Barbie, de Greta Gerwig

¿SUEÑAN LAS MUÑECAS CON HUMANAS REALES?. 

“(…) Estaba encerrada en el interior de aquella muñeca de mi misma y mi verdadera voz no podía salir”. 

Alias Grace (1996), de Margaret Atwood

Seguro que recuerdan aquel instante memorable en Toy Story (2010), de Lee Unkrich, cuando Barbie enfadada con Ken por ser tan Ken, convertida en una mujer decidida, cansada y aburrida de vivir siempre igual y de la misma forma. Una mujer libre y valiente que ansiaba otro tipo de vida y de circunstancias, a lo que Ken le pedía que no se fuera, que siguiera junto a él, a lo que Barbie lo miraba y se marchaba lejos. La famosísima muñeca creada por Ruth Handler para Mattel en 1959, tenía en la película de animación una parodia a su altura, poniendo en solfa a una mujer sin ataduras, feminista y sobre todo, que necesitaba hacer su camino en solitaria y sobre todo, una mujer que creía en sí misma. Porque, como deja constancia su impresionante prólogo, con homenaje incluido, estamos ante Barbie, una muñeca que dejó de ser bebé y niña, como eran las muñecas antes de ella, para convertirse en una mujer trabajadora, independiente y diferente. Una muñeca/mujer para crear niñas más ellas, más libres y más mujeres, que rompan los estereotipos sociales a los que estaban destinadas y se conviertan en lo que deseen de forma libre. 

Cuando Warner Bros. anunció el rodaje de la película sobre Barbie y por ende, mencionó que Greta Gerwig (Sacramento, EE.UU., 1983), iba a ser su directora. Sí! La directora de películas tan estimulantes como Lady Bird (2017), que recorría a una dolescente que retrata mucho de su vida en su Sacramento natal, y Mujercitas (2020), una versión más feministas de la inmortal obra de Louisa Mary Alcott. Los amantes del cine marcamos la fecha de su estreno porque sabíamos que la directora estadounidense iba a sorprendernos gratamente, aún más, cuando Noah Baumbach, su pareja y director de grandes obras como Una historia de Brooklyn (2005), Mientras seamos jóvenes (2014), Historia de un matrimonio (2019), entre otras, iba a trabajar en la película como coguionista. La expectación estaba servida para ver qué podían hacer con la hiper famosa muñeca, el tándem que ya había coescrito películas tan interesantes como Frances Ha (2012) y Mistress America (2015), y trabajado como director él y actriz ella en cuatro films. El resultado es un maravilloso y alucinado pastiche, en el mejor sentido de la palabra, porque hay de todo, con ese país “Barbieland”, una flipada del reverso colorista y consumista de Alicia en el país de las maravillas, donde lo inquietante es esa perfección que asusta, donde la parodia está a la orden del día, un Mundo Feliz, de Huxley, donde todo es perfecto e imperfecto a la vez, donde el color y la superficialidad están a la orden del día, donde todo y todos son modelos falsos y terriblemente, muñecas y muñecos.

Un mundo de luz y color donde todas son Barbie y sus múltiples versiones, al igual que Ken y sus otros Ken, así como la Barbie estereotípica, la primera y piedra angular de las demás. Un mundo artificial, plastificado y falso, donde simulan una vida que ni tienen ni son. Un falso país y una falsa vida que tiene su reflejo en la vida real, no les digo más, todos ya saben. El conflicto aparece cuando Barbie, la principal, piensa en algo que no debe, y tiene pensamientos demasiado “humanos”, que sorprenden a todos. No tiene más remedio que visitar al oráculo de ese lugar, no les cuento, seguro que van a flipar cuando lo descubran, eso sí, deben ver la película. La cosa es que debe cruzar el umbral que separa la flipada vida de Barbieland e ir a la vida real, donde la realidad consumirá a la muñeca y a Ken, que se cuela en el citado viaje. En ese nuevo espacio, la parodia continúa, hay risas y cachondeo para todos, para la creadora de Barbie, para Mattel, para su consejo, ¡Qué vaya consejo”, para la sociedad y su hipocresía, su falsedad y su superficialidad, y Barbie conocerá las verdaderas dudas que la tienen en vilo, de donde procede su pesar, que tiene una relación brutal con el mundo real y tiene que ver con las niñas y sus muñecas. 

Una cuidadisima estética llena de rosa, como no podía ser de otra manera, donde la maqueta, el artificio y el cartón piedra tiene su razón de ser, con una gran cinematografía de un grande como el mexicano Rodrigo Prieto, que tiene en su haber trabajos con Scorsese, Malick, Almodóvar y Ang Lee, entre otros, la música del dúo Mark Robson y Andrew Wyatt, que vienen del mundo del videoclip en el que ha trabajado con artistas mundiales, la edición de Nick Houy, que ha montado las tres películas de la Gerwig, en una película en la que hay de todo: muchas dosis de feminismo, de machirulos, de parodia, de autoparodia, de comedi romántica tonta, comedia sofisticada, cine social, aventuras, cine musical y mucho pitorreo con todos y todo. Una película con ritmo y pausa, bien pensada y construida que se va casi a las dos horas de metraje, una duración que gusta mucho y deja con ganas de más a los entusiasmados espectadores, algunos y algunas vestidas de rosa, como manda la cita, de la primera sesión a la que asistí. El reparto también brilla en la película, porque sus intérpretes entran en ese juego de la parodia y la estupidez bien entendida, la que sirve para mofarse de los demás empezando por uno mismo, como hacían los hermanos Marx, Jerry Lewis, Mel Brooks, Monty Python, entre otros muchos, que hacen de la comedia tontorra, el mejor vehículo para troncharse de las estupideces y miserias del mundo consumista en el que existimos, que no es poco, a qué si, Cuerda. 

Tenemos a una Margot Robbie desatada y sublime como la Barbie estereotípica, tan suya, tan rígida, tan bella, tan falsa y tan cansada de ser muñeca. Junto a ella, un Ryan Gosling, que tiene algún que otro numerito musical y tontín para enmarcar, con ese look, ¡Vaya look!, será difícil que pueda superarse, bueno, es muy Zoolander (2001), de Ben Stiler, que también ha pasado por el universo Baumbach, y es otro director de la parodia y el cachondeo, como también hizo en Tropic Thunder (2008). También pululan America Ferrera, que se cruzará en el camino de Barbie, Kate McKinnon, en uno de esos personajes divertidos y muy oscuros, que parecen sacados de alguna famosa serie raruna de la tele de los sesenta, Rhea Perlman como la creadora de la muñeca, en una de las secuencias más conmovedoras de la cinta, Will Ferrel como el magnate de Mattel, o ese mandamás tonto de capirote y sus locos seguidores del consejo, todo tíos, faltaría más, y luego, toda una retahíla de buenos intérpretes que hacen de todas las versiones, réplicas y dobles de Barbies y Kens, ahí es nada. No vayan a ver Barbie con prejuicios o con demasiadas expectativas, sino que hagan totalmente lo contrario, vayan a disfrutar, a reírse, porque seguro que se van a reír, y da igual que les gusten las muñecas, faltaría más, a mi no me gustan, y nunca he tenido, y no me ha impedido emocionarme con la película, por su libertad, valentía, cachondeo, parodia y autoparodia a lo bestia, sin filtros, sin el ánimo de agradar a todos y todas, sino de construir una película al servicio de Barbie y Mattel, sino aprovechar ese mundo consumista para crear otro, tan divertido, tan lleno de errores y lleno de muñecas y muñecos que sueñan con ser humanos, o con vagina. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Super… ¿quién?, de Philippe Lacheau

BADMAN QUIERE SALVARNOS DEL MAL O NO.  

“Las parodias y las caricaturas son las críticas más penetrantes”

Aldous Huxley

La palabra Superhéroe nació en los años veinte en Estados Unidos, pero fue en la década de los treinta, con la hecatombe económica por el crack del 29, cuando se popularizó el género en las páginas de los cómics en la piel de Superman, y más concretamente en  1938. A partir de ese momento, otros llegaron y aparecieron los Batman, Spiderman, y demás. El cine los adaptó con desigual fortuna, aunque será en las últimas décadas con el Superman (1978), de Richard Donner, y los dos Batman (1989/1992), de Tim Burton, que el superhéroe empezaba a reclamar su éxito. Aunque en el nuevo milenio, el avasallamiento ha sido imperial, ya que tanto Marvel y DC Comics (las poseedoras de los derechos), se han convertido en productoras y cada año producen un montón de películas basadas en comics de superhéroes, llegando a la acumulación psicótica de seguir lanzando películas a modo de clones. Un cine que va destinado a la chavalería, y a esos adultos que siguen empeñados en ser chavales, porque ofrecen entretenimiento muy vasto, la eterna lucha del bien y el mal, como si todavía no estuviera más que clara. Sus dosis de humor barato, y una pirotecnia visual cada vez más sofisticada y apabullante, de historia nada de nada y de reflexión menos. En los últimos tiempos han querido humanizar y pegar a la realidad al susodicho, pero con resultados irrelevantes.

A Philippe Lacheau (Fonteny-sous-Bois, Francia, 1980), lo conocíamos por su éxito como cómico con el grupo “Bande à Fifi”, que comparte con Tarek Boudali, Élodie Fontan, Reem Kherici y Julien Arrut, y su exitosa carrera como actor y director en películas como Alibi.com, agencia de engaños (2017), y la reciente adaptación del manga City Hunter. Su nueva película, que recoge el original de Super-héros malgré lui (traducido como “Superhéroe a pesar de sí mismo”), nos coloca en la piel de Cedric, un actor sin trabajo, que todavía sigue enamorado de su ex y no levanta cabeza. Una serie de circunstancias lo llevan a ser el protagonista de la nueva película de superhéroes llamada “Badman”. El rodaje arranca y parece que la cosa va como la seda, hasta que una noche un accidente hace perder la memoria a Cedric y cree ser realmente un superhéroe. El protagonista se meterá en mil y un líos siendo el justiciero de la ciudadanía. Sus colegas intentarán ayudarlo, y la policía, también, porque persiguen a un implacable atracador de bancos, y encima, la ex de Cedric aparece en escena.

Lacheau consigue una película muy entretenida, divertidísima y una excelente parodia del cine de superhéroes (nos acordamos inevitablemente de Superlópez (2018), de Javier Ruiz Caldera, que adaptaba la tira cómica de Jan, que a su vez parodiaba a Superman),  riéndose de todo y todos, sin dejar nada en el tintero, haciendo un repaso exhaustivo a tantas y tantas películas del género, utilizando cada detalle y gag para introducir algún elemento reconocible del cine palomitero de capa y salvadores de la patria. Y no solo se queda ahí, se mofa del cine de polis, con ese grupito de ineptos liderado por el comisario, que no es otro que el padre de Cedric, amén de la hermana que también es poli, de esas de rompe y rasga, con esos criminales malos malísimos y tontos de capirote, y dispara contra el amor romántico, y tantas ñoñerías que vemos en esas comedias románticas vomitivas, y como no, también hay palos para el show business, con el productor tirano, el director sumiso, y ese actor, en plan star de la película, un veterano al que ya nadie llama y él sigue creyendo que es el no va más.

Como es habitual en sus películas, Lacheau se hace cargo del protagonista y la dirección, y se reúne de su citado grupo cómico, que interpretan a sus colegas, a cual más extraño y freak, como el que tiene de pareja a la madre de uno de ellos, que es un tirado y un loco de remate, la hermana policía, una especie de arma letal, y las estupendas presencias de Jean-Hugues Anglade y Georges Corraface. Parodiar un cine como es el cine de superhéroes que, ya es en sí una parodia en toda regla del modo de vida estadounidense, con su bandera ondeando, sus justicieros salvando la patria, sus chicas enamoradísimas a pesar de tanto desplante y demás, y esos malos de tebeo, o porque no decirlo, esos malos con pintas de rusos, árabes y chinos, en fin, un sinsentido que desgraciadamente seguirá invadiendo las pantallas de todo el mundo en estas películas clones, porque aportar no aportarán absolutamente nada a los espectadores ávidos y entregados a la causa, sino solo generarán grandes ingresos económicos, y no solo en la pantalla, sino en videojuegos, marketing y todo lo que te puedas imaginar en forma de objeto, comida y cosa que pueda venderse para mayor gloria de la causa. Así que, aplaudimos y celebramos una película como Super… ¿quién?, porque hay que reírse y mucho de los superhéroes, de unos tipos que se disfrazan ridículamente para salvar el mundo, eso sí, su mundo hortera, superficial y materialista. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Anacleto: Agente Secreto, de Javier Ruiz Caldera

poster-anacletoPARODIANDO UNA DE ESPíAS

El personaje de Anacleto ya había debutado en la gran pantalla brevemente, fue en la película El gran Vázquez (2010), de Óscar Aibar, (cinta donde se relataban las andanzas del famoso historietista, que también servía de homenaje al cine patrio de los 60). Anacleto aparecía a modo de animación interactuando con su propio creador. Ahora, llega su salto a la gran pantalla, como anteriormente dieron el gran salto otras criaturas de la Editorial Bruguera como Mortadelo y Filemón, El Capitán Trueno o Zipi y Zape, con resultados desiguales.

El responsable de esa aventura cinematográfica ha sido el director barcelonés Javier Ruiz Caldera, el joven director sigue en su cuarto título de su carrera, el camino emprendido en su debut Spanish Movie (2009), una parodia sobre cine español surgida a raíz del éxito de Scary movie, le siguió tres años después Promoción fantasma, aquí el objeto de la mofa radicaba en las cintas estadounidenses ambientadas en institutos donde los estudiantes se enfrentaban a terroríficos asesinos. La tercera incursión en este género paródico fue hace un par de años en la excelente y rabiosa 3 bodas de más, (donde se reía de esas comedias romanticonas americanas donde la chica angelical y de vida profesional triunfante fracasa constantemente en el amor). Caldera paría una agitada y buenísima comedia con patosa científica e inmadura emocionalmente que se veía envuelta en las mil y una en la caza del amor romántico. Ahora, se enfrenta en la difícil tarea de adaptar un cómic legendario en la historieta española, y creado por uno de los grandes, Manuel Vázquez Gallego (autor también de Las hermanas Gilda y La familia Cebolleta, entre otros) en el 1965 como parodia del agente James Bond 007, que en el 1962 había debutado en el cine en la película 007 contra el Dr. No, no obstante el autor se declinaba más como referencia el personaje Maxwell Smart e la serie televisiva Superagente 86. Ruiz Caldera sale airoso del envite dotando a su película de comedia clásica, hay trompazos, golpes y persecuciones al más puro slastick, y cómo no, también hay comedia, como en sus anterior films, esta vez una comedia física, de carreras, de nervios, disparos, explosiones, de constante tensión. Nos recuerda mucho a la saga de Torrente, de Santiago Segura, aunque la comparación es obvia, ya que el personaje de José Luis Torrente y sus andanzas beben y mucho del universo Bruguera y esa idiosincrásica carpetovetónica tan arraigada en nuestro ser.

La película coge la esencia del tebeo, con abundantes guiños y referencias al universo Bruguera y Vázquez: el arranque de la cinta con el desierto de Gobi, perdido en el culo del mundo, y ese inicio a lo Bond, los innumerables tics paródicos de objetos, escondrijos y demás herramientas andrajosas y fueras de tiempo, el inseparable cigarrillo, el smoking con pajarita, y esos andrajosos edificios, llenos de recortes y oficinistas caricaturizados y esa (des) organización que recorre toda la trama, sin olvidarnos de su archienemigo «El malvado Vázquez», parodia del propio creador y de esos siniestros monstruos de las películas de 007. La película se desarrolla a un ritmo vertiginoso, con una ambientación atemporal, porque por un lado tiene un look muy de los 70, con esos edificios interminables ubicados en barrios colmenas y plazas de estética cutre, y mercados a la vuelta de la esquina , y por otro, se cita a películas actuales del tipo sagas de Misión imposible y Jason Bourne. El reparto, con algunos de los habituales del director,  ajustado y definido también hace un espléndido trabajo, la elección de Imanol Arias como ese Anacleto, cansado y viejo es muy acertada, Quim Gutiérrez como hijo del antihéroe se destapa como el patito feo que da el salto sacando la bestia que lleva en su interior, Berto Romero, como amigo patoso y listillo, Carlos Areces, que raya a gran altura en la piel del malo, y no menos su grupito de secuaces que lo sigue hasta la muerte, sin olvidarnos de esa familia disfuncional y cutre que tanto conocemos todos. Quizás la película decae en algunos momentos cuando intenta aclarar ciertos elementos, porque cuando dan rienda suelta a la locura y la parodia, metiendo caña y soltando libremente el despiporre y la caspa, la cinta aumenta su energía y sus salvajadas, y sus ganas de hacer reír y divertir al personal riéndose de todo y todos, sobre todo, de si mismos, y de ese cine de espías de escuadra y cartabón que tanto se ha gustado a si mismo.