Testigo de otro mundo, de Alan Stivelman

UN ENCUENTRO CERCANO.

“Nunca estarás completamente sólo, si conectas con tus orígenes”

Juan tenía 12 años cuando una mañana muy temprano su vida cambió. Juan montando su caballo, en mitad del campo, haciendo unos quehaceres que le había enviado su padre, se topó con una luz muy brillante que resultó ser una nave de origen extraterrestre, el niño se introdujo en el interior del artefacto y todo aquello que presenció aquel amanecer de 1978, le ha condicionado toda su existencia, provocándole terribles pesadillas, las burlas de propios y extraños, y su aislamiento total recluido en el campo con sus animales. Casi 40 años después, el director bonaerense Alan Stivelman, que convenció a los más escépticos con su primer trabajo, Humano (2013) donde seguía la peripecia de un joven que se lanzaba a recorrer las montañas andinas en busca de respuestas. El cineasta argentino vuelve a un relato existencial, protagonizado por un hombre sencillo y tranquilo, alguien que disfrutaba de una apacible existencia junto a su familia y enriqueciéndose de la sabiduría de su abuelo sobre el campo y su alrededor. Aunque, Stivelman se centra en los grandes enigmas de la vida, esta vez, las consecuencias nacen en un caso diferente, en las consecuencias terribles de un tipo enorme peor bonachón, un ser incomprendido, un ser aislado, alguien que se encuentra sólo y triste.

Stivelman se convierte en narrador y guía de la película, mostrándonos a Juan, su casa, su vida y trabajo, y abordando aquello que lo angustia, y para ello, nos invita a un viaje hacia lo más profundo de Juan, a sus orígenes, a través de la sabiduría ancestral de los chamanes guaraníes de Paraguay, que nos descubrirán una manera completamente diferente de afrontar el suceso Ovni, estudiando sus entrañas desde lo trascendente, de aquello que no podemos ver, de aquello intangible, de todo ese mundo que sabemos que hay pero no podemos descifrar, en la ayuda a Juan, también participará el Dr. Jacques Vallée, un astrofísico experto en el fenómeno Ovni y gran defensor en la hipótesis extraterrestre e interdimensional (que conoció a Juan cuando éste vivió su encuentro). Stivelman construye una película-terapia donde el dispositivo cinematográfico se erige como medio para ayudar a Juan, abrir su mente, a través de hipnosis, y su cuerpo, para conocer sus traumas y miedos, y batallar contra ellos, de un modo frontal y con todas las herramientas científicas y espirituales que le van ofreciendo los implicados en esta historia.

El director argentino nos habla del fenómeno Ovni como estudio científico, y todo aquello que el cine, la literatura o la sabiduría popular ha creado a través del fenómeno, pero no se queda ahí, la película se sumerge en un viaje, el de Juan, y el nuestro propio, donde descubriremos otros mundos, otros estados, y sobre todo, otras percepciones de nuestro entorno y aquello que sentimos, en una especie de viaje metafísico que abarca todo nuestro ser, aquello que nos rodea, y lo más lejano, otros seres, otras vidas y otras ideas y maneras de pensar. La película no toma partido, muestra el viaje de Juan, sus encuentros mágicos, sus emociones, temores, y demás, siendo testigos de la sanación que va experimentando, a través de  lo trascendente, encontrando a seres que lo escuchan, lo entienden y sobre todo, le ayudan a encontrar las herramientas que le ayuden a superar su trauma, a dejar de sentirse solo y a aprovechar todo aquello que vivió con su encuentro con ese otro mundo desconocido.

El cineasta argentino ha construido una película sincera y magnífica, que deja la épica y la espectacularidad tan inherente al fenómeno Ovni, para adentrarse en otro terreno, un espacio donde el humanismo es el protagonista, donde la noticia fabulosa que un niño tuvo un encuentro con extraterrestre hace 40 años, que sorprendió a tantos, pasa a convertirse en que fue de aquel niño, ahora, convertido en un gaucho en la cincuentena que vive del campo y de sus animales completamente aislado, preguntándose las causas que le han llevado a ese estado, filmándolo en su entorno, mirando a su rostro, explicándonos todo lo que sucedió después, aquello que a la actualidad no le interesa, ¿Cómo creció después de su encuentro? ¿Cómo ha vivido todos estos años? ¿Qué siente ahora mismo? ¿Cómo le afectó anímicamente aquel encuentro?

Stivelman ha creado la película preguntándose por todo eso, y mucho más, llevando a Juan a otro mundo, aquel en el que alma consigue la paz, y descubre que hay otros mundos mucho más cercano de lo que imaginamos, contándolo desde la intimidad de Juan, desde el descubrimiento de esos mundos desconocidos, y acercándose a realidades diferentes, mágicas y extrañas. Un documento sobre lo invisible, en el que se pondrán a pruebas nuestras creencias sobre lo que nos rodea y aquello más allá, aquello que no sabemos contar, lo que se escapa de nuestro entendimiento, en un viaje para no solamente respondernos algunos enigmas, sino a abrazar lo que nos produce miedo a través de lo más ancestral de nuestros antepasados.

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