Te estoy amando locamente, de Alejandro Marín

YO SOLO QUIERO AMOR. 

“(…) Tengo ganas de no explicar por qué Yo te quiero querer sin miedo a que puedan volver Tengo ganas de saltar a tus pies, levantar el parquet. Contarle a Dios, quién quiero ser”.

Fragmento de “Yo solo quiero amor”, de Rigoberta Bandini 

Erase una vez… Miguel, un joven sevillano por aquel verano de 1977. Su madre Reme está orgullosa de su hijo porque estudiará Derecho, aunque Miguel tiene otros planes para su vida, él quiere ser artista e ir a la tele a demostrarlo. Miguel también oculta su condición homosexual a su madre, un mundo oculto y perseguido entonces, ya que hasta 1988 era delito. En ese incipiente colectivo LGTBI andaluz encontrará a Mili, Lole, Dani y Paquito, personas que se ayudarán para visibilizarse y luchar por sus derechos en un país todavía anclado en la oscuridad del franquismo. Te estoy amando locamente, que coge prestado el título de la famosa canción del dúo rumbero “Las Grecas”, que lo petó en 1974, para contarnos la intrahistoria de este país, de tantas luchas clandestinas, tantos derechos reivindicados y sobre todo, pone rostro y voz a tantas personas ocultas tantos años y un día dejaron de esconderse y salieron a las calles a reivindicar, luchar y ser ellas mismas sin miedo. 

A su director Alejandro Marín, lo conocíamos por haber pasado por la Escac, que coproduce la cinta junto a Zeta Cinema, haber dirigido cortometrajes como Nacho no conduce (2018), sobre la condición gay oculta de su protagonista, el largometraje colectivo La filla d’algú (2019), la serie Maricón perdido (2021), y ahora con Te estoy amando locamente, su debut en solitario en el largometraje, escrita por Carmen Garrido, que fue delegada de producción en la reciente Los buenos modales, y el propio director, en el que construyen un sensible e intenso drama que aúna de forma admirable lo doméstico, la relación complicada entre Miguel y su madre Reme, y lo social, el movimiento LGTBI andaluz, en una historia con un tono humano y social, con un ritmo bestial, dond hay tiempo para todo. Contada desde la visión de Miguel, de su conflicto personal, el suyo propio, y entre lo quiere y lo que su madre desea, y su descubrimiento de “Los otros”,  que son como él, y su soledad y aislamiento, acompañada por su inseparable amiga Maca, se ve ampliado por personas que son y sienten como él, y todo bajo el auspicio de la iglesia, ya que el cura, comunista y liberal, les deja una sala del centro parroquial. 

Una película de aquí y ahora, pero hablando de hace 46 años, donde se habla de amistad, de amor, de mirar al otro, de acompañarlo, de acompañarse y sobre todo, de cuidar y de empatía, de ser uno pero sobre todo, ser nosotros. Marín vuelve a contar con algunos cómplices que le han ido acompañando en su filmografía como el cinematógrafo Andreu Otroll, que realiza un gran trabajo, captando ese abanico de colores oscuros y vivos, que capta con detalle la transición que sufría el país, y el personaje de Miguel. Otro habitual es el montador Javier Gil Alonso, que lo conocemos de sus trabajos con Miguel Ángel Blanca y la serie Veneno, y el músico Nico Casal, que escuchamos en películas de Nely Reguera y Ramón Salazar, y el gran fichaje de Eva Leira y Yolanda Serrano en la confección del pedazo reparto de la película, lleno de rostros conocidos como una impresionante Ana Wagener, nunca está mal esta mujer, en el papel de Reme, la madre que deberá adaptarse a los tiempos de cambio que está experimentando su hijo y por ende, la sociedad. Manuel Morón, otro que nunca está mal, ahora en el rol de abogado con dinero, aquellos adscritos al antiguo régimen que todavía conservan su estatus. Alba Flores como Lole, que magia y que luz tiene esta actriz, capaz de cualquier personaje, de moldearlo a su manera y hacerlo muy suya. Jesús Carroza, que hemos visto en muchas de Alberto Rodríguez, está genial como cura de barrio, un tipo cercano, que sabe que al fascismo se le discute y se le lucha desde dentro y la palabra de Dios es para ellos que son perseguidos. 

Luego, tenemos a los intérpretes menos conocidos pero igual de interesantes, que aportan esa veracidad, frescura y humanidad que necesita la película. Un gran protagonista como Omar Banana como Miguel, que hemos visto en series como Paquita Salas, Sky Rojo y el inolvidable Manolito de Veneno, ahora en su puesta de largo en el cine con un personaje maravilloso, con una humanidad desbordante, una alegría de vivir y conociendo la verdad del mundo, lo oscuro y lo amargo de un país que todavía se resiste a cambiar para todos y todas. Le acompañan el músico La Dani haciendo de Dani, que ya estuvo en el especial para televisión Una Navidad con Samantha Hudson (2021), que digirió Marín, con un personaje que ha vivido la cárcel y su violencia por su condición, toda una diva que canta copla de la Piquer en el local clandestino que tiene el movimiento LGTBI, que le acompañan Alex de la Croix como Mili, que salía en Rainbow y la serie La que se avecina,  y la debutante Lola Buzón como Paquito, que ha salido en  la citada Maca que hace Carmen Orellana, que hemos visto en Veneno, y comedias como Operación Camarón y El mundo es vuestro, y Pepa Gracia como Raquel, una abogada que defiende las causas perdidas, con más de 20 trabajos entre cine y televisión. 

Aplaudimos y celebramos una película como Te estoy amando locamente, de Alejandro Marín, porque es una reivindicación de ser uno mismo, del amor y de la vida, y no solo mira al pasado de forma directa y de verdad, sino que lo hace deteniéndose en las personas, en todo lo que son y en todo lo que sienten, y de paso, no se olvida de lo social, del contexto histórico que se palpaba en aquella España/Sevilla del 77, cuando todo estaba por hacerse después de tantos años de oscuridad y violencia franquista, porque el país estaba en pañales en derechos y libertades para todos y todas, y en eso, la película es admirable, en su tono ligero y cercano, porque aunque hay maldad y persecución, también hay alegría y amistad, y es ejemplar en el sentido de la transición por el que pasan cada uno de los personajes, al alimón de la que se vivía en el país, y por añadidura, esos impagables temas musicales como “El garrotín”, de los Smash, que nos da la bienvenida a la película, y a ese microcosmos con ese patio rodeado por las diferentes viviendas, toda una metáfora de la situación que se experimentaba en el país. Un país que ha avanzado mucho, pero todavía hay mucho por hacer en derechos LGTBIQ+, porque todo lo que se ha ganado y se ganará, con aquel espíritu del 77 y 78, puede verse muy amenazado por los malos y por los fascistas de siempre. No lo conseguirán porque ahora somos muchas y muchas. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Pozoamargo, de Enrique Rivero

Poster Pozoamargo-TAMANO A4(21X 29.7cm)-outlineLA HUIDA IMPOSIBLE.

El arranque de la cinta anticipa el trabajo de concisión narrativa en el que está construida la película, vemos, en primerísimo primer plano, y con abundante luz, una jeringa penetrando en un brazo, pasamos a corte a un plano en penumbra, de una pareja haciendo el amor, y volvemos al hospital a conocer los resultados de los análisis. Una forma precisa y contundente, en que el sonido inunda todo el encuadre. Enrique Rivero (mexicano nacido en 1976 en Madrid) ya había demostrado sus maneras de gran narrador en sus anteriores trabajos, en Parque Vía (2008), galardonado con el Leopardo de Oro y FIPRESCI en Locarno, y en Mai morire (2012), que también viajó por múltiples festivales. Dos obras de gran calado narrativo, en el que tanto la forma como el fondo casaban de forma explícita y sencilla en todo lo que se contaba. Dos relatos profundamente oscuros, en el que dos personas de marcada naturaleza interior, tenían que lidiar con un exterior al que temían, tanto físico como emocionalmente.

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En este nuevo trabajo, se enfrasca en la existencia de Jesús (interpretado por el debutante Jesús Gallego) un hombre de mediana edad, de rostro duro y trabajado (recuerda a los viejos pistoleros de los westerns de Peckinpah o al Daniel Fanego de Los condenados) que ante la adversidad en forma de enfermedad venérea, opta por huir de su mujer embarazada y refugiarse en sí mismo. El viaje físico lo lleva hasta Pozoamargo, un pueblo de la Castilla rural y profunda, en el que las gentes se ganan el pan vendimiando. El cineasta mexicano opta por una estructura dividad en dos, con tonos diferentes, en el primero, con una duración cercana a la hora, somos la mirada de este hombre, acarreando a sus espaldas el sufrimiento que lo azota diariamente de culpa y castigo, una alma en pena, que huye de sí mismo, pero no encuentra alivio, y serenidad en su interior, y en el último tercio, la película se transforma, en un ejercicio en blanco y negro, con rasgos muy significativos del cine del este, con Tarkovski o Tarr a la cabeza, y nos introduce en otra dimensión de la existencia de Jesús. Rivero consigue sumergirnos, casi sin darnos cuenta, en esa atmósfera opresiva, utilizando pocos diálogos, a través de un paisaje árido y vacío, y pocas cosas que hacer, y unos personajes de pueblo, cerrados y parcos en palabras. La existencia de Jesús transcurre entre el trabajo en el campo, alguna partida en el bar, y la relación algo tormentosa con la dueña del bar, y los cantos de sirena de la putita del lugar (extraordinaria la caracterización como “lolita» de Natalia de Molina). Una vida sin vida, un alma sin corazón, una forma de ocultarse de los miedos y las inseguridades de alguien que no es capaz de enfrentarse a una realidad dura y difícil, un cobarde que prefiere la huida a aceptar los palos vitales.

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Rivero ha construido una obra de corte cinematográfico bellísimo, pero de contenido muy doloroso, a través de un armazón de puro hierro, en una obra de gran sentido vital, que profundiza en la oscuridad de lo humano, aquello que nos impide ser quiénes somos, y afrontar nuestra propia vida. Un brutal descenso a los infiernos, a través de una forma elegante y demoledora, que no deja respiro, que nos ahoga y nos invita a reflexionar en nuestra propia naturaleza, en las zonas oscuras de nuestro interior. Una película impregnada de las huellas del cine mexicano contemporáneo en el que los universos de Reygadas, Escalante, entre otros, se dejan intuir en la cinta. Una película física, agreste, con una animalidad absorbente y esculpidora, con una maravillosa fotografía de Gris Jordana (asistente de cámara en Mai morire, que ha destacado en Family tour, de Liliana Torres y en El adiós, de Clara Roquet) en la que priman los contrastes de la luz de Castilla, con los interiores opacos u oscuros que reinan toda la película), y el excelente trabajo de arte de Miguel Ángel Rebollo (habitual del cine de Javier Rebollo y Jonás Trueba) a través de la concisión y la desnudez de las localizaciones, sin olvidarnos, del gran trabajo de montaje, del propio director y Javier Ruiz Caldera (responsable de las ediciones de las anteriores películas de Rivero, y director de Tres bodas de más y Anacleto: Agente secreto) en un ejercicio de economía narrativa, en el que casi sin respiro, nos van introduciendo en el interior de un hombre acosado por los miedos, la culpa y el castigo, que no encuentra redención para su mal.


<p><a href=»https://vimeo.com/141942738″>Pozoamargo – Trailer oficial</a> from <a href=»https://vimeo.com/user21891033″>Una Comunion</a> on <a href=»https://vimeo.com»>Vimeo</a>.</p>