Sonita, de Rokhsareh Ghaem Maghmai

aaff_octubre_2016_catVERSOS CONTRA LA INJUSTICA.

“Déjame susurrarte mis palabras, ya que nadie me oye

cuando hablo de las chicas en venta”

Sonita es de Afganistán y tiene 18 años, aunque podría tener algunos menos, ya que no tiene ningún documento oficial que lo certifique. Lleva 11 años refugiada clandestinamente en los suburbios de Teherán (Irán), donde en compañía de su familia huyó de los talibanes y la guerra, mientras subsiste precariamente, junto a su hermana soltera y la hija de ésta, gracias a un centro de acogida de menores. Toda su no vida se materializa a través de su música, un “rap” contundente, enérgico y vital, en el que golpea con fuerza con versos llenos de furia y rabia contra la injusticia y la violencia en su país contra la libertad de las mujeres.

Rokhsareh Ghaem Maghami (Teherán, Irán, 1975) con una trayectoria interesante en el terreno del documental, galardonada en diversos festivales internacionales, se lanza a filmar este viaje emocional y profundo de una niña/mujer, de aspecto menudo y frágil, pero todo lo contrario en su capacidad emocional, que se mueve a impulsos llenos de energía y que, a pesar de su situación, sueña con convertirse en una estrella del rap. La cámara de Rokharesh penetra en su intimidad doméstica y laboral, capturando de forma natural y muy física el entorno de Sonita, una radiografía durísima en la que tiene que moverse diariamente y seguir luchando sorteando los numerosos problemas que la acechan, la falta de dinero se convierte en el mayor, aunque  la idea de su madre (que vive en Afganistán) de casarla para cobrar por ella 9000 dólares se convierte en la mayor de sus dificultades al que tiene que enfrentarse. Sonita compondrá un tema Brides for Sale y grabará un videoclip casero en el que denuncia la violencia contra las mujeres de su país y una tradición horrible que esclaviza a las féminas que sufren la voluntad paterna convirtiéndolas en meros objetos vendidos al mejor postor.

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Rokhaserh ha realizado una película de denuncia, un artefacto incendiario, una película que investiga varios temas: la violencia contra las mujeres, la miseria en la que viven los refugiados políticos,  y también, un tema de suma importancia para el cineasta, el de su implicación moral con aquello que filma, como las vidas de sus personajes, no sólo se convierten en materia de exploración, sino en una forma de actitud política, en la que se pone de manifiesto el verdadero objetivo de la obra que se está realizando, la intervención o no en  las circunstancias que tienen lugar. El discurso de la película está construido a través de la honestidad y sinceridad, nunca cae en sentimentalismos, ni en subrayados, todo se filma de manera directa y sin tapujos, consiguiendo transmitirnos mediante la mirada, los detalles y gestos de Sonita, y su entorno, toda la angustia a la que está sometida la joven. La película cuestiona y, de qué manera, todo un sistema patriarcal que anula la voluntad femenina y convierte a las mujeres en objetos sin voz ni voto. La forma de la película, en un digital transparente y cercano, nos conduce por esa vida mutilada y rota, una vida oscura (como la espeluznante secuencia en la que Sonita escenifica su huida de Afganistán, en la que es detenida por los talibanes) un horror cotidiano y triste, que vuelve a revivir Sonita en su vuelta a Afganistán, un país en continuo estado de guerra que convierte a las personas en almas errantes sin consuelo.

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Rokhsareh se suma a las voces de las hermanas Makhmalbaf, Samira, con La manzana (2008) y A las cinco de la tarde (2003) y Hana, con Buda explotó por vergüenza (2007), cineastas iraníes que han denunciado la terrible explotación que sufren diariamente las mujeres afganesas y de otros países árabes. Un cine valiente, de gran factura, y sobre todo, humanista, que nos habla de personas, sobre mujeres que no pueden ser libres, que cada paso que dan tienen que pedir permiso a su familia, que la sociedad de sus países ha vuelto invisibles, ocultas en telas oscuras, o encerradas en casa al cuidado del hogar y los hijos. Vidas muertas, vidas sin vida, vidas que se convierten en el eje central de las canciones de Sonita, una joven que utiliza su arte para combatir la injusticia social y que su música pueda servir para ayudar a alguna joven (como comenta en algún momento de la película) y de esa manera, continuar vivas las palabras de las que partía Brecht, aquellas en que se refería que el arte debía de ir de la mano del pueblo, denunciando las injusticias y despertando sus conciencias.