Un día perfecto, de Fernando León de Aranoa

a-perfect-day-2015-cartel-1UN CADÁVER EN EL FONDO DE UN POZO

Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) llevaba cinco años sin dirigir, su última película Amador, data de 2010. Entre medias, había publicado Aquí yacen dragones, un libro de relatos, escritos en las pausas de rodajes, festivales… Ahora se enfrenta a un reto mayúsculo en su carrera como director. Un día perfecto es una película que escenifica un cambio en su filmografía, es la primera que toma un texto ajeno, la novela Dejarse llover, de Paula Farias, como materia prima para elaborar su guión, que en sus ficciones siempre había nacido de una idea propia. También, otro dato significativo, es la primera película que rueda en otro idioma, el inglés, mayoritario en la cinta, aunque durante el metraje conviven otras lenguas, como el bosnio, español, ucraniano y francés, y finalmente, el primer de sus trabajos que recrea un contexto histórico, el de los Balcanes de 1995. Una empresa a priori difícil, pero el buen hacer de León de Aranoa resuelve todos los conflictos cinematográficos, con la inestimable ayuda de un poderoso diseño de producción, un plantel de actores internacionales de primerísimo nivel y la luz apagada y contrastada del genial Alex Catalán. Sus criaturas también se enfrentan a situaciones adversas y jodidas que intentan sacar a flote o al menos lo intentan, en el campo de batalla que les ha tocado lidiar.

El cineasta madrileño ya había tenido contacto con la zona bélica que retrata en su película, fue en febrero de 1995, cuando viajó a la guerra de Bosnia y registró el trabajo de unos cooperantes humanitarios. La película, aunque pueda parecer ajena al mundo de León de Aranoa, sigue la misma línea que arrancase hace ya casi dos décadas con aquella deliciosa tragicomedia que fue Familia, a la que siguieron Barrio, donde unos chicos se aburrían en un verano que no parecía tal, con Los lunes al sol, llegó el reconocimiento de crítica (Concha de Oro en el Festival de San Sebastián) y público, donde retrataba la desesperación y el hastío que sufrían unos parados de los astilleros de Vigo, siguió con Princesas, la cotidianidad de un par de putas que arrastraban demasiadas cosas, y Amador, la soledad de la tercera edad que convivía con una inmigración que resistía como podía. Amén de sus trabajos documentales, donde siempre se ha preocupado por las injusticias y los más débiles. En Buenas noches, Uoma, que filmó como pieza para la película Invisibles, ya retrataba una situación de conflicto bélico donde unos niños encontraban refugio durante la noche para no ser secuestrados. Ahora, en su última película, se centra en cuatro personas, cuatro cooperantes, dos tipos cansados y hastiados de todo lo que les envuelve, Mambrú, el responsable del equipo, B, el que siempre anda por ahí, y las mujeres, Sophie, francesa y luchadora incansable que todavía cree en las causas perdidas, y finalmente, Katya, ucraniana, la cooperante que viene a burocratizar todo y a rendir cuentas sentimentales con Mambrú. León de Aranoa nos sumerge en algún lugar de los Balcanes, durante una jornada de 1995, en un contexto de conversaciones de paz, aunque los trabajadores humanitarios todavía se enfrentan a situaciones de gran riesgo. Todo arranca con un cadáver en el fondo de un pozo, guerra silenciosa y bacteriológica que contamina el agua y deja sin suministro a los habitantes de la zona. Los cooperantes se centran en la difícil y compleja misión de sacar el muerto.

1963044

León de Aranoa nos lleva por caminos y carreteras laberínticas (filmadas en Granada) que con la excusa de conseguir una cuerda, nos muestra la sinrazón de la guerra, de cualquier guerra, la tensión, desesperación y soledad que se dibuja en los paisajes y escenarios de lo que ha sido la contienda, en las trampas de los caballos muertos, que esconden minas esparcidas por todo el espacio, restos de la guerra que todavía respiran y se niegan a desaparecer, o esos cascos azules, que en ocasiones parecen del mismo bando y en otras no tanto, y los que se empeñan en seguir la guerra, y en los maléficos y desencajados rostros de las personas que se van encontrando, que han perdido todo y a todos, como ese niño que sueña con algo que no podrá ser (un personaje habitual en el cine del realizador, seres que se agarran a ilusiones, para tirar pa’lante). Una mezcla de road movie y western, a ritmo de punk-rock, donde se critica con dureza las marañas y estupideces burocráticas, con personajes a la deriva, algunos ni saben cuánto tiempo les queda en esa tierra, otros ya piensan en la próxima misión, y los pocos, les agazapa el miedo de volver a casa y enfrentarse a la cotidianidad de sus vidas (como le ocurría a uno de los personaje de En tierra hostil). Película que hereda el aroma y el enfoque de En tierra de nadie, que al igual que esta, ahondaba en el conflicto que se desataba por un problema que aparentemente parecía sencillo. Se muestra un dolor sangrante y durísimo, aunque León de Aranoa, con su habitual humor, lo hace más llevadero, ese humor negro, despiadado y perspicaz que utilizan los cooperantes, quizás ellos son los únicos que lo pueden permitir, un humor que les ayuda a tomar distancia para convivir con esa miseria física y moral, unos elementos que hacen de la cinta una obra seria y contundente, donde la honestidad es un concepto que se agradece, no da lecciones de nada, ni quiere servir como la obra definitiva antibelicista, no hay nada de eso, León de Aranoa, se centra en sus personajes, sus relaciones, sus miedos, nos muestra a unos seres humanos que hacen lo que pueden, que aciertan y también se equivocan, no son héroes, más bien perdedores, como todos, en el sinsentido de la guerra.

Un pensamiento en “Un día perfecto, de Fernando León de Aranoa

  1. Pingback: El cine de aquí que me emocionó en el 2015 | 242 películas después

Deja un comentario