VIVIR SU VIDA.
María tiene treinta tantos y trabaja en una editorial, aunque le encantaría ser escritora (pero es incapaz o tiene miedo de acabar su libro, al que apenas le queda un párrafo), también, es el pilar de su familia, después de la muerte de su madre, se ha convertido en la luz que ilumina a su padre, al que ha cuidado en su dura enfermedad, y a sus hermanos. Sentimentalmente, tampoco le va muy bien, se acuesta con alguien, aunque ella está ilusionada, el otro parece que no está tan encantado. Su vida vive para los demás, ella ha guardado demasiados cosas en los cajones, y ahora parece ocuparse para no tener tiempo para abrirlos, ella, hace, va y viene, y tiene mil cosas en la cabeza, pero las que de verdad importan, las que tienen que ver con su vida, no son su prioridad, las va dejando, puede que por miedo, o porque es más fácil ocuparse de los demás que de uno mismo.
La puesta de largo de Nely Reguera (Barcelona, 1978) se centra en la mirada de María y sus conflictos internos (ya demostró su talento con sus cortometrajes, y la preocupación sobre las emociones y sus contradicciones, en Ausencias (2002) trabajo de fin de carrera en la Escac, donde se graduó, exploraba las carencias de diferentes personas, en Pablo (2009) planteaba una historia sobre la esquizofrenia de forma singular). Ahora, se detiene en María, una joven independiente, que vive en el norte, más concretamente en Galicia (Reguera tiene raíces gallegas en su familia paterna) parece hacer muchísimas cosas en su vida, aunque preocupada en otra vida, en aquella que nunca quiso vivir, en la que esquivó y ahora no se atreve a cambiar de dirección y empezar en otro sentido. La aparición de Cahita, la enfermera simpática que atendió a su padre y ahora se ha convertido en su novia, derrumba, en cierta manera, esa vida de apariencias y ausencias que se ha construido falsamente a su alrededor.
Reguera sigue a su antiheroína desde la distancia, dejando al espectador que tome la palabra, que sea el quién saque sus propias conclusiones, inicialmente con tomas largas e inquietas, escenificando la propia existencia de su protagonista, para luego reposar la cámara y seguir a María desde la serenidad, investigando las emociones que se van provocando. Reguera plantea una comedia, una comedia aparentemente ligera, con apenas sobresaltos ni conflictos muy profundos, aquí el conflicto es leve, casi imperceptible, la aparición de Cachita desborda un vaso que ya estaba vacío de contenido. María choca con su familia, sus amigos y ese con el que se acuesta, que ella se empeña en convertir en pareja, cuando no lo ha sido nunca, ni lo será. María se muestra satisfecha y autónoma, quizás demasiado, aunque en su interior todo es diferente, debería escucharse más, y lanzarse a vivir su vida, esa vida que no se atreve a vivir, por miedo a enfrentarse a sus miedos. Su familia es convencional, uno de sus hermanos, está a punto de ser padre, el otro, vive con una extranjera, pero tiene planes futuros en España. Todos ellos, observan a María desde la inquietud y la distancia, sin saber muy bien qué tipo de vida tiene y que hace con ella. Una familia que actúa como espejo deformante de esa realidad que María se niega a ver y oculta sin atreverse a mirar de frente con todas sus consecuencias. Reguera ha realizado una película sencilla, humilde y muy emocionante, que emociona desde su sinceridad, conmueve sin pretenderlo, contándonos un relato de alguien que bien podríamos ser nosotros o alguien muy cercano, de esas vidas inquietas que no nos atrevemos a vivir por miedo a fracasar, y nos mantenemos en una infelicidad que no la llena la independencia económica, a esa falsedad de vida que nos han vendido como ideal, pero que no nos llena, de vivir nuestras propias vidas, cueste lo que cueste, de sincerarnos con nosotros mismos y avanzar hacia delante sin miedos y cargados de ilusión.
La interpretación prodigiosa, serena y absorbente de Bárbara Lennie (gran acierto de casting) nos acoge de manera sutil en su relato y sobre todo, en su mirada inquieta y nerviosa, en su torpeza, pero también, en su fragilidad, que podría ser la de nosotros mismos. José Ángel Egido nos muestra un padre serio, con ganas de vivir su vida, al contrario que María. Y los hermanos, un Pablo Derqui, que sigue en una forma estupendísima (se marca un solo interpretando de forma enérgica y simpática el tema “Como yo te amo” de la Jurado, delante de su familia) que ya había trabajado en dos cortos de Reguera, Vito Sanz (alejado de las películas de Jonás Trueba, aquí, de hermano algo bobalicón y novio entregado) Aixa Villagrán (en otro momentazo cómico de la película, expulsando males y hechizos de la incrédula María), Marina Skell (la argentina enfermera que viene a trastocar los planes de María, situación parecida que se vivía en Tots volem el millor per a ella)y Julián Villagrán (como antipático e interesao amante). En el guión, encontramos a Valentina Viso (escritora de Mar Coll, y el Blog, de Elena Trapé), el montaje de Aina Calleja (que también estuvo en Tots volem… y en Family Tour, de Liliana Torres) y la fotografía de Aitor Echevarría (que ya había trabajado en las Ausencias con Reguera).
Nely Reguera se suma a Mar Coll, Elena Trapé, Roser Aguilar y Liliana Torres, en otro brote de talento maravilloso surgido de la Escac, en la que a través de excelentes y profundos retratos femeninos centrados en mujeres que pasan la treintena con problemas emocionales que les cuesta horrores resolver, profundizan sobre su generación de forma concisa, libre y honesta. También, podríamos incluir en esta terna las miradas de Sergi Pérez y Marçal Forés (también surgidos de la Escac) que aunque no planteen retratos de lo femenino, si que comparten la complejidad emocional y el interés en retratar su entorno. Reguera ha hecho una película asombrosa, con muy poco, sólo centrada en su personaje, y su entorno, un paisaje a veces bello y hermoso, y en otras ocasiones, agobiante e incómodo, porque por mucho que nos empeñemos, nuestra vida depende de nosotros, no de los otros.