Las vidas de Marona, de Anca Damian

PERRA VIDA.

“Los humanos no se molestan en aprender nuestros ladridos, pero nosotros tenemos que entender lo que nos dicen. Aprended el idioma del hombre para protegeros de él”

Si hay un perro que nos ha conmovido en el cine más personal y comprometido, ese no es otro que Flike, el perrito que seguía a pies juntillas al desamparado y solitario Umberto Domenico Ferrari, el jubilado pobre de Umberto D., de Vittorio de Sica. Flike era fiel a su dueño, a pesar de las injusticias y penumbras por las que pasaban, un perro que era más que un amigo, era el único ser vivo que nunca dejaba a Umberto. Marona, la perrita mestiza, también es un can fiel y resistente, a pesar de que, al contrario que Flike, no suele encontrar en los humanos un aliento cálido y amable. Marona hace lo imposible para ser una más, pero las circunstancias de su existencia resultan hostiles y oscuras. La cineasta Anca Damian (Clujnapoca, Rumanía, 1962) ha combinado la acción real con títulos como Crossing Dates (2008) A Very Unsetted Summer (2013) o Moon Hotel Kabul (2018) con largometrajes de animación como Crulic: The patch to Beyond (2011) donde mezclaba aspectos biográficos, aires kafkianos y experimentales, o The Magic Mountain (2015) la historia de un Don Quijote en Afganistán.

La directora rumana fusiona su fantasía visual con temas universales como el amor y la muerte, cuentos de hadas modernos, en los que prima la verdad, como espejo de la tragedia de la existencia, a través de personajes sumidos en realidades complejas y tristes. En Las vidas de Marona arranca con el atropello de la perra protagonista del relato. A partir de esa imagen tremenda con el animal tendido en el suelo y agonizando en el asfalto, arranca el relato, con la compañía de la voz en off del can, que nos irá explicando las vicisitudes de su vida, incluso antes de nacer. Siguiendo la misma estructura que Sin techo ni ley, de Agnès Varda, por citar una de las películas en las que mejor se refleja la durísima vida de Marona, la película nos irá llevando por un universo laberíntico y vital, con una apabullante y extraordinaria imaginación visual, acompañada de un virtuosismo estético y pictórico, donde se mezclan lo onírico con lo real, las formas extrañas, surrealistas y complejas, dibujando marcos y mundos dentro de este completamente inabarcables, surrealistas y esperpénticos.

Marona vendrá al mundo y será abandonada por la familia de su padre, un dogo argentino racista y malcarado. Sola y abandonada en la calle, será recogida por Manole, un solitario y melancólico acróbata, que vive en un mundo de bohemia, donde la perrita cachorra, vivirá un cuento lleno de colores, formas imposibles y ensoñaciones, aunque todo ese universo de fantasía y amor, no tardará en llegar a su fin. Luego, pasará a manos de Istvan, un conductor amable y patoso, que la llevará a su casa, un hogar lleno de normas y restricciones, donde Marona, en su adolescencia, se sentirá atrapada y desamparada. Finalmente, los huesos de la perrita acabarán en manos de Solange, una niña que a medida que se hace mayor, dejará de lado a su perrita adorable. Una vida, la adulta, en que Marona tendrá que aceptar las cosas como son y soportarlas. Damian construye una película imaginativa y visualmente magnífica, sobre la perra vida de un can que deberá lidiar con el amor y el dolor a partes iguales, o mezclado, donde la hostilidad de los humanos será el pan de cada día, como les ocurría a Baltasar y a Marie, burro y niña, en la maravillosa Au hasard Balthazar, de Bresson, maltratados y vilipendiados por sus amos, unas vidas duras que encontraban poco amor.

Damian ha construido en Las vidas de Marona, un relato humanista y sensible, donde encontramos humor, ternura, dolor y tragedia, que crítica la hipocresía de la sociedad, atizando en ese interés malvado del amor, de la utilización y el abandono, a través de la existencia de un can mestizo, una especie de patito feo, que empieza ser rechazado por su condición diferencial, por no pertenecer a lo auténtico, a lo oficial, y así, comenzará una vida de abandono, solitud y desamparo, en la que su existencia, después de algo de amor y cariño, se instala en la soledad y la tristeza, como único camino insondable en la existencia del cánido, convertida así en un espejo deformante, en que el reflejo existencial del animal, se convierte en los males de nuestra sociedad, en la que, por desgracia, reinan la competitividad, la avaricia, el egoísmo, la soberbia, la hipocresía, y demás males que, ahondan y maltratan a aquellos, como le ocurre a Marona, diferentes, llenos de bondad y fidelidad, seres inocentes, llenos de vida, y sobre todo, amor, que chocan con ese cúmulo de barbaridades tan instaladas en la sociedad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Aves de paso, de Olivier Ringer

aves_de_paso-cartel-7342EL PARAÍSO DE LOS PÁJAROS.

A Cathy, una niña belga de unos 10 años, su padre le regala un huevo de pato para su cumpleaños. El destino quiere que cuando nazca el animal vea por primera vez a Margaux, una amiga discapacitada de Cathy, y de esta manera la vea como su madre. La tercera película del cineasta Olivier Ringer (Bruselas, Bélgica, 1961) después de dos anteriores trabajos enfocados también en el mundo de la infancia y sus conflictos, nos presenta un relato iniciático en la que dos niñas deberán emprender un camino llenos de aventuras cotidianas y realistas para salvar a su nuevo amigo. Ringer, que vuelve a contar en la producción con su hermano Yves, construye una historia sencilla, delicada e intimista, en la que el conflicto es pequeño, pero de dimensiones dramáticas para sus protagonistas, en la que filma a sus personajes de forma humanista, huyendo de esas historias edulcoradas en las que nos plantean aventuras demasiado fantásticas y muy alejadas de la realidad, cayendo en la condescendencia y los buenos sentimientos, aquí, no hay nada de eso, se trata y se describe a los personajes de manera realista, sin caer en el estereotipo, dotando a todos ellos de posiciones cercanas a nosotros.

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Unos padres que debido a sus ajetreadas vidas, no encuentran el espacio que permita a sus hijos crecer en armonía, y siendo capaces de escuchar las necesidades de sus primogénitos, intentando zanjar los problemas de forma brusca y rápida, para así seguir con sus ocupadas vidas. Las niñas, en su pequeño mundo, harán todo lo posible e imposible, para ayudar al pequeño e indefenso animal, cuidándolo y llevándolo hasta donde haga falta, actitud que les lleva a oponerse y rebelarse a la autoridad paterna, para que su nuevo amigo tenga un destino diferente al de la granja productiva. Ringer nos cuenta su fábula de manera tranquila y reposada, sin aspavientos, apartándose de recursos efectistas y demás, su cámara sigue a sus personajes, los describe con la distancia prudencial, dejando al espectador las pertinentes conclusiones, nos habla en primera persona, sin juzgar nunca ni su historia ni lo que en ella sucede, hablándonos de temas próximos como la libertad individual, la sobreprotección de los padres, el valor de la amistad, los problemas de la discapacidad, y esas ansías de crecer y enfrentarse a tus propias problemas. Temas que son tratados de manera pedagógica, dentro de un campo humanista, en la que no hay buenos ni malos, sino circunstancias de nuestro propio destino, y la aventura más grande que podamos realizar y no es otra cosa que la de nuestra propia vida.

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Ringer ha realizado una bellísima y sensible película, que se aleja de los lugares comunes de este tipo de cintas, filmando en lugares fríos y alejados del mundanal ruido, donde solamente encuentras humedales o carreteras secundarias en las que apenas pasan coches y debes esperar horas a los pocos autobuses que la atraviesan, un mundo de las afueras, un mundo no muy alejado del tratamiento de buena parte de los relatos sobre la infancia de la cinematografía francesa o belga, que la acerca al cine de los hermanos Dardenne, y que también nos recuerda a otros personajes infantiles que desafiaron la autoridad paterna para ser ellos mismos, y con la necesidad de huir para enfrentarse a sus propias vidas y sus propios problemas y de esa manera, descubrir el mundo que les rodea, con sus alegrías y tristezas, como la Dorothy de El mago de Oz, el Bruno Ricci de Ladrón de biciclietas, el Antoine Doinel de Los 400 golpes, John y Pearl Harper de La noche del cazador, los Julián o Bonnet de Adiós, muchachos, o la Ana de El espíritu de la colmena, y tantos otros, todos ellos, niños y niñas que, descubren el mundo de los adultos, un mundo con otras reglas, otros conflictos, un mundo en el que descubrirán su verdadero carácter y sobre todo, a construirse su propia vida con todo lo que eso comporta.


<p><a href=»https://vimeo.com/191500274″>AVES DE PASO Tr&aacute;iler VOSE</a> from <a href=»https://vimeo.com/user14072243″>CINEYMAX.COM</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

Phantom Boy, de Alain Gagnol y Jean-Loup Felicioli

untitledEL HÉROE ACCIDENTAL

Léo tiene 11 años y es ingresado en el hospital enfermo de cáncer. Allí, conoce a Alex, un inspector de policía, siempre metido en líos, que tras sufrir un accidente, se recupera de su fractura en la pierna, causada por un malvado que se hace llamar El hombre de la cara rota, un villano que amenaza a la ciudad de Nueva York con propagar un virus que acabará con todo. Alain Gagnol (1967, Roanne, Francia) y Jean-Loup (1960, Albertville, Francia), trabajando juntos desde el 1996, vuelven a ponerse tras las cámaras después de la fantástica Un gato en París (2010), presentada en la Berlinale y candidata a los Oscar. Si en aquella acometían el film noir en las calles de París a ritmo de jazz, que bebía del cine de los años treinta realizado por los Carné, Renoir… Ahora, viajan hasta la ciudad de Nueva York, y recuperan el aroma de las cómics de los 60 de Stan Lee, junto al policíaco y el fantástico para sumergirnos en el ambiente sesentero para desarrollar una película de gran energía, trepidante y oscura.

Desde los títulos de crédito, sorprendentes y llenos de ritmo (que recuerdan a La pantera rosa o Charada al ritmo de la música de Henry Mancini) y la secuencia inicial, a modo de prólogo, donde ya nos mezclan la cotidianidad de un cuento con lo fantástico, dos elementos que seguirán muy presentes durante todo el metraje. Los realizados franceses, que mezclan la construcción artesanal de la animación (pintando con lápices de cera sobre el papel) y las técnicas más avanzadas, consiguiendo un efecto cromático fascinante que recupera el cine de los ancestros con las historias más cotidianas y cercanas. La trama es sencilla y directa, de ritmo vertiginoso, donde los personajes y las acciones se van desarrollando de modo eficaz y con sabiduría. Nos muestran a Léo, un chaval que tiene que combatir en dos frentes, en el interior, contra la enfermedad que le acecha, y el exterior, colaborar con el policía, gracias a su don (salir de su cuerpo y convertirse en un fantasma que es invisible a los demás, con la capacidad de volar y traspasar todo tipo de muros y puertas) un atributo con el que ayuda a los demás, con el objetivo de acabar con ese hombre de cara rota (que parece una mezcla de El hombre invisible, el clásico del 1933, con el Joker de Batman y El fantasma de la ópera), a Léo y Alex (que parece el James Stewart de La ventana indiscreta, y necesitará de los demás para resolver el caso) se le suma Mary, la joven e intrépida periodista que arriesgará su vida para capturar y ayudar a Alex, que ama en secreto a Alex.

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Una magnífica película que recoge el mejor cine negro, junto al fantástico y el cine de superhéroes, que hace de lo cotidiano la mejor arma para luchar contra los poderes malignos. Una interesante mezcla de géneros, de estructura clásica, ritmo trepidante, gran audacia visual y composición pictórica, a los que hay que añadir una buena terna de personajes, bien diseñados, que nos atrapan a través de su humanidad y honestidad, sin olvidarnos de todos los secundarios, desde los padres de Léo y la hermana Titi, el jefe de Alex, que nos recuerda al jefe de Spiderman, los secuaces de Cara rota, y el diminuto y cascarrabias perro Rufus (que ya aparecía en Un gato en París). Elementos que ayudan a establecer un generoso microcosmos de esta inmensa aventura de animación, que andaría muy cerca de las fantasías humanísticas de Miyazaki y sus criaturas del Studio Ghibli, con la hermosa y sensible partitura del músico Serge Besset (que ya colaboró con los directores en el anterior film) que nos presenta a héroes de carne y hueso que, debido a las circunstancias, tienen que afrontar peligros y situaciones que los conducen a convertirse en otros y sobre todo, a superar sus miedos y dificultades personales para seguir creciendo.


<p><a href=»https://vimeo.com/144607020″>TRAILER PHANTOM BOY CAT amb sub CAT + Logos</a> from <a href=»https://vimeo.com/user34637086″>Pack M&agrave;gic</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>