Here, de Robert Zemeckis

UN LUGAR, UNA LARGA HISTORIA. 

“El presente no existe, es un punto entre la ilusión y la añoranza”. 

Llorenç Vilallonga

La carrera de Robert Zemeckis (Chicago, EE.UU., 1952), desde que debutó con I Wanna Hold Your Hand (1978), que recogía la aventura de unos jóvenes que querían ver un concierto de The Beatles, ha pasado por muchos trabajos tan diferentes como las comedias auspiciadas por Spielberg, entre las que se encuentra la novedosa ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), la exitosa trilogía de Regreso al futuro (1985, 89, 90), su confirmación en Forrest Gump (1994), que le valió el preciado Óscar, películas de corte comercial como Contact (1997), Lo que la verdad esconde y Náufrago (1998), films de animación como Polar Express (2004), Beowulf (2007) y Cuento de Navidad (2009), y más films convencionales como El vuelo (2021), Aliados (2016), y Bienvenidos a Marwen (2018), entre otras, hasta llegar a la cifra de 22 largometrajes y un buen puñado de capítulos para series. Un cineasta que ha sabido generar una filmografía muy variada en la difícil y competitiva industria hollywoodense mezclando títulos más o menos interesantes siempre con vocación taquillera.  

Con Here, que resume adecuadamente su línea como cineasta, hacer una película con hechuras y bien contada que convoque al público. a partir de la novela gráfica homónima de Richard Mcguire, que ya tenía el dispositivo del único lugar mirado desde un único punto de vista fija e inalterable que repasa la historia de un lugar y de paso todos sus habitantes haciendo hincapié en el siglo XX y en particular a una familia: la que forman Al y Rose y la posterior de uno de sus hijos, Richard y su historia de amor con Margaret. Un tableau vivant que nos remite a los orígenes del cinematógrafo y a las películas de Roy Andersson y La crónica francesa, de Wes Anderson donde a modo de teatralización la secuencia ocurre ante nosotros y el movimiento en el interior del espacio resulta fundamental para contarnos todo lo que vemos y lo que no. Zemeckis plantea una película que es, ante todo, una revisión de la historia estadounidense, su antes, cuando no existía y su después, pasando por los momentos históricos, siempre de forma cotidiana y anónima de tantos personajes protagonistas de ella. Aunque pueda parecer un dispositivo poco atrayente, en mi caso, no me lo ha parecido en absoluto, porque el interesante manejo del montaje que firma Jesse Goldsmith (3 películas con Zemeckis, las tres últimas), es decir, la correlación de las diferentes escenas consiguen una cinta donde acabamos viendo un caleidoscopio de tantos que nos precedieron y el implacable paso del tiempo y de las personas y los momentos que van desapareciendo con él. 

El magnífico trabajo de cinematografía de Don Burgess (10 películas con Zemeckis desde la citada Forrest Gump), de arte y de efectos digitales, consiguen atraparnos desde el primer minuto, viendo las diferentes escenas que se van sucediendo sin descanso delante de nuestra mirada en sus 104 minutos de una película coescrita por el gran Eric Roth (con más de medio siglo de carrera al lado de grandes cineastas como Mulligan, Mann, Spielberg, Fincher, Scorsese y Villeneuve, entre otros) y el propio Zemeckis, en la que la historia de amor entre los mencionados Richard y Margaret se convierte en el epicentro del relato. Una historia de verdad, con sus altibajos, sus alegrías y tristezas, sus ilusiones y desesperanzas, con todo lo que tienen y lo que perdieron, donde la vida va y nosotros parece que estamos presentes y ausentes a la vez. La tranquila y conmovedora música de Alan Silvestri (20 películas junto a Zemeckis y más de 135 en su extensísima filmografía), ayuda a participar como uno más en la historia de este lugar, que no resulta un sitio protagonista de la historia en mayúsculas, sino un lugar como otro cualquiera, donde habitaron y habitan personas como nosotros, con sus cosas y sus miserias. 

Una película de este calibre necesitaba un reparto de altura o al menos, un reparto bien conocido y amigo para el cineasta de Illinois como son Tom Hanks y Robin Wright, la inolvidable pareja que formaron Forrest y Jenny en la exitosa película, donde también curiosamente repasan la más de cuatro décadas de la historia estadounidense desde los años posteriores de la Segunda Guerra Mundial, pasando por los convulsos sesenta con el Vietnam y los problemas raciales y demás, hasta llegar a los ochenta con el SIDA. Vemos a los dos intérpretes rejuvenecidos y envejecidos gracias a los extraordinarios efectos digitales, y componiendo unos personajes atrapados por la vida acomodada y monótona donde sus sueños siempre se van a dormir antes de tiempo, siendo testigos de su historia, de su amor, de sus años de convivencia y de ese lugar, que como se decía en Campanadas de medianoche, de Welles, “¡Cuantas cosas hemos visto!”, y tantas cosas que no veremos… Les acompañan unos estupendos Paul Bettany y Kelly Reilly como los padres del mencionado Richard, entre otros, que consiguen transmitir la felicidad de los años de juventud, la insatisfacción de la edad adulta y la decadencia de la vejez.

Me ha gustado Here, de Robert Zemeckis, porque tiene muchos aciertos como el citado dispositivo, porque consigue reunir la vida, la muerte y todo lo demás, en un sólo escenario, construyendo un espacio que emula la vida como acto de ficción, como mentira a la que nos agarramos para encontrar alguna verdad, si es que esta existe, y lo hace sin esa sensiblería ni embellecimiento de nada ni nada, mirando la vida en su profundidad, con sus cosas buenas y no tan buenas, y la grandísima ayuda de una cámara fija e inamovible que actúa como privilegiada testigo, sin juzgar ni endulzar ningún hecho ni nada que se le parezca, y es, en ese sentido, donde la película se eleva enormemente, porque vemos a unos personajes, sobre todo, el personaje de Richard, un hombre que define esa maldita idea del “American Dream”, que tanto daño ha hecho a tanta gente, porque la sociedad mercantilista y todo lo que experimentamos en ella, siempre estará sujeta a lo que se espera de nosotros ante los ojos de los demás, y no por el contrario, a lo que queremos hacer de verdad, a aquello que nos bulle el alma. El conflicto eterno de la condición humana. Entre quiénes somos y el valor de ejercer esa identidad que es sólo nuestra y de nadie más. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Dios sabe, de Silvia Rey

CF8FYUkUEAEV2wTLA MEMORIA DE UN LUGAR

“Lo nuevo se cae y lo viejo se mantiene”

“Fueron dos terremotos. A las 5:05 y a las 6:47 de la tarde del 11 de mayo. El epicentro se situó 6 km del sudoeste de Lorca, en la Sierra de Tercia. Desde allí, recorrieron este camino en unos segundos hasta romper en el centro histórico de la ciudad con una potencia igual a la de 200 toneladas de TNT”. Mientras recorremos, en plano secuencia, el itinerario que siguió el seísmo, escuchamos la voz de la directora Silvia Rey que nos introduce en su película dándonos la bienvenida, a modo de prólogo, situándonos de esta forma tan descriptiva y sencilla del antes, de lo que ocurrió ese 11 de mayo en la localidad murciana de Lorca.

La debutante Silvia Rey (Lorca, 1977) licenciada en Comunicación Audiovisual, pero curtida en el máster de documental de la UPF (curso que se ha revelado como uno de los más prestigiosos del país en cantera de futuros cineastas de lo real), sigue un recorrido vital breve y conciso (64 minutos de metraje) volviendo a sus orígenes, al lugar que la vio nacer, a ese espacio familiar que ahora se ha convertido en escenario de conocimiento y observación. Su película se abre y se cierra con unas máquinas devorando el paisaje urbano, en plena demolición de dos edificios, en una metáfora sutil y elegante de lo efímero de las cosas y todo lo material que nos rodea, como más adelante recordará el párroco en una misa que tiene lugar en un local a oscuras, ya que la iglesia también ha sufrido la catástrofe quedando reducida a la ruina. Rey no se detiene en las consecuencias del siniestro, va más allá, huye de la noticia para centrarse en el sentimiento humano, en las personas que han sufrido los daños materiales, porque afortunadamente, el terremoto no provocó pérdidas personales. Unas gentes que son retratados por la cámara de Rey en primera persona, la directora les cede la palabra, y los sitúa en el centro del cuadro, siempre mirando en off, el fuera de campo lo reserva para los edificios e inmuebles dañados, sólo lo rompe en algunos planos, cuando penetra en una iglesia derruida, y en las habitaciones contiguas, donde guardan las imágenes santorales a buen recaudo, y finalmente, en el domicilio familiar. Escuchamos a los lorquinos explicarnos como vivieron lo ocurrido, dialogando entre ellos, ninguno de ellos mira a cámara, Rey huye del reportaje periodístico al uso, no le interesa lo que sucedió, sino a quiénes sucedió y las consecuencias que están sufriendo, provocando así la cercanía con el espectador, en una suerte de demiurgo que provoca el encuentro entre los lorquinos y los espectadores.

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Rey también cede tiempo y espacio a los obreros, algunos lorquinos y otros inmigrantes, que trabajan en la reconstrucción de la ciudad. Trabajadores que se cuentan entre ellos, todos los desastres naturales que ha sufrido la región, así como los orígenes ancestrales que se remontan a la prehistoria de la región que pisan. Un planteamiento interesante y fluido para conocer más el lugar y la memoria que lo envuelve. Un discurso parecido como el gestionado por Abbas Kiarostami en su película Y la vida continúa, donde en medio de la destrucción ocasionada por los terremotos en la región de Guillán, hacía un viaje con el propósito de localizar a los jóvenes protagonistas de su anterior film. Si bien la sombra del genial cineasta iraní es reconocible, hay otras, quizás por afinidad y formación creativa, la película de Rey podría mirarse como un cruce entre En construcción, de José Luis Guerín y El cielo gira, de Mercedes Alvárez, dos excelentes muestras de cómo acercarse a los orígenes de los lugares a través del paisaje del presente y las relaciones que se establece entre sus habitantes y el espacio que los rodea. La cineasta murciana ha parido una obra reflexiva y muy del tiempo que nos envuelve y asfixia, una película que nos da ese espacio y tiempo para mirar, que nos envuelve en un escenario pausado en el que las personas y las cosas de nuestro alrededor nos acercan no sólo a lo que estamos siendo testigos, sino a valorar nuestro entorno y sobre todo, a nosotros mismos.

<p><a href=»https://vimeo.com/51214336″>Fragmento largometraje Dios Sabe</a> from <a href=»https://vimeo.com/user7744502″>Silvia Rey Canudo</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>

– Aquí va la película integra para todo aquel que quiera acercarse a ella:

<p><a href=»https://vimeo.com/73327074″>Dios Sabe sub ingles</a> from <a href=»https://vimeo.com/user7744502″>Silvia Rey Canudo</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>