental. El domingo se cerró el certamen con la entrega de premios, los diferentes jurados formados entre otros, por destacados cineastas y profesionales del campo documental como Óscar Pérez, Paco Poch, Montse Armengou, Laura Ferrés, etc. Hicieron públicos sus veredictos. El máximo galardón recayó en la película The Distant Barking of Dogs, de Simon Lereng Wilmont, también, hubo mención especial del jurado a Miss Kiet’s Children, de Petra Lataster-Czisch y Peter Pataster, el premio Nou Talent, recayó en la película El espanto, de Martin Benchimol y Pablo Aparo, el premio Latitud se lo llevó Robar a Rodin, de Cristóbal Valenzuela. El premio What the Doc recayó en The Prince and The Dybbuk, de Elwira Niewiera y Piotr Rosolowski. El premio Amnistia Internacional de Cataluña a The Congo Tribunal, de Milo Rau, y finalmente, el premio del público lo conquistó Petitet, de Carles Bosch.
Mi camino por el festival arrancó en la Sección Oficial PANORAMA con WONDERFUL LOSERS, A DIFFERENT WORLD, de Arünas Matelis. El cineasta lituano, consagrado en el ámbito documental a través de cortometrajes que han gozado de gran prestigio internacional, filma su primera película mostrando a los “gregarios” del ciclismo, esos corredores invisibles, alejados de la primera línea, ciclistas aguerridos, doloridos y fuertes que trabajan para otros, para el líder de su equipo, aquel que tiene reservada la gloria. Matelis construye un trabajo riguroso e íntimo sobre la cotidianidad de esos trabajadores del deporte, su labor diaria en las carreras, sus caídas, sus recuperaciones y pone voz a aquellos que no la tienen, a los que trabajan incansablemente por el bien del grupo, concienciados de su cometido, en un trabajo exhaustivo y serio sobre la parte que no vemos del ciclismo, dando visibilidad a todos aquellos que viven de su pasión, pero nunca serán portadas de ningún diario, ni tampoco se llevarán los laureles de la victoria. Seguí con la película BOBBI JENE, de Elvira Lind. La segunda película de la cineasta danesa es un retrato íntimo y sincero sobre una bailarina de danza que, después de diez años de éxito en una compañía de Israel, emprende su aventura en solitario en EE.UU., dejando su vida y su amor, un joven bailarín diez años menor. La película traza un magnífico y valiente retrato sobre la fisicidad y las emociones de una mujer valiente, decidida y fuerte, que deberá enfrentarse a aquello que ha dejado con la incertidumbre del momento, tanto en su vida profesional como personal. La cinta nos habla sobre nuestra pasión, nuestros sueños, y cómo estos chocan con la realidad de nuestro entorno, y las posiciones que optamos cuando parece que todo se vuelve en nuestra contra. Una película sobre el interior de cada uno de nosotros, nuestros sentimientos, y la valentía de afrontar nuestro propio camino, sin puntos de apoyo, lanzándose al vacío emocional, aunque para ello, quizás, tengamos que dejar aquello que más queremos.
EL ESPANTO, de Martin Benchimol y Pablo Aparo. Los artífices de La gente del río, vuelven a la Argentina rural para denunciar las carencias del sistema sanitario del país que olvida a las comunidades más pequeñas y alejadas, pero lo hacen a través del sentido del humor de unas gentes que palian el abandono sanitario con curas y remedios caseros, y una idiosincrasia muy peculiar. Los cineastas argentinos nos muestran el pueblo como si fuera un western, con una forma exquisita, capturando su luz y su paisaje, y nos cuentan, a través de un buen número de entrevistas las diferentes posiciones que existen en el lugar, y la enfermedad llamada “El espanto”, que da título al film, y el personaje quijotesco de Jorge, que según los aldeanos es el único que lo cura, uno de los habitantes del pueblo más misteriosos y complejos que vive a las afueras, alejado de todos. LAST DAYS IN SHIBATI, de Hendrick Dusollier. A través de las figuras de un niño, un barbero y una anciana, el director francés nos sitúa en un barrio en China a punto de desaparecer, filmándolo en distintos tiempos. Los tres personajes nos muestran sus hogares, sus enseres, sus calles laberínticas y sus gentes, en una película íntima que nos habla de la destrucción de lo antiguo por lo nuevo, en un sistema de crecimiento desorbitado y brutal que elimina sistemáticamente el legado de las ciudades, los barrios populares e históricos para construir grandes edificios de diseño y centros comerciales que hipnoticen a los consumidores. La película es humanista y necesaria, en un mundo cada vez más globalizado e idéntico, que pierde su identidad y su historia en pro a una economía sangrante que deja fuera del progreso a los más desfavorecidos.
OF FATHERS AND SONS, de Talal Derki. El cineasta sirio vuelve a su país para situarnos en la intimidad de una familia donde el padre es miembro de Al-Qaeda. La cámara captura la cotidianidad de este soldado de la Jihad y sus hijos, que son entrenados para seguir los pasos del padre. Derki nos muestra la complejidad de la situación de Siria, la guerra, las decisiones, y el nivel de politización y religiosidad que muestra la película. Una película durísima, sin concesiones y brutal sobre lo íntimo de la guerra, del fanatismo y la lucha armada para salvar a la patria. Derki muestra las consecuencias de la lucha jihadista, mezclado con los juegos infantiles de los niños y sus pensamientos, en un entorno devastado, desolador y podríamos decir con un futuro muy incierto. OVER THE LIMIT, de Marta Prus. La película sigue la cotidianidad de los entrenamientos de Margarita Mamun, una gimnasta rítmica del equipo ruso, en el año de preparación de los Juegos Olímpicos de Río en 2016. Las exigencias y los duros entrenamientos de la entrenadora y coordinadora, convierten en una especie de vía crucis la existencia de la joven gimnasta en el final de su carrera deportiva. La directora polaca filma un retrato íntimo y diario sobre la parte que no vemos del deporte, la cara amarga y dolorida de un objetivo, y las diferentes formas que tienen los responsables de convertir en campeones a sus pupilos. Una película honesta y brutal, que nos habla de nuestros propios límites, de hasta dónde somos capaces de llegar para convertir nuestro sueño en realidad, y sobre todo, cómo nos afecta en nuestra vida personal nuestra carrera deportiva.
Para finalizar la Sección PANORAMA, me acerqué a SILVANA, de Mika Gustafson, Olivia Kastebring y Christina Tsiobanelis. La película de las tres cineastas suecas, que debutan con este trabajo, en el que siguen de forma íntima y sincera a Silvana, una cantante rap reivindicativa, lesbiana y feminista, desde sus primeros pasos hasta convertirse en un icono contemporáneo en los países escandinavos. La cinta captura su intimidad, sus orígenes humildes, su familia, y su historia de amor con una cantante pop, y lo hace a partir de un ritmo endiablado, cercano y musical, donde entramos en el backstage de la vida de Silvana, su entorno y sus reflexiones ante la vida, el amor, el racismo y demás conflictos, tanto personales como profesionales, como el tiempo que dejó su carrera para retirarse y volverse a reconstruir, agobiada por su fulgurante éxito. Un documento magnífico y honesto sobre nuestra fuerza, valentía y dedicación a nuestra pasión como vehículo para denunciar las injusticas y humillaciones que vivimos en nuestra vida. De la Sección Oficial LATITUD, arranqué con la película EXPERIMENTO STUKA, de Pepe Andreu y Rafa Molés. Tercera película de los directores valencianos, donde se centran en un caso histórico, cuando en plena Guerra Civil Española, unos aviones nazis bombardearon cuatro pueblos de Castellón dejando 38 muertos. La película abre muchos frentes, desde la investigación de los hechos viajando a distintos lugares de España como de Alemania, por parte del Grupo de memoria de uno de los pueblos, hasta entrevistar a los supervivientes, y filmar los lugares en la actualidad, en un estupendo documento sobre la memoria histórica, sobre lo humano y sobre lo que hemos sido y hacía adónde vamos. Una película necesaria, didáctica y valiente que da voz y sobre todo, visibilidad, a uno de los casos olvidados en el tiempo y que desgraciadamente, afectó a tantas personas inocentes.
HAYATI (MY LIFE), de Sofi Escudé y Liliana Torres. La película es un retrato íntimo de una de las familias de refugiados de la guerra de Siria. La imagen de Ossamah y su hijo zancadilleados por una reportera en la frontera húngara, lo convirtió en uno de los momentos más espantosos de la huida, aunque le permitió venir a España y entrenar a un equipo de fútbol. A través del propio Ossamah, y el resto de su familia atrapada en Turquía, y algunos de los futbolistas que entrenaba en Siria, la película hace un retrato de las calamidades y humillaciones que viven los refugiados, y los problemas personales a los que deben enfrentarse en su cotidianidad. Una película que huye del sensacionalismo o de cualquier tipo de posición política, centrándose de forma sencilla y honesta en la humanidad de los personajes, en lo que no vemos de los refugiados, a los que los medios de comunicación olvidan una vez pasó el suceso. LADRONES DE TIEMPO (TIME THIEVES), de Cosima Dannoritzer. La prestigiosa documentalista alemana nos sumerge en un elemento sumamente importante en nuestras vidas cotidianas y al que quizás, no teníamos tan presente: el tiempo. Ese espacio enormemente valioso, pero que las grandes empresas nos lo roban realizando tareas que antes hacían empleados suyos. Dannoritzer viaja por el mundo, investigando y reflexionando con expertos en la materia, para construir un magnífico documento sobre el tiempo convertido en pura mercancía, en un saco de dinero. Desde las tareas más cotidianas hasta las maratonianas jornadas de trabajo en Japón para ganar más dinero y conseguir los objetivos que exige la empresa, pasando desde lo más banal a lo más complejo, en una película que denuncia casos de robo del tiempo, y nos interpela a los espectadores a reflexionar profundamente sobre el valor de nuestro tiempo y cómo sacarle el máximo rendimiento para mejorar nuestra vida.
Cerré la Sección LATITUD con la película ROBAR A RODIN, de Cristóbal Valenzuela. A través del robo de una estatua de Rodin, sucedido diez años atrás en Chile, el cineasta chileno traza un caleidoscopio donde habla con el ladrón de la pieza y algunos implicados en el caso, para hablarnos de los límites y contradicciones del arte contemporáneo, todo ello contado como si fuese una trama detectivesca, al más puro estilo de cine negro, donde lo absurdo y lo ridículo entran en escena, en una película divertida y didáctica, sobre la naturaleza del arte, su impostura y su posición en la sociedad actual, y cómo todo esto dialoga con el público, aquel que se acerca al mundo del arte desde una perspectiva ignorante y curiosa, sin conocer realmente la profundidad o no de la obra, sea expuesta o su ausencia. En la Sección Oficial WHAT THE DOC, la que el festival dedica a las propuestas más personales, arriesgadas y diferentes, me acerqué a THE CONGO TRIBUNAL, de Milo Rau. El director suizo con una gran experiencia en ámbitos como el documental, el teatro o la literatura, nos sumerge en una película diferente, en un experimento, en formar un tribunal ficticio, pero real, en el que intervienen investigadores, analistas, verdugos y víctimas de la guerra civil del Congo, una de las regiones que alberga grandísimas cantidades de materias primas necesarias para construir la alta tecnología del mundo occidental. Rau da voz a todos, y consigue sumergirnos y sobre todo, visibilizar y abrir puertas sobre el conflicto que tantas vidas se ha llevado por delante. Es una película sobre África, sobre las actividades de terror de grandes empresas extranjeras para colonizar países y empobrecerlos extrayendo sus materias primas y expulsando a los lugareños, siempre con el beneplácito de gobiernos corruptos. Una cinta necesaria y valiente, que denuncia los abusos de siempre, y al parecer, por desgracia, abusos que continuaran produciéndose, ya que la comunidad internacional mira hace oídos sordos.
THE PRINCE AND THE DYBBUK, de Elwira Niewiera y Piotr Rosolowski. Los dos directores polacos rescatan la figura de Michael Waszynski, fallecido a mediados de los cincuenta como príncipe, en una película caleidoscópica que se mueve por diferentes tiempos y lugares, desde los inicios humildes en Ucrania, luego convertido en un aristócrata polaco, hasta convertirse en un cineasta que llegó a ser uno de los grandes productores de Hollywood. Un fascinante documento sobre la realidad y la ficción, la identidad, la mentira, y la construcción de una vida diferente, extraña y peculiar para esconder su verdadera identidad y ser otro, alguien que amaba el lujo, las formas antiguas, era homosexual y además, fue marido de una condesa italiana, algo así como una versión de La condesa descalza, pero en masculino, en el que la propia vida se convierte en una gran obra de ficción, donde no sabemos qué parte es real o ficticia. THE WHITE WORLD ACCORDING TO DALIBOREK, de Vít Klusák. El director checo construye un retrato sobre Daliborek, un tipo de casi de cuarenta años, soltero, que trabaja como pintor industrial, vive con su madre Vera, y se declara nazi, con un odio enfermizo y brutal hacía lo diferente. Klusák plantea un documental muy ficcionado, en el que a través de una serie de actividades, juega con la tragicomedia para explorar los sentimientos y reacciones de Daliborek. Quizás la película abusa de la caricatura, y convierte a Daliborek y los suyos, en meros personajes más allá de lo ridículo, en el que echamos en falta más complejidad emocional y una exploración del mundo interior de todos ellos. En la parte final de la película con el viaje a Auschwitz, la película adquiere una dimensión interesante, enfrentando las ideas fascistas de Daliborek con una superviviente del horror nazi, y es ahí donde la película adquiere todo su sentido.
Cerré la Sección con TREBLINKA, de Sérgio Tréfaut. El experimentado documentalista brasileño se basa en las memorias de Chil Rajchman Treblinka: la memoria de un superviviente, un judío polaco que logró escapar del horror nazi, para construir un interesante y necesario ensayo en el que convergen varios elementos, donde el pasado del holocausto remite al presente de los refugiados, en el que a través de una forma, en ocasiones abstracta, en la que utiliza cuerpos desnudos, o las miradas y gestos cotidianos de una anciana, mientras viajan en tren por Europa con destino a Treblinka, en el que el director juega con los espacios interiores, y el exterior hibernal y lleno de niebla, en el que los errores se repiten en bucle, y la memoria nos viene a rendir cuentas de un continente a la deriva y sin futuro. Mi viaje por el certamen finalizó con la película MIES ON SCENE. BARCELONA EN DOS ACTES, de Pep Martín y Xavi Campreciós. Un documento interesante y magnífico sobre el pabellón Mies van der hoe de Barcelona, explorando su construcción original en 1929 para la Exposición Universal, y su posterior reconstrucción en 1986, en la que expertos en arquitectura mundiales, participantes en la reconstrucción y estudiantes, dialogan sobre la complejidad del pabellón, su creación, su construcción y demás peculiaridades que la han transformado en una obra única y además, en un símbolo para la arquitectura moderna, un lugar donde el tiempo parece detenerse, debido a sus estructuras, diseño y espacio, donde nada está al azar, en el que cada objeto e idea significa algo, o así lo piensan los diferentes testimonios que lo atestiguan. Hasta aquí mi camino por el festival, un viaje que empezó cargado de ilusión y entusiasmo, y acabó de la mejor de las maneras, lleno de emoción desbordante, convencido de haber asistido no sólo a una fiesta del cine documental, sino también a una emocionante y muy agradable reunión de amigos, llena de interesantes propuestas que nos hacen la vida mejor y sobre todo, nos muestran realidades inquietas, arraigadas, doloridas, reivindicativas, amargas, feministas, cotidianas, ocultas y silenciadas por unos medios dominados por el capital, y conocer esas realidades nos aleja de la comodidad capitalista, y nos agita, nos despierta y nos devuelve la mirada del otro, llenándonos de sentimientos que nos hacen sentirnos más llenos de vida y algo más felices.