El niño y el mundo, de Alê Abreu

O-menino-e-o-mundo-cartel-castellano-retina-717x1024LA MIRADA INOCENTE.

Erase una vez un niño que vivía junto a sus padres en una idílica zona rural de Brasil. Un día, su padre se marcha a la ciudad en busca de fortuna. El niño, muy apenado por su ausencia, decide ir en su búsqueda. En ese instante, iniciará un viaje por un mundo completamente desconocido para él, pero el niño lo afrontará de manera ingenua, soñadora y libre. El segundo trabajo de Alê Abreu (1971, Sâo Paulo, Brasil) es una fábula emocionante, elaborada con técnicas artesanales cuidando todos los detalles y explicada elegantemente. Cinco años de trabajo y un equipo de 150 profesionales han sido necesarios para contar este cuento, en el que un niño vive la mayor de sus aventuras, en el que deja la paz del mundo rural para adentrarse en la locura del mundo industrial y mecanizado. Una perfecta sinfonía visual muda, apenas unos diálogos ininteligibles, porque se trata de portugués al revés, en la que brillan su gama de colores vivos y radiantes, cuando nos encontramos en el pueblo, y luego, cuando nos encontramos en la ciudad, los colores se apagan tornándose grises y oscuros.

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En el mundo tecnológico donde priman las técnicas de animación por ordenador, Abreu ha preferido optar por otros caminos, su planificación se basa en la utilización de técnicas más artesanales y sencillas en las que ha trabajo con materiales como pasteles al óleo, lápices de colores, rotuladores, plumas, bolígrafos y pintura, utilizando para los fondos collages gráficos de periódicos y revistas. La idea del cineasta brasileño, que también es ilustrador y pintor, era construir un mundo en el que todo fuera posible, como si fuese dibujado por un niño, en el que todo vale, dotándolo de una libertad sin límites, en el que veamos imágenes de todo tipo y calibre. Abreu ha edificado una película libre y dinámica, una comedia agridulce que nos lleva de un lugar a otro, sin prisas y con paciencia, dentro de una estructura en la que brillan su armonía y ritmo. La película está construida a través de un fondo blanco en el que a medida que avanza nuestro protagonista, se irá llenando de infinidad de colores, formas y texturas, en el que hay todo tipo de animales y sonidos, acompañado de una música delicada y enérgica que llena la pantalla, en la que resalta la suavidad de la melodía de flauta que sirve como leitmotiv, o el sonido alegre de las orquestas populares, o incluso un rap.

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El niño, con esos ojos vivos, atentos y grandes, se irá encontrando en su viaje onírico y lírico, un mundo diferente, hostil y sucio, donde la industrialización ha engullido a una humanidad que ahora se encuentra al servicio de las máquinas, la tecnología y los objetos. Una ciudad repleta de suciedad y ruidos, automóviles que lo contaminan todo, viviendas minúsculas y tristes, una población masificada, publicidad contaminante, y una maquinaria en continua codicia constructora que ha desplazado del trabajo a los seres humanos. Un entorno hostil y alejado de la tranquilidad de su pueblo. Allí, en ese lugar sin alma y vacío, encontrará a alguien que lo guiará por ese espacio gris e infeliz. Solo unos pocos resisten ante la deshumanización que se ha apoderado de todo, unos pocos que a través de la música plantean otra vía, y llenar ese mundo de color y alegría, aunque sólo sea en un espacio reducido y con el rechazo del estado. Cinta de una pureza visual absorbente y maravillosa, que tiene la misma naturaleza poética y reivindicativa que otras fábulas ecológicas y humanistas que abogan por un mundo más sano y limpio como Cuando el viento sopla (1986), de Jimmy T. Murakami y La princesa Mononoke (1997), de Hayao Miyazaki, aventuras donde sus protagonistas se enfrentan a la hostilidad de los codiciosos y malvados que quieren destruir la naturaleza en pos de un progreso industrial, destinado para unos privilegiados que aniquila la vida de los seres humanos y los entornos donde viven y trabajan. Abreu ha parido un hermoso canto a la vida, a la imaginación, a la infancia, y sobre todo, a nuestro mundo, un planeta en el que tendríamos que vivir todos en comunidad y respetando la naturaleza.

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