El arranque de la película deja bien claras sus intenciones narrativas y formales en su sencillo y magistral prólogo. La película se abre con un plano general de una calle, es de noche. Escuchamos el sonido del motor de un coche, y comenzamos a viajar por las calles mientras escuchamos la radio. El locutor (la voz del director) va desgranando himnos y cantos revolucionarios clásicos como La muralla, de Quilapayún, Ay Carmela!, o Me matan si no trabajo, de Daniel Viglietti. El realizador Michael Wahrmann, de origen uruguayo-israelí, y brasileño de acogida, nos conduce hasta a André, un hijo que visita a su padre (el mítico cineasta brasileño Carlos Reichenbach). Un hombre en la sesentena que vive apartado con la única compañía de su perra ballena. Una casa donde se acumulan recuerdos y objetos de un pasado que pesa y ahoga, un tiempo fantasmal y detenido que el hijo quiere recuperar a través de las viejas películas de super 8 filmadas por el hermano desaparecido durante la dictadura de los 70. Wahrmann se rodea de pocos elementos expresivos para contarnos su particular e íntimo viaje a través de la exploración sobre las ideologías. Un par de espacios, el exterior/patio de la casa, que vemos a través del enrejado, y el interior, presentado en sendos planos, estáticos, no nos muestra más habitaciones, incluso al hijo recién llegado, el padre le niega que utilice la habitación del hijo ausente. Unos decorados mostrados siempre frontalmente donde el tiempo se dilata, creando una atmósfera que inquieta y subyuga a la vez. Apenas tres personajes, el citado Reichenbach, el hijo, que encarna otro director, André Gatti, y el cineasta dogma, que interpreta Eduardo Valente, también director. Dos almas, padre e hijo, que apenas se relacionan y se mueven entre las sombras que restan de los ideales, tanto políticos como cinematográficos, de aquellas luchas revolucionarias y filmes que abogaban por una vida digna y humana. No estamos frente a una película nostálgica que pretenda darnos lecciones pedagógicas y demás, nada de eso. La película nos habla en primera persona y de manera sincera, de un tiempo que ya no existe, un tiempo que habita en la memoria, y por sus imágenes, parece que difícilmente renacerá. Tiempo de espera o tiempo vacío, emociones que ahora sólo quedan en cantos e himnos que parece que no existieron, que quedaron demasiado atrás. El cine y el imaginario revolucionario como vehículos para recuperar a los ausentes, a los que ya no están. Wahrmann filma un trabajo minimalista sobre la ausencia y contra la amnesia, casi expresionista, a ratos parece una cinta de terror, donde no falta la ironía y el humor (el taxista entusiasta de los himnos nacionales, o el director dogma que habla del cine solitario), y en otras insufla a sus imágenes resistentes el aroma olvidado de aquellas canciones y películas revolucionaras, que quizás hoy en día nos deberían servir para conocernos más en profundidad y no olvidar un pasado que siempre está presente, porque nunca se fue.
<p><a href=”https://vimeo.com/116770948″>Trailer Avanti Popolo</a> from <a href=”https://vimeo.com/user13755413″>ANDOLIADO PRODUCCIONES</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a>.</p>