Entre nosotras, de Filippo Meneghetti

EL AMOR OCULTO.

“El amor es el difícil descubrimiento de que hay algo más allá de uno mismo que es real”

Iris Murdoch

Nina y Madeleine son vecinas, viven una frente a la otra, pero hay algo que las une desde hace mucho tiempo, ellas están profundamente enamoradas, aunque su amor está oculto, porque nunca lo han hecho público. Nina y Madeleine viven su amor en la clandestinidad, convertido en un secreto que quizás, ha llegado el momento de desvelar, de hacerlo visible. Pero, azares del destino, el paso se queda en suspenso, ya que Madeleine ha sufrido un problema de salud y todo sigue oculto, pero la vida continúa. A partir de esta premisa tan personal e íntima, Filippo Meneghetti (Padua, Italia, 1980), debuta en el largometraje con un relato que se mueve constantemente a través de una fina línea entre lo cálido y o perturbador, ya que, desde la primera y extraordinaria secuencia que abre la película, cuando vemos, a través de un espejo a las dos mujeres reflejadas mientras bailan, todo parece indicar armonía y belleza, pero de pronto, desparecen del reflejo y de nuestros ojos, síntoma inequívoco de ese amor que ocultan al resto.

Meneghetti y Malysone Bovorasmy escriben un guion (que tiene como asesora a la gran directora Marion Vernoux), que no solo aborda el amor maduro entre dos mujeres, sino que ocurre con él cuando las circunstancias vitales lo ponen todo patas arriba, y los planes de la vida quedan en suspenso. Nina se convierte en la vecina amiga de Madeleine, ante los ojos de Anne, la hija de Madeleine, en una existencia en la que hará lo imposible para estar cerca de su amor, de su vida, que la llevará a situaciones muy complejas de llevar. La historia de Entre nosotras (“Deux”, en el original, que viene a decir “De ellas”), arranca como una drama romántico entre dos mujeres que se aman en secreto, y están a punto de dar el paso para hacer su amor público y vivir sin barreras su amor, pero la película se moverá por el thriller, el pasado, las complejas relaciones familiares, y sobre todo, un amor a prueba de todo y todos. El formato scope de la película ayuda a engrandecer la pantalla colocando a las dos mujeres rodeadas de todo aquello que perturba su amor, una luz romántica y sombría a la vez, obra del cinematógrafo Aurélien Marra, que revela mucho de una película que utiliza el off como una de sus señas de identidad, en un relato doméstico donde el silencio se impone, y el sonido llena o vacía todo lo que se cuenta.

Una estudiadísima y bien ejecutada mise en scène que reproduce en el espacio sus espejos y sobre todo, sus reflejos, como los dos apartamentos, uno de ellos, lleno de cosas y recuerdos, y el otro, vacío, sin vida, como si estuviera abandonado. Meneghetti construye un campo cinematográfico que revela mucho más que sus personajes, donde el sutil y conciso montaje de Ronan Tronchot ayuda a imponer ese espacio donde nada es lo que parece y todo tiene un porqué, aunque algún personaje todavía lo desconozca. Si hay algún elemento imprescindible en una película de estas características es su magnífico y ajustado reparto, que no solo brilla con gran intensidad, sino que revela mucho más de los personajes con lo mínimo, en unas interpretaciones apoyadas en sus miradas, donde revelan todo lo callan, todo lo que sienten, y sobre todo, todo lo que se aman. Por un lado, tenemos a Barbara Sukowa, con una filmografía llena de nombres tan ilustres como Fassbinder, Von Trotta, Cimino, Von Trier o Cronenberg, entre muchos otros, que hace una Nina espectacular, llena de amor, miedo, angustia e inseguridad, que vive sin vivir por su amor, como esos instantes de desesperación cuando espera angustiada fumando junto a la puerta, y cualquier mínimo ruido, la hace mirar por la mirilla, intentando encontrar alguna esperanza, algo a lo que agarrarse en esa eterna espera.

En la puerta de enfrente, cruzando el pasillo, nos encontramos a Martine Chevallier, una actriz vinculada al teatro durante toda su carrera, interpreta a Madeleine, la madre y esposa que ha ocultado su amor, esa verdad que la hacía feliz y la ayudaba a soportar un matrimonio roto y vacío, y finalmente, esta terna la cierra Léa Drucker que da vida a Anne, la hija de Madeleine, personaje vital para la historia, ya que escenifica la persona que no sabe nada de su madre y deberá acercarse más a su madre y dejar atrás rencores y mentiras. Meneghetti ha hecho una película bellísima y arrebatadora, sobre el amor y sobre el hecho de estar enamorado, sobre dos mujeres maduras que aman y sienten como nunca lo han hecho, de sentirse atrapado por un amor que nos hace mejores o no, pero si nos hace sentir como nunca habíamos sentido, llenos de todo y de nada, a la vez, una película sencilla, sensible y conmovedora, que se emparenta y recoge el aroma que desprendía Carol (2015), de Todd Haynes, también un amor oculto, intenso y escondido, que indagaba en el puritanismo de la sociedad estadounidense de los cincuenta, que se refleja en Entre nosotras, donde aquel puritanismo ahora se revela en la falsa moral de algunos, y sobre todo, en el miedo a revelar quiénes somos realmente a aquellos que más amamos, al miedo a ser nosotros, en definitiva, el miedo a ser felices. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA