Desde el primer instante La historia de Souleymane, de Boris Lojkine (París, Francia, 1969), nos sitúa en el fragor de la batalla diaria de su protagonista, un guineano que pedalea por las densas calles de París llevando envíos de un lugar a otro. Su realidad es invisible en todos los sentidos. Pedalea y trabaja para otro que a cambio de un dinero le cede su imagen, es decir, su visibilidad, porque el joven vive y trabaja sin papeles. En tres días tiene la entrevista para regularizar su situación, que intenta aprenderse su relato de refugiado político a través de la experiencia de otro a cambio de dinero, of course. Una realidad impostada, una no realidad que Souleymane sobrevive en plena agitación, donde lo físico impera sobre todo lo demás, de aquí para allá, sin movimiento. Las únicas pausas llegan de noche, cuando el inmigrante debe buscar un lugar donde dormir. Cada día, cada noche es una forma de subsistir en una urbe donde los que hay como él, intentan aguantar aunque no resulta para nada fácil. La vida de este joven es una más de todas esas vidas que nos cruzamos a diario en nuestras ciudades, vidas no vidas.
La relación con África en el cine de Lojkine es muy importante, ya que sus anteriores trabajos versaban sobre ese continente y sus consecuencias. En su ópera prima Hope (2014), se centraba en la odisea de una nigeriana y un camerunés que deambulaban por el norte de África intentando llegar a Europa. En Camille (2019), la cosa iba sobre una fotógrafa idealista en la República Centroafricana donde se topa con una realidad muy distinta. Después de transitar por el territorio africano, ya sea desde la posición africana y europea, ahora se centra en la mirada africana en Europa, y más concretamente en París, y lo hace con un guion coescrito junto a Delphine Agut, desde la intimidad y la realidad de un inmigrante más, escuchando su respiración y agitación constantes, sin caer en el sentimentalismo ni la condescendencia, sino creando un retrato veraz, honesto y humano, situando su cámara a la altura de sus ojos, en un formato que cierra el plano y por ende, el espacio, el 1,66:1 ayuda a seguir sin pestañear los tres días intensos y difíciles en la existencia de Souleymane con su bicicleta, el único tesoro físico que tiene, y su ilusión o no de quedarse en la France, como espeta en algún instante, más casi como un lamento que una necesidad de su error al viajar a Europa.
A partir de una cinematografía de verdad, es decir, sin florituras y demás adornos que intenten crear una ilusión falsa y panfletaria, donde prima lo crudo sin ser tremendista, que firma Tristan Galand, que tiene en su haber varios documentales y trabajos con la cineasta Pauline Beugnies. La ausencia de música extradiegética que se suple con temas que añaden esa sensación de fisicidad y a contrareloj que tiene toda la película, en la que el sonido resulta crucial para el devenir de la película en la que aparecen tres cabezas visibles conocidos del director ya que estuvieron en Camille, como son Marc Olivier-Brullé, Pierre Bariaud y Charlotte Butrak construyendo una banda sonora brutal y compleja capturando todos los sonidos y ruidos de la cotidianidad del joven guineano. En el montaje encontramos a otro cómplice del director parisino como Xavier Sirven, del que también lo conocemos por su trabajo en Padre y soldado (2022), de Mathieu Valdepied con un estelar Omar Sy como protagonista. Una edición muy certera y sólida en sus 93 minutos de metraje en la que todo ocurre a partir de una agitación muy asfixiante, donde todo va a gran velocidad, muy deprisa, sin descanso, a partir de cortes abruptos y planos secuencias en modo laberíntico sorteando objetos y personas.
En el campo artístico también va en consonancia con la idea de veracidad y realidad que busca la película, por eso la elección de Abou Sangaré para dar vida a Souleymane como ya hiciese Boris Lojkine en la citada Hope, donde sus protagonistas también eran intérpretes naturales. Una interpretación magnífica para alguien que había trabajado como mecánico, en una composición brutal, sin concesiones y compleja en la que aporta una mirada, un gesto y unos silencios sinceros y nada impostados. Una gran elección por parte del director ya que es capital en la historia, porque la vemos y oímos a través de él. Le acompaña Nina Meurisse como agente de la Ofpra, que vuelve al universo Lojkine ya que fue la fotógrafa idealista de Camille, participando en una de las secuencias clave en la trama. Otros actores naturales acompañan al protagonista, también sin ninguna experiencia anterior como los Alpha Oumar Sow, Emmanuel Yovaine, Younoussa Diallo y Gishlain Mahan, entre muchos otros, reclutados en un casting laborioso que vienen, como el caso de Sangaré a través de asociaciones de guineanos y otros colectivos.
No se pierdan una película como La historia de Souleymane, porque verán sin adornos ni mensajes buenísimos una realidad muy invisible y muy real que transita por las calles y barrios de París, y de otra cualquier urbe europea, donde no hay buenos ni malos, sino una realidad donde los inmigrantes más antiguos se aprovechan de la situación de los recién llegados, que da una visión real y triste de la condición humana, tan interesada y aprovechada, y con poca humanidad, al igual que las leyes de Francia, donde tratan a los inmigrantes como invasores más como personas que han dejado sus nulos futuros naturales para lanzarse a un viaje peligroso y que los que llegan se enfrentan a la ilegalidad, a las prisas y a la invisibilidad y a ser tratados como delincuentes. En fin, nos encanta conocer nuevas culturas pero no verlas en la puerta de casa. Nos quedaremos con el nombre de Boris Lojkine que, después de ver su tercer largometraje como director, el primero que ve servidor, me han quedado ganas de ver sus otros trabajos, porque en este sabe adentrarse en una realidad que duele, en una triste realidad que nos vapulea las conciencias, que está ahí y que no queremos verla, queremos seguir con nuestras vidas, con nuestras cosas y sobre todo, disfrutando de nuestros privilegios sin importarnos cuáles son sus orígenes, porque no nos gustaría saberlo o simplemente, hacemos por ignorarlo como hacemos con personas como Souleymane. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
El pasado domingo 6 de mayo, cerró sus puertas la VIII Edición del Festival Internacional de Cinema d’Autor de Barcelona. Después de 10 intensos días de cine, presentaciones, mesas redondas, jornadas profesionales y demás actividades relacionadas con el mundo cinematográfico. La retrospectiva de este año estuvo dedicada al cineasta japonés Nobuhiro Suwa, las secciones, como vienen siendo habituales, se dividieron en Direccions, Talents, Transicions y Un impulso colectivo, comisariado por Carlos Losilla, y se volvió a apostar en un par de sesiones compuestas de cortometrajes. Como ocurrió el año pasado, el D’A volvió a hacer el Tour donde algunas películas del festival se podrán ver fuera del epicentro Barcelona. La noche del sábado, en el Teatre CCCB, antes de la película de clausura, se entregaron los galardones: El Premio Talents recayó en Village Rockstars, de Rima Das, y Con el viento, de Meritxell Colell, y 3/4, de Ilian Meleve, se llevaron sendas menciones especiales. El Premio de la Crítica fue a parar a Trinta Lumes¸ de Diana Toucedo, y Ava, de Sadaf Foroughi, se llevó una mención especial. La Sala Jove, novedad de este año, dirigido especialmente para un público de 16 a 25 años, desarrollado por la asociación A Bao A Qu (los impulsores de Cinema en Curs) y Moving Cinema, en la que hubo talleres, otorgó su premio a Night is Short Walk on Girl, de Masaaki Yuasa, y finalmente, el Premio del Público recayó en A Ciambra, de Jonas Carpignano. Premios que dieron carpetazo a un sinfín de actividades para todos los paladares, en un festival que después de 8 años, viene dedicándose al cine resistente, diferente, reflexivo y contundente, consolidándose en una ciudad en la que existe un público interesado por este cine, y ha hecho de esta cita, a comienzos de primavera, una concentración del cine que ha dejado huella en los festivales más prestigiosos de todo el mundo.
Mi aventura en el D’A arrancó con la retrospectiva dedicada a Nobuhiro Suwa, viendo en la Filmoteca de Cataluña, EL LEÓN DUERME ESTA NOCHE, de Nobuhiro Suwa. https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/04/27/el-leon-duerme-esta-noche-de-nobuhiro-suwa/. Continuó con INVISIBLE, de Pablo Giorgelli. Después de la estupenda Las acacias (2011) que se alzó con la Cámara de Oro de Cannes, el director argentino nos vuelve a asombrar con un delicado y formalista retrato de una adolescente y su deambular por una sociedad en la que se siente desamparada y muy sola, la depresión de su madre no ayuda, y su trabajo palian en cierta manera su subsistencia. Todo se complicará con su embarazo que escenificará su soledad y vacío, en una película que ahonda en los problemas sociales, en las injusticias legales, haciendo un retrato sincero y alejado de los cánones de la sensiblería, haciendo hincapié en a la situación que se enfrentan tantos jóvenes que deben hacer frente a un sistema demasiado ensimismado en las cifras económicas y alejado de los problemas reales de su ciudadanía, en una película sencilla, a la que seguimos el caminar y el silencio de Ely (maravillosa la interpretación de la debutante Mora Arenillas) arrastrando su indefensión, su culpa y su falta de apoyos. Dentro de la misma sección de TALENTS, me acerqué a ARÁBIA, de Affonso Uchôa y Joâo Dumans. Desde Brasil, y muy alejada de los estereotipos que nos venden desde el país sudamericano, nos llega un retrato desolador y demoledor de las existencias de las clases más desfavorecidas del país, pero sus directores, que dirigen conjuntamente por primera vez, no lo hacen desde la condescendía ni la compasión, sino desde una película que está contada a través de un diario personal de uno de estos hombres que se ganan la vida trabajando en empleos durísimos y precarios, en una sucia y oscura road movie que, durante 8 años nos lleva por diferentes lugares del entorno rural y más desprotegido, donde veremos también una historia de amor bella y frustrada, que le da un aire de luz, aunque sea mínimo a esta crudísima cinta sobre las condiciones miserables que tienen que soportar tantos trabajados en Brasil.
Seguí con PERSON TO PERSON, de Dustin Guy Defa. La segunda película del cineasta estadounidense recoge lo mejor del indie norteamericano, proponiendo una película muy creativa, libre y divertida que situándonos en Nueva York durante una jornada, nos explica las desventuras de un grupo de personajes en un retrato humano y sensible (cercano al cine de Altman) que van desde un mitómano de los vinilos, una joven becaria que entra a trabajar en un diario, su jefe que quiere impresionarla, un señor mayor relojero que, muy a su pesar, está involucrado en un caso de asesinato. Guy Defa nos habla desde la intimidad y la comedia las diferentes almas que pululan por su relato, sus problemas existenciales, y escenificando los diferentes tipos de caracteres y posiciones ante las situaciones que se van generando. Quizás, este cine independiente de EE.UU. que nos llega suelen parecerse mucho unas películas a otras, como si se hubiese generado una plantilla, aunque siempre resulta estimulante, bien construido y contienen críticas feroces al establishment yanqui. TIEMPO COMPARTIDO, de Sebastián Hoffmann. La segunda película del realizador mexicano nos sitúa en un gran hotel, uno de estos resorts de ciudad de vacaciones, donde a partir de una premisa kafkiana, una familia deberá compartir espacio con otra, además de plantearnos un relato donde también conoceremos a una pareja de empleados que sufrieron una tragedia en el pasado. Hoffmann crítica con dureza y comedia negra las miserias y artimañas del capitalismo y el colonialismo estadounidense, en una cinta sorprendente, divertidísima y desgarradora, que divierte y asusta a partes iguales, en los que sus personajes se mueven entre lo trágico, lo complaciente y la energía en este paraíso que oculta un miserable negocio donde, tanto empleados como clientes, son alimañas entre las fauces de estos monstruos sin escrúpulos que hacen lo posible para engatusar y alimentar de falsas ideas a todos.
VILLAGE ROCKSTARS, de Rima Das. La segunda película de la india es una hermosa y terapéutica historia sobre Dhunu, una adolescente que sueña con tener una banda de rock, pero su entorno no se lo permite, ya que vive en una zona rural de la India, pero hará de sus carencias la mejor manera de supervivencia en un espacio en el que las posibilidades de vida están marcadas por las tradiciones ancestrales. A partir de una mirada sensible y llena de esperanza, Das, nos muestra las condiciones de vida de esta zona rural y los cambios naturales contra los que tienen que batallar diariamente, mezclándolo con la sutil y delicada exploración de ese tiempo de cambios, de transición entre la infancia y el mundo de los adultos, a través de una adolescente que se reivindica como un canto a la vida, a ser uno mismo, y a trabajar por tus sueños por muy inverosímiles y extraños que parezcan, y ante todos los condicionamientos posibles. A CIAMBRA, de Jonas Carpignano. Como ya hiciera en su debut, el director estadounidense afincada en Italia, vuelve a centrarse en una etnia que habita en el extrarradio, contándonos un tremendo y sucio relato de iniciación en el que conoceremos a Pio, un chaval gitano de 14 años que pertenece a una familia anclada en la tradición y el estatismo que viven del hurto. Cuando los cabezas familiares acaban en prisión, Pio, deambulará de un lugar a otro delinquiendo y demostrando a todos que ya no es un niño. Martin Scorsese es uno de sus productores ejecutivos, en un retrato contundente y brutal, con un ritmo endiablado y de gran factura formal que, además de mostrar las condiciones infrahumanas que viven tantos marginados , centrándose en ese tiempo de dejar de ser un niño para convertirse en un adulto, siguiendo la mirada inquieta y curiosa de un chaval que ayuda a mostrar un submundo que habita en los márgenes de la sociedad, y desgraciadamente, suelen traspasar tan a menudo teniendo consecuencias irreparables.
PRINCESITA, de Marialy Rivas. Con un tono muy alejado del que mostraba en su debut, el segundo largo de la chilena es una fábula oscura y brutal sobre la educación y la identidad femenina, en el que una adolescente (espectacular interpretación de Sara Caballero) vive sujeta por los dominios y obligaciones de una secta donde su señor quiere tener un hijo. Rivas nos propone un cuento de princesas y lobos, donde a partir de una forma naturalista e introspectiva, nos acerca a una realidad tremenda donde tantas jóvenes crecen y experimentan la sexualidad desde el abuso y el miedo, construyendo una fascinante película que atrapa con su intimidad y extrañeza, en la que ahonda en zonas oscuras de nuestro interior, a partir de una propuesta valiente, sencilla y transgresora, que no dejará indiferente a ninguno de los espectadores que se acerquen a ella. De la sección de DIRECCIONS, tuvo la oportunidad de ver MRS. FANG, de Wang Bing. Como ya ocurriera la edición anterior, el D’A vuelve a ofrecernos una película de uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo. Bing hace documentales sobre China y sus gentes, desde la sencillez y sobriedad con las que captura la intimidad de sus personajes, desde su trabajo, su condición social o sus formas de vida diferentes. Ahora, nos habla de una enferma terminal de Alzheimer, de sus últimos días, pero no lo hace desde la sensiblería o la condescendencia, todo lo contrario, sino desde el punto de vista de familiares y amigos, y casi situándonos en la habitación donde se encuentra la enferma, y también, como es habitual en el cine de Bing, mostrándonos el entorno rural y la forma de subsistencia de sus personajes, sin emitir ningún juicio moral ni nada por el estilo. La mirada de Bing es observadora, íntima y sencilla, valores de los que mucho cine convencional carece. Un cine libre, valiente e inmenso, desde su sobria e inteligente mise en scene, capturando el dolor y los momentos alegres que mantienen sus personajes, acercándonos a una realidad cotidiana a la que todos seremos testigos de una forma u otra. De la misma sección, tuvo la oportunidad de conocer MADEMOISELLE PARADIS, de Barbara Albert. Las heridas del pasado son el detonante de mucho del cine de la austriaca, que ahora se centra en aquella Viena de 1777 para hablarnos de la joven Maria Theresia von Paradis, prodigio del piano y ciega desde muy pequeña. Albert hace una película de época, con sus vestidos largos y levitas de colores, rodeados de suntuosos espacios, en un ambiente oscuro y opresivo, donde realiza una implacable y demoledora mirada sobre la burguesía de aquel momento que puede verse como una lectura contemporánea de los abusos de poder y jerarquía de nuestro tiempo. Además, explorando la relación entre lo viejo y lo moderno, planteado en las nuevos estudios del “Doctor Miracle” que logra devolver la vista a madame von Paradis, cosa que la joven pierde virtuosismo con el piano, y entrando en conflicto con sus padres, y toda esa burguesía más centrada en el entretenimiento vacío que en la capacidad de análisis. Cuenta con la extraordinaria interpretación de Maria Dragus como la desdichada ciega.
De la sección TRANSICIONS, me acerqué a CLÉO & PAUL, de Stéphane Demoustier. El director francés coge a sus dos hijos gemelos de tres años en un día en el parque, para capturar su inocencia en contraposición con el mundo de los adultos, y ese París después de los ataques terroristas. Una road movie infantil por el inmenso parque, después que los dos niños se separen y Cléo desaparezca, viviremos sus respectivas aventuras cotidianas, conociendo nuevas personas, entre ellas, una chica que se hará cargo de ella y emprenderá la búsqueda de sus padres. Demoustier captura a sus personajes-hijos desde el punto de vista infantil, colocando la cámara a la altura de sus ojos, en un mundo incierto y novedoso para ellos, para ofrecer un retrato inocente y a la vez brusco, lleno de aventuras, incertidumbre, conocimiento y descubrimiento en un relato sencillo, naturalista y conmovedor. También, me sorprendió gratamente la película NADIE NOS MIRA, de Julia Solomonoff. La directora argentina, afincada en Nueva York, directora de las estimulantes Hermanas (2005) y El último verano de la Boyita (2009) nos ofrece el retrato de Nico (grandísima interpretación del actor Guillermo Pfening) un actor que malvive en Nueva York, como canguro y esperando su gran oportunidad que se resiste. El retrato fantasmal y opresivo de la ciudad es un reflejo del estado de ánimo de alguien extraño en un lugar extraño, un tipo perdido que escapa de su realidad, de sí mismo y no encuentra refugio en una ciudad extraña, donde es inmigrante, donde no acaba e instalarse, una especie de nómada, alguien que espera y ya no sabe porqué, en una película íntima, implacablemente bien resulta, mostrando el caleidoscopio de una ciudad que nunca se detiene, que encuentra en el éxito personal como un ideal, y donde los contrastes son tan bestias y sobrecogedores, en un retrato sobre los ausentes, los que echan raíces a costa de renunciar a ellos, y el dilema de quiénes somos realmente.