Encuentro con Manuel Muñoz Rivas, director de “El mar nos mira de lejos”, en el marco de l’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona, junto a su codirectora Cristina Riera. El encuentro tuvo lugar el domingo 19 de noviembre de 2017 en el auditorio del CCCB en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Manuel Muñoz Rivas, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Sonia Uría de Suria Comunicación, a Laura Mercadé de La Costa Comunicació, por su tiempo, generosidad, amabilidad y cariño, y a Tess Renaudo y Cristina Riera, codirectoras de l’Alternativa y su equipo, tan amable, maravilloso y querido.
Entrevista a Manuel Muñoz Rivas, director de “El mar nos mira de lejos”, en el marco de l’Alternativa. Festival de Cinema Independent de Barcelona. El encuentro tuvo lugar el sábado 18 de noviembre de 2017 en el hall del Teatre CCCB en Barcelona.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Manuel Muñoz Rivas, por su tiempo, sabiduría, generosidad y cariño, a Sonia Uría de Suria Comunicación, a Laura Mercadé de La Costa Comunicació, por su tiempo, generosidad, amabilidad y cariño, y a Tess Renaudo y Cristina Riera, codirectoras de l’Alternativa y su equipo, tan amable, maravilloso y querido.
Se cuenta que, en las tierras del sur de España, en la zona de Huelva, lo que ahora es el parque de Doñana, bajo los densos arenales erosionados por el incesante viento, se oculta la ciudad de Tartessos, una antigua civilización griega que anduvo por estos parajes un siglo antes de Cristo. Muchos aventureros y científicos han arribado a estas tierras para encontrar los restos de aquellos primitivos hombres, como aquellos provenientes de Hamburgo que llegaron a finales del siglo XIX, y buscaron y buscaron, pero aunque no lograron dar con los restos, se fueron pensando que allí se escondía un tesoro. La ciudad de Tartessos sigue alimentando la leyenda y el mito de esa ciudad escondida bajo la arena, oculta de los ojos de curiosos, codiciosos y demás forasteros. El cineasta Manuel Muñoz Rivas (Sevilla, 1978) se ha labrado una fructífera carrera como editor y guionista en algunas de las películas más emblemáticas del cine surgido en la periferia de la industria como El árbol (2009) Ocaso (2010) Slimane (2011) Arraianos (2012) Hotel Nueva Isla (2014) o Dead Slow Ahead (2015), títulos que ha cosechado excelentes reconocimientos a nivel internacional.
Ahora, debuta en el largometraje como director, apoyándose en muchos de los autores con los que colaboró como José Alayón o Mauro Herce, para construir una película poética sobre el paisaje, tanto natural como humano, que se desarrolla en la zona del Parque de Doñana, en un espacio que convergen varios elementos en el que los turistas se mezclan con algunos moradores que alejados de todos y todo, parecen seguir resistiendo al mundo capitalizado, a los caprichos del viento que constante zumba cambiando el territorio de los arenales. Hombres tranquilos, de mar, provistos de pocos elementos, que se mezclan incesantemente con el paisaje, convirtiéndose en paisaje propiamente dicho, como si hubieran estado ahí desde siempre, cuando se formaron estos arenales, frente al mar, con su viento, que no cesa en su empeño de cambiar su dibujo, su rumor y su silencio. Muñoz Rivas utiliza elementos propios del cine de ficción y documental, para realizar una película de una factura prodigiosa, en el que la abrumadora y enigmática luz de Mauro Herce, que aquí vuelve a dejarnos maravillados con su sutileza para enmarcar el paisaje y construir la belleza a través de ínfimos detalles, filmando con detenimiento el dibujo que hace la arena cuando el viento la seduce y la hace bailar (en uno de sus mejores trabajos, que recuerda al que hizo para Mimosas).
La película se mueve entre la realidad y el mito, entre lo inventado y lo sucedido, entre aquello que algunos dicen que pasó, y lo que se ha convertido en leyenda, en ese espacio de ficción, si queremos llamarlo así, donde todo es posible, donde en un mismo lugar, puedan vivir unos que se muestran ajenos a todo, que se sirven de su alrededor para sobrellevar su vida, entre recoger piñas vacías o troncos para la candela, o comerse una mandarina cuando el sol más aprieta en invierno, o aquellos de más allá, que salen a pescar y anudan las redes creando nuevas trampas para los peces, o esas tardes de compañía, donde se bebe y se cantan a aquellos amores que nunca fueron. Un mundo sin tiempo, o donde el tiempo tiene otro ritmo, sólo movido por el silencio del viento, donde los arenales parecen cambiar de sitio, en un continuo rumor que los lleva y los trae, como los turistas que vienen y van, o los bañistas que en verano inundan las playas, donde toman el sol, juegan a ser felices o intentan capturar clochinas para pasar el rato mientras el domingo va pasando.
El cineasta sevillano nos seduce desde la honestidad con unos encuadres bellísimos que traspasan nuestra mirada y nos devuelven a otro mundo, no muy lejos de éste, pero si alejado del vaivén del mundo moderno, un mundo dominado por lo natural, por todo aquello que no podemos controlar y sobre todo, ver, sólo sentir, como el tiempo de cada plano, que convive sin fisuras con el viento que sigue soplando y moviendo todo el paisaje a su antojo, a su merced, y descubriéndonos espacios recónditos y sumamente ocultos que sólo podemos con el alma. Muñoz Rivas nos invita a penetrar en un mundo de arena, un universo envuelto en arena, en el que el tiempo ya no cuenta, solo el viento, un viento que se mueve y mueve todo, aunque en ocasiones, no sepamos verlo, porque aunque no se vea, sigue ahí, impertérrito, agitador, en su deambular de un lugar a otro, acariciando el paisaje, cambiando de sitio la arena, como a sus gentes, que siguen con sus días, y sus quehaceres diarios, a aquellos que siguen en pie frente al mar, junto al viento y la arena, a aquellos que el tiempo y los nuevos que vendrán, se detendrán a mirarlos con ojos inquietos y sorprendidos, pero siempre en silencio.
El pasado domingo 19 de noviembre finalizaron las proyecciones de la edición número 24 de l’Alternativa, certamen plenamente consolidado en el panorama cinematográfico de la ciudad que, sigue manteniéndose fiel a un estilo marcado por un cine diferente, alejado de la bienintencionada industria, y nacido en los márgenes de una entramado cinematográfico demasiado obsesionado en embellecerse y dar la espalda a la reflexión y el conocimiento del mundo en el que vivimos, alejándose de las realidades del hombre y su tiempo. L’alternativa propone cine resistente, cine furioso y lleno de energía, un cine venido de diferentes lugares del mundo, heterogéneo en su esencia, y rabiosamente contemporáneo y atemporal, pero cercano en su materia y su naturaleza. Unos trabajos muy necesarios que nos muestran realidades complejas, oscuras y tremendamente vivas, orgánicas y sinceras. Cine con espíritu dialoguista que huye de convencionalismos, y construido en base a una identidad muy personal que lo hace muy reivindicativo, profundo y bello. El pistoletazo de salida lo dio ZAMA, de Lucrecia Martel. La esperadísima película de Lucrecia Martel nos sumerge a finales del siglo XVIII, en una de esas colonias perdidas por el mundo de la corona española, siguiendo el deambular cotidiano y fantasmal de Don Diego de Zama, un oficial en eterna espera de un traslado hacia un lugar más prestigioso. Con su habitual estilo, de planos asfixiantes, mundo en decadencia y lugares muertos, Martel filma a su personaje y su eterno, en ese espacio vacío, donde las actividades son densas y exasperantes, en el que Zama se mueve en una existencia kafkiana, alejado de las aventuras en un mundo exótico, donde todavía hay tiempo para lo extraño, y la mezcla del mundo de vanidad y vacuidad con aquel más salvaje y pintoresco.
La segunda parada fue TASTE OF CEMENT, de Ziad Kalthoum. En la ciudad de Beirut, unos exiliados sirios trabajan en la construcción de un rascacielos. La cotidianidad del trabajo, sus sonidos estruendosos, la ciudad abajo con sus idas y venidas, alejada de todo ese mundo, y unos obreros, lejos de sus hogares, unos hogares en guerra. El cineasta sirio realiza una película de gran sonoridad e imágenes en suspenso, siguiendo el trabajo físico de sus personajes, en un mundo que, los propios que huyen de la guerra acaban construyendo edificios en un lugar que antes hubo guerra. A través de una forma que rasga la respiración, asistimos a la sinrazón de este mundo, de las injusticias, del exilio, y la miseria de un paisaje, donde los de fuera viven en las catacumbas del edificio, donde reina la oscuridad y unos recuerdos y sueños rotos por la destrucción. ACTS AND INTERMISSIONS, de Abigail Child. La cineasta estadounidense nos cuenta la experiencia en EE.UU. de la anarquista Emma Goldman, a finales del XIX y principio del XX, y lo hace de forma curiosa y entretenida, a partir de fotografías y discursos de la líder anarquista, imágenes de archivo de la época, mezcladas con imágenes contemporáneas, y el elemento de dramatización con actores, donde realiza un caleidoscopio que dialoga a partir de las luchas obreras, los mítines y las huelgas, los años de cárcel, y la reivindicación de una vida digna, tanto en aquellos tiempos como en los actuales. Child nos convoca a un mundo donde el progreso no ha mejorado mucho las cosas, y donde los derechos de los más humildes se tienen que seguir batallando ante esas clases burguesas que no cejan en engordar sus patrimonios.
EL MAR LA MAR, de Joshua Bonnetta y J. P. Sniadecki. La pareja de cineastas nos sitúa en el desierto de Sonora, lugar delicado de paso entre los inmigrantes mexicanos en su aventura de entrar en EE.UU., y hacen un recorrido emocional y lírico, sin mostrarnos nunca los cuerpos de los inmigrantes, pero si sus voces, donde escuchamos sus testimonios desgarradores y siniestros de sus viajes y el de otros, y sus objetos o pertenencias que han dejado en el camino, donde el paisaje del desierto actúa como un ente complejo y devastador, testigo de mil y una aventuras y sus muertes, en una obra de gran sonoridad, donde sus imágenes nos transportan a una dimensión extraña y compleja, en el que seres humanos deambulan por un terreno peligroso donde se juegan la vida constantemente. STRANGER IN PARADISE, de Guido Hendrikx. El cineasta holandés nos plantea la crisis de los refugiados llegados a Europa y los mecanismos que tienen las autoridades para recibirlos, y lo hace a través de tres tiempos, y repitiendo la misma escena, pero cambiando el trato. En el primero, el recibimiento es reaccionario y conservador, en el segundo, caluroso y solidario, y en el tercero, realista, donde vemos como las leyes duras y poco permisibles, acaban por dar asilo solo aquellos de conflictos bélicos, sin importarles a las autoridades otros conflictos como la pobreza o la violencia, y el sueño de una vida mejor en el viejo continente. Una película reflexiva, en la que hay drama, realidad, y sentido del humor, como el maravilloso epílogo, donde realidad y ficción se confunden, que nos posiciona ante la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, y cómo los gobernantes europeos la afrontan.
CALIFRONIA DREAMS, de Mike Ott. El cineasta estadounidense pone el foco en cinco personajes singulares y atípicos que, sueñan con triunfar en Hollywood, mientras asisten a casting en pequeñas localidades del sur de California. Un documento sobre la influencia de la poderosa fábrica de entretenimiento ejerce en aquellos que ven en la industria del cine una posibilidad de mejorar sus vidas. Ott sigue a sus criaturas desde la simpatía y lo onírico, mostrándolos de manera sencilla y explorando sus diversas contradicciones y miedos, en una industria del espectáculo que parece alejarse cada vez de sus intenciones y capacidades. También, hubo tiempo para ver algunos cortometrajes (una de las secciones que más visibilidad y cuidado tienen los responsables del Festival). LE BONNE ÉDUCATION, de Gu Yu. A través de la mirada de Peipei, la directora china, que tuvo el asesoramiento del prestigioso cineasta Nicolas Philibert, nos cuenta el periplo de una adolescente que desea ser admitida en la escuela de arte, mientras se muestra apática con sus compañeros y profesores, sin acabar de pertenecer al entorno de la institución, y la directora lo hace con un tono naturalista y agobiante, donde todo se desarrolla con velocidad y sin tiempo para nada. LA DISCO RESPLANDECE, de Chema García Ibarra. El director de la fantástica y cómica Uranes, nos sitúa en Elche (paisaje de su cine) y sigue a cinco jóvenes que se montan su fiesta aunque la discoteca del pueblo lleve años cerrada, en una película donde capta con sinceridad y honestidad los impulsos de una juventud enganchada a la fiesta y a sus propios deseos, aunque estos rara vez sean complacidos, en un mundo que mezcla desde tradiciones eslavas con lo más intrínseco de lo popular del país, siempre desde un lado cómico y audaz.
Volví a los largos con EXPO LIO 92, de María Cañas. La cineasta sevillana pone el foco en el 25 aniversario de la Expo de Sevilla, y lo hace con su habitual humor, sin dejar su crítica y resistencia, en otro de sus vehículos guerrilleros, donde a partir del material de archivo propio y ajeno, en un viaje psicodélico, donde hay espacio para la política, el humor más irreverente y popular, en la que consigue una fábula contemporánea en la que revisa la expo, el choque de culturas, la colonización, la construcción de la identidad, y la globalización, y todos los mitos y barbaridades que sufrimos en aquella España y ésta que vivimos a diario a partir de un sentido de resistencia, guerilla, y sacar las miserias de un país que se inventó la luna u otro disparate a fuerza de mentiras, corrupción y mucha idiotez. NIÑATO, de Adrián Orr. El debut en el largo de Orr sigue la premisa de uno de sus cortos Buenos días, Resistencia (2013) y captura la cotidianidad de Niñato, un joven desempleado de barrio que sueña con ser rapero, mientras cuida de su hijo Oro y sobrinos. La película capta la intimidad de lo doméstico y sus quehaceres diarios, a través de la educación y los conflictos que surgen entre Niñato y los niños, en un universo de aprender y desaprender, en el que, tanto adultos como niños, se muestran cercanos o alejados, y convierten cada instante en una experiencia enriquecedora basada en el aprendizaje tanto mutuo como hacía los demás, exquisitamente fotografiado y un minucioso y enérgico montaje obra de Ana Pfaff.
EL MAR NOS MIRA DE LEJOS, de Manuel Muñoz Rivas. El primer largometraje del sevillano es una minuciosa e intensa película que nos sitúa en el sur de España, sumergidos en inmensos arenales, donde frente al mar, habitan una serie de personajes, perdidos entre las dunas y ante la extraña mirada de los forasteros que irrumpen en ese paraíso perdido en el que cuentan que bajo sus arenas se encuentran culturas milenarias que otros en otro tiempo vinieron a desenterrarlas. Un viaje hacia otros lugares y espacios dentro de éste, con la bellísima fotografía de Mauro Herce que, investiga y captura de forma natural y onírico el paisaje humano y territorial que esconden mil y una historias, y sobre todo, ese tiempo atemporal que recorre toda la película, donde uno no sabe donde empieza y acaban sus lugareños y sus relatos. Y finalmente, me acerqué a MILLA, de Valérie Massadian. La cineasta franco-armenia vuelve a mostrarnos un retrato femenino, después de su memorable Nana (2011) donde capturaba la vida de una niña de 4 años y su peculiar odisea doméstica. Ahora, se sumerge en la vida de Milla, una adolescente de 17 años y la retrata a través de tres actos: en el primero, huye junto a Leo a vivir sus amor alejados de todo en una casa abandonada, en el segundo, vivimos su embarazo y su vuelta al mundo establecido, y por último, la vemos con su hijo de apenas un año y poco, y los momentos de convivencia. Massadian capta con sinceridad los detalles cotidianos de un amor contado en tres tiempos, sin sentimentalismos, sino haciendo hincapié en la resilencia de la protagonista de afrontar todos los conflictos, tanto emocionales o exteriores, que construyen su vida, a través de una forma cuidada que genera empatía con el personaje sin caer en convencionalismos.
Hubo tiempo para acercarme a las 8ª Jornada de profesionales, donde se reflexionó sobre el material filmado como herramienta del creador, a través de múltiples puntos de vista que no solamente enriquecieron la jornada, sino que abrieron el debate intenso entre los participantes. A continuación, CIMA Catalunya abrió una mesa reivindicativa, y con razón, de la invisibilidad de las mujeres en el aparato industrial cinematográfico, y una serie de actividades de protesta, reivindicación y actuación, que ponen en marcha para paliar semejantes injusticias. La tarde-noche del viernes asistí a la mesa de “Violencia i seducción de masas”, donde se colocó el foco en como el Daesh ha conseguido, a través de sus imaginario audiovisual todo su entramado de propaganda, en el que los componentes de la mesa, expertos en la materia como Alba Sotorra o Ivan Pintor, entre otros, hablaron de un entramado de complejidad social, política y cultural, de indudable calado en ciertos sectores y ciudadanía. Y hasta aquí mi periplo por l’Alternativa 24, que sigue más enérgica, más audaz, y provocadora que nunca, manteniéndose firme en sus principios y caracterizándose como un festival fiel a su idiosincrasia, ofreciendo un cine que gustará más o menos, pero que sigue fiel a su espíritu contestatario, complejo y sumamente radical tanto en su forma como en su contenido. GRACIAS POR TODO A AQUELLOS QUE HAN HECHO POSIBLE L’ALTERNATIVA 24 y nos vemos el año que viene…