Entrevista a Amat Vallmajor del Pozo

Entrevista a Amat Vallmajor del Pozo, director de la película «Misión a Marte», en el marco del D’A Film Festival, en el Hotel Regina en Barcelona, el miércoles 29 de marzo de 2023.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Amat Vallmajor del Pozo, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, y a Íñigo Cintas y Andrés García de la Riva de Nueve Cartas comunicación, por su amabilidad, generosidad, tiempo y cariño. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Misión a Marte, de Amat Vallmajor del Pozo

DOS HERMANOS Y UN DESTINO. 

“Vivir satisfecho de uno mismo ha de ser muy aburrido, por eso no hay mejor cosa que meterse en aventuras”.

Juan Benet

Conocí a Amat Vallmajor del Pozo (Verges, Girona, 1996), como protagonista del largometraje Cineclub  (2020), de Mireia Schröder y Carles Torres, una rareza y guerrillera película filmada sin medios por estudiantes de Comunicación Audiovisual de la UPF. Dos años antes habían rodado el cortometraje Cendres, con Amat como cinematógrafo. Recuperando ese espíritu de hacer cine con amigos, que mencionaba los cahieristas, con escasos medios pero con una ilusión desbordante, nos encontramos con Misión a Marte, la ópera prima del mencionado Amat, surgida del máster de la Elías Querejeta Zine Eskola, apoyada por la distribuidora Vitrine Filmes España en su primera producción y Muxica Cinema, ambas de Donosti, en una cinta que escapa de cualquier clasificación convencional, porque Vallmajor del Pozo coescribe un guion junto a Carles Txorres, el mismo Torres que ahora se llama así, con ese espíritu libre y salvaje, que se apoya en la relación de dos hermanos: Txomin y Gerardo “Gene”, que son sus tíos maternos. Un par de tíos muy diferentes entre sí, pero con la misma sed de aventura, porque el primero es arqueólogo en paro, libre, activista y revolucionario, que lee El Quijote y huye de un sistema desigual e injusto, el segundo, enfermo de cáncer, más cerebral y menos activista. 

La película nos introduce en Eibar, en un País Vasco postindustrial, con los ecos del rock radical vasco que hizo furor en los ochenta, en una misión que lleva a los dos hermanos surcando el norte de España hasta Marte, cerca de Verges, la localidad natal del director. A la mitad de la misión, la salud de Gene se debilita y son “rescatados” por Mila, la hermana, que actúa como madre protectora. El relato se mueve por muchos espacios y texturas, de forma libre y un tono crepuscular, capturando una vida que fué y ya no es, o quizás, una vida que pasó y nunca pudo ser. Encontramos ecos de la pandemia que vivimos, con esas llamadas a lo “Gran Hermano”, de protección con esas máscaras anti gas, que nos remite a la ciencia-ficción estadounidense que nos apabulló en los años cincuenta apuntando amenazas alienígenas como Ultimátum a la tierra, El enigma de otro mundo o Invasores de Marte. Un cine que remite a la infancia de los protagonistas, así como el universo Corman, donde lo importante es más todo lo que provoca que lo que vemos. 

Encontramos el aroma de los westerns de viajes de vuelta, de aquellos tipos ya en retirada que hacían esa última travesía a modo de despedida de un tiempo y un sentimiento como las de Peckinpah, las últimas de Ford, y todas las setenteras del género como las que hizo Pollack, Roy Hill, Penn, Cimino y muchos más. Ese cine de género con profundidad y humanismo recorre la película, a partir de una película-documento que no es, porque se habla de familia, de hermanos y hermana, sí, pero siempre desde un prisma de película de ficción. Hay realidad pero también irrealidad, hay drama pero hay más humor, y sobre todo, hay vocación de retratar a dos seres la mar de peculiares y diferentes, pero con algo en común, ese deseo de aventura salvaje y libre lejos del mundanal ruido tan convencional y rígido en leyes y demás disparates. Esa textura y grueso del 16mm con una cámara de la Elías Querejeta Zine Eskola que firma el tándem Jorge Castrillo y Alba Bresolí, ayuda a situarnos en ese espacio postapocalíptico que acompaña a los dos hermanos deambulando por esos parajes vacíos y aislados en busca de su tesoro particular, o lo que es lo mismo, la excusa para encontrar y peritar ese meteorito caído vete tú a saber dónde. 

El montaje del citado Carles Txorres, Shira Hochman y del cineasta Michael Wharmann, del que vimos por aquí su interesante Avanti Popolo (2012), fundamentado en un ejercicio breve y conciso con sus escasos e intensos 71 minutos de metraje. La música que nos acompaña es el rock vasco ochentero como hemos citado, y la banda punk vasca Hertzainak, que dan ese toque de gamberrismo, inconformismo y espiritual que sigue la estela y el espíritu de estos dos hermanos. Amat Vallmajor del Pozo quiere hacer disfrutar al espectador, pero no con algo facilón y de fast food, que tanto se lleva en estos tiempos, sino que le guía ese espíritu libre y salvaje, donde hay tiempo para mirarse hacia adentro, reírse de uno mismo, como hace la película constantemente, y en general, de casi todo, del propio cine y de su estructura. Misión a Marte  alimenta esa idea que el cine puede ser muchísimas cosas, incluso la más delirante imposible, aunque, en realidad o no, lo que siempre debe dar el cine es una historia sobre nosotros y sobre los demás, y por ende, del catastrófico planeta que destrozamos diariamente, porque todo gira en lo mismo, y si no que lo digan a esta interesante y gamberra pareja de hermanos, disfruten y rían con ellos, y también reflexionen. Recuerden sus nombres: Txomin y Gene del Pozo. Para servirles a ustedes. ¡¡Hasta la próxima misión!!! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA