“El amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita”.
Marcel Proust
Debido al avasallamiento descontrolado de la cinematografía estadounidense, nos quedamos huérfanos de otras formas de hacer cine que, en la mayoría de casos, resultan un cine muchísimo más interesante, estimulante y enriquecedor del citado que desgraciadamente copa las pantallas. La película La floristería de Iris (“América”, en el original), llega de la cinematografía israelí, de la mano del director Ofir Raul Graizer (Ra’anana, Israel, 1981), del que se vió por estos lares la interesante El repostero de Berlín (2017), en la que un accidente trágico devolvía al protagonista a su país natal que le llevaba a relacionarse con la mujer del amigo fallecido. En su segundo trabajo, Eli, vuelve a Tel Aviv desde Chicago, por la muerte de un padre con el que no tenía relación desde hace una década. Allí, se reencuentra con Yotam, un gran amigo y la prometida de éste, Iris. Otro accidente, resignificar la situación tanto física como emocional de los tres personajes.
Como sucedía en su primera película, el relato se construye de forma intimista, a partir de los tres personajes mencionados, amén de los padres de Yotam, en un espacio cotidiano y muy doméstico, a partir de un presente que arrastra un pasado doloroso en el caso de Eli, que volverá ante la situación difícil que cuenta la trama. Una historia que nos habla de lo que somos, de todo aquello del pasado que nos toca, y cómo vivimos ante el peso del trauma y cómo el presente siempre tiene sorpresas que por mucho que lo intentemos, nunca podremos librarnos de ellas, ya sean situaciones que nos gustan y las que no. Es una película el que no hay ni sorpresas facilonas ni estridencias argumentales, ni nada que se les parezca, la honestidad y la intimidad con la que se cuenta la compleja historia, a través de una transparencia basada en los personajes y sus relaciones, en sus silencios, ausencias y miedos. El director israelí sabe que maneja un material sensible y no lo estropea, se toma su tiempo para contar su película, con bastantes saltos en el tiempo, inevitables para ir desvelando la naturaleza de los acontecimientos que sufren los tres protagonistas, en una constante de idas y venidas del personaje de Eli, que vive entre la citada Tel Aviv y la estadounidense Chicago, donde es entrenador de natación para chavales. La floristería de Iris se convierte en ese lazo luminoso que tiende puentes entre Eli y la citada propietaria, con las flores que dan luz y belleza ante tanto dolor.
Muchos de los técnicos que acompañaron al director en El repostero de Berlín, vuelven a trabajar en La floristería de Iris, como el cinematógrafo Omri Aloni, que se luce en una película que usa mucha luz natural y adapta toda su forma en el rostro de los protagonistas, acogidos en ese espacio tan cercano y corpóreo en el que se edifica la película, así como otros cómplices que repiten como el montador Michal Oppenheim, que consigue un historia llena de ritmo pausado y tranquila, en una película que se va casi a las dos horas de metraje, que en ningún instante decae su interés, y el músico Dominique Charpentier, que compone una melodía íntima, deliciosa y nada complaciente. Un ejemplar reparto que contribuye a hablar de frente de temas complejos y nada fáciles, que explora la fragilidad de los sentimientos y la vulnerabilidad de lo que sentimos y de las circunstancias vitales. Tenemos a Michael Moshonov, que tiene en su filmografía a directores como Nadav Lapid, del que vimos por aquí Sinónimos (2019), y alguna que otro trabajo con el cineasta Park-Chan-wook, dando vida a Eli, un personaje ambiguo y esquivo, sus razones tiene, que se convierte en el vértice y algo más para la pareja que forman Iris y Yotam, Ofri Biterman es Yotam, e Iris es Oshrat Ingadashet.
El elenco se completa con las estupendas presencias de los veteranos Moni Moshonov, padre de Michael, que ha trabajado en dos películas de James Gray, e Irit Sheleg, de la que conocemos Llenar el vacío (2012), de Rama Burshtein, dan vida a los padres de Yotam. Celebramos el buen ojo de Sylvie Leray, que a través de su distribuidora Reverso Films, va a la caza de películas de cinematografías poco habituales en nuestras pantallas, y no sólo destacan por su rareza, sino por ofrecernos películas que cuentan historias muy emocionales e interesantes, amén de agrandar nuestra mirada para que sigamos conociendo otras formas de hacer cine y sobre todo, de explicar historias muy cercanas a nosotros, que hablen de diferentes modos de vida, de situaciones y demás peculiaridades. Nos alegramos de volver a reencontrarnos con el cine de Ofir Raul Graizer, porque sigue contándonos relatos de y sobre personajes que nada tiene de superficial, a partir de momentos sensibles y humanos. Si pueden, no dejen pasar una película como La floristería de Iris porque les hará pensar en quiénes son y en las decisiones que tomaron en sus vidas, las acertadas y las que no, porque eso es vivir, equivocarse y volver a equivocarse, y sobre todo, quitarle trascendencia a tanta equivocación y seguir como se pueda, que créanme, no es poco. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA
El pasado domingo 18 de noviembre finalizaron las proyecciones y actividades de la edición número 25 de l’Alternativa, certamen plenamente consolidado en el panorama cinematográfico de la ciudad que, sigue manteniéndose fiel a un estilo marcado por un cine diferente, alejado de la bienintencionada industria, y nacido en los márgenes y en la resistencia y disidencia, alejado de un entramado cinematográfico, casi un coto cerrado, demasiado obsesionado en embellecerse y dar la espalda a la reflexión y el conocimiento del mundo en el que vivimos, alejándose de las realidades del hombre y su tiempo. L’Alternativa propone cine resistente, cine furioso, cine complejo, cine guerrillero, cine abierto a todas las miradas inquietas y curiosas, lleno de energía. Un cine venido de diferentes lugares del mundo, heterogéneo en su esencia, y rabiosamente contemporáneo y atemporal, pero cercano en su materia y su naturaleza, un cine que nos mira y propone nuevos caminos vistos desde infinidad de puntos de vista, cine próximo e íntimo, un cine que nos acerca y nos transporta a universos imperceptibles e invisibles, mundos que buscan miradas que los miren con atención y reposo. Unos trabajos muy necesarios que nos muestran realidades complejas, oscuras y tremendamente vivas, orgánicas y sinceras. Cine con espíritu dialoguista que huye de convencionalismos y sentimentalismos y, construido en base a una identidad muy personal que lo hace muy reivindicativo, profundo y bello. Este año el certamen cumple 25 ediciones, casi nada, 25 batallas a favor de otro cine, de aquel que apenas tiene visibilidad, aquel que triunfa en festivales internacionales, el que grita sin que se lo oiga, aquel que sorprende y deja huella, 25 citas que iluminan el otoño de la ciudad, que alumbran con cine los primeros fríos y lluvias.
El lunes 12, a media tarde, como suele ser habitual, arrancó la nueva edición con ENTRE DOS AGUAS, de Isaki Lacuesta. Una de las películas más esperadas de la nueva temporada, después de su Concha de Oro en San Sebastián, y acompañada de tantos elogios. La película cumplió sus expectativas, y con creces, el público llenó el Teatre CCCB e Isaki presentó la película, y al acabar la proyección, mantuvo un interesante coloquio. La película vuelve, 12 años después de La leyenda del tiempo, a filmar a Isra y Cheito, los hermanos gitanos de la Isla de San Fernando. Isaki captura con naturalidad e intimidad una dura realidad de un paisaje complejo y difícil, y las pocas oportunidades de futuro que existen en la zona. Con un marcado acento al Accattone, de Pasolini, el cineasta gerundense filma a los dos hermanos de manera sencilla y conmovedora, huyendo de sentimentalismos, y atrapando todo su pasado y presente, retratando unos rostros en mitad de un paisaje bello y áspero, donde la vida se hace difícil, donde los recursos naturales y emocionales son explotados sin descanso, donde Isra se mueve como un fantasma en su propio hogar, debatiéndose entre dos frentes, la vida fácil del trapicheo o la vida convencional en familia que no encuentra por mucho que la busque. El segundo día de festival me acerqué a una película que compone la sección oficial. La elegida fue TEATRO DE GUERRA, de Lola Arias. La directora argentina convoca a seis veteranos de la guerra de las Malvinas, que allá por el año 1982 enfrentó al Reino Unido y Argentina, y a medio camino entre los recuerdos y las vivencias de unos y otros en la guerra, escenifican de manera reflexiva y directa todos los momentos horribles que les tocó vivir. Arias captura la memoria de todos ellos, en una forma de terapia cinematográfica para ayudar y ayudarlos en recordar desde la distancia, desde lo más íntimo y haciéndolo de manera honesta y cercana, hablando de todos sus miedos, inseguridades y (des) ilusiones de su juventud en la guerra, de aquellos años que tuvieron que matar a otro, y sobre todo, las secuelas psicológicas y la reintegración a la vida después de vivir todo aquel disparate de horror y muerte.
El mismo día también tuvo la oportunidad de ver TROTE, de Xacio Baño. Estrenada en Locarno y vista también en San Sebastián, el gallego vuelve a L’Alternativa con su primer largo, después de un buen puñado de exitosos cortometrajes, y lo hace adentrándose en el mundo rural gallego a través del personaje de Carmen, una mujer que por diferentes motivos ha permanecido en el pueblo cuando su alma le pide salir de allí. Convive con su padre, y durante un fin de semana que se celebra la fiesta tradicional de la “Rapa das Bestas”, reciben la visita del hermano y su novia. El ambiente opresivo, el pasado como prisión y la falta de oportunidades, condensan toda la atmósfera asfixiante que provoca la película a través de una forma dura e íntima, consiguiendo una película donde se explora la batalla interior entre razón e instinto. De la misma sección, también vi BLACK MOTHER, de Khalik Allah. El fotógrafo y cineasta establecido en Nueva York, nos sumerge en un caleidoscopio muy elaborado y rompedor sobre Jamaica y sus gentes, echando mano de Super8, 16mm y video, donde penetramos a través de un ritmo frenético y nocturno, en la idiosincrasia de sus gentes, en la que se profundiza en su historia, en su terrible pasado colonial, y su presente, vivo y colorido, siguiendo una catarsis de testimonios que dialogan con las imágenes y el sonido. La película me interesó por momentos, dejándome otros fuera, con serias dificultades para entrar en ese universo de imágenes, sonidos y demás, llevándome sin descanso a ese mundo onírico, mágico y sensorial que propone la película, aunque entré en ella, en su discurso hipnótico, sólo a medias.
Todo lo contrario me sucedió con otra película que vi en la misma sección, me refiero a AMÉRICA, de Erick StollyChase Whiteside. La historia de tres hermanos mexicanos mal avenidos que se enfrentan a la tesitura de cuidar de su abuela de 93 años, les sirve a los cineastas estadounidenses para hacer un retrato contemporáneo sobre las necesidades de la juventud en dura batalla contra las obligaciones adultas, en un documento cotidiano e íntimo, en el que presenciamos de manera honesta y sencilla los problemas cotidianos de estos tres hermanos, sus diferentes puntos de vista y las discusiones y enfrentamientos que van teniendo a lo largo de los tres años que retrata la película. Una historia conmovedora y sensible sobre el tramo final de la vida, y los vínculos familiares, que huye del sentimentalismo de cartón, para adentrarnos en un retrato delicado y brutal sobre la vez y el amor a los mayores. Quizás una de las películas más inquietantes y brutales del festival de este año podríamos encontrarla en la propuesta de LA CASA LOBO, de Cristóbal LeónyJoaquín Cociña. Procedente de Chile y firmada por dos de los artistas jóvenes más importantes en las artes visuales, nos llega una película insólita, en su forma y fondo, una historia que ha dejado buenas sensaciones en los prestigiosos festivales de la Berlinale y Annecy, para hablarnos de María, una joven huida de una secta que llega a una casa en mitad del bosque habitada por dos cerdos que se transformarán en personas. Con la técnica de la stop-motion, llena de imaginación y creatividad, donde vemos como se construyen y deconstruyen todos los elementos de la película, en un terrorífico y fascinante cuento de hadas, que mezcla en folklore chileno y el caso horrible de la secta Colonia Dignidad que asoló en Chile. La película se convierte en un magnífico puzle de múltiples capas donde nos adentramos en un laberinto brutal de sombras, ánimas y malvados que no cesan de acecharnos.
En THE IMAGE YOU MISSED, de Donal Foreman. El cineasta irlandés nos convoca en un retrato sobre el legado de su padre, Arthur MacCaig, un documentalista que retrató durante 30 años el conflicto de Irlanda del Norte, y lo hace a través de sus imágenes en contraposición con las imágenes contemporáneas, y además, construye un impresionante retrato de la relación complicada con su padre, donde memoria colectiva y personal se fusionan en una película que nos devuelve los duros años del conflicto irlandés, y aquellos años de plomo donde la vida no valía nada, en los que en cada esquinas de las ciudades se mantenía el pulso contra el Reino Unido. Un fascinante documento sobre la historia, y sobre aquellos testigos que la filmaron, mezclándolo de manera brillante con las relaciones paterno-filiales, no siempre fáciles y sinceras. Otro de los títulos interesantes de la sección oficial lo encontré en la propuesta de UNA VEZ LA NOCHE, de Antonia Rossi. La directora ítalo-chilena, afincada en Barcelona, construye un relato sensorial y enigmático, a través de más de mil ilustraciones fijas, sobre las vidas de cuatro personas en la que nos sumergimos en su memoria personal e íntima, dando buena cuenta de su mundo onírico, donde sueños y pesadillas se mezclarán en una fábula en que el tiempo se convierte casi en un estado hipnótico y borroso, donde las cosas cambian sus formas y sus definiciones. Sus 73 minutos se agarran a nuestras mentes y nos propone un viaje fascinante a lo más profundo de la condición humana, con la compañía de los magníficos dibujos de forman forma, textura y colores, consiguiendo así una aventura hipnótica, fascinante y tenebrosa.
También tuvo la ocasión de ver un trabajo muy esperado, conociendo la filmografía de su directora y su premio en Locarno, la película LOS QUE DESEAN, de Elena López Riera. Vieja conocida del certamen, la directora alicantina, vuelve a su pueblo natal, Orihuela, para hablarnos esta vez del mundo del palomo deportivo y los hombres que hay detrás de esta afición. El estilo observacional e íntimo de la cineasta, vuelve a adentrarnos en la cotidianidad más cercana y brutal, sin excesivos formalismos ni experimentos dramáticos, siguiendo una de las competiciones y explicándonos todos los por menores que se suceden en esa jornada, siguiendo el camino trazado en sus anteriores y celebrados trabajos en Pueblo y Las vísceras, donde retrataba el alma y las inquietudes de las gentes de su pueblo. De las sesiones especiales, hubo hueco para EL SILENCIO DE OTROS, de Almudena Carracedo y Roberto Bahar. https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/11/17/el-silencio-de-otros-de-almudena-carracedo-y-roberto-bahar/Y también, para la película COMANDANTE ARIAN, de Alba Sotorra. https://atomic-temporary-59521296.wpcomstaging.com/2018/11/09/comandante-arian-de-alba-sotorra/ En las secciones paralelas del festival, siempre interesantes y seductoras, se dedico a uno de los cineastas outsiders del panorama europeo, Boris Lehman (Lausana, Suiza, 1944) ofreciendo algunos de sus películas, retratos sobre sí mismo, sus amigos, su casa y su más ferviente cotidianidad, que lleva filmando desde los años 60, en una filmografía que abarca la friolera de casi 400 títulos.
Tuve la oportunidad de ver FUNÉRAILLER (De l’art de mourir) del año 2016, el último episodio de su obra BABEL, que lleva filmando hace 30 años, retratando la vida personal e íntima de este cineasta rompedor, cautivador y personal. En la película, a través de un tono ligero y cómico (muy al estilo de los documentales de Agnès Varda) nos sumerge en una despedida, en su propia muerte, desde los preparativos funerarios hasta la despedida de sus cosas, reflexionando sobre el tiempo, el pasado, el cine, la amistad, los amores, la política, y demás cuestiones sobre la vida y la sociedad, a través de una sinceridad que asombra por su delicadeza y su sobriedad ante la pantalla, consiguiendo divertirnos con lo más sencillo y también, haciéndonos reflexionar sobre los problemas sociales, políticos, culturales y económicos. Una de las grandes sorpresas de este año en la L’Alternativa, el descubrimiento de un cineasta peculiar y significativo en ese cine que reivindica tanto el festival, un cine para descubrir, reflexionar y sobre todo, vivir a lo grande. Este año, uno de los grandes aciertos del festival ha sido el ciclo ELLES TALLEN, dedicado a las mujeres montadoras, en el que ha habido encuentros con montadoras como Ana Pfaff, Ariadna Ribas, Diana Toucedo, entre otras, que han hablado de sus métodos, formas y acercamientos al arte del montaje, teniendo una cita de esas que cualquier amante del cine no puedo dejar de aprovechar como la mesa redonda que tuvo lugar en la Filmoteca de Catalunya, bajo el nombre de “4 Camins”, donde asistí a ver a Nelly Quettier (responsable de títulos para Léos Carax, Claire Denis o la última Lazzaro Feliz, de Alice Rohrwacher) Julia Juaniz (habitual del cine de Carlos Saura ) y Núria Esquerra (reputada montadora de cine documental y de José Luis Guerín). Las tres hablaron de su trabajo con sinceridad y aplomo, abriéndonos un universo lleno de texturas, materia y colores, donde explicaron con detalle y sinceridad los problemas a los que se enfrentan, los directores con los que trabajaron y alguna que otra reivindicación sobre su condición de mujeres, su trabajo y sus múltiples experiencias y enseñanzas.
Hasta aquí mi camino por L’Alternativa 25, que ha ofrecido una gran programación en esta edición, con un nivel altísimo de gran cine, de ese cine reflexivo, auténtico, sincero, duro, inquieto y sobre todo, cine imperdible y sensible, lleno de retratos de personas de toda condición y lugar, dejando el listón muy alto para la próxima edición, que desde esperamos con expectación y contentos por haber vivido la experiencia de esta, porque L’Alternativa sigue más enérgica, más audaz, y provocadora que nunca, manteniéndose firme en sus principios y, caracterizándose como un festival fiel a su idiosincrasia, ofreciendo un cine que gustará más o menos, pero que sigue fiel a su espíritu contestatario, complejo y sumamente radical tanto en su forma como en su contenido. GRACIAS POR TODO A AQUELLOS QUE HAN HECHO POSIBLE L’ALTERNATIVA 25, muchísimas felicidades por el cumpleaños, y nos vemos el año que viene…