Lo que me queda de ti, de Zara Zerny

LA VEJEZ Y LOS AUSENTES. 

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”. 

Gabriel García Márquez 

Parece ser que la vejez no es buen tema para el cine, ya que existen pocas películas que traten ese período de la vida desde la profundidad y la reflexión que se requiere, y no sea un mero acompañante de los protagonistas. Son contadas las películas en que sus principales personajes sean mayores, por eso, una película como Lo que me queda de ti (“Echo of You”, en el original, traducido como Eco de ti), sea no sólo un gran acontecimiento, sino que, además, su forma de acercarse a la vejez sea extraordinariamente lúcida, bella y muy profunda, porque aquí no vemos a ancianos que ayudan a los demás y tampoco que se sitúan en la sombra y las necesidades de sus descendientes y demás. En la película nos hablan de ellos y ellas, y sobre todo, de sus respectivas parejas que ya no están, fallecidas, y lo hacen desde el alma de cada uno de ellos y ellas, mirando y mirándonos a través de  la cámara, de frente, desnudando sus sentimientos y mostrando sus miedos, alegrías y demás. 

La directora danesa Zara Zerny (Ontario, Canadá, 1985), se formó en la escuela de cine independiente Super16 donde filmó películas en las que fusiona la ficción con el documental, por eso en su ópera prima, no sólo recoge los testimonios sinceros e íntimos de un grupo de mayores con edades comprendidas entre los 80 y más de 100 años, sino que los hace mezclando documento y expresiones poéticas, como el maravilloso arranque cuando la propia directora pide a uno de sus personajes que cierre los ojos e inmediatamente después, coloque sus manos encima de sus ojos para finalmente, recordar algo del ayer. Una imagen poderosa y muy elocuente que describe con exactitud el contenido de la película. Una obra que transita por la memoria, por el hecho de recordar, y hablar de esos momentos compartidos con la pareja que falleció, en el que hablan del amor, de la convivencia, de los días de vino y rosas, y de todo lo que conlleva vivir con una persona tantos años. Unas experiencias que la cámara recoge con claridad y sin aspavientos de ningún tipo, construyendo un cine reposado, que observa y filma, sin artificios y mirando con tiempo y honestidad a las personas que escucha atentamente.

La excelente y envolvente música de Viktor Dahl contribuye a que cada testimonio se convierta en una relación íntima entre persona, cámara y directora, generando ese acompañamiento y de vínculo que tanto necesita el cine documental para que tenga ese aroma de misterio y revelación como también hace el cine de Chantal Akerman, donde lo doméstico y lo universal se dan la mano creando un nuevo espacio para la emoción y la reflexión. La cinematografía de Jacob Sofussen se construye a partir del testimonio en su entorno, donde la cámara fija recoge su experiencia y su trayectoria vital, sus recuerdos y su cotidianidad, donde no hay prisa, y todo se envuelve desde la tranquilidad y el reposo, desde ese espacio de escucha, de pausa y de intimidad. Un montaje donde no hay estridencias ni nada que perturbe la paz y la pausa de los ancianos, en sus contenidos y especiales 76 minutos de metraje, en los que Zerny nos apabulla con lo real, y con lo poético, donde la vejez se asume desde la profundidad y la tranquilidad que dan los años y las dificultades físicas, en el que se desprende un amor hacia lo que filma, y hacia los que ya no están, y ese vínculo que genera el cine entre la vida y la muerte, como mencionaba Johan van der Keuken en su inolvidable Las vacaciones del cineasta

Hacía tiempo y muchas películas después que no veía una película que tratara la vejez desde lo más profundo e íntimo, no desde la tristeza y la pesadumbre de ser mayor, sino desde otro ángulo, el de la memoria, el de los años vividos con el amor, desde el recuerdo de las experiencias, ya fuesen duras y menos duras, desde la alegría, la felicidad, la tristeza y la soledad, y no haciéndolo de forma negativa sino todo lo contrario, filmando a unas personas que recuerdan y hacen balance de sus vidas, de sus amores y desengaños, de todo lo que contiene una vida larga de 80, 90 y 100 años, a través de sus miradas, carácteres, acontecimientos y demás situaciones. No vayan a ver una película como Lo que me queda de ti desde la tristeza, porque aunque la haya, todo se cuenta desde el alma, desde la vida vivida y no añorada, de los aciertos y desaciertos, de la ilusión y desilusión, de los pros y los contras de sus vidas y la de todos y todas cuando lleguemos, si es que llegamos, a sus edades. El misterio de la vida o mejor dicho, el misterio de seguir viviendo en soledad, rodeados de uno mismo o de otros, siguiendo en la vida o lo que queda de ella, recordando al ausente en una suerte de presencia y no que alimenta la reflexión profunda sobre quiénes somos en realidad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA