Caída libre, de Laura Jou

LA REINA DESTRONADA. 

“Esto no es un deporte. Esto es competición y competir significa ganar. Y a mi me gusta ganar”. 

Como de revelador resulta, a veces, la primera imagen elegida para abrir la película. En Caída libre no sólo cumple con esa intención, sino que advierte la historia que estamos a punto de ver. Un primer plano de Marisol en el que nos mira a nosotros, mientras va maquillándose de forma muy peculiar: deja marcada las líneas como si estuviera preparándose para la guerra como hacían los indios. Luego, la vemos en su flamante deportivo conduciendo ferozmente y más tarde, entrando en el Centro de Alto Rendimiento con peluca oscura con ese peinado recto sin fisuras, vestido ajustado y negro y andares seguros y altivos, mostrando su poderío y carácter. Una imagen poderosa y bella, que también oculta la verdadera naturaleza del personaje. Una mujer, antaño campeona de gimnasia, ahora entrenadora recta, estricta y exigente con métodos durísimos, salvajes y sin piedad. Y todo sin usar diálogo, sólo con imágenes, a partir de la imagen de una actriz como Belén Rueda, con una mirada impertérrita, la que mira con un objetivo, el de ganar, y de paso, dejar claro quién es la mejor, sin titubeos, sin sentimentalismos y sobre todo, sin dudar de la capacidad de una misma. 

Con la producción de cómplices y compañeros de viaje como Juan Antonio Bayona, Belén Tienza y Oriol Maymó, y el guion de Bernat Vilaplana, que conocíamos por su labor como editor junto a Juan Antonio Bayona y Guillermo del Toro, amén de otros, en su segundo trabajo como guionista después de la coescritura en La sociedad de la nieve, del citado Bayona, la directora Laura Jou (Barcelona, 1969), que se pone tras las cámaras después de su interesantísimo debut con La vida sense la Sara Amar (2019), que deja el drama con adolescentes y verano con una película sutil, vitalista y nada complaciente, para adentrarse en un terreno mucho más oscuro, sofisticado y elegante, centrándose en la edad adulta, donde traza sin titubeos y con pausa el retrato de Marisol, una mujer en el trono deseado y con capacidad para seguir en él, pero que verá cómo su reino se vendrá abajo de forma implacable, la película capta todo ese desmoronamiento y la actitud de resistencia que opone la citada protagonista, que luchará con todo para seguir manteniendo su poder. Un personaje que no está muy lejos de la famosa Irina Víner, la entrenadora rusa que prepara al equipo de gimnasia ruso, que la película Over the Limit (2017), de Marta Prus ya dió buena cuenta de sus durísimos métodos. 

La directora barcelonesa construye una película muy oscura, más cerca del thriller psicológico e incluso del cuento de terror, porque la caída de su protagonista está contada con sumo detalle y cercanía, es casi un diario de su caída en cámara lenta, sin pudor, sin lágrimos, despiadado y sin ningún tipo de rubor, con una tensión desbordante, donde el relato nos va asfixiando y sometiendo en ese espacio donde todo puede ocurrir, porque acompañamos a un personaje cayendo al abismo y por su carácter indómito, no se dejará ir y ya, sino que morirá matando. A través de un impecable trabajo de cinematografía de Marc Gómez del Moral, del que hemos visto sus trabajos en La hija, de Martín Cuenca y en series de corte policíaco como La línea invisible y El día de mañana, entre otras, donde imprime una imagen y cuadro bien definidos y mejor iluminados, en el que se imponen los claroscuros y los reflejos, tanto en espejos, como el que abre la película, y esas puertas y pasillos que debido a la estética del mobiliario va produciendo imágenes borrosas e inquietantes. El montaje de manuel de Guillermo de la Cal, especialista en thrillers en los que ha trabajado con Paco Plaza, Jaume Balagueró y Mateo Gil, entre otros, donde se ejerce una tensión brutal al espectador, creando esas situaciones de inquietud y oscurísimas, muy del estilo del primer Polanski, donde con pocos personajes y relatos oscuros conseguía someter a los espectadores. 

La música de Clara Peya, intuitiva y nada acomodadiza, con esos toques de tambores de guerra, ayuda a conducir al respetable por este cuento de terror doméstico de narrativa clásica y llena de sorprendentes momentos. Ya hemos hablado de la gran capacidad de Belén Rueda que, este año año se cumplen dos décadas de su gran debut en el cine como actriz en Mar adentro, de Amenábar, y no me canso de seguir en esa línea, porque lo que hace con Marisol es pura magia, con esa mirada que sin hablar lo explica todo, y mucho más, porque es un personaje muy metódico, que todo se lo guarda para no mostrar ningún tipo de debilidad frente a los demás, y la actriz madrileña sabe manejar todo eso, y dar mucho más, mostrando una mujer fuerte y de carácter, pero también, esa vulnerabilidad que oculta a los demás y sus momentos de caída al abismo son oro puro, porque Rueda se funde con el personaje, con su mirada, su piel, su cuerpo y su rabia y tristeza sin lágrimas. Otra composición digna de una de las grandes actrices de este país, y no sólo por su gran trayectoria, sino porque está cumpliendo años con dignidad, aplomo y haciendo mejores interpretaciones, más maduras, más contenidas y sobre todo, acercándose a aquellas actrices clásicas que eran capaces de todo con sólo una mirada.  

Le acompañan la naturalidad y cercanía de Irene Escolar, que fue gimnasta de Marisol y ahora es su segunda, que tendrá su momento y le expondrá a Marisol los peligros a los que se enfrenta con su actitud destructora, Ilay Kurolovic es Octavio, que hace de marido de la principal, que después de foguearse en series lo vemos en un personaje que será el contrapunto y otro espejo deformante de Marisol, Maria Netavrovana es Angélica, la gimnasta que entrena la protagonista, y que sufrirá su ira y su carácter, y Manuela Vellés es una mujer que se cruzará en el camino de la protagonista, muy a su pesar. Si se acercan a ver Caída libre que, sin ser una película redonda, se parece a las que hace Oriol Paulo, mantiene su capacidad para sumergirnos en la oscuridad del personaje, sin grandes alardes ni florituras, y consigue mantener al espectador sujeto a su butaca y haciéndolo disfrutar pasándolo mal, no se asusten, de tanto en tanto, también está bien ir al cine y que nos vapulean un rato, que sintamos la tensión de la oscuridad y de las mentes perversas, y estarán viendo una forma de condición humana, aquella que no acepta la negativa, porque todo debe seguir según sus principios y acciones, en ese universo que han construido con tesón, manipulación, narcisismo y sobre todo, sometiendo a los demás, no sólo para ganar las competiciones, sino para demostrar que nadie les hace sombra. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

No me quites, de Laura Jou

no-me-quites-cartelEL COMBATE DEL AMOR.

Laura se encuentra en casa, esperando algo o a alguien, está muy nerviosa y excitada. Se abre la puerta y entra Luis, los dos se miran. Llevan separados unos meses y vuelven a verse. Ella quiere volver a estar junto a él, él no, dejó la relación porque quería estar sólo, pero ahora está ahí, frente a ella. La directora Laura Jou debuta en la dirección, después de una trayectoria que, se inició como actriz, y luego ha destacado como directora de actores y más concretamente como directora de actores infantiles, faceta en la que ha trabajado en grandes producciones con directores como Villaronga, Bayona, Ventura Pons o Alejandro González Iñarritú, una trayectoria en la que además hay que añadir la docencia como profesora de su propio estudio de actores. Su primer trabajo como directora es un viaje hacia el abismo del amor, filmado en un único espacio y construyendo toda su trama a través de los intérpretes (oficio en el que Jou se maneja muy bien).

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Jou nos propone un película de amour fou, de desamor, de recuperar lo perdido, en el que asistimos a un combate en toda su forma, dos seres que parecen estar uno al extremo del otro, ella, Laura (excelente composición de desnudez tanto física como emocional de Laia Costa, surgida de la serie Polseres vermelles, aunque desatada en la producción alemana Victoria, que le ha valido un gran reconocimiento internacional) y él, Hammudi Al-Rahmoun (debutante en la actuación, ya que hasta ahora ha estado dedicado a la dirección, campo en el que presentó la estimable Otel.lo, una nueva aproximación al universo Shakesperiano a través de la construcción de una película). Los dos se lanzan al más profundo de los precipicios, unos diálogos desafiantes y cortantes, en estado de confrontación y lucha, y unas tomas largas al incio que darán paso a unos planos cercanos, en los que casi podremos tocar a los intérpretes, respirar junto a ellos, sentir todo lo que están experimentando, en el que sentimos su agobio y tensión, nos ayudan a sumergirnos en esta maraña de emociones contradictorias, complejas, y difíciles de sentir y comprender. Jou maneja el ritmo de forma endiablada, la película de 14 minutos de metraje, viaja a un ritmo vertiginoso, no cesan de suceder situaciones en las que Laura intenta por todos los medios a su alcance retener al hombre que ama, aunque eso la lleve a arrastrarse, suplicar o implorar su amor a los cuatro vientos. La actitud de él también es contradictoria, no quiere volver con ella, se lo deja muy claro, pero tampoco parece querer marcharse, es como si algo lo retuviese, cuando decide hacerlo, marcharse, dejar esta situación incomóda, ella utilizará todas sus artimañas femeninas para conseguir retenerlo para que vuelva a sus brazos.

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Jou para su primer trabajo como directora se ha rodeado de un equipo de gran altura, en la producción encontramos a la productora Corte y Confección (que ha producido entre otros la reciente La próxima piel, Requisitios para ser una persona normal, la citada Otel.lo o el estimable documental Ich bin Marco, sobre la impostura de Enric Marco) que junto a J. A. Bayona producen el filme. En fotografía se encuentra Andreu Martí (surgido de la ESCAC con amplia trayectoria en equipos de fotografía de diversas películas) y el montaje de Jaume Martí (habitual de Bayona y de tantos otros). Una película que atrapa desde el primer instante, en el que nos introducimos en un espacio muy reducido, donde se desatarán los más bajos instintos del deseo o el apego de cada uno de los personajes, dos seres que no parecen tan alejados como parece querer demostrarnos. Jou construye una película directa, con un conflicto mínimo, pero sabe extraer toda la complejidad de la situación que se genera, sabiendo dotar a su relato de ese aroma de thriller romántico en el que las cosas no son lo que parecen, y cada plano o encuadre nos lleva a un nuevo conflicto del que no sabremos cómo se irá desarrollando ni que surgirá. Una cinta intensa y bien filmada que deja un excelente huella dentro del panorama del cortometraje, unas cualidades que se vieron altamente recompensadas en el Festival de Cine de Málaga, donde el trabajo de Jou se alzó con tres de los premios más importantes, y partir de ahí, un periplo de más de medio centenar de festivales alrededor del mundo, los cuales han podido ser testigos de hasta donde somos capaces de llegar con tal de recuperar al ser amado y dejar de sentirnos más solos de lo que estamos.


<p><a href=»https://vimeo.com/147171139″>NO ME QUITES. Shortfilm</a> from <a href=»https://vimeo.com/andreuadamrubiralta»>Andreu Adam Rubiralta</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>