Trote, de Xacio Baño

ENTRE LA RAZÓN Y EL INSTINTO.

“El ser humano, tanto como el alimento y el sueño profundo, necesita escapar”.

W.H. Auden

La película se abre de forma aséptica y lúgubre, dejando clara su posicionamiento en su manera de abordar este relato familiar lleno de aristas, de silencios, y gestos a medio hacer o simplemente pensados, y no materializados, apoyados en las miradas y detalles de unos personajes callados, en que el silencio deviene una confrontación con los demás, con aquellos que se convierten en sus espejos fronterizos, como una forma de huida interior, de no enfrentarse a los demás, y sobre todo, a sí mismos, porque hay cosas que ya duelen sólo de pensarlas, por eso es mejor callárselas, no decirlas, guardarlas en ese interior que pelea incansablemente contra nosotros, contra nuestras ideas y decisiones, un interior que es salvaje y libre, todo lo contrario que ese mundo exterior, en el que todo y todos deben caminar por el sendero trazado, señalizado y normalizado. Xacio Baño (Xove, Lugo, 1983) ya había dado muestras de su talento como realizador desde el 2011 en los que viene construyendo una mirada muy personal y formalista, a través de cortometrajes aplaudidos a nivel internacional en lugares tan prestigiosos como Locarno, Bafici, Clermont Ferrand o Mar del Plata.

En su primer largometraje, el cineasta galego ha querido ir más allá, y salir de su caparazón narrativo, y aventurarse al exterior, observando el espacio interior, que ya había explorado en sus anterior trabajos, en contraposición contra el exterior, o lo que es lo mismo, la lucha interna del ser humano entre la razón y el instinto, entre el animal salvaje que anida en nuestra alma en constante y eterna lucha contra nuestra razón, con aquello que se espera de nosotros, con aquella que debemos hacer aunque no creamos ni sintamos, con ser uno más del rebaño y seguir las tradiciones o las imposiciones sociales, atados de por vida, a nuestra vida que no queremos, a esa casa rodeada de los nuestros, y a ese trabajo que se ha vuelto mecánica y aburrido. Baño y su coguionista Diego Ameixeiras (coautor entre otras de las interesantes La mujer del eternauta o María (y los demás)) enmarcan la película en esos 83 minutos tremendos y directos, enfrascados en un par de días, un fin de semana donde se celebra la “Rapa das Bestas”, una de tantas que se celebran a lo largo de Galicia, donde caballos salvajes se enfrentan en una dura batalla contra los hombres, para medir sus fuerzas, sus instintos y su pureza.

El lugar elegido es un pueblo del interior rodeado de montañas, donde estos personajes se mueven casi por inercia, guiados por sus razones, enfrascados en sus tareas cotidianas, imbuidos en sus caracteres, y en sus mentes, afinados en esas fronteras emocionales que han creado a su alrededor, infranqueables para el resto. Una forma dura, áspera y fría, completamente encima de los personajes, obra de Lucía C. Pan (que ya la conocíamos de su gran trabajo en Dhogs) en la que los encuadres radiografían desde lo más íntimo y personal a los personajes, capturando al detalle todas esas miradas y silencios que se van entretejiendo entre ellos, donde cada plano duele y nos somete a esa prisión interior que sus “incapacidades emocionales”, aquellas de las hablaba Bergman en su cine, han ido generando a lo largo de los años. Una familia en duelo, ya que la madre acaba de fallecer, una familia rota y aislada, en la que el tiempo y al distancia ha hecho mella en sus frágiles relaciones ya deterioradas desde mucho antes, con ese montaje de Álvaro Gago (colaborador de Marcos M. Merino, y director del celebrado cortometraje Matria) que ahonda en esa película troceada, no lineal, que profundiza aún más si cabe la distancia y falta de cariño y empatía que hay entre los componentes familiares.

Un reparto de pocos personajes y muy medido, que desprenden verdad por los cuatro costados, desde Carme, hilo conductor en la que se asienta todo el conflicto (estupenda la composición de María Vázquez, actriz menuda y dotada de una gran mirada que ensombrece a cualquiera) la hija que siempre ha estado a la sombra de todos, encerrada en ese espacio y herida en todos los sentidos, con unas ganas tremendas de huir, de escapar, de ser ella misma por una vez, a su lado, Ramón (el siempre conciso y sobrio Celso Bugallo) su padre, el hombre de la tierra, de los caballos, de tradiciones ancestrales y callado, con la visita de Luís (interpretado por Diego Anido que sabe sacar partido a alguien complejo y antipático) el hermano mayor que viene acompañado de María, su pareja (Tamara Canosa construye una mujer en medio de todo que intenta reconducir las no relaciones de ese entorno en el que ha caído sin quererlo. Un tipo igual de callado, ausente, que hace años dejó el pueblo y se ha mantenido en la distancia, dejándose llevar por su vida y aislado de su familia y el pueblo. Y por último, Fran, el panadero y jefe de Carme (Federico Pérez hace de ese hombre rudo, de pocas palabras y algo animal) que mantiene una relación de idas y venidas con la citada, en la que las emociones se amasan y se cuecen de manera mecánica. Y Marta, amiga de Carme (que interpreta Melania Cruz, una presencia sensible, veraz y amable que ya nos deslumbró en Dhogs) que se muestra cariñosa y cercana con esta mujer libre pero atada.

Baño nos sumerge en ese ambiente opresivo y opresor, en esos espacios construidos desde lo más cercano, desde la tierra y esa naturaleza indómita y salvaje que anida en esos ambientes, creando una atmósfera impenetrable emocionalmente hablando, donde todo se racionaliza, y se entiende, donde las cosas ya tienen su curso desde tiempos inmemoriales, en el que no se escucha el cuerpo y la carne, donde las relaciones son secas, abruptas, y brutales, totalmente faltas de empatía con el otro, convertido en un saco oscuro de carne y hueso donde golpear y castigar todo lo que se pueda, donde las heridas emocionales nunca se ven, pero son tan visibles para cualquier mirada que quiera detenerse y mirar a los ojos del otro, y de paso, a los suyos también, porque siempre hay tiempo de rectificar, de mirar hacia atrás, de mirarse en el interior y dar media vuelta, pararse y empezar de nuevo en otro lugar, con otra manera de mirar, y sobre todo, de relacionarse con los demás.


<p><a href=”https://vimeo.com/304335947″>Trailer TROTE</a> from <a href=”https://vimeo.com/aterafilms”>ATERA FILMS</a> on <a href=”https://vimeo.com”>Vimeo</a&gt;.</p>

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