Entrevista a Miguel Faus

Entrevista a Miguel Faus, director de la película «Calladita», en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el miércoles 24 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Miguel Faus, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Arantxa Sánchez de Karma Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Entrevista a Violeta Rodríguez y Nany Tovar

Entrevista a Violeta Rodríguez y Nany Tovar, actrices de la película «Calladita», de Miguel Faus, en el marco del BCN Film Festival, en el Hotel Casa Fuster en Barcelona, el miércoles 24 de abril de 2024.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las personas que han hecho posible este encuentro: a Violeta Rodríguez y Nany Tovar, por su amistad, tiempo, sabiduría, generosidad, y a Arantxa Sánchez de Karma Films, por su generosidad, cariño, tiempo y amabilidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Calladita, de Miguel Faus

DIARIO DE UNA CRIADA.  

“Los pobres somos el prado humano donde crecen las cosechas de la vida y de la alegría que recogen los ricos… A fuerza de abusar de nosotros”

Frase de la película “Le journal d’une femme de chambre” (1964), de Luis Buñuel 

La película Calladita se abre de forma contundente y sutil, es decir, vemos un cuadro de postal veraniega, con una costa de casitas blancas y la playa llenando el cuadro. Una imagen esteticista del sumun del placer consumista. De repente, el ruido de un spray y el líquido se impregna en el encuadre del lado derecho por abajo. Una joven vestida de criada limpia con un trapo el cristal de la ventana. Una secuencia que recuerda a aquella otra que también abría La piel quemada (1967), de Josep Maria Forn. En el siguiente plano vemos a la mujer que limpiaba apoyada en otro cristal mientras viaja en el lado posterior de un automóvil. Dos imágenes capitales que dan comienzo a una película que pone el foco en la mirada de Ana, una interna que trabaja para los Roca, una familia de burgueses catalanes que se dedican a marchantes de arte. Esos espacios limitantes que separan la vida de la servidumbre de los señores. Un cristal/espejo los separa y los define, como el cristal de la barra de la cocina, que sube y baja según conveniencia, creando ese no mundo en el que unos viven y los otros trabajan para ellos. 

La puesta de largo de Miguel Faus (Barcelona, 1992), nació como un cortometraje del mismo nombre en 2020 como trabajo de fin de carrera en la prestigiosa London Film School, donde también había hecho The Death of Don Quixote (2018), y después de una pionera en Europa, laboriosa y exitosa campaña de mecenazgo NFTs (non-fungible tokens) creada por el propio director vendiendo fotogramas del corto, en una cinta que nos sumerge en la dura existencia de Ana, una colombiana sin papeles en el mes de agosto en una casa lujosa en la Costa Brava sirviendo a los Roca, en un tono que se mueve entre el realismo y la sátira, a partir de la mirada de la criada, que se irá abriendo a su nueva experiencia, aprendiendo el modus operandi de sus señores y toda su oscuridad. El guion del propio Faus huye del relamido ricos y pobres y se centra en la complejidad de unos y otra, captando todo lo que les separa y les une, en el que emergen la transparencia y oscuridades de sus relaciones, y la vida que desvelamos y la que ocultamos dentro de una cotidianidad tan cercana que abruma por su naturalidad, compuesta por unos días de quehaceres domésticos y unas noches donde las cosas adquieren una extrañeza que revelará lo que esconden cada uno de los personajes. 

Una parte técnica bien equilibrada que juega a mostrar todos los matices del relato como la cinematografía del debutante Antonio Galisteo que resulta fundamental para entrar en ese espacio donde se funden la tranquilidad y la tensión in crescendo, con ese aspecto muy Chabrol, donde conjugaba con talento los desencuentros entre burgueses y servidumbre, y ese tono entre lo real y lo onírico de Buñuel, cineasta del que es muy deudora Calladita, así como el estupendo montaje de Iacopo Calabrese, otro debutante que, maneja con precisión el tempo con esos magníficos 94 minutos de metraje, llenos de momentos donde las relaciones se ennegrecen en ese juego de espejos y reflejos muy hitchockiano en su último tramo, dándole viveza a una película donde lo cotidiano se impone pero de forma pasoliniana donde los roles adquieren mucha confusión. La excelente música de Paula Olaz, que ha trabajo con cineastas tan interesantes como Lara Izagirre, Ibon Cormenzana, Sílvia Munt y Gerardo Herrero, entre otras, genera esa inquietud constante entre la apariencia y lo que se oculta que casa con elegancia y sencillez todo lo que se remueve en la historia. 

Si la parte técnica brilla con sello propio, la parte artística no se queda atrás, y tenemos una protagonista magnífica en la piel de la debutante Paula Grimaldo, que ya protagonizaba el mencionado cortometraje, siendo Ana, una mujer aislada en esa casa lujosa junto al mar, una mujer que cuidado de los suyos desde ahí, que expresa sin alardes toda esa inquietud de la promesa de sus señores del contrato soñado en septiembre y así conseguir sus papeles, que tiene un proceso brutal en la película, porque empieza invisible y poco a poco va despertando y revelándose y haciendo sus cosas, a espaldas de sus burgueses. Le acompañan un elenco extraordinario como la familia Roca, con una Ariadna Gil maravillosa, que bien se mueve, mira y habla, Luis Bermejo, con esa ridiculez de su bicicleta, su huerto y demás caprichos de rico idiota, y los hijos, Violeta Rodríguez, que comparte película y parentesco ficcional con su madre por primera vez, siendo esa joven libre sin ataduras físicas ni psicológicas que es la persona más cercana a Ana, y luego, el otro lado, Jacobo que hace Pol Hermoso, que también estaba en el corto, es el hijo consentido, pijo a rabiar, tonto y aprovechao como el que más. Y luego, Gisela, la otra criada y colombiana que será un aire fresco a la soledad y clausura en la que vive Ana, que hace con naturalidad la venezolana Nany Tovar. 

Una película como Calladita tiene todos los ingredientes para convertirse en una obra que no sólo guste a los espectadores, sino que les haga reflexionar, porque todo lo que cuenta es de una verdad abrumadora, con toda esa hipocresía y violencia de los diversos componentes de la familia, con su exquisitez y apariencias de pacotilla, y toda la estupidez en la que viven y se mueven, y el sometimiento que imponen a una empleada que la tienen en una prisión, sin seguro ni condiciones laborales justas, y luego, está la criada, una mujer que aprenderá rápido y jugará en el mismo espacio que sus señores, escondiendo sus miserias y mostrando su pompa y demás. Una cinta que recoge con inteligencia todo el legado y universo de Buñuel en su capacidad para mostrar todo lo que no vemos, todas esas oscuridades y silencios en el que también existimos, entre lo que mostramos y lo que ocultamos, entre esos mundos de imaginación, donde lo onírico y la mentira se imponen, en el que lo importante no es lo que somos, sino en cómo nos miran los demás, con todas las grietas por las que se escapan las cosas, con detalles que aumentan la profundidad como esos gatos invasores, objetos importantes en la trama como la piscina y el flamenco hinchable y demás, como todo lo que vemos, lo que no, lo que creemos ver o escuchar, y sobre todo, las vidas que tenemos en nuestro interior o no. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA