Sala de profesores, de Ilker Çatak

CARLA NOWAK Y EL COLEGIO. 

“Idealismo es la capacidad de ver a las personas como podrían ser si no fueran como son”

Kurt Goetz

Érase una vez una maestra llamada Carla Nowak que lleva un semestre en su nuevo destino: un colegio en el que imparte matemáticas y gimnasia. El colegio lleva un tiempo sufriendo unos misteriosos robos que ocurren en la sala de profesores. A partir de una idea que, aparentemente, es brillante, Carla descubrirá quién comete esos robos, aunque cuando lo denuncia, el colegio se sumergirá en una serie en cadena de conflictos cada vez más violentos que tienen en liza a unos alumnos solidarizados que atentan contra la maestra, un colegio sometido a su lema de “tolerancia cero”, tomando decisiones erróneas e injustas, y unos compañeros de trabajo cada vez más indignados y en su contra. La joven maestra deberá lidiar con una situación tensa in crescendo que nadie puede detener. Una situación que destapa la frágil moral y la gran diferencia entre la teoría y la práctica para resolver conflictos de compleja solución, así como la rivalidad, la incapacidad y la confusión de unos docentes que se supone capaces para encarar con dignidad y humanismo los problemas que surgen en un centro de enseñanza. 

El director Ilker Çatak (Berlín, Alemania, 1984), con su cuarto largometraje, a partir de un guion escrito junto a Johannes Duncker, con el que lleva colaborando desde sus cortometrajes y ya trabajaron en I Was, I Am, I Will Be (2019), en el que construyen un magnífico thriller situado entre las cuatro paredes de un colegio cualquiera de Alemania, a partir de un hecho que no parece de difícil resolución, pero que desembocará en una guerra interna entre la maestra, sus alumnos y la dirección del colegio. Ayuda mucho el formato 4:3 que contribuye a esa sensación de asfixia y prisión en la que va derivando la trama, en un gran trabajo de la cinematógrafa Judith Kaufmann, con casi cuarenta películas, de la que hemos visto por aquí de nacionalidad alemana como Cuatro minutos, Dos vidas, Entre mundos, 13 minutos para matar a Hitler, El orden divino y La emperatriz rebelde, entre otras, al igual que el estupendo montaje de Gesa Jäger, habitual del cineasta teutón Jakob Lass, a partir de pequeños planos secuencias cortantes que imprime agilidad, cercanía y la tensión que nos coge del pescuezo y no nos suelta en sus agobiantes 99 minutos de metraje. 

La afilada y rasgante música de Marvin Miller, en su tercera colaboración con Çatak, contribuye a la idea de lo íntimo y lo colectivo, por el que tanto se mueve la historia, donde el personaje principal se desdobla entre la firmeza y la vulnerabilidad que la hace caer con esos momentos de puro terror donde sale el grito mudo. Aunque nada de esto funcionaria sin la inmensa interpretación de Leonie Benesch, que la conocimos en La cinta blanca (2009), de Haneke, o en El profesor de persa, y otros trabajos para Thomas Berger, Uli Edel, etc… Su Carla Nowak no es un personaje, es el personaje, y lo digo así, porque su composición es digna de estudio, con un personaje que parece muy firme y directo en sus convicciones personales y profesionales, y debido a las circunstancias que se van produciendo, va limitándose y enfrentada a sí misma, a los demás, al colegio y a sus alumnos, en un alucha encarnizada en la que va perdiendo inexorablemente. Viviendo situaciones nuevas para ella, que la superan y que, además, no encuentra la forma de darles solución. Un personaje cotidiano, cercanísimo y humano, con sus ideas, sus miedos e inseguridades y sus equivocaciones, como cualquier docente que ahora mismo está en la función de su empleo. 

Le acompañan Eva Löbau, la secretaria del colegio que hemos visto en películas de Maren Ade y Quentin Tarantino, y muchos más, Michael Klammer y Rafael Stachoviak como maestros mediadores de conflictos, una confusa directora de colegio Anne-Kathrin Gummich, una compañera solidaria como Kathrin Wehlisch, y otra compañera, más crítica como Sara Bauerett, el niño Leonard Stettnisch, y los demás chavales, que hacen creíbles unos personajes que asumen una actitud de solidaridad al acusado del conflicto (madre de uno de ellos) y mucha hostilidad al colegio. Sala de profesores es una película que evidencia la importancia de los festivales de cine, en su caso, se presentó en la Berlinale del año pasado, en la sección Panorama, y a partir de ahí, sigue con un recorrido espectacular de certámenes que le ha llevado a encumbrar cotas tan impresionantes como infinidad de premios y estar entre las cinco candidatas en los Premios Oscar en la categoría de película internacional. Todo un logro para una película sencilla, sobria y social, que cogiendo un espacio tan cotidiano y cercano, construye de forma transparente, y alejada de artificios y estridencias argumentales, un excelente retrato sobre la condición humana, sobre nuestros claros y oscuridades, sobre aquello que idealizamos, el trato que damos a los demás, y sobre todo, es una cinta que habla de nosotros mismos, de cómo somos como seres humanos, y las relaciones que tenemos, cómo resolvemos nuestros conflictos y lo frágiles y vulnerables que somos ante los otros y ante nosotros mismos, ante esos espejos que nos miramos y nos juzgamos, de todo aquello que hacemos diariamente, todo aquello que somos y deseamos, que raras veces acabamos consiguiendo. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA