LA MEMORIA DE VENTURA.
“Siempre decimos que esta película la hicimos para olvidar, una boutade que responde a ese lugar común de la crítica sobre el cine y la memoria. Pero sí, nosotros queríamos olvidar la pobreza y los recuerdos dolorosos. Olvidar nuestro fracaso, el de Ventura y el mío”
Pedro Costa
La película se abre con un bellísimo prólogo en el que vemos una serie de fotografías de Jacob Riis, fechadas en 1900, inmigrante danés que retrató su vida y su entorno en aquel Nueva York de primeros de siglo. En ellas, observamos prisioneros, interiores, sótanos, habitaciones sombrías, catacumbas… Un tiempo de pasado que podría tratarse de nuestro presente. Seguidamente, nos encontramos en los pasillos oscuros, y en penumbra de un hospital, quizás un psiquiátrico, en el que un anciano negro, de nombre Ventura, recorre unos lugares vacíos, en los que se va encontrando con personas que pertenecen a su pasado y con los que revivirá episodios de su vida.
El cineasta Pedro Costa (1959, Lisboa) vuelve a filmar a su personaje fetiche, Ventura, el inmigrante caboverdiano que encontró en el barrio lisboeta de Fontainhas, un paisaje ya desaparecido (sólo existente en el cine) ubicado en la periféria y habitado por gentes humildes, desplazados e invisibles, a los que la mirada de Costa se ha acercado de forma humanista rescatando sus vidas errantes, mutiladas y vejadas, dedicándoles varias películas como En el cuarto de Vanda (2000) en los que en sus casi tres horas construía un retrato íntimo y devastador de la vida de una toxicómana, en los que ya aparecía la sombra de Ventura, al que se dedicaría en cuerpo y alma en Juventud en marcha (2006) donde su cámara filmaba un proceso de cambio en el que Ventura dejaba su chabola de pedazos en Fontainhas, en la que había vivido casi cuatro décadas, para trasladarse a su nueva vivienda social, en los que cambiaba de hogar, pero seguía padeciendo la explotación, el hambre y el racismo del país de acogida. En el 2009, el cine de Costa alcanza sus cotas más profundas y conceptuales con Ne change rien, en la que a través de una filmación de claroscuro (más propia del cine de serie B de Lang, Mann, Tourneur, etc…, que se ha convertido en una de las señas de identidad de su cine) conmovía a través de una gran sencillez y una cercanía asombrosa, en la que nos sumergía en el retrato de la cantante Jeanne Balibar.
En su segmento Sweet exorcism, perteneciente a la película colectiva Centro histórico (2012) ya apuntaba ciertos temas y elementos de Caballo dinero, centrándose en la secuencia/plano del ascensor, y la huida por el bosque, que recogen todo el espíritu que recorre la película/viaje que define la naturaleza de Caballo Dinero, la mirada de Ventura (que se convierte en onmipresentedurante todo el metraje) nos guía por este recorrido por los lugares que han estructuado su existencia, como el hospital, que más parece una prisión que otra cosa, el asilo donde voluntariamente se encarcela Ventura, una fábrica abandonada, un taller lleno de polvo, o una oficina en penumbra, lugares que ya han perdido su memoria, lugares vacíos de tiempo, un tiempo que no existe, que se ha desvanecido, que ha perdido su identidad y se ha convertido en otra cosa, un tiempo sin tiempo, en el que pasado y presente conviven en espacios que almacenan una memoria desaparecida, que el tiempo desvaneció, que ya no respira. Costa sigue a su cansado y desesperado Ventura, una figura fantasmal que se desplaza sin rumbo, perdido, sin alma, un hombre devastado por el tiempo, por años de sufrimiento y precariedad, de un hombre que se reencuentra con las personas de su pasado, sus paisanos caboverdianos u otros africanos (angoleños, guineanos) llegados de las antiguas colonias a mediados de los setenta, con los que comparte canciones de su patria perdida, recuerdos de sus primeros años, la dictadura, el trabajo, los amigos…, años de revolución, de cambio (con el fin de la dictadura que alcanzó medio siglo) años de ilusión en los que se soñaba con un mundo mejor, un mundo de derechos para los obreros y vidas dignas para todos, que los recién llegados nunca vieron materializarse. Todo aquello se consumió con el paso del tiempo, y lo que queda son recuerdos vagos, espacios sombríos, cansancio y locura.
Costa construye su película a través ligeras cámaras digitales y un reducido equipo técnico, en el que filma a Ventura en planos dilatados y estáticos (hay pocos movimientos de cámara durante la película) en el que prima la acción y la palabra, sujetos a espacios limitados, más propios de una prisión, a través de su habitual claroscuro que escenifica ese mundo oscuro, entre sombras y espectros, más propios del cine de terror, en los que se ha convertido Portugal, y la vieja Europa, y en mayor medida, los inmigrantes que han sufrido la vida miserable de una Europa egoísta, injusta y a la deriva. Ventura ( que podría ser un trasunto del profesor Borg de Fresas salvajes, el Luis de La prima Angélica o el cineasta de La mirada de Ulises) se mueve entre el documento y la ficción, entre un espacio indefinido en el que Costa captura con su mirada 40 años de la memoria ahogada de un país roto y devastado por la crisis, centrándose en la mirada cansada, desesperada y mutilada de Ventura, alguien que no se mueve, se desplaza por espacios sin vida, oscuros, sin tiempo, en los que su memoria se amontona en infinidad de pedazos que aparecen de manera pausada y accidentalmente. El cine de Costa es un cine poético, artesanal y paciente, filmado con una textura agobiante e hipnótica, dotando a su obra de una atmósfera que fascina y aterra a la vez, cimentando un cine sólido, sin fisuras, en el que cada instante nos provoca una meditada reflexión, creando un espacio fílmico de una contundencia sobrecogedora, convirtiendo a su cine en una experiencia única, como la ya mencionada secuencia del ascensor, que a través de ínfimos elementos logra condensar en un mismo espacio, y sólo con dos personajes, todo un conglomerado del devenir histórico de no sólo Portugal, sino de Europa, en todo lo que podía haber sido, un continente de unidad y humanidad, y en lo que finalmente se ha convertido, el fin de la utopía, un lugar enfermo, en el que reina la precariedad y la injustica.
<p><a href=”https://vimeo.com/176600295″>Trailer oficial CABALLO DINERO (Pedro Costa, 2014)</a> from <a href=”https://vimeo.com/numax”>NUMAX</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a>.</p>