Marco Polo, de Pablo Riesgo

EL GOLPE QUE MÁS DUELE. 

“Los grandes golpes de la vida no son para joderte, sino para enseñarte una verdad que no percibías…”

(Anónimo)

Se cuenta que había un chaval llamado Marco ensimismado en sus no cosas, y perdía los tediosos días fumando chinos y esnifando coca. Su actitud con su familia, con la que vivía, padres y hermano mayor, era encerrarse en sí mismo y seguir con esa existencia anclada y sin futuro. Un día, todo cambió. Porque, una noche, mientras su hermano mayor, Ángel, lo intentaba localizar porque Marco había huido de la fiesta, Ángel sufre un atropello y fallece. A partir de ahí, la vida de Marco da un cambio brusco, y su única idea es conocer la identidad de quién conducía el coche del atropello que se dió a la fuga. Una tarea difícil y ardua en la que contará con la ayuda de Daniela, la hermana ausente que vuelve, y unos amigos de Ángel. Entre tanto, el pasado irrumpirá de nuevo en las vidas de Marco, Daniela y demás, un pasado al que deberán enfrentarse y rendir cuentas, donde cada uno de ellos deberá exponer sus sentimientos y mirarlos con el de enfrente. 

Pablo Riesgo, un cineasta afincado en Los Ángeles, con diferentes trabajos como en tareas de producción para la productora Anonymous Content, responsable de éxitos como Birdman, Spotlight y la serie True detective, entre otras), es el director del llamativo título Marco Polo, donde vuelve a La Manga del Mar Menor, en Murcia, donde sitúa su historia, y lo hace a través de un joven antisocial, alguien presente pero muy ausente, con una carga demasiado pesada en su vida, que lidia fatal con los conflictos, como casi todos, que la vida lo desbarata de tal manera y lo despierta de un golpe demasiado fuerte. Una película sencilla, mínima y llena de detalles, ambientada en una zona muy turística pero fuera de temporada, convertida en un desierto extraño e inquietante, como casi todos esos espacios cuando no hay turistas. Un lugar raro que ayuda a entender ese vacío y soledad que tiene el personaje principal, una no persona en un proceso de autodestrucción y nada muy tremendo. La cámara de Marko Alonso, que repite con Riesgo después de la experiencia en el cortometraje Tiro dominical (2020), baña con esa luz que contrasta mucho con el día, muy luminoso y mediterráneo, con esa otra de noche, donde van a suceder todas las distensiones que sufren los personajes. 

La película también se alza a través de un montaje de Rubén Navarro, otro cineasta afincado en L. A., que se divide en dos grandes tempos de la historia. Antes de la pérdida de Ángel, y después de ese momento que cruzará la existencia del protagonista. Una película que se nutre de un pedazo de protagonista, como ha demostrado en la serie Veneno y más recientemente, en la película Te estoy amando locamente, un actor que es capaz de meterse en la piel de los individuos más extraños, más oscuros y más luminosos, como evidencian los personajes citados y éste, Marco, alguien que sale de la oscuridad para encontrar a los que atropellaron a su hermano, y de paso, hacer las paces con los demás, y sobre todo, consigo mismo. Le acompañan otros intérpretes, desconocidos en su mayoría, pero que componen unos personajes que transmiten cercanía y transparencia, como el músico Jorge Zuloaga, que da vida a Ángel, y también, ejecuta una agradable canción, que tiene que ver con esa vida de luz que transmitía a los demás, en especial a su hermano pequeño Marco. Carolina Riesgo es Daniela, la hermana que vuelve, la hermana que tiene más de una brecha abierta con el mencionado Marco. Jesús Lloveras, que ya estaba en el citado cortometraje del director, León Molina, Rebecca Badia y Alba Barbero, entre otros. 

Riesgo no ha hecho una película acomodaticia ni cómoda para el espectador, sino todo lo contrario, una historia que escarba en todo aquello que nos hace sufrir y nos distancia de los demás, situaciones con las que debemos de lidiar en nuestras vidas. Pero, alguien podría pensar que estamos hablando de una película dura y llena de negritud, pero no es el caso, porque aunque haya dureza y mucha, también hay ganas de levantarse, de hacer las cosas de otra manera, de seguir y luchar, de no quedarse quieto, de arreglar y de reparar, de esos valores de los que la mayoría suele huir en estos tiempos. Los personajes de Marco Polo tienen miedo, sufren una pérdida irreparable, han de vivir con una ausencia difícil y llena de obstáculos, pero eso no les impide hacer algo, investigar a ese coche huido, a intentarlo cuántas veces sea posible, a no detenerse ante la adversidad, a experimentar el viaje de la oscuridad a la luz que hace el protagonista Marco, alguien que se ha cansado de estar mal, y ha despertado y ha encontrado algo que le va a hacer querer ser mejor y sobre todo, ser la persona que quería su hermano fallecido. Una película pequeña, pero muy grande en emociones, porque nos obliga a ver aquello que duele, aquello que no gusta, y nos abre la puerta para que salgamos de nuestro encierro, para que lidiamos con los demás todos los conflictos que hay que lidiar, y sobre todo, nos hace mejores personas, que en este mundo buena falta nos hace. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Te estoy amando locamente, de Alejandro Marín

YO SOLO QUIERO AMOR. 

“(…) Tengo ganas de no explicar por qué Yo te quiero querer sin miedo a que puedan volver Tengo ganas de saltar a tus pies, levantar el parquet. Contarle a Dios, quién quiero ser”.

Fragmento de “Yo solo quiero amor”, de Rigoberta Bandini 

Erase una vez… Miguel, un joven sevillano por aquel verano de 1977. Su madre Reme está orgullosa de su hijo porque estudiará Derecho, aunque Miguel tiene otros planes para su vida, él quiere ser artista e ir a la tele a demostrarlo. Miguel también oculta su condición homosexual a su madre, un mundo oculto y perseguido entonces, ya que hasta 1988 era delito. En ese incipiente colectivo LGTBI andaluz encontrará a Mili, Lole, Dani y Paquito, personas que se ayudarán para visibilizarse y luchar por sus derechos en un país todavía anclado en la oscuridad del franquismo. Te estoy amando locamente, que coge prestado el título de la famosa canción del dúo rumbero “Las Grecas”, que lo petó en 1974, para contarnos la intrahistoria de este país, de tantas luchas clandestinas, tantos derechos reivindicados y sobre todo, pone rostro y voz a tantas personas ocultas tantos años y un día dejaron de esconderse y salieron a las calles a reivindicar, luchar y ser ellas mismas sin miedo. 

A su director Alejandro Marín, lo conocíamos por haber pasado por la Escac, que coproduce la cinta junto a Zeta Cinema, haber dirigido cortometrajes como Nacho no conduce (2018), sobre la condición gay oculta de su protagonista, el largometraje colectivo La filla d’algú (2019), la serie Maricón perdido (2021), y ahora con Te estoy amando locamente, su debut en solitario en el largometraje, escrita por Carmen Garrido, que fue delegada de producción en la reciente Los buenos modales, y el propio director, en el que construyen un sensible e intenso drama que aúna de forma admirable lo doméstico, la relación complicada entre Miguel y su madre Reme, y lo social, el movimiento LGTBI andaluz, en una historia con un tono humano y social, con un ritmo bestial, dond hay tiempo para todo. Contada desde la visión de Miguel, de su conflicto personal, el suyo propio, y entre lo quiere y lo que su madre desea, y su descubrimiento de “Los otros”,  que son como él, y su soledad y aislamiento, acompañada por su inseparable amiga Maca, se ve ampliado por personas que son y sienten como él, y todo bajo el auspicio de la iglesia, ya que el cura, comunista y liberal, les deja una sala del centro parroquial. 

Una película de aquí y ahora, pero hablando de hace 46 años, donde se habla de amistad, de amor, de mirar al otro, de acompañarlo, de acompañarse y sobre todo, de cuidar y de empatía, de ser uno pero sobre todo, ser nosotros. Marín vuelve a contar con algunos cómplices que le han ido acompañando en su filmografía como el cinematógrafo Andreu Otroll, que realiza un gran trabajo, captando ese abanico de colores oscuros y vivos, que capta con detalle la transición que sufría el país, y el personaje de Miguel. Otro habitual es el montador Javier Gil Alonso, que lo conocemos de sus trabajos con Miguel Ángel Blanca y la serie Veneno, y el músico Nico Casal, que escuchamos en películas de Nely Reguera y Ramón Salazar, y el gran fichaje de Eva Leira y Yolanda Serrano en la confección del pedazo reparto de la película, lleno de rostros conocidos como una impresionante Ana Wagener, nunca está mal esta mujer, en el papel de Reme, la madre que deberá adaptarse a los tiempos de cambio que está experimentando su hijo y por ende, la sociedad. Manuel Morón, otro que nunca está mal, ahora en el rol de abogado con dinero, aquellos adscritos al antiguo régimen que todavía conservan su estatus. Alba Flores como Lole, que magia y que luz tiene esta actriz, capaz de cualquier personaje, de moldearlo a su manera y hacerlo muy suya. Jesús Carroza, que hemos visto en muchas de Alberto Rodríguez, está genial como cura de barrio, un tipo cercano, que sabe que al fascismo se le discute y se le lucha desde dentro y la palabra de Dios es para ellos que son perseguidos. 

Luego, tenemos a los intérpretes menos conocidos pero igual de interesantes, que aportan esa veracidad, frescura y humanidad que necesita la película. Un gran protagonista como Omar Banana como Miguel, que hemos visto en series como Paquita Salas, Sky Rojo y el inolvidable Manolito de Veneno, ahora en su puesta de largo en el cine con un personaje maravilloso, con una humanidad desbordante, una alegría de vivir y conociendo la verdad del mundo, lo oscuro y lo amargo de un país que todavía se resiste a cambiar para todos y todas. Le acompañan el músico La Dani haciendo de Dani, que ya estuvo en el especial para televisión Una Navidad con Samantha Hudson (2021), que digirió Marín, con un personaje que ha vivido la cárcel y su violencia por su condición, toda una diva que canta copla de la Piquer en el local clandestino que tiene el movimiento LGTBI, que le acompañan Alex de la Croix como Mili, que salía en Rainbow y la serie La que se avecina,  y la debutante Lola Buzón como Paquito, que ha salido en  la citada Maca que hace Carmen Orellana, que hemos visto en Veneno, y comedias como Operación Camarón y El mundo es vuestro, y Pepa Gracia como Raquel, una abogada que defiende las causas perdidas, con más de 20 trabajos entre cine y televisión. 

Aplaudimos y celebramos una película como Te estoy amando locamente, de Alejandro Marín, porque es una reivindicación de ser uno mismo, del amor y de la vida, y no solo mira al pasado de forma directa y de verdad, sino que lo hace deteniéndose en las personas, en todo lo que son y en todo lo que sienten, y de paso, no se olvida de lo social, del contexto histórico que se palpaba en aquella España/Sevilla del 77, cuando todo estaba por hacerse después de tantos años de oscuridad y violencia franquista, porque el país estaba en pañales en derechos y libertades para todos y todas, y en eso, la película es admirable, en su tono ligero y cercano, porque aunque hay maldad y persecución, también hay alegría y amistad, y es ejemplar en el sentido de la transición por el que pasan cada uno de los personajes, al alimón de la que se vivía en el país, y por añadidura, esos impagables temas musicales como “El garrotín”, de los Smash, que nos da la bienvenida a la película, y a ese microcosmos con ese patio rodeado por las diferentes viviendas, toda una metáfora de la situación que se experimentaba en el país. Un país que ha avanzado mucho, pero todavía hay mucho por hacer en derechos LGTBIQ+, porque todo lo que se ha ganado y se ganará, con aquel espíritu del 77 y 78, puede verse muy amenazado por los malos y por los fascistas de siempre. No lo conseguirán porque ahora somos muchas y muchas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA