Bandido, de Luciano Juncos

BALADA TRISTE DEL CANTANTE.  

“Puedo darte mi soledad, mis tinieblas, el hambre de mi corazón; estoy tratando de sobornarte con la incertidumbre, el peligro y la derrota… El Otro, El Mismo”

Jorge Luis Borges

Nos encontramos en la ciudad de Córdoba, en Argentina, con Roberto Benítez “El Bandido”, un cantante de música popular que lo ha sido todo. Pero, en la actualidad, El Bandido se encuentra viejo y cansado, y sobre todo, agotado de la música y de sí mismo, completamente perdido, y así se lo hace saber a su manager, el intenso y materialista Antonio. Todo está preparado para comenzar su despedida, una despedida tranquila y sin traumas. Aunque, el destino tiene reservada a Roberto una sorpresa en forma de atraco, donde unos pandilleros le roban todo, y vete aquí, que encontrará a un cura que le ayuda y tropezará con Rubén, su antiguo acordeonista. En el barrio de la periferia donde viven estos, se tropezará con una realidad difícil, ya que la vecindad se halla en lucha contra una empresa que quiere instalarles una antena receptora de móviles en mitad de todo. Lo que parece un golpe más, se convertirá en una esperanza completamente inesperada.

Segundo largometraje de ficción de Luciano Juncos (Córdoba, Argentina, 1991), después de realizar La laguna (2013), un drama sobre la búsqueda de una laguna artificial que junta a un científico y a un guía lugareño. Le siguieron un par de documentales, Blackdali y Del Álamo al Molino, y ahora con la ayuda del guionista Renzo Felippa, con que el director coescribe Bandido, nos llega un relato crepuscular, que recuerda mucho a aquellos westerns de Peckinpah, donde pistoleros cansados y perdidos, emprendían su último servicio, aunque en la película, el director argentino le da una vuelta de tuerca a la atmósfera decadente y grisácea a partir del suceso del atraco, en ese instante, todo cambia para El Bandido, porque un aire fresco y vital inunda su vida, mezclada con el pasado y el recuerdo de los buenos momentos ahora olvidados. El barrio de las afueras, humilde y popular, le ofrece al protagonista aquello que ya no tiene, una vida cansada, solitaria y rodeado de su majestuosa casa residencial, porque en el barrio encuentra una vida que lucha unida, una vida compartida, una cooperativa vital, una esperanza en el que las cosas no son únicamente ganar dinero, sino que hay algo más, algo más humano y sensible.

Juncos lo cuenta de un modo sencillo, natural, sin nada de sentimentalismos ni trapicheos argumentales, siempre de frente, profundizando en sus personajes de carne y hueso, en tipos vulnerables y frágiles, que sufren, que se caen y no saben adónde ir. El cantante de éxito piensa en su retirada, separado, que recibe de su hija, una hija que está distanciada, y encima, tiene la relación más por interés que otra cosa, con su representante, un tipo que va a lo que va, a por el monís y nada más. Un reparto cercano y transparente, sobre todo, todos aquellos habitantes del barrio periférico, con ese Hernán Alvarellos como Rubén, el acordeonista reaparecido en la vida del cantante, la naturalidad de Vicky Ríos interpretando a Milagros, la hija del protagonista, el español Juan Manuel Lara, visto en mil películas, como las de Bollaín, Fesser y Albaladejo, entre otros, es el manager que va a por el negocio, con esa forma de ser tan cercana y a la vez, tan hipócrita, todo un personaje que el actor malagueño clava como es habitual en él.

Y finalmente, Osvaldo Laport, el actor uruguayo muy popular en la televisión argentina donde ha protagonizado numerosas telenovelas. En Bandido  con un registro muy diferente, más conciso y comedio, más hacia dentro, construyendo su personaje de manera soberbia, a través de la mirada y sus silencios, metiéndose en la piel envejecido y que nos abe lo que desea, solo dejar de cantar, porque ya no lo siente ni lo vive, en un momento existencialista de su vida. Un cantante que nos irá cayendo bien no por quién es, sino por la humanidad que destila cuando se encuentra con el problema en el que está involucrado su antiguo amigo de correrías musicales. Luciano Juncos ha construido una película que, en realidad, son dos películas, la del cantante cansado y perdido, que solo quiere retirarse y olvidarse de sí mismo, y la otra película, de corte social, en que el mismo cantante se reencuentra con lo que fue y con los que creció musicalmente y encuentra una forma diferente de seguir en la música. Una película que tiene mucho de balada triste, pero también, de alegría por esas pequeñas cosas de la vida, o quizás, no tan pequeñas, pero acostumbramos a olvidarnos de ellas, porque nos empecinamos en preocuparnos de otras, más llamativas, pero menos vitales. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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