Besos negros, de Alejandro Naranjo

EL DIABLO EN EL AMOR. 

“El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda”.

Umberto Eco

El año pasado, también de la mano de Begin Again Films, se estrenó El rezador (2021), de Tito Jara. Una película que abordaba la extraña relación entre la familia de una niña con visiones de la Virgen María y un estafador que vendía fe. La película colombiana ponía de manifiesto la extrema devoción por la fe del país sudamericano. Nuevamente de Colombia, nos llega una película que también aborda la fe en Dios, pero ahora lo hace desde otros puntos de pista, en el que conoceremos a cuatro individuos que tienen formas muy peculiares de acercarse a Dios y a su fe. La cosa va sobre un predicador, el monseñor Andrés Tirado, que ha creado su propia iglesia, y en la que hace exorcismos, entre muchos de ellos, a Gladys Rodríguez, que cree estar poseída por un ser maligno. Por otra parte, tenemos a Edgar Kerval, un famoso ocultista ferviente admirador de Lucifer, que prepara la boda con su chico Rick Nekro, veinticinco años menor. 

A medio camino entre el documental de retrato y testimonial, y la ficción en que prevalece el drama más íntimo y el terror psicológico, la segunda película de Alejandro Naranjo (Bogotá, Colombia, 1985), después del interesante documento La selva inflada (2015), donde abordaba el suicido de los jóvenes indígenas sometidos al materialismo del hombre blanco.  Filmada con un detallista y denso blanco y negro, donde abundan las sombras y las figuras a contra luz, en un gran trabajo de cinematografía con formato 16:9, que firma el propio Naranjo, así como el montaje al que le acompaña el cineasta Omar Al Abdul Razzak, del que vimos hace poco la interesante Matar cangrejos, en un film muy pausado y complejo, en el que se aborda la cotidianidad sin estridencias ni esteticismos vacuos, en una trama que se va a los breves 70 minutos. Producida por el colectivo DirtyMacDocs, del que forma parte Alejandro Naranjo, el mencionado Razzak a través de Tourmalet Films, y Rodrigo Dimaté, están detrás de una producción independiente que hace un cine que mira a sus personajes de un modo humano y nada complaciente, escarbando sus necesidades, fortalezas y sobre todo, sus debilidades y sus posicionamientos respecto al amor. 

La trama nos muestra a un cura que sobreprotege su entorno hasta límites difíciles de entender, abocado a una vida dedicada en exceso a sus feligreses que le piden ayuda, y a su familia, que acoge con demasiadas ataduras. Gladys Rodríguez es una mujer que todavía está anclada, muy a su pesar, a su divorcio, obsesionada con su ex, al que acusa de magia negra contra ella, y a una vida de sujeción de la que no puede liberarse, y por eso, le pide ayuda al Monseñor. Después están Edgar y Rick, que deben lidiar con su amor y las necesidades ocultistas de Edgar, y los conflictos de estar enamorado. Besos negros, acertado título que define muy bien el estado emocional de los cuatro individuos que protagonizan la película, se mueve a partir del tema del maligno, del Diablo, pero si nos detenemos y miramos con más profundidad a sus fascinantes imágenes, podemos reflexionar sobre el tema que sobrevuela por toda la película, y no es otro que el amor, su fragilidad, y sus múltiples formas y miradas de acercarse a él, o simplemente, sentirlo, que hay muchas maneras y quizás, ninguna la más acertada, porque cuando nos enamoramos, o creemos estar enamorados, que lleva consigo la necesidad imperiosa de sentirse de algo o alguien, lleva consigo una vulnerabilidad emocional asfixiante, nada bien gestionada, porque saca lo mejor, pero también lo peor de todos nosotros. 

Seguramente, la misión más difícil de la existencia es saber amar con humanidad, respeto y dignidad, y sobre todo, aceptar ser amados o amadas, porque en eso también nos equivocamos con facilidad, porque queremos sentirnos amados, pero no de verdad y cómo mandan las circunstancias, sino como deseamos, que nos lleva a estar en conflicto con los demás y con nosotros mismos, desconociendo la verdadera naturaleza del amor y lo que significa amar y ser amado. Besos negros, de Alejandro Naranjo es una película seria y bien concebida, porque no alimenta falsas esperanzas, tanto en su contenido como en su forma, que huye del esteticismo y la falsa verdad, que tanto venden otros y otras, tiene ese blanco y negro, algo sucio, ínitmo y “real”, y me refiero a real a esa forma que mira sin manipular en exceso, como lo hacía películas como Agarrando pueblo (1977), de Luis Ospina y Carlos Mayolo, y La perdición de los hombres (2000), de Arturo Ripstein, en las que se mostraban unos hechos y unas circunstancias, pero desde la mirada del que observa con mimo y honestidad, sin caer en trampas moralistas ni ese positivismo de libro de autoayuda. Vean sin prejuicios ni discursos buenistas una película como Besos negros, de Alejandro Naranjo, porque caerán en todo aquello que la película escapa, en la mirada del que cree saber como deben vivir, relacionarse y sentir todos aquellos que piensan, viven y sienten diferente, no caigan en eso, por favor, miren, aprendan y sobre todo, sientan, lo que sea, peor con humildad, respeto y amor hacia los demás y a ustedes mismos. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA