MI AMIGO SE HA ROTO EN 1000 PEDAZOS.
“La comedia donde la obtención de la risa ya no es la primera prioridad. Es un humor que puede primar la incomodidad, el malestar por encima de otras cosas. Puede servir para hacer comentarios sociales, políticos o puramente filosóficos…”
Jordi Costa sobre el “Posthumor”
El humor tiene infinitos registros y miradas, y por eso es tan universal y está abierto a diferentes y múltiples formas de encararlo y presentarlo. Los de Muchachada Nui, Venga Monjas, Carlo Padial, a los que sumamos los Burnin’ Percebes, hacen un humor que se sale de lo convencional, heredado de los Buster Keaton, hermanos Marx, Jerry Lewis, y Monty Python, entre otros. Un humor que te ríes y lloras a partes iguales, y en ocasiones, ni una cosa ni la otra. Los mencionados Burnin, o lo que es lo mismo, Juan González y Fernando Martínez, se dedican al humor, al posthumor, que acuñó el escritor y cineasta Jordi Costa, y lo hacen a través de los videos cortos subidos a las redes, cortometraje, webseries, y largometrajes, de los que podemos dar buena cuenta en Searching for Meritxell (2014), Ikea 2 (2016), La reina de los lagartos (2020), su cum laude, una rareza especialísima y magnífica en todos los sentidos. A saber, Javier Botet es un lagarto extraterrestre que se enamora de Bruna Cusí, actriz fetiche del dúo de posthumoristas, y quiere convertir a su hija en la citada reina, filmada en Súper 8 en una anti Barcelona sin turistas y sin mainstream, a ritmo de música de procesión, con unos diálogos tan desconcertante como maravillosos.
Tres años después de La reina…, regresan al largometraje con El fantástico caso del Golem, en la que siguen el caso de Juan, un joven infantilizado y sin porvenir que, después de una noche de fiesta, su mejor amigo David, cae edificio abajo y se rompe en mil pedazos. Grandiosa el arranque de la película, donde vemos caer la figura del tal David y su posterior rotura. El hecho no parece sorprender a nadie más que a Juan que emprende una investigación para saber qué ha pasado y sobre todo, que es su amigo David. Los Burnin lo mezclan todo: el thriller psicológico, la ciencia-ficción sofisticada, la comedia costumbrista a lo Berlanga y Ozores, las redes sociales, internet y los malditos algoritmos, y la comedia anti-romántica, donde hay amores y sexo que va y viene, y personajes extravagantes, raros y demasiado normales, o no. Porque en esta película anti-policíaca Juan se irá encontrando y reencontrando con personajes que van cambiando de aspecto, tanto de su pasado como de su presente, algo así como el reverso cercano de películas como El gran Lebowski, Mulholland Drive o Lo que esconde Silver Lake, donde la realidad, la fantasía y el cuento se fusionan de forma sorprendente e imaginativa.
Una estupenda cinematografía del cineasta Ion de Sosa, filmada en 16mm, consigue esa textura de películas ochenteras patrias y del indie estadounidense, donde jóvenes perdidos y sin futuro, que deambulan por sus vidas como desconocidos y náufragos, como los que describe Wes Anderson, con el que la historia tiene ese toque entre kitsch, sofisticado y hortera pero con mucho gusto e innovador e inteligente, nada está por estar, ni nada está por casualidad. El montaje de Juliana Montañés, de la que hemos visto últimamente Sica, de Carla Subirana, lleno de detalles y enérgico en un relato en el que no dejan de ocurrir situaciones entre los diferentes personajes, en un metraje que se va a los 96 minutos de metraje donde no hay respiro y sí muchas idas y venidas. La excelente música de Jordi Bertrán, que ya estaba en La reina de los lagartos, pero ahora con ritmo de merengue y fiesta, con ese aroma de las orquestas de Cugat y Pérez Prado. Un gran y fantástico reparto encabezado por Juan en la piel de Brays Efe, la “Paquita Salas”, que interpreta a un tipo que no tiene ni pies ni cabeza, que va y viene con poco sentido, como muchos y tantos que andamos por el mundo, o quizás sólo estamos en él esperando que pase eso que nos cambiará todo, pero mientras no pasa no sabemos qué hacer.
Le siguen una retahíla de personajes a cúal más excéntrico e hilarante, que casan de forma creíble y certera en una historia que se mueve entre la realidad y la fantasía de forma natural y compleja a la vez. Empezamos con la pareja que forman Nao Albert y Roberto Álamo, que nos recuerdan a los nihilistas de la citada El gran Lebowsky, otra singular pareja como la de Roger Coma y Javier Botet, que repite después de la experiencia de La reina de los lagartos, aquí convertido en muchos disfraces, que recuerda al Mortadelo de las viñetas de Ibáñez, David Ménende es el accidentado Golem, un “amigo del alma” o quizás sería mejor decir “un amigo de cerámica”, una Anna Castillo deslumbrante como cita del protagonista, Luis Tosar como jefe de los del algoritmo, muy jefe tontolín y esperpéntico valleinclanesco que se ríe de sí mismo, Tito Valverde, también de jefe, pero de los Golem, y hasta aquí puedo leer, y Bruna Cusí, como hemos dicho, la “actriz” de los Burnin’ Percebes, en un personaje que tendrá con Juan mucho de qué hablar o quizás no, que ha estado, está y estará en las mil y una locuras e historias de esta curiosa y magnífica pareja profesional catalana.
El fantástico caso del Golem toca muchos palos, pero no lo hace de forma desordenada ni para epatar, sino todo lo contrario, creando un universo que recuerda a aquella ciencia-ficción tipo Los 5000 dedos del Dr. T, mezclado con clásicos como La vida futura, Frankenstein, Blade Runner y La amenaza de Andrómeda, pasando por el costumbrismo de Azorín y Mihura, con ese toque de negrísimo que le ponía Azcona y Berlanga, y los personajes perdidos y perdedores de Ozores y Lazaga, y el vapuleo con posthumor a las superficiales y tontitas comedias románticas que nos sacuden cada semana en la cartelera, y como no, el universo infinito de internet y las redes sociales, donde los Percebes han encontrado un material que han analizado y reflexionado, meneado, criticado y masajeado desde sus inicios como dúo posthumor. No se pierdan la película porque como les he dicho al comienzo de este texto, les hará reír o llorar o ni una cosa ni la otra, pero eso sí, un posthumor que crítica, provoca reflexión, y se ríe de sí mismo y de todos y todo, siempre con buen o peor humor, pero eso sí, siempre lo hacen desde la sencillez, lo auténtico y sin dramatismos, sino que se lo digan a Juan, el protagonista, que pierde a su mejor y único amigo y no sólo eso, sino que se rompe en 1000 pedazos. Una película que empieza de esa forma, no pueden dejar de verla, porque si no se arrepentirán y postmucho. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA