El cine de aquí que me emocionó en el 2018

El año cinematográfico del 2018 ha bajado el telón. 365 días de cine han dado para mucho, y muy bueno, películas para todos los gustos y deferencias, cine que se abre en este mundo cada más contaminado por la televisión más casposa y artificial, la publicidad esteticista y burda, y las plataformas de internet ilegales que ofrecen cine gratuito. Con todos estos elementos ir al cine a ver cine, se ha convertido en un acto reivindicativo, y más si cuando se hace esa actividad, se elige una película que además de entretener, te abra la mente, te ofrezca nuevas miradas, y sea un cine que alimente el debate y sea una herramienta de conocimiento y reflexión. Como hice el año pasado por estas fechas, aquí os dejo la lista de 13 títulos que he confeccionado de las películas de fuera que me han conmovido y entusiasmado, no están todas, por supuesto, faltaría más, pero las que están, si que son obras que pertenecen a ese cine que habla de todo lo que he explicado. (El orden seguido ha sido el orden de visión de un servidor, no obedece, en absoluto, a ningún ranking que se precie).

1.- LA ENFERMEDAD DEL DOMINGO, de Ramón Salazar.

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2. YO LA BUSCO, de Sara Gutiérrez Galve.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/07/08/entrevista-a-sara-gutierrez-galve/

3.- CON EL VIENTO, de Meritxell Colell

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/11/28/entrevista-a-meritxell-colell/

4.- TRINTA LUMES, de Diana Toucedo.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/12/23/entrevista-a-diana-toucedo/

5.- CASI 40, de David Trueba.

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6.- CARMEN Y LOLA, de Arantxa Echevarría.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/09/12/entrevista-a-arantxa-echevarria/

7.- DANTZA, de Telmo Esnal.

https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/12/27/dantza-de-telmo-esnal/

8.- LAS DISTANCIAS, de Elena Trapé.

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9.- MUDAR LA PIEL, de Ana Schulz y Cristóbal Fernández.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/10/11/entrevista-a-ana-schulz-y-cristobal-fernandez/

10.- VIAJE AL CUARTO DE UNA MADRE, de Celia Rico Clavellino.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2019/01/25/entrevista-a-celia-rico-clavellino/

11.- PETRA, de Jaime Rosales.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/10/24/encuentro-con-jaime-rosales/

12.- COMANDANTE ARIAN, de Alba Sotorra.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/11/13/entrevista-a-alba-sotorra-2/

13.- UN DÍA MÁS CON VIDA, de Raúl de la Fuente y Damian Nenow.

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14.- QUIÉN TE CANTARÁ, de Carlos Vermut.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/10/29/entrevista-a-carme-elias/

15.- EL AMOR Y LA MUERTE, de Arantxa Aguirre.

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16.- ENTRE DOS AGUAS, de Isaki Lacuesta.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/12/07/entrevista-a-isaki-lacuesta/

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17.- APUNTES PARA UNA PELÍCULA DE ATRACOS, de Elías León Siminiani.

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18.- EL REY, de Alberto San Juan y Valentín Álvarez.

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https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/12/14/entrevista-a-alberto-san-juan/

https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/12/22/entrevista-a-guillermo-toledo/

 

Casi 40, de David Trueba

LAS CANCIONES QUE YA NO ESCUCHAMOS.

El viaje, tanto como experiencia geográfica, pero más como descubrimiento interior, una búsqueda de lo que se cuece en nuestra alma, de ponernos frente a ese espejo emocional, de investigarnos y de caminar hacía ese lugar, del que en cierto momento de nuestro vida, tuvimos que huir por miedo, por no seguir nuestras ilusiones, por seguir nuestro instinto, dejándonos llevar por la vida, por materializar nuestros sueños e inquietudes, por ser quiénes deseábamos ser. En los trabajos de David Trueba (Madrid, 1969) tanto en literatura como cine, cohabitan muchos viajes interiores, quizás muchas de sus películas o libros, están estructurados a través de ese caminar interior, ese aspecto del alma que nos convulsiona, nos guía y a veces, nos da de bofetadas o nos alegra. Aunque, en algunas ocasiones, ese viaje interior se mezcla con otro físico, como sucedía en la novela Cuatro amigos (1999) donde un tipo, junto con tres amigos, emprendía un viaje a Santander para impedir la boda de su ex novia a la que todavía amaba, o en la película Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013) donde un maestro de inglés cogía su coche con la intención de conocer a John Lennon en la España gris y triste de los 60, y más recientemente, en su último libro, Tierra de campos, donde a modo de Azcona, un hombre viajaba en un coche fúnebre, junto al cadáver de su padre, por la España interior.

En Casi 40, vuelve a la road movie, o más bien podríamos decir, a la película de carretera, donde cuenta con dos intérpretes (como sucedía en Madrid, 1987, aquella que ocurría en un lavabo donde quedaban encerrados un cascarrabias periodista y una estudiante entusiasta) pero no dos cualquiera, sino los protagonistas de su primera película La buena vida (1996) los Lucía Jiménez y Fernando Ramallo, la prima Lucía y Tristán, el chaval de 15 años que perdía su espacio de protección y descubría la tristeza, el dolor y el amor. Ahora, recupera aquellos personajes casi en la cuarentena,  reencontrándose con ellos, y los funde con la vida personal de los propios intérpretes, para invitarnos a un viaje que recorre muchos de los espacios que ya encontrábamos en Tierra de campos, a los que podríamos añadir Burgos, Segovia o Salamanca, ciudades de esa España interior, muy alejada del cine actual, pero que en su época, protagonizaron películas del calibre como Nueve cartas a Berta, de Patino o Nunca pasa nada, de Bardem.

Trueba presenta a Lucía (que aquí la conoceremos como Ella) una cantante de guitarra al hombro, que vive junto a su marido e hijos, y retirada de la música, y Fernando (que recibirá el nombre de Él) dedicado a la venta de cosméticos, y viajaremos con ellos en una gira íntima que se desarrollará en pequeños bares y librerías. Los acompañaremos haciendo muchos kilómetros, escuchando conversaciones, y sobre todo, escuchando canciones, canciones que explican tanto de las vidas de su protagonistas y de sus estados de ánimo, en una obra íntima, sencilla y honesta, donde la música estructura su peculiar y sincero entramado narrativo. Trueba nos habla al oído, de gentes humildes, de dos almas inquietas y curiosas, de la vida y la existencia, de conocer y conocerse a sí mismo, y lo hace con ese humor tan característico que practica, entre la ironía y la amargura, entre la crítica y la calidez, entre la reflexión y el sarcasmo, entre la carcajada y la tristeza, ese intermedio, como si cuando antaño las películas hacían descanso, nos quedáramos viendo esas imágenes que no se ven, pero siguen ahí, latiendo en nuestro interior, esas imágenes que sólo los más pacientes y calmados logran ver.

La película se mira bien, con encanto y lucidez, sus 87 minutos pasan sin darnos cuenta, siguiendo las reflexiones y los pensamientos de unas personas que son conscientes del pasado, de su peso, de su memoria, aquella que tenía tantas cosas que contar y tantas canciones que escuchar, aquella que parece alejada, desvanecida, y ha dado paso a un tiempo actual lleno de incertidumbre, de espacios líquidos (como nos explicaba Bauman) de lugares conocidos que ya no nos pertenecen, de canciones que ya no reconocemos, de un tiempo que parecíamos felices, de todas esas cosas que se quedaron por hacer, de un tiempo que ya no vendrá, porque parece tan lejano o más aún, parece que no existió. Trueba nos habla sin melancolía y sin sentimentalismos, nos habla de frente, de cara, explorando nuestras emociones, dejándolas salir sin empujarlas, casi sin querer, hablándonos como si escucháramos una canción a media tarde en la habitación de una pensión de una ciudad cualquiera, de esas donde el turismo pasa de largo, sí, en aquella ciudad donde una vez nos conocimos y nos lo pasamos tan bien.

Trueba se lanza a la carretera desde la sencillez e intimidad, despojándose de cualquier artificio narrativo o cinematográfico, a través de una estructura muy sencilla y cercana, como aquellas películas ochenteras al estilo de Opera prima, La mano negra, Corridas de alegría, o más recientes como Los exiliados románticos o Isla bonita, cine entre amigos, sin discursos ambivalentes ni grandes ambiciones, sino enmarcadas en la tranquilidad, en la experiencia del cine, en la mirada, como si fuera una vuelta a su esencia más primigenia, a su sutilidad, a lo más puro, dejando convencionalismos ni moderneces al uso, sino con personajes de verdad, de esos que nos cruzamos por la calle cualquier momento, o podríamos ser nosotros mismos, escuchando sus miedos, (des) ilusiones, y (des) encuentros, descubriendo que lo que nos ocurre a nosotros no está muy lejos de otros. La película nos habla de vida, de amor, del primer amor, del recuerdo que nos deja, de aquellos sentimientos puros e inocentes, de todo lo que aprendimos de él, y de todo el legado que nos dejó, de los otros amores que vinieron después, de todo lo que vino después, ni mejor ni peor, diferente, y sobre todo, menos feliz e inocente.