Operación Camarón, de Carlos Therón

POLIS, NARCOS, FLAMENCO-TRAP Y CAI.

“El valor es el resultado de un grandísimo miedo”.

Ferdinand Galiani

Cada temporada el cine español más comercial despacha unos cuantos títulos con el único propósito de entretener al personal. Suelen ser películas que obedecen a criterios muy comunes: rostros conocidos de las series televisivas más populares, comedietas o thrillers convencionales, con tramas sencillas y efectistas, y sobre todo, muy blanquitas, no vayan a molestar a los que mandan, y un gran interés en gustar a cuanto más público mejor. De vez en cuando, dentro de ese grupo de películas muy parecidas, salta la liebre y podemos encontrar alguna que otra película que, aun manteniendo ciertos aspectos de esa corriente muy comercial, se destapa decantándose por otro tipo de propuestas más elaboradas y construyendo comedias u otros géneros desde una posición más personal y enriquecedora. Operación Camarón es una de esas películas. A primera vista, con ese título que poco le favorece, pudiera parecer una más, pero no es el caso. Ya desde su inusual historia. A saber, el Sebas, un tipo que iba para niño prodigio del piano pero su terrible miedo escénico, aquel que tanto se refería el futbolista y luego entrenador Jorge Valdano, le ha llevado a ser un poli sin más, uno de esos aburridos que se pasa archivando el material incautado.

Pero las cosas no son nunca lo que parecen, y la policía, más específicamente la Brigada antinarcóticos encabeza por la temible Pepa, embarazada y con muy mala leche, anda detrás de un narco local. Un narco local, que nadie sabe quién es y le llaman “el fantasma”, y su mano derecha contrata a la banda de moda de las playas de Cádiz, “Los lolos”, un subidón de flamenco-trap, para que toque en la boda de la hija. Entre unas cosas y otras, deciden que el Sebas se infiltre en la banda como teclista y consiga información para detener a los narcos. De Carlos Therón (Salamanca, 1978), conocíamos su labor en la dirección a través de las series televisivas como Los hombres de Paco, El barco o la más reciente Reyes de la noche, entre muchas otras, un trabajo que ha compaginado con comedias comerciales más o menos interesantes como Fuga de cerebros 2 (2011), su debut en el largometraje, y otras como Es por tu bien (2017) y Lo dejo cuando quiera (2019).

En Operación Camarón, remake de una exitosa película italiana, igual que Lo dejo cuando quiera, recluta a su pareja de guionistas de Es por tu bien, Manuel Burque (que ya conocíamos por su tándem con Leticia Dolera en Requisitos para ser una persona normal y la serie Vida perfecta), y Josep Gatell, fogueado en televisión. La pareja de guionistas consigue construir una comedia efectiva y divertidísima, con la dirección de Therón que imprime una aventura donde cabe de todo, polis, narcos, amor, acción, (des) encuentros, mucha música pegadiza, realizado por el músico gaditano Kiki Rivera, autor de los temas del grupo ficticio de “Los lolos”, amistad, peligro, y el miedo escénico del Sebas, en una historia que recuerda a la de “El patito feo” cruzada con el valor que le falta al león de “El mago de Oz”. Una cinematografía de un crack como Sergi Gallardo (que ha trabajado con Icíar Bollaín y Judit Colell, entre otros), y la estupenda edición de Carolina Martínez Urbina, que tiene películas con Amenábar en su filmografía.

Otro de los puntos fuertes de la película es su excelente plantel de intérpretes encabezados por un sorprendente y brillante Julián López, que aparte de su vis cómica, que ya conocíamos, se deja de pretender ser el gracioso de turno, para enfundarse en un actor como la copa de un pino, un actor lleno de recursos, natural y cómico, como los de los orígenes, al mejor estilo “slapstick”con sus trompadas y bobadas, y sus momentos más sensibles. Muy bien acompañado por una siempre magnífica Natalia de Molina, que se desenvuelve con mucho arte en cualquier género que se precie, el extraordinario Carlos Librado “El Nene”, como el carismático “Lolo”, el rey del flamenco-trap, con muchas tablas como cómico aquí con un traje de chulo del barrio con corazón, sus compinches Junalu y xisco González, como los compas de batallas del grupo, la convincente Miren Ibarguren, aquí jefa y preña, y con mu mala hostia, que era la tía dura que no dejaba indeferente de Lo dejo cuando quiera, y una retahíla de grandes actores y actrices como Julián Villagrán, que ya estuvo en Impávido, el segundo largo de Therón, Canco Rodríguez, Paco Tous, Antonio Dechent y Adelfa calvo.

Therón ha conseguido su mejor trabajo, su película más redonda y audaz, una irresistible comedia con lo mejor de las clásicas y lo más efervescente de la actualidad con su frescura. Una película que mezcla con astucia la comedia física y alocada, con el mejor thriller oscuro y duro, en la que los gags están completamente introducidos en la trama, siendo un elemento más, no como pegotes para ir armando la historia. En Operación Camarón todo se desenvuelve con ingenio y movimiento, donde los giros de la película sorprenden y resultan muy convincentes, en un relato sin tregua, con muchos personajes y lugares, que nos habla de muchas cosas, pero sobre todo, nos habla la emocionalidad del Sebas y su problema, un miedo que deberá vencer o acompañarse de él, para de esa manera impulsarse y que todo aquello que le hacía daño y lo paralizaba, le ayuda a mejorar y creerse todo lo que tiene en su interior, que no es poco, como demostrará en la película, desde su infiltración en el grupo como su gracia para la música y la amistad. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

Antes de la quema, de Fernando Colomo

CAÍ, CHIRIGOTAS Y NARCOS.

Estamos en un día cualquiera en Caí, Cadíz, para los que no lo sepan, y conocemos a Quique, un gaditano sin oficio ni beneficio, eso sí, de Caí hasta la médula, apasionado del Carnaval, y más que nada, de sus chirigotas. Después del varapalo de perder a su padre, con una madre senil y una hermana en la cárcel por narcotráfico, encuentra acomodo como jardinero en una planta algo singular, porque es el almacén donde se guarda la droga incautada por la policía que más tarde será quemada. Y cómo él que no quiere la cosa, la existencia más o menos habitual de Quique, pega un vuelco de 180 grados cuando “El Tuti”, un narco de la zona, se encariña con sus chirigotas y se hacen “colegas”, y más aún cuando descubre donde trabaja. La cosa se irá complicando y de qué manera, porque entra otro tipo en el bisnes, un tal “El Gallego”, un individuo mal carado y profesional del asunto, que se asocia con el mencionado Tuti para robar la droga y para eso necesitan la “colaboración” de Quique, para más líos, el susodicho se enamorisquea de Rosario, una que trabaja para “El Gallego”, y aún hay más, para redondear el entuerto, la hermana de Quique sale en libertad y se hace amiga de “El Tuti”. Menudo dilema se le presenta a Quique, que a más, tiene un as en la manga que según se mire, le va a quemar más que buena fortuna le pueda traer.

El nuevo trabajo de Fernando Colomo (Madrid, 1946) tras las cámaras viene después del éxito de La Tribu (2018) de la temporada pasada, que venía precedida de Isla bonita (2015) mitad autobiográfica-ficción en que le propio Colomo era uno de los actores, parodiándose de él mismo, porque interpretaba a un director con poca o nada suerte. Colomo no necesita presentación en esto de contar historias, porque lleva más de cuarenta años liado con esto del cine, su filmografía abarca más de la veintena de títulos, ha dirigido también series, ha hecho de actor para él y para otros, y ha producido a gente como Fernando Trueba, Icíar Bollaín, Mariano Barroso o Daniel Calparsoro, entre otros. El cineasta madrileño, uno de los baluartes de la llama “Comedia madrileña” ha dirigido grandes éxitos como La vida alegre, Bajarse al moro, El efecto mariposa o Cuarteto de la Habana, en el que han primado siempre las comedias, historias sentimentales, de enredo, con su pizca de reflejo de los tiempos, y haciendo críticas feroces a todos esos tipejos y tipejas de clase media que ansiaban pegar el pelotazo y retirarse a algún paraíso inventado, aunque, en muchas ocasiones, se tropiezan con pobres diablos, que trabajan y sueñan de sol a sol, sin más cosa que su esfuerzo, su desdicha y sus tribulaciones cotidianas.

Quique es uno de esos tipos, un tipo “Colomo”, uno de esos que acaba liándose aunque no quiera, aunque no lo desee en absoluto, pero no da más de sí, y se lía del todo. Colomo los mira con cariño, los maltrata un poco y los hace torpes, metepatas y mucho más, pero, eso sí, nunca son tipos con mala idea, su mala fortuna se debe a su buena fe que no acaba de entenderse con tanta claridad como ellos imaginan. Colomo vuelve a dejar Madrid como en sus anteriores películas, con un guión firmado por Javier Jáuregui, se traslada a Cadíz, en el que extrae todo su gracego en la voz de Quique, que es uno de los elementos principales de la película, así como mofarse de los topicazos de la zona, la gandulería, los eternos fiesteros y cosas por el estilo. Colomo lo pasa a través de su mirada y va soltando sus críticas, a la vez que el personal se va riendo siempre queda ese puntito de mordacidad tan marca de la casa. Porque la película hace reír, pero también nos cuenta un retrato de los muchos espabilados que se mueven por la zona, esos tipejos que antes hablábamos en el cine de Colomo, que ansían con hacer su mundial y retirarse, aunque esta vez tropezarán no sólo con Quique, sino también con aquello que el citado oculta, que no es moco de pavo.

La película tiene ritmo y se mueve con gracia y salero, consiguiendo retratar la maravilla paisajista de Cadíz, pero también, todo aquello que se huele y se cuece, sin caer demasiado en la postalita, sino llevándonos con audacia y valentía por los diferentes lugares y tonos de la película, aunque vemos drama, siempre ligero, porque la comedia y ese ímpetu de reírse de las desgracias, aunque sean tan heavies, muy característico de los gaditanos, prevalecerá ante los pliegues de drama que florecen en algún que otro momento de la película. El director madrileño se agrupa con un reparto fresco y dinámico en el que destaca el buen hacer de Salva Reina como Quique, el guía de la función, bien acompañado por naturalidad y simpatía de Manuela Velasco, o el desparpajo y la curiosidad de Maggie Civantos.

Y qué decir de los intérpretes de reparto con esos enormes Joaquín Núñez como “El Tuti”, ahí es nada, menuda pieza, que lo presenta como un pequeño diablillo, o no tan pequeño, y Manuel Manquiña como “El Gallego”, emulando a aquel adorable “Pazos” que tantas alegrías le dio en Airbaig, y la presencia de Sebastián Haro como guardia de seguridad, siempre un acierto en cualquier reparto. Colomo ha construido una película muy de su estilo, hay una historia graciosa y oscurilla que hace reír y pasar un rato agradable, una love history más o menos, que hará sufrir y padecer al respetable, hay apuros económicos, una familia que va o no, y sobre todo, hay un retrato de ese Caí que quizás el turismo ve poco o nada, y esa forma de ser y hablar tan de Caí, con sus tejemanejes, con sus chirigotas críticas con la sociedad actual y demás, y su carnaval que otra cosa no, pero que no veas cómo se vive en Caí. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA