Insensatos, de Tomasz Wasilewski

EL AMOR TAMBIÉN DUELE.

“Nunca amamos a nadie: amamos, sólo, la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos”.

Fernando Pessoa

De los cuatro largometrajes de Tomasz Wasilewski (Torun, Polonia, 1980), In a Bedroom (2013), la dura existencia de una prostituta que droga y roba a sus clientes, Rascacielos flotantes (2013), sobre la homosexualidad reprimida de una atleta que vive con su novia, y Estados Unidos del amor (2016), sobre cuatro mujeres que lidian con la represión sexual y los amores insatisfechos en la Polonia poscomunista de 1990, que estrenó Golem por estos lares. De la mano de Reverso Films volvemos a tener por nuestras pantallas un nuevo trabajo del cineasta polaco, Insensatos (Glupcy, del original polaco), que nuevamente sigue rastreando la psique humana a través de sus pasiones y deseos más ocultos, aquellos que anidan en su interior en silencio. Ya sea en el pasado o en la actualidad, los espacios de sus cuatro películas siguen respirando suciedad y asfixia moral, lugares feos y hostiles, grises y de extrema palidez, hurgando en esos tonos marrones, oscurecidos y nocturnos. 

Con Insensatos, el cineasta polaco sigue explorando la condición humana a través de sus peculiares y certeros retratos femeninos en el ámbito doméstico, retratando situaciones familiares y domésticas complejas y muy difíciles, donde las relaciones son complicadas y sometidas a un pasado demasiado pesado, un pasado que en algún momento estallará como les ocurre a los dos protagonistas. Una pareja atípica y nada convencional como Marlena  de 62 años y Tomasz, veinte años menos, con ese descriptivo arranque cuando los vemos practicando sexo en la cama y escuchando sus sonoros gemidos. Una pareja que vive su amor en un lugar desolado y alejado de todos y todo, en una casa en la costa encima de unas dunas, con el rugido constante del Mar Báltico. Esa vida apacible, monótona y tranquila, se verá fuertemente sacudida con la llegada a la casa de Nikolaj, el hijo moribundo de Marlena, que erosiona y de qué manera la convivencia de la pareja. Además, ese nuevo “huésped”, llega con la visita de Magda, también hija de la mujer, que evidenciará ese pasado que los ha distanciado. 

A partir de una excelente cinematografía de un grande como el rumano Oleg Mutu, que ya trabajó con Wasilewski en Estados Unidos del amor, que tiene en su haber grandes títulos de la cinematografía rumana con nombres como los de Cristian Pugiu, Cristi Puiu, y el ucraniano Sergei Loznitsa, entre otros. A través de un inhabitual formato panorámico, la película cuece una luz que duele, que atraviesa a los personajes, entre esos claroscuros, en que el espacio los somete y agobia, contaminando cada lugar, cada mirada y cada gesto, en un relato en el que hay pocos diálogos, porque estos personajes, estos cuatros personajes hablan poco, porque todo lo que tienen en su interior es sumamente difícil expresarlo en palabras. Un estupendo y detallado montaje de Beata Walentowska, que estuvo en Estados Unidos del amor, y tiene en su amor a directores polacos tan prestigiosos como Piotr Dumala, mantiene de forma formidable la tensión y la violencia que existe entre estos cuatro personajes en una trama que se va casi a las dos horas de metraje a través de unos seres atravesados por un pasado traumático del que huyen y no tienen fuerzas para enfrentarse a él. Sin olvidar la producción de una clase como Ewa Puszczynska, que tiene en su haber las películas Ida Cold War, ambas de Pawel Pawlikowki, El capitán, de Robert Schwentke y Quo Vadis, Aida?, de la bosnia Jasmila Zbanic. 

Un magnífico cuarteto protagonista que imprime toda esa dureza y brutalidad que manifiestan en cada mirada, cada plano y cada encuadre. Encabezados por una sobresaliente Dorota Kolak en el papel de Marlena, una mujer que ama, que vive su amor con intensidad, tendrá que lidiar con todo lo que dejó en el pasado, y debatirse entre su amor y su hijo, y todo lo que ello comporta. Muchos la recordaréis por ser Renata, que se sentía fascinada por su vecina en la mencionada Estados Unidos del amor. Ahora, en Insensatos, el director polaco le ha brindado uno de esos personajes maduros y de verdad, un personaje que avanza y retrocede con mucha dignidad, sin querer ser aceptada, sólo amada. A su lado, nos encontramos con Lukasz Simlat como Tomasz, que mantiene un amor alejado de todos, un amor de verdad, íntimo y muy visceral. Un actor que hemos visto en películas de Malgorzata Szumowska y en la conocida Corpus Christi, de Jan Komasa, entre otros. El hijo moribundo, inmóvil y que no cesa de gritar, ya estuvo en In a Bedroom, al igual que Katarzyna Herman, también en Rascacielos flotantes, amén de trabajar con maestros como Zanussi y Agnieszka Holland, entre otras. Su Magda es una especie de fantasma, una mujer amargada, perdida y llena de ira. Y la presencia de Marta NieradKiewicz que hade de Iza, vecina y amiga, que fue actriz en Rascacielos flotantesEstados Unidos del amor

Insensatos es una película difícil en su complejidad emocional, porque nos habla de temas y elementos de los que no cuesta hablar, de los que duelen y nos alejan de los demás, por ese miedo de no enfrentarnos a lo que sentimos y al dolor que arrastramos. Su gran ventaja es que no deambula y construye una forma complicada ni mucho menos, porque la película se aposenta en una drama íntimo y sencillo, sin complicaciones y directo, con el mejor aroma de las películas del este que siempre nos han encantado, por su extrema sobriedad, su dureza en sus personajes, y en esas atmósferas tan inquietantes, más próximas a los cuentos de terror bien construidos, en que la diferencia con ese género que recurre a lo convencional y al susto fácil, en la película de Tomasz Wasilewski el terror sí que da miedo, porque lo cotidiano se torna una prisión agobiante de resentimiento e insatisfacción, donde sus personajes callan pero cargan con sus traumas, con sus silencios pesados y unas cargas emocionales que arrastran como pueden en ese devenir cotidiano e inquietante en el que transitan diariamente. Vayan a ver Insensatos porque no se van a encontrar la típica película de tensiones familiares, sino una de tensiones familiares de verdad, de las que quizás hayan vivido o conocen de cerca o por amigos o por otros, porque si una cosa tiene la familia es que muchas se parecen, y lo que ocurre en su seno, es el reflejo de lo que nos pasa a muchos o nos pasará. Decidan ustedes. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Estados Unidos del Amor, de Tomasz Wasilewski

LAS MUJERES Y SUS SOLEDADES.

Ágata es una mujer atractiva que trabaja en sus labores y vive con su marido y su hija en una aparente felicidad, o al menos eso es lo que parece frente a los demás, aunque ella se siente sola y vacía, y no sabe el motivo, porque su marido la quiere y tiene sus comodidades. Se siente fuertemente atraída por el sacerdote del barrio, aunque sabe de antemano que es un deseo oculto que no podrá materializarse. En cambio, Iza trabaja como directora de la escuela, vive sola y mantiene una relación secreta con el padre viudo de una de sus alumnas, pero tampoco, al igual que Ágata, se siente bien, su relación está estancada y ya no le satisface, aunque se siente atrapada en un amor destructivo. Su hermana, Marzena, profesora de baile que fue miss, y ahora desea ser actriz, también vive sola, alejada de su marido que emigró por trabajo a Alemania Occidental. Su vida sentimental navega entre la frustración y el dolor, igual que sus amigas, navegan sin rumbo y sin alma. Y la última de esta terna es Renata, que se acaba de jubilar como profesora de ruso, enclaustrada en su apartamento, intenta encontrar su espacio y establece una especie de relación de amistad con Marzena, aunque poco satisfactoria, sus vidas van por caminos demasiados opuestos.

Cuatro mujeres, cuatro almas que se mueven por la Polonia de principios de los 90, aquella Polonia en tránsito, que dejaba la sociedad comunista y se adentraba en los albores del capitalismo, tiempos de cambio, de transición, de tiempo suspendido, como el barrio a las afueras donde viven, con bloques militares y espacios vacíos y fríos, reflejo del invierno que las azota. Un lugar gélido y demasiado cotidiano, reducido a la no vida, alineado, desesperado y doloroso, en el que los hombres trabajan en la fábrica estatal, todos haciendo lo mismo (herencia soviética) y ellas, las mujeres, casi todas, viven encerradas en sus casas, ocupadas en sus quehaceres domésticos y el cuidado de sus hijos, en los que las únicas distracciones sociales se remiten a los sermones del cura, encontrarse con las vecinas tomando café o en los ultramarinos haciendo la compra diaria, y nada más, con el aliciente, por decirlo de alguna manera, de un videoclub que despacha películas estadounidenses comerciales en VHS, posters de Whitney Houston, y así pasan los días y la vida.  La tercera película de Tomasz Wasilewski (Torun, Polonia, 1980) vuelve a construir un retrato femenino de grandes hechuras, serio, descarnado y profundo, como sus dos anteriores trabajos: W sypialni (En una habitación), filmado en 2012, centrado en el encuentro de un hombre y una mujer, y Plynacewiezowce (Rascacielos flotantes), del 2013, donde se centraba en un triángulo amoroso, historias de fuertes sentimientos y emociones complejas.

En Estados unidos del amor nos sitúan en una sociedad claustrofóbica y aislada, como si estuviese ubicada en el fin del mundo, de intimidades que no se comparten, de alegrías frías, y besos que no se dan, o polvos que se hacen por rutina, y emociones congeladas, a las que por mucho que se empeñen sus personajes no encuentran ese calor necesario que les haga más llevadera una existencia deudora de una sociedad demasiado anclada en las formas y y las apariencias, donde las emociones parecen no tener su espacio. Wasilewski filma a sus criaturas muy próximas de nosotros, pegadas a ellas, recogiendo sus miradas y alientos, las sigue a través de largos planos secuencias mientras transitan por sus no vidas, por sus ilusiones frustradas y sentimientos hambrientos que no les hacen sentir bien, mostrando una desnudez y sexualidad íntima y naturalista que contribuye a plasmar ese ambiente malsano instalado en sus acotadas y sumisas vidas, que desean una atisbo de libertad, aunque sea minúsculo.  Una película formalista y muy estilizada que contribuye a indagar en ese agobio y terror doméstico en el que se enfrentan estas heroínas domésticas que batallan como pueden con sus sentimientos, que ni ellas ni los demás logran entender. Mención especial para el trabajo de las cuatro actrices polacas Julia Kijowska, Dorota Kolack, Magdalena Cielecka y Marta Nieradkiewicz, que saben infundir el humanismo y estados de ánimo de sus personajes de soledades infinitas y vacios llenos de amargura.

La prodigiosa luz mortecina y apagada, fuertemente contrastada de Oleg Mutu, el cinematógrafo rumano colaborador de directores de prestigioso de la Nueva Ola del cine rumano como Cristi Puiu o Cristian Mungiu, realiza un trabajo soberbio, construyendo una fotografía que recuerda a la creada para Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, la magistral película de Roy Andersson, en la que también nos hablaban de seres solitarios e infelices, aunque con un tono jocoso y surrealista. Wasilewski ha construido una película concisa y sobria, sin ningún alarde dramático, todo sucede como si nada, a fuego lento, remarcando los momentos y situaciones que se van generando, siguiendo la tradición formalista y narrativa de la Escuela de Lodz y los Wajda, Zanussi, Skolimowski, Munk, etc…, sumergiéndonos en los conflictos de cada mujer, en un dispositivo argumental que nos explica las cuatro historias una tras otra, aunque todas se desarrollan en el mismo espacio y en el mismo tiempo, consiguiendo esa atmósfera de fuertes emociones, pero soterradas, no explicadas ni materializadas, sólo guardadas en su interior, como una coraza que quiere romperse, enfrentado al deseo de cambio y libertad, pero en esa lucha encarnizada, parece imponerse la solitud y la angustia de que los tiempos que iban a venir, soñados y tan esperados, todavía tendrán que esperar, o simplemente, nunca llegarán a ser como los imaginamos.