Cuernavaca, de Alejandro Andrade Pease

LA CASA DE MI ABUELA.

Andy es un niño que vive con su madre en paz y tranquilidad. Un día, toda esa situación cambia, su madre recibe un disparo durante un atraco en una cafetería. Debido a este suceso, Andy viaja a Cuernavaca a la casa de su abuela paterna Carmen, una mujer seria, estricta y amargada que vive en una gran casa ajardinada cerrada a cal y canto por miedo a la inseguridad y violencia exteriores. La vida de Andy se vuelve sombría y solitaria, deambulando por la casa, en el que también viven su tía con síndrome de Down, y los jardineros, con el hijo del capataz Charly, entablará una amistad peligrosa y oscura, mientras el niño no cesa de preguntar por su padre a su abuela que siempre le responde con evasivas y con desprecio. El director mexicano Alejandro Andrade Pease lleva un par de décadas trabajando en el cine dirigiendo cortometrajes y en el ámbito televisivo, debuta en el largometraje con un relato iniciático, de transformación, de un niño que llega a la casa de las aparentemente maravillas para enfrentarse a una historia cruel, de ausencias, de dolor y violencia, todo contado en el marco de una fábula, como se si tratase de Hansel y Gretel, de los hermanos Grimm, donde aquellos dos hermanos se encontraban con una durísima realidad, cruel y violenta, en esa casa que tan maravillosa parecía.

Un niño sólo, desamparado, que se encuentra desubicado, en una casa ajena y extraña, junto a una abuela que apenas recuerda y mantiene una nula relación, un chaval que camina por ese lugar buscando algo donde agarrarse, como la idea de reencontrarse con ese padre ausente, y que encuentra ese supuesto cariño o atención en Charly, un jovenzuelo medio delincuente que se aprovechará de la ingenuidad de Andy para conseguir sus objetivos oscuros. Andrade Pease nos conduce con aplomo y pausa por este cuento contemporáneo desde la mirada de Andy, desde la altura de un niño, desde esa inocencia de alguien que ha vivido rodeado del amor de su madre y ahora no entiende tanto desprecio y crueldad. Andy se siente solo, perdido, a la deriva, una especie de náufrago sin isla, sin amor, con esa ilusión de su padre, cuando su madre ya no está con él, algo donde agarrarse ante tanta violencia emocional, porque el director mexicano nos explica una historia de gran crueldad y violencia desde lo más íntimo, desde lo más profundo del alma de la condición humana, donde las relaciones familiares se mueven entre el dolor y la amargura, como descubriremos más profundamente con la llegada de Andrés, el padre de Andy, un tipo adicto al juego y egoísta, que mantiene una relación difícil y terrorífica con su madre.

La película se centra en seres de piel dura, faltos de amor, envueltos en la bruma de esos recuerdos amargos, dolorosos, con vidas duras, complejas y llenas de odio, que se han distanciado entre ellos, que han construido sus espacios personales donde ahogar sus penas y sus rencores hacia los demás y sobre todo, hacia ellos mismos. Andrade Pease nos sitúa en una casa señorial burguesa con su piscina, su grandísimo jardín, y esas guayabas que sirven para hacer confitura. Un espacio aparentemente bello y pacífico, que guarda secretos y recuerdos demasiado dolorosos, sus paredes y espacios almacenan rencores, cajas sucias y polvorientas de amargura y mentiras, mucha soledad y muchas heridas sin cerrar. La interpretación cálida y cercana de Emilio Puente dando vida a Andy, ese niño inocente y bondadoso que se enfrentará a ese universo de crueldad, dolor y violencia en el que viven su abuela y su padre, Charly y demás, en el que tendrá que aprender que a pesar de la belleza de algunas cosas, hay otras que ocultan miseria, soledad y oscuridad.

Con la sobriedad y brillantez que tiene una actriz como Carmen Maura que interpreta a esa abuela-bruja amargada y violenta, con esas miradas y gestos llenos de tiempo, donde demuestra una vez más su innata capacidad para mostrarlo todo sin enseñar nada, bien acompañados por Moisés Arizmendi que da vida a ese padre perdido, cansado y solitario con sobriedad y aplomo. Un relato de transformación protagonizado por un niño que muy a su pesar abandonará su mundo conocido y tranquilo, para enfrentarse a ese otro universo desconocido habitado por parientes extraños que lo conducirán por emociones oscuras, egoístas y llenas de odio y violencia, en el que Andy descubrirá otros mundos crueles y amargos, y sobre todo, se redescubrirá a sí mismo, acostumbrándose a unas relaciones diferentes a las que había vivido, donde vivirá con el desamparo y la soledad que se convertirán en sus compañías no esperadas ni queridas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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