La memoria escondida, de José Luis Pecharromán

LA MEMORIA LGBTIQ+. 

“Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia”. 

Simone de Beauvoir

Una de las funciones de los estados democráticos es mirar a su pasado más funesto y terrorífico, no con el afán de revanchismo y envidias, sino para restituir a todas sus víctimas que, en su mayoría, han sido silenciadas y olvidadas. Los gobiernos españoles democráticos no han destacado por ayudar a esclarecer los crímenes franquistas y construir una verdadera memoria de aquellos años. Todo se ha hecho con mucho esfuerzo y un trabajo incansable de agrupaciones y asociaciones civiles compuestas por familiares y amigos de los desaparecidos, que han luchado para recuperar esas memorias y sus cadáveres y darles un descanso digno y merecido. La memoria política se hace muy lentamente y con mucho esfuerzo, pero la memoria LGBTIQ+ todavía está por hacerse y sigue silenciada en la mayoría de casos. Así que, la película La memoria escondida, de José Luis Pecharromán (Madrid, 1970), resulta no sólo necesaria, sino fundamental para recuperar toda esta memoria silenciada y olvidada. 

El director madrileño, que debuta en el largometraje, después de una larga trayectoria como cinematógrafo de más de dos lustros en series como Herederos, Valientes, Cita a ciegas, Seis Hermanas, Mar de plástico, Los pacientes del Doctor García, entre muchas otras. Una película que se olvida de datos y estadísticas y del manido reportaje con textura videoclipera, para construir un documento que recoge toda la verdad y nada más que la verdad, pero no la histórica, sino la personal, la que se cuece en los hogares y en la cotidianidad de muchas víctimas que tuvieron que soportar leyes deshumanizadas como la de Vagos y Maleantes, que estuvo en vigor desde el 1954 hasta el 1970, que reprimía la homosexualidad, y la que la sustituyó, la de peligrosidad y rehabilitación social que se mantuvo hasta el 1983 y las consiguientes modificaciones que dotaban de más libertad hasta su derogación total en 1995. La película pone rostros y memoria y da voz y palabra a personas de la tercera edad, con nombres y apellidos e historia como Antonio Ruiz Fernández, Montserrat González Montenegro, Antonio Sánchez Franco y Rosa Araúzo Quintero. Todos y todas hablan mediante conversaciones, al estilo de El papel no puede envolver la brasa (2007), de Rithy Panh, y los espectadores miramos y escuchamos sus diálogos, donde explican su infancia, juventud y adultez en los que deben esconder su condición ante la persecución del estado mediante la policía, y el rechazo de su entorno familiar y social. 

Nos cuentan relatos de terror y violencia, relatos de un país sometido al odio y la ignorancia, a un país dominado por militares y curas, a un país que no respetaba a las personas diferentes y sobre todo, un país que perseguía la libertad en todos los sentidos. Pecharromán responsable de su guion, coproductor, cinematógrafo construye una película de hora y media y en primoroso y cálido blanco y negro, un no color sintomático de las no vidas de sus protagonistas-testimonios, con un exquisito y conciso montaje de Nino Martínez Sosa, del que hemos visto su trabajo en películas tan importantes de Jaime Rosales, con el que ha colaborado en cuatro de sus films, así como La buena nueva, de Helena Taberna, entre otras. Una edición que bucea en los diferentes testimonios, contraponiendo las diferentes experiencias, posiciones y sentimientos, donde las vidas de las cuatro personas tienen espacios comunes de represión, de automutilación y demás caminos para ser respetados, hacer valer su identidad y sobre todo, ser libres sin imposiciones de ningún tipo a nivel emocional y sexual. 

Aplaudimos y celebramos el trabajo de Pecharromán con su ópera prima La memoria escondida, porque hacen mucha falta películas como la suya, películas que hablen, que nos hablen y también, pongan voz a tanto silencio, y ponga rostros, nombres y apellidos, y experiencias vitales y personales de unos cuántos que son la voz de tantos y tantas reprimidos, violentadas, asesinados y silenciadas de los que muy pocos se acuerdan, porque la construcción de un país democrático y libre debe mirar a su pasado más terrorífico, y aquí siempre hay cosas, intereses y gentuza que no quiere mirar ese pasado y seguir alimentando la ignorancia, la estupidez y los intereses económicos. La película focaliza su documento en cuatro vidas, cuatro testimonios que nos hablan de la memoria de un país, de su memoria, de donde venimos y todo aquello que fuimos como país, con sus violentas leyes y persecución a todo aquel que era diferente, y sobre todo, un peligro para ellos, que ya dice que clase de estado dictatorial era, una lástima que tantas personas tuvieran que soportarlo. Una memoria que hay que contar, que escuchar y sobre todo, reflexionar por lo que tenemos hoy en día, y sin bajar la guardia, porque la ultraderecha sigue ahí, esperando su momento, y nos movemos y la derrotamos, o como dice uno de los testimonios, volveremos a tener problemas como ocurre en Hungría y Polonia, estados de pleno derecho de la Unión Europea que hacen leyes que persiguen al colectivo LGBTIQ+. En esas estamos, así que sigamos en la lucha. JOSÉ A. PÉREZ GUEVARA

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