Bruno, después de años de exilio laboral forzoso, vuelve a reencontrarse con Marianela, su prima y el resto de su familia, y con un lugar que ha marcado los años felices de su infancia. Ahora, ese lugar y la casa, testigo de aquellos recuerdos, está a punto de venderse y así, con la desaparición de ese símbolo, perder lo que fue y sí desaparecer una parte de su identidad. Isabel Ayguavives, ferrolana de nacimiento y fogueada en el medio televisivo, se asienta en una historia personal de un amigo chileno, al que acompañó en aquel reencuentro, para contarnos su visión personal e íntima, enfrascándose en una aventura que le ha llevado a cruzar el charco, y filmar en el lejano altiplano chileno, su bautismo cinematográfico. La película se apoya en tres personajes, Marianela, la joven prima magnetizada por el lugar y sus vivos recuerdos, que la aparición de Bruno, además de que ambos se sienten atraídos, le conducirán a aquel tiempo y aquel lugar, que ya sólo pertenece y vive en la memoria. Bruno, por su parte, es el de fuera, no ha sido testigo de la lenta desaparición de ese lugar, que ya no existe como era, sino que se ha convertido en otra cosa, se parece, todavía permanecen algunas huellas, pero ha cambiado, es distinto, vive en otro tiempo. Y finalmente, el tercer personaje, el que cierra el círculo familiar, la figura de la abuela, que recuerda, pero ya no bien, que está, pero parece que no, que siente y apenas se comunica con el resto de la familia, excepto con Nela y Bruno, con los que mantiene un vínculo conectado directamente con su pasado y secretos, y ese árbol mágico como epicentro y sombra cobijante de ellos tres. Una historia sencilla e intimista, fabricada desde lo más profundo y delicado, atrapando las miradas furtivas que se dedican Nela y Bruno, y todo contado con un toque formalista muy estilizado, que encajona a los personajes en planos medios y cerrados, como si les faltase el aire, ese aire que ya no tiene esa casa y ese lugar, que tanto ha significado para ellos en el pasado. Dos jornadas familiares para despedirse de lo que fueron y empezar a vivir sin aquello, solamente invadidos por recuerdos que ya no tendrán, el escenario que los fundía. Coproducción entre España y Chile, El árbol magnético, su mirada pertenece a esa nueva hornada de cineastas sudamericanos que están agitando el panorama de cine hispano hablante con películas contundentes, formalistas, acompañadas de miradas muy personales, como Lucrecia Martel, de la que su película, La ciénaga (2001), sería pariente de ésta, Pablo Trapero con sus historias familiares y sociales, y tantos otros… La película de la cineasta gallega se suma también, a las obras de Mar Coll que con Tres dies amb la familia (2009), y Liliana Torres con Family tour (2014), ofreciéndonos otra interesante exploración del mundo familiar vista a través de jóvenes que vuelven después de un tiempo al seno familiar. Un cine atrevido, que nace desde las entrañas y se cuece a fuego lento para inquietar a los espectadores con historias sencillas que, además de hacernos reflexionar, nos atrapan desde lo más delicado.
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