Madre!, de Darren Aronofsky

EL PARAÍSO INVADIDO.

paraíso.

¿cabe un sonido más ominoso que una llamada imprevista a la puerta?

Una mujer joven, del que nunca se nos desvelará su nombre, se levanta una mañana y recorre su casa, no hay nadie, parece estar buscando a alguien, nerviosa y algo angustiada, abre la puerta, y recorre con su mirada el exterior, no hay rastro de nada ni nadie. De repente, una voz le asusta, es su compañero, del que tampoco conoceremos su nombre. La séptima película de Darren Aronofsky (Brooklyn, Nueva York, 1969) arranca y se desarrolla como un thriller psicológico, donde una joven pareja se ha aislado del mundo habitando una casa, alejada de todo, en mitad de un bosque. Ella se afana por mantener el orden y la confortabilidad del hogar, mientras, él, en plena crisis artística, se muestra incapaz en escribir su nueva novela. La aparente calma y paz se verán interrumpidas por la aparición de una pareja que pasan los cincuenta y que, sin quererlo, y con la amabilidad de él, se instalan en su casa, a pesar de la oposición de ella. Y desde ese instante, ya nada volverá a ser igual.

Aronofsky nos tiene acostumbrados desde que debutase hace casi dos décadas con Pi, una película underground en blanco y negro que seguía la obsesión de un matemático por enocntrar una fórmula secreta que acababa siendo objeto de deseo de malvados gansters, le siguió Réquiem por un sueño (2000) retrato desolador sobre unos jovenes obsesionados con el dinero, las drogas y el sexo,  con La fuente de la vida (2006), Aronofsky se exploró uno de sus elementos caraterísticos, las tramas con resonancias biblicas, donde lo sobrenatural y lo religioso se funden, en una trama sobre viajes en el tiempo y el sentido de la existencia, en El Luchador (2008) se dejó de grandes cuestiones ya abordó las dificultades de un ex luchador que se mantiene a duras penas y quiere recuperar a sus hija, con un grandísima interpretación de un resucitado Mickey Rourke, en Cisne negro (2010) se adentró en el obsesivo y demencial mundo de la danza para describir a una joven luchando en varios frentes que terminaba con una gran confusión mental, y finalmente, Noé, de hace tres años, donde volvía a uno de sus temas predilectos, lo religioso y la espiritualidad, creando un trabajo que mezcla la grandiclocuencia con lo íntimo.

Ahora, nos encierra en cuatro paredes, y nos focaliza la atención en ella, la joven obsesionada con el orden y la limpieza que ansía ser madre. Descubrimos la película junto a este personaje, que da todo a su hombre, al que ayuda en cada momento, y en cierta manera, existe sólo para su felicidad. La aparición de los intrusos la inquieta y la aparta de su lugar, sometiéndola a una voluntad ajena que la lleva a sufrir alucinaciones y sumergirse en un infierno oscuro y horrible, en una espiral de miedos, dolor, locura e invisibilidad. En palabras del propio Aronofsky construyó su película después de cinco interminables días febriles, a partir de una premisa sencilla, la devastación imparable de la naturaleza y la enfermiza obsesión por destrozar lo natural y construir artificialmente, en un mundo cada vez más psicótico donde lo económico ha contaminado nuestras vidas. Si bien la idea está bien identificada, en una alegoría ecologista denunciado los males del hombre, la película, tanto en su forma como en su estructura, puede sugerir a otras interpretaciones, tantas como espectadores se acerquen a sus imágenes, en ese descenso a los infiernos, donde la contención del inicio pasa a una desmesura siniestra donde todo el paraíso se ve sometido a un amor desmedido y obsesivo, que acaba destrozándolo todo.

La atmósfera que se respira en la trama (obra del cinematógrafo Matthew Libatique, colaborador del director) entre una etérea luz que duele y forma ese sensación de irrespirabilida instalada en cada espacio de esa casa) acompañada de la sordidez y las obsesiones mentales de la joven nos acercan al primer cine de Polanski, quedemonos en Repulsión, donde una joven repudiaba de los hombres hasta tal extremo que acababa sufriendo graves alteraciones mentales, siguiendo con Cul-de-sac, donde una joven pareja, pusilánime, él, y ninfómana, ella, se veían secuestrados en su propia casa por un par de bandidos, y finalmente, La semilla del diablo, donde la tierna e inocente Rosemary se veía sometida a una espiral de terror cuando su marido, amigos y vecinos, la utilizaban como madre de belcebú. Aronofsky se inspira en el paestro polaco para guiarnos por ese submundo de obsesiones, alucinaciones y terror, en una película que nos habla sobre la soberbida y el engreimiento de un artista vacío que ataca y utiliza a su mujer para su beneficio, en un grandísima interpretación de Javier Bardem, y no menos inquietantes las presencias de Ed Harris y una maléfica Michelle Pfeiffer, que se apoderan de la inocencia, belleza y ternura de una Jennifer Lawrence en un estado de plenitud interpretativa de órdago, componiendo un personaje central maravilloso, con infinidad de matices, que se mueve por su casa que cada vez reconoce menos, y acaba sucumbiendo a unos acontecimientos de auténtica locura enfermiza y psicosis colectiva, donde imperan el sexo, la violencia y el terror desmesurados, algo así como una orgía de devastación contra la sensibilidad y la ternura de todo aquello amenazado.

 

Deja un comentario