Fire of Love, de Sara Dosa

LOS VULCANÓLOGOS ENAMORADOS.

“Es muy agradable sentirse. Tú no eres nada. No eres nada cuando estás cerca de un volcán”

Katia y Maurice Krafft

Katia y Maurice Krafft siempre fueron muy activos ante la sociedad y la política, Eran uno de los tantos jóvenes que se lanzaron a la calle en 1968 en París, para luchar por cambios y una sociedad más justa, solidaria y humana. Desencantados con la deriva social capitalista que se apoderaba del mundo occidental, encontraron en la naturaleza esa vía de escape para alejarse de todos, observar la tierra y sus misterios, y de esa forma, toparon con los volcanes en erupción, que habían sido objetos de fascinación para los dos desde la asolescencia. Katia y Maurice Krafft, geoquímica y geólogo, respectivamente, se enamoraron apasionadamente y de los volcanes, que se convirtieron en su razón de ser y estar en el mundo. Después de más de dos décadas, alrededor del mundo, observando, apuntando, reflexionando, filmando y tomando fotografías, muestras y demás de los volcanes, encontraron la muerte mientras estaban en el Monte Uzen en Japón, el 3 de junio de 1991.

Fire of Love, nuevo trabajo documental de la estadounidense Sara Dosa, cuenta su vida y su aventura con los volcanes, pero no lo hace de un modo convencional, reconstruyendo sus vidas, sino a partir de ellos, de sus miradas y reflexiones, a partir de todo su legado, un impresionante material de archivo que dejaron tras su muerte. Más de 300 horas de filmaciones en 16 mm que rodaba el propio Maurice, más de 300000 fotografías de Katia y más de 20 libros en los que contaban sus experiencias con los volcanes, e innumerable material de archivo de entrevistas y conferencias del matrimonio, y una infinidad de objetos, rocas y demás, recogidos del material que expulsaban los volcanes. Una película de noventa y tres minutos que condensa veinte años de amor por los volcanes de un matrimonio completamente singular, diferente y pionero en el estudio de la vulcanología, porque, gracias a ellos, su legado y sus investigaciones proporcionaron que se sepa más el comportamiento de los volcanes y su necesaria prevención para evitar muertes.

Un exhaustivo y preciso trabajo de montaje que firman Erin Casper, que ya había trabajado con la directora, y Jocelyne Chaput, con el que componen un fabuloso y profundo collage que va repasando las diferentes acciones de los Krafft con sus volcanes, la narración de la escritora y cineasta Miranda July, con esa voz suave y enigmática que va mucho más allá de las imágenes, porque lanza reflexiones, describe el antes y después de las imágenes, y sobre todo, nos ofrece un retrato en off de todo lo que vemos y lo que no, porque hay muchas vidas en las vidas de los Krafft, las que dejaron en imágenes y filmaciones, y aquellas otras, las que no están registradas pero también existieron. Porque si hay algo que adquiere una importancia vital en la existencia de la pareja enamorada de vulcanólogos es el misterio, y la película lo acoge de forma natural, porque siempre hay una aureola de misterio, tanto en sus vidas como en los volcanes que estudian, esos misterios infinitos de la tierra, de su pasado y sus orígenes, de todos esos fenómenos que sucedieron antes que nosotros, antes de todo, y todos esos fenómenos que suceden delante de los ojos atentos e inquietos de los Krafft.

Nunca sabremos porque los Krafft hacían lo que hacían, en el fondo, no importa, porque ellos lo hicieron y ya está, y mucho menos su forma de trabajar, acercándose tanto a los volcanes, algunos los llamaran temerarios y otros, simplemente, los envidiaran por todo lo que vivieron y lo que hicieron, porque dieron su vida, literalmente, por su pasión, por su deseo, por todo lo que eran, porque no eran otra cosa que unos apasionados de los volcanes, llenos de miedo, pero un miedo que no les impedía asomarse a los abismos que los llevaron por todo el mundo. La naturaleza y sus misterios siempre han sido objeto de estudio y reflexión en el cine de Dosa, porque en The Last Season (2014), su primer largometraje, dos ex soldados y cazadores de una difícil variante de hongo en los bosques del estado de Oregón, descubrían una forma de curar las heridas físicas y emocionales de la guerra. Con The Seer & The Unseen (2019), volvía al bosque, en este caso, en Islandia, donde una joven se comunica con elfos para salvar el ecosistema. Unos personajes que no andan muy lejos del matrimonio Krafft, que también encuentran su razón de ser en el contacto con la naturaleza, con la madre tierra.

Si algo tienen en común las personas que retrata la directora estadounidense en su cine es ese aura de seres especiales y cercanos, como una especie de desheredados y aburridos de la sociedad mercantilizada, que encuentran en la naturaleza una forma de sentir y construir una vida alejada de todo eso, estudiando y experimentando y descubriendo todos los secretos que oculta un universo tan físico y espiritual como la naturaleza, con toda su belleza y terror como los volcanes, con esas riadas de lava rojizas y anaranjadas que abruman por su exultante belleza, pero que son lenguas monstruosas de fuego que arrasan todo lo que se encuentren en el camino, o esas llamaradas de fuego que expulsan los volcanes, que nos dejan atónitos por su espectacularidad, pero que, por el contrario, destrozan todo lo que toquen. Los Krafft encontraron la muerte haciendo aquello que amaban, porque ellos no entendían la vida sin estar lo más cerca posible de un volcán en erupción, porque en el fondo, la vida hay que experimentarla y sentirla, dejándose llevar por aquello que le da sentido, y en eso, los Krafft, o lo que es lo mismo, Kati y Maurice no son solo un clarísimo ejemplo para todos, sino que también, sus incontables y profundos estudios, han servido para conocer mejor a los volcanes y evitar tragedias personales. Gracias por todo! JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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