La consagración de la primavera, de Fernando Franco

LAURA CONTRA SÍ MISMA.

“Tu mirada se aclarará solo cuando puedas ver dentro de tu corazón. Aquel que mira hacia afuera, sueña; aquel que mira hacia adentro, despierta”.

Carl Jung

La tercera película de Fernando Franco (Sevilla, 1976), vuelve a transitar por las cotidianidades incómodas y oscuras que ya estructuraban sus dos anteriores trabajos. En La herida (2013), conocíamos a una mujer muy trabajadora pero con un grave déficit para relacionarse con los demás, y tendencias depresivas y de autolesión. En Morir (2017), una pareja se veía sumamente resquebrajada por la enfermedad de uno de ellos. En La consagración de la primavera, que acoge su título de la famosa composición de Ígor Stravinski, en un guion escrito por el propio director y Begoña Arostegui, con la que ha codirigido un par de cortometrajes de animación, nos lleva al rostro, a la piel y el cuerpo de Laura, un joven de Manacor, que ha llegado a Madrid para estudiar Químicas y está alojada en un Colegio Mayor de Monjas. Laura está sola, no conoce a nadie, deambula por la ciudad, por la Universidad, y una noche, de casualidad, conoce a David, un joven con parálisis cerebral, al que hará de asistente sexual.

Franco construye relatos muy cercanos y cotidianos, con muy pocos personajes, donde abunda la profundización de los aspectos psicológicos de los personajes. El director sevillano consigue sin aspavientos ni piruetas argumentales, sumergirnos en su microcosmos y enfrentarnos a situaciones difíciles y diferentes, accediendo a esos universos tremendamente incómodos, de los que huimos, a los que nos cuesta enfrentarnos, ya sea por educación, por moral, por miedo o simplemente, por desconocimiento. Laura está en un período de descubrimientos y experiencias nuevas, ya no está al amparo de una familia conservadora y cerrada, sino que ahora deberá enfrentarse a todo aquello que rechaza, a todo aquello que le atemoriza, enfrentarse a su entorno y sobre todo, así misma, una tarea que no le resultará nada fácil, una tarea donde se sorprenderá de todo lo que descubrirá de su interior. Un gran trabajo técnico empezando por esa luz mortecina y otoñal que firma el cinematógrafo Santiago Racaj, que ha estado en las tres películas de Franco, amén de trabajar con nombres tan importantes como los de Javier Rebollo, Jonás Trueba, Carlos Vermut y Carla Simón, entre otros.

El detallista y preciso trabajo de montaje de Miguel Doblado, fogueado en mil y una serie de televisión como las de Gran Reserva, Víctor Ros y Antidisturbios, entre otras, que consigue imprimir un ritmo pausado y cadencioso al relato, en el que no pasan de suceder cosas en sus ciento nueve minutos de metraje. Uno de los aspectos muy trabajados en el cine de Franco es la música, siempre diegética y tremendamente variada: música actual como techno y disco, y rock antiguo o el tema de Stravinski, un mosaico de piezas que pertenecen a ese mundo interior y complejo de los personajes, de as diferentes sensaciones, pensamientos y reflexiones de cada uno de los individuos que presenta la película. La consagración de la primavera guarda muchos paralelismos con Vivir y otras ficciones (2016), de Jo Sol, en su tratamiento de abordar aquello diferente, no normativo, en enfrentarse a los propios miedos y prejuicios y salir de tanto juicio moral y lanzarse a experimentar, a buscarse y sobre todo, a crecer sin miedo.

No estaríamos analizando con justicia la película de Franco, si solo nos quedásemos en el drama íntimo que en apariencia propone, porque la película va mucho más allá, y profundiza en muchos aspectos, usando diversas texturas y aspectos, como ese humor negro que tanto tiene, donde le da la vuelta a algunas situaciones y generando esa mirada donde todo tiene su lado cómico, o el revestimiento de comedia romántica, pero no al uso trillado de ciertos productos, sino con la maestría y la elegancia que las hacía Rohmer, en esas idas y venidas entre fiestas en pisos, cruzándose por los pasillos de la facultad y demás, y sobre todo, en el aspecto moral, donde la tolerancia y la apertura en todos los sentidos que se encuentra Laura con Isabel, la madre de David y el propio David, tan alejados al conservadurismo que trae de su familia. Laura encuentra su lugar en el mundo descubriendo que hay muchos mundos en este, que solo hace falta abrirse, atreverse y sobre todo, experimentar en libertad, abandonarse a esos universos de experimentación, de objetos sexuales y de pieles y cuerpos tocándose y sintiendo más allá de todo, de los prejuicios, miedos, inseguridades y mierdas.

Como ocurrían en sus anteriores películas, el grandísimo trabajo del equipo artístico es enorme, dotando a cada personaje de una magnífica naturalidad, a los que alguna vez no les hace falta ni tan siquiera hablar para expresar todo aquello que ocultan. Una Emma Suárez maravillosa y cercanísima, dando vida a Isabel, esa mujer que ha tenido que abrirse a los deseos de su hijo con parálisis cerebral y ser una madre tolerante y muy abierta, como deberían ser todas. Telmo Irureta un versátil intérprete, tanto en cine como en teatro, que ha dirigido varios cortometrajes, es el mejor David posible, con ese humor, esa música, y esos momentazos que nos regla a lo largo y ancho de la película, que consigue una comunicación espiritual y muy emocional con el personaje de Laura, que hace una fabulosa Valèria Sorolla, su primera vez en el cine, después de haberse curtido en el teatro y en televisión. Su Laura es uno de esos personajes de pocas palabras, todo lo expresa con esa mirada que nos atrapa, que nos hechiza, que encierra demasiadas oscuridades, y la seguiremos por su periplo emocional, por su travesía por todo aquello que debe dejar en el pasado para crecer de forma libre y sin ataduras en el futuro. No dejen de ver La consagración de la primavera, porque se alegrarán y mucho de conocer su historia y sus personajes, y sobre todo, les ayudará a cuestionarse muchas estupideces que todavía piensan y ya es tarde para abandonarlas y empezar a mirar las cosas desde otros ángulos y perspectivas, porque se están perdiendo un mundo asombroso y está muy cerca de todos nosotros. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA